Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3

Sky

Volver me llenaba de recuerdos.

Las calles estaban encharcadas cuando bajé del autobús. Las casas se veían desgastadas por el tiempo, con varios grafitis descascarillados en las fachadas. Las personas caminaban apresuradas sin mirarse las unas a las otras, con prisa, cada una sumida en sus propios pensamientos. Todo seguía igual que cuando era una niña: los pequeños comercios, los parques olvidados, las fábricas abandonadas..., todo salvo yo. Ya no era la misma Sky, mi vida había cambiado.

Me tapé con la capucha de la chaqueta y abrí el paraguas para no empaparme. Diluviaba, las gotas caían sin dar una tregua. Me disculpé cuando choqué sin querer contra una mujer que se había parado en medio de la calzada.

Miré la hora en la pantalla del móvil: debía darme prisa si quería llegar a tiempo.

Como era costumbre, me paré en el edificio de apartamentos viejos que había a unos minutos de la parada. Vi a un par de familias nuevas salir del portal, la valla de hierro oxidada, las ventanas sin aislamiento y manchas de moho por doquier.

En seguida los recuerdos me asaltaron: mi yo infantil volviendo de la escuela tras haber conseguido la nota más alta de la clase, los gritos de mis padres por cualquier cosa, las miradas de reproches de mi padre...

Borré una lágrima solitaria que empezó a descender por mi mejilla y me puse en marcha hacia el centro infantil y juvenil en el que era voluntaria. Había acudido allí cuando era pequeña y ahora era mi pequeño refugio. Me encantaba organizar actividades y motivar a los críos a que dieran lo máximo de sí mismos; incluso daba clases particulares a los que más lo necesitaban solo porque me encantaba sacar el máximo potencial de cada niño.

Llegué justo a la hora. En cuanto entré en la anticuada construcción de una sola planta, una oleada de calor provocó que soltara una exhalación placentera. Pese a la pintura apagada de las paredes y a la falta de recursos, el centro había conseguido subsistir durante todos aquellos años milagrosamente. Un estremecimiento que se apoderó de mí por el frío porque apenas podían poner la calefacción, pero por dentro sentí una gran ola de calidez. Observé las fotografías que había colgadas, a una mini Sky sonriente ante todo, tan diferente a la versión de esa misma mañana. Solo de pensar en las miraditas suficientes de los demás, me recorría un escalofrío por todo el cuerpo.

Lily me sonrió nada más verme, sentada tras el mostrador de la secretaría que había justo en la entrada.

—Menudo día de perros hace, Sky —me saludó Lily.

Suspiré mientras observaba la tormenta desatada en el exterior. Me había tocado la peor parte, con el viento implacable en mi contra. Ni yo sé cómo no había acabado calada.

—Ya te digo. Necesito con urgencia una taza de café hirviendo para volver a entrar en calor.

—Estás en tu casa. Los chavales todavía no han llegado, tienes tiempo de servirte una si quieres.

Tenía razón, pero aun así había más de uno que solía llegar antes de tiempo. Aquel era uno de los barrios olvidados de la gran ciudad. Las familias apenas tenían recursos para llegar a fin de mes y, por eso, uno de los grandes proyectos que hizo el Ayuntamiento fue crear ese centro, para que los padres trabajadores pudieran dejar a sus hijos en un lugar seguro mientras ellos se encargaban de traer dinero a casa.

—Te veo en un rato —me despedí.

—Que te sea leve con esos demonios... digo angelitos.

Solté una carcajada.

Fui a la sala de los monitores, al fondo del pasillo en forma de L, me preparé un café bien cargado y, mientras tanto, dejé la cazadora afelpada de color rosa en el perchero y el bolso a juego en mi taquilla personalizada con una S enorme rodeada de muchos brillos a modo de estrellas. Después, fui al aula que me habían asignado, donde Kyle, mi mejor amigo de la infancia y compañero del centro, ya me estaba esperando, dibujando en su cuaderno.

Me di un codazo con una de las sillas y el ruido que salió de manera inconsciente de mis labios hizo que él alzara la vista. Sus ojos ámbar me observaron, una sonrisa pilla curvando sus labios.

—Llegaste. Pensaba que que te habías quedado en las nubes y que no vendrías.

Hice una mueca.

—Ja. Ja. Ja. ¿Cuánto ha tardado en ocurrírsete el chiste?

Kyle me dio un abrazo afectuoso. Nos conocíamos desde la guardería y habíamos estudiado en el mismo colegio hasta casi los quince años. No tengo ni un solo recuerdo infantil en el que él no apareciera, persiguiéndome o haciéndome rabiar. O quizás era yo la que lo seguía e intentaba sacarle de sus casillas.

—¿Qué tal te ha ido el día, bonita?

Bufé.

—Mejor no hablemos de ello. Ya sabes que no me gusta la vida que tengo ahora. Papá es un hipócrita y cree que voy a olvidar con facilidad lo que ha hecho.

Me dio un beso estruendoso en la mejilla. Cuando nos separamos, vi bailar una sonrisa en su boca.

Solo éramos amigos, que quede muy claro. Ni siquiera habíamos intentado nada; el lazo de amistad que nos unía era tan fuerte que lo veía más como un hermano que como amigo o novio. Sí, era un hombre muy atractivo, pero no era lo que yo buscaba en un chico. Suficiente con que hubiera uno que me quitara el hipo con tan solo una mirada...

Pero no estábamos hablando de eso.

Por suerte para mí, una vocecita me sacó de mis tontas ensoñaciones.

—¡Sky! —chilló Nikkie, la niña más mona que conocía, entrando en el aula dando saltitos, sus dos coletas balanceándose. Tenía unos ojos grandes de color avellana y esa sonrisita desdentada encantadora; me había conquistado cuando la había conocido a principios de año.

—¡Nikkie! —la saludé yo casi con su mismo entusiasmo—. ¿Cómo te ha ido hoy en el cole?

Kyle dio un par de pasos hacia la pequeña. Alargó una mano para darle un pellizco en la nariz.

—¿Esa mochila que llevas es nueva? —le preguntó él—. ¡Menuda chulada!

La cría de seis años soltó una risita infantil mientras tiraba de las correas llenas de brillos de la misma.

—Mi mamá me la ha regalado porque estoy sacando muy buenas notas en el cole. Gracias por ayudarme con las sumas con llevadas, Sky. Son súper difíciles. Y con la lectura. ¡Ayer leí solita un capítulo entero!

No pude evitar que se me formara una tímida sonrisa en los labios, las mejillas calientes. No estaba muy acostumbrada a recibir cumplidos.

—No es nada, enana. Ya sabes que me encanta enseñaros. —Le guiñé un ojo.

La cría se adueñó de una de las mesas de la primera fila y poco a poco fueron llegando los demás, un grupo diverso de veinte críos entre los seis y los doce años. El centro no era muy grande y las aulas eran escasas; por eso la franja de edad de ellos era tan amplia. Si pudiera hacerse, me encantaría separar a los más pequeños de los mayores, pero era imposible al estar las aulas completas. Por suerte, contaba con la ayuda de mi mejor amigo, quien me facilitaba mucho el trabajo.

Miré el espacio a medida que se iba llenando. No era muy grande y estábamos muy apretados. Además, la pizarra de tiza había tenido días mejores y ya pronto debía comprar nuevos materiales, porque las pinturas ya se habían volatizado, la tinta de los rotuladores ya estaba medio reseca y los los libros de la mini biblioteca que teníamos en un rincón tenían las hojas llenas de humedad.

Aun así, ese lugar me encantaba. Era mi segunda casa, donde pasé gran parte de mi niñez.

Suspiré.

Cuando el grupo ya estuvo completo, empezamos las actividades y las próximas horas se llenaron de risas y buena vibra, y pude dejar todos mis problemas y miedos atrás.

❦ ❦ ❦ ❦ ❦

Para cuando llegué a casa, pasadas las ocho y media de la tarde, agotada tras el día intenso que había tenido, papá me esperaba sentado en una de las butacas de la sala de estar, junto a la puerta. Las luces estaban dadas, la tele encendida con un reatity show que Nathalie, su mujer, tanto amaba, y él se encontraba de brazos cruzados, con los labios apretados con fuerza. Las ligeras arrugas que se le habían formado en la frente me dijeron que estaba muy cabreado y por cómo clavó los ojos, del mismo color que los míos, en mí supe que iba a ser el objetivo de su ira.

Me di unos segundos para prepararme, para mantener a raya cualquier emoción que debilitara mi escudo de confianza e indiferencia. Nunca debía enterarse de lo destruida que me dejaban sus palabras hirientes.

En cuanto me interceptó, se levantó y me encaró.

—¿Se puede saber qué horas son estas de llegar a casa cuando tienes clase mañana?

Adopté una pose chulesca con el mentón hacia arriba y le mostré mi mejor expresión impertérrita.

—He ido a la biblioteca. Tenía muchas cosas que hacer. —Técnicamente no era una mentira. Al salir del centro, me había pasado por la pequeña biblioteca municipal del barrio para devolver un libro y tomar prestado otro.

Él no tenía ni idea de adónde iba por las tardes. Odiaba todo lo que tuviera que ver con su antigua vida, antes de ser el pez gordo que era.

—Sí, ya, ¿cómo no? Seguro que estabas con esa chica... ¿cómo se llamaba?... Ah, sí, Trice. A saber qué cosas andabais haciendo por ahí. No me gusta la gente con la que te juntas.

—Es mi vida y yo decido con quién hablo.

—Te estás echando a perder.

Puse los ojos en blanco.

—¿Qué quieres, papá? —exhalé, harta de todo ese numerito. Escuché ruido en la cocina y supuse que Nathalie estaría allí, preparando la cena como la buena esposa que era.

—Lo que quiero es que esta actitud de malcriada acabe de una vez por todas. Sales hasta tarde, nos faltas al respeto y, por si fuera poco, tu actitud en el instituto es inaceptable. Me han llamado esta tarde para decirme que te distraes todo el tiempo y que te saltas las clases. ¿Se puede saber en qué piensas?

Si papá me hubiese prestado más atención, se habría dado cuenta de que no era tan importante. Tenía la mejor media de clase, casi de impecables sobresalientes. Prácticamente aprendía sola. Si me aburría era porque o bien ya sabía los conceptos o bien los pillaba al vuelo y no necesitaba tanta explicación. Pero, claro, no era lo que habría querido por hija, no era la insuperable Felicity, con sus buenas notas, amigos perfectos y aficiones de niña buena.

Nada es lo que parece.

—Soy la mejor de la clase —me defendí, rabiosa.

—¡Deja ya de comportarte como una niña pequeña, que ya me tienes harto de tus berrinches!

Abrí la boca para justificarme, pero, como de costumbre, no me quiso escuchar. Yo no era más que un recordatorio de su vida pasada.

Señaló las escaleras, la vena del cuello palpitándole tanto que parecía que iba a reventársele.

—¡Estás castigada!

Lo fulminé con la mirada.

—Pero...

Ni siquiera me dejó explicarme. Se toqueteó la frente con los dedos, soltando un gruñido.

—¡Ve a tu habitación! Me das jaqueca.

Me prohibí llorar, no ahí, delante de él. Con los mofletes inflados por la exasperación, le di la espalda, subí las escaleras con pasos fuertes y me encerré en mi habitación de un portazo. Solo ahí permití que el escudo se viniera abajo, me dejé caer de espaldas a la puerta cerrada con las piernas encogidas y las manos enredadas en mi pelo y lloré hasta que ya no quedaron lágrimas por derramar, con un único pensamiento en la mente.

Si tan mala era, iba a ser la peor de todas las reinas del infierno.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro