Capítulo 22
♪ Adam ♪
Estaba en un sueño. Sentir sus dedos enredados en mi pelo, su boca bailando al son de la mía, su respiración agitada... Necesitaba más de ella. Más besos, más alegría, más recuerdos así.
¿Aquello era real? ¿De verdad estaba besando a Sky?
La saboreé como llevaba queriendo hacerlo desde que la había conocido dos años atrás. Me deleité con el suave tacto de su piel, sus dedos enroscados en mi pelo, los ruiditos tan monos que emitía desde lo más profundo de su garganta.
Había deseado tanto ese momento que no quería que se terminara. Exprimí al máximo ese beso robado del destino. No sé cómo terminé con ella sentada sobre mí a horcajadas, su pelo brillante haciéndome cosquillas. Solo sé que no quería detenerme, no quería volver al mundo real.
Antes de separarme del todo, le di un último beso en la punta de la nariz, extasiado. Aún no podía creer que Sky hubiese dado el primer paso y me hubiese besado justo después de haberle dicho que estaba loco por ella. Eso quería decir que también sentía cosas por mí, ¿verdad?
—Dios, no puedo creerlo. Yo... Quiero... —farfullé sin asimilar lo que había pasado entre nosotros. Me incliné para besarla se nuevo, pero ella se apartó y me temí lo peor. Me puse a balbucear como un tonto—. Yo... Siento si... Solo...
Sky me puso las manos en la nuca, sus ojos azules enviándome descargas eléctricas.
—Adam, tranquilo, todo está bien.
—¿M-m he... sobrepasado?
Jugueteó con un hilo suelto del vestido, cabizbaja. Me moría por saber qué estaba pensando. Vi cómo se encogía de hombros.
—No es eso. Me siento... abrumada. Son muchas emociones para un solo día. Que nos hayamos besado es... No soy capaz de describirlo. Me atraes, desde el primer día que te vi. Yo... no sabía cómo controlar todo lo que despertabas en mí y... bueno... como somos rivales y todo eso... no sé... pensaba que no querrías estar con alguien como yo.
Le tomé la barbilla entre los dedos. Necesitaba que lo que iba a decirle se le metiera bien dentro de la cabeza.
—Sky, siempre has sido tú. Cuando te conocí, cuando me abriste la puerta, me quedé embobado. Eras las chica más bonita que había visto en mi vida.
—¿Era? —me cortó enarcando una ceja.
Le pellizqué en la nariz, aún subida sobre mí.
—Ahora eres mucho más que eso. Había algo que me gritaba que no eras tan mala como nos mostrabas que eras. —Sonreí, triunfal—. Me alegra haber descubierto que mi teoría era cierta.
Me dio un manotazo.
—¿Por qué no te me acercaste entonces?
Enrosqué un mechón rubio entre los dedos.
—Quería ver si tú lo harías primero.
Suspiró.
—Ganaste.
—¿Uh? —La miré sin entender.
Me tomó el rostro entre las manos, los iris claros chisporroteaban, ardientes.
—¿No te acuerdas? Dijiste que yo caería antes que tú, y lo hice. No pude controlarme.
—¿Y si yo caí primero?
Curvó los labios en una gran sonrisa.
—Si nos preguntan, ambos caímos a la vez.
—Me gusta.
Se quedó un rato callado. Observaba un punto lejano, mientras se mordisqueaba el labio inferior. Le di un golpecito en el hombro.
—Eh, ¿qué pasa?
Se rascó una ceja.
—Jo, que todo esto me parece muy surrealista. Se supone que tengo más de mil razones para odiarte.
—¿Las tienes?
Resopló.
—¿Tú no? Somos enemigos, estamos en bandos distintos, no me llevo bien con Felicity... —fue enumerando Sky, pero calló en cuanto se dio cuenta de cómo la miraba—. ¿Qué? ¿Tan fea estoy con el maquillaje corrido? Debería ir a retocármelo...
La frené.
—No es eso. Puede que sí tengamos más de mil razones para odiarnos, pero tenemos muchas más para luchar por lo que tenemos.
—¡Qué cursi!
—Admite que te encanta, preciosa. —Le guiñé un ojo.
Me dio un beso en los labios, apenas un ligero roce.
—No quiero que te vayas. Contigo me siento en calma —murmuró en apenas un susurro audible.
La apreté contra mí. No iba a dejar que se fuera.
—No te vas a librar de mí tan fácilmente, pequeña luciérnaga.
Enterró el rostro en mi pecho, una sensación magnífica. Me maravillé al sentirla tan relajada. Era ella misma.
La ayudé a limpiarse el desastre que habían hechos las lágrimas con el maquillaje y, para cuando terminé, ella sacó un espejito diminuto del pequeño bolso que colgaba de su hombro. Se volvió a pintar con una destreza innata hasta que el barullo del exterior hizo que nos pusiéramos en pie. Sky se acercó a la ventana y emitió un gritito de lo más adorable. Tiró de mí hacia el exterior, pero antes de llegar la retuve.
—Espera, antes de salir quiero decirte algo.
—¿Qué cosa?
Sus ojos me miraban llenos de ilusión.
—Ya sabes, eso.
—¿Eso?
Bajé la voz, como si fuera un secreto. Sonreí de lado.
—Que eres preciosa.
Conseguí que esa rubita esbozara la sonrisa más hermosa que haya visto en la vida. Me dio un golpe en el brazo.
—Serás bobo.
La pegué contra la pared y volví a besarla. Fue un beso suave, lleno de promesas y esperanzas. Al separarnos, fui consciente del brillo en las pupilas de Sky y fue ahí cuando lo comprendí: sus sentimientos siempre habían estado y, pese a intentarlos ocultar, su mirada era tan transparente que le había sido imposible esconder todo lo que sentía.
❦ ❦ ❦ ❦ ❦
La fiesta estaba en pleno auge cuando volvimos. Todos bailaban en la pista y, justo en el instante en el que nos incorporamos, los cañones empezaron a lanzarnos la pintura fluorescente. Sky gritó e intentó escudarse en mí, pero acabó tan llena de pintura como yo. Entre carcajadas, nos lanzamos de lleno hacia la zona donde habíamos instalado todos los globos repletos de pintura.
—¿No serás capaz, hoyuelos? —me amenazó ella entornando los ojos.
Le tiré un beso.
—No te tengo miedo.
Y, con esas palabras, la bañé en color amarillo. Ella no se quedó atrás. Con una mueca cruel, me tiró un globo a la cara y de mi pelo chorreó pintura azul.
La guerra de colores siguió y siguió y pronto nos encontramos en plena batalla contra Kyle y Linn. Dos contra dos. Sky, a mi lado, se pavoneaba, pero no fue capaz de esquivar el proyectil de su mejor amigo que le dejó una mancha enorme de color púrpura en la mejilla.
—Eres un traidor —aulló indignada.
Me quedé embobado mientras la observaba. Qué guapa estaba, el vestido lleno de distintos colores y el pelo irreconocible. Aunque yo también debía tener el mismo aspecto, vaya. Su sonrisa era auténtica, brillante como el mismísimo sol.
Se escurrió el pelo lleno de colores en mi camisa.
—¿Por qué me miras tanto?
Me señalé la cara.
—Tienes algo ahí.
Me sacó la lengua.
—¡Qué malo eres!
La atraje hacia mí y le di un beso en la mejilla.
—Mira quién fue a hablar.
Kyle nos lanzó una miradita, divertido. La sonrisa que esbozó no me gustó nada de nada.
—No sé qué está ocurriendo, pero espero que entre vosotros dos haya pasado algo.
Sky soltó una risita. Me rodeó con los brazos antes de dirigirse a su mejor amigo.
—Algo, lo que se dice algo, sí ha pasado. Digamos que por fin nos hemos dicho lo que sentimos.
Linn soltó un gritito de júbilo.
—¡Genial! ¡Enhorabuena! —nos felicitó llena de felicidad. Envolvió a Sky en un abrazo para, después, volverse hacia su novio—. Me debes cincuenta dólares. ¡Estaba segura de que se besarían en la fiesta!
Kyle se pasó una mano por el pelo igual de colorido que el de los demás.
—¡No me lo puedo creer! ¿Cómo no lo vi venir? Me siento traicionado por mi mejor amiga. Y yo que pensaba que no le diría nada hasta mínimo después de las vacaciones... —dijo Kyle sacando del bolsillo un billete.
—Mi vena romántica me decía que estos dos iban a caer en el famoso cliché de besarse en el baile. —Linn se inclinó hacia nosotros e hizo un movimiento de cejas sugerente—. Ahora viene lo que a mí de verdad me interesa: los detalles.
Su chico hizo una mueca.
—No creo que esté preparado para escuchar lo que Adam ha hecho con mi mejor amiga. Hoyuelos, me caes muy bien, pero no necesito saber con exactitud todo lo que os montáis.
Sky rió y juro que me moría de la ternura por verla tan feliz. La rubia agarró de la mano a Linn y se la llevó lejos de nosotros. Estaba seguro de que se pondrían a chismorrear. Las vi bailar en la pista, los ojos de esa increíble mujer llenos de luz.
Kyle me dio un apretón en los hombros. La mirada fulminante borró la sonrisa que tenía pintada en la boca desde que había vuelto a la fiesta. Ya no era el chico agradable con el que me había divertido las últimas semanas.
Me dio un codazo.
—Espero que no tengas malas intenciones con mi mejor amiga, guaperas. No quiero que sufras un accidente mientras duermes.
Tragué saliva. Kyle era un buen tío, pero sabía que sería capaz de hacer cualquier cosa con tal de proteger a Sky de los malos. Puede que en esos momentos no supiera por todo lo que ella había pasado, pero ya había entendido que su infancia no había sido un camino de rosas. Que no confiara en los demás por todo lo que había vivido: el abandono de su madre y que su padre apenas le hiciera caso, sumado a ese hecho que aún no me había contado.
Yo solo quería que mi luciérnaga estuviera bien. A salvo. Que se sintiera segura, que no tuviera que volver a sufrir. No es que ella necesitara que la salvaran, pero sí quería ser su compañero de aventuras. Leal. Ella podía confiar en mí.
Por eso, cuando Kyle me soltó esa amenaza en letras de neón, en mayúsculas y subrayadas, supe que haría todo lo que fuera por ella, por ver esa sonrisa preciosa en su boca más a menudo.
—Sky es la chica más alucinante que he tenido la suerte de conocer. Es terca, gruñona, divertida, inteligente y muy dulce cuando se lo propone. ¿Tú crees que querría hacerle daño con lo que me ha costado llegar hasta aquí? Solo mírala. —Señalé hacia ese par de bombones despampanantes. Ambas bailaban ajenas, los iris claros de Sky puestos sobre nosotros, sin perderse ni un solo detalle—. Me encanta ver a su verdadero yo.
El moreno movió la cabeza arriba y abajo en señal de confirmación.
—Ahí tengo que darte la razón. Nunca antes la había vista tan feliz, ni siquiera cuando...
Se calló de repente.
—Si vas a mencionar a su madre, lo sé todo. Sé que la abandonó cuando era una cría. Mira, lo único que quiero es que sea ella misma, que salga del cascarón y arrase con todo. No sabes cuánto me gusta.
—Es muy especial. Por favor, cuídala mucho. Merece que la quieran.
La busqué de nuevo entre la multitud y ella pareció sentir mi mirada. Se abrió una conexión entre nosotros, una ola cargada de emociones que nos envolvía. Linn le susurró algo al oído y pude apreciar cómo se le coloreaban las mejillas.
Preciosa. Adorable. Irresistible.
Si de algo estaba seguro era que Sky sacaba lo mejor de mí.
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