Capítulo 17
✮ Sky ✮
Los días siguientes al casi beso fueron incómodos. Cada vez que Adam y yo nos quedábamos a solas, me ponía nerviosa y empezaba a tartamudear. Me volvía torpe. Débil.
Era inaceptable.
—No debes dejar que nadie vea las grietas de tu escudo —le hablé a mi reflejo una semana antes de las vacaciones de primavera. Desde pequeña tenía la costumbre de hablar conmigo misma cuando estaba encerrada en mi habitación, un intento de no sentirme sola—. Sí, Adam te gusta. Sí, has estado a punto de besarlo. Pero no puedes dejarle entrar. Él jamás te va a entender. Te dejará de lado como hacen los demás.
Debía mantener el escudo en alto, actuar como siempre. Ser la mala de la historia para que nadie viera lo rota que estaba.
Apoyé el codo sobre el tocador, mis ojos me devolvían la mirada, serenos.
—No vas a dejar que él vea a la verdadera Sky. Por mucho que te guste, lo vuestro es un amor imposible. ¿Cómo crees que reaccionará al enterarse de la verdad? Te alejará, porque nadie se queda nunca contigo. Estás sola.
¿Qué hay de Kyle?
Kyle es la excepción. Me conoce de toda la vida.
Me arreglé para ir al instituto. Me puse el uniforme perfectamente planchado, peiné cada mechón de pelo en perfectas ondas y tapé cada imperfección que tenía en la piel con maquillaje. Me pinté los labios de un color nude y le lancé una sonrisa coqueta a mi reflejo. Le tiré un beso.
—Imperturbable. Irrompible. Perfecta.
❦ ❦ ❦ ❦ ❦
Nathalie me interceptó antes de salir de casa, con la mochila colgada al hombro.
—Sky, ¿no vas a desayunar? —me preguntó nada más verme.
La observé. Llevaba su ropa de trabajo habitual: un traje de tres piezas compuesto por unos pantalones formales de color negro, una camisa blanca y una brazers negra ajustada. Llevaba el pelo recogido en un moño bajo, un broche plateado a modo de decoración. Los pendientes de Pandora con la forma del infinito enviaban pequeños destellos.
Agarré con más fuerza las correas. Ya tenía puesta la máscara de tipa dura y no iba a permitir que se entrometiera en mis planes.
—No, no tengo hambre.
La mujer de mi padre me dio un apretón en los hombros y me dedicó una sonrisa cariñosa.
—Espera, ahora mismo te preparo algo para que comas antes de que entres en clase. No es bueno ir con el estómago vacío al instituto.
La retuve. No quería que se inmiscuyera en mi vida.
—¡No! No hace falta. Yo ya me iba.
Ahora fue Nathalie quien me detuvo. Me colocó una mano en el hombro sin perder el gesto. Rechiné los dientes. ¿Por qué me ponía las cosas tan difíciles?
—¿Podemos hablar antes de que te vayas?
Saqué el teléfono móvil de la mochila y lo miré con indiferencia.
—No tenemos nada de qué hablar. Que estés con mi padre no significa que tengamos que ser amigas.
—Yo quiero que nos llevemos bien, tesoro.
Le eché una miradita que pretendí que fuera lo más odiosa posible.
—¿Te importa, acaso?
Suspiró.
—Mira, solo quiero que sepas que puedes hablar conmigo de lo que sea. A cualquier hora. Te escucharé. Sé que tu padre y tú no os lleváis muy bien últimamente, pero eso no quiere decir que conmigo la cosa sea igual. Eres una buena niña, Sky.
Hice una mueca.
—Ah, mira tú.
Me apartó el teléfono de las manos. Con sus dedos me acarició el brazo, una caricia sutil que me puso el vello de la nuca de punta y que trajo a la superficie recuerdos amargos que quisiera olvidar. Ajena al mal sabor de boca que me había dejado, Nathalie me dio un pellizquito en la barbilla, justo donde tenía escondida bajo el maquillaje la horrible cicatriz.
—Sacas muy buenas notas y tienes las cosas bien claras. No sé a dónde vas por las tardes, pero algo me dice que no es lo que tu padre piensa. De lo contrario, llegarías aún más tarde, si es que siquiera aparecerías en casa. —Se encogió de hombros—. Si fueras una adolescente rebelde, harías cosas peores. No lo sé. Es algo que me dice mi instinto de madre.
Apreté los puños con tanta fuerza que los nudillos se me quedaron blancos.
—¡No eres mi madre! —le escupí quizás con demasiado enfado.
Nathalie me toqueteó el pelo.
—Sé perfectamente que no lo soy y de veras que no pienso ocupar ese lugar si tú no quieres. Solo quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea. Mi puerta va a estar siempre abierta.
—¡No te necesito!
Se metió las manos en los bolsillos de atrás de los pantalones.
—Solo piénsalo, ¿sí?
Con esas palabras y una ligera caricia en la mejilla, me dejó sola en la entrada con un millón de sentimientos desagradables en la boca del estómago. Porque, aunque no quisiera admitirlo, mi madre jamás se había preocupado tanto por mí.
Y ya no iba a regresar.
❦ ❦ ❦ ❦ ❦
Trice y yo habíamos quedado antes de lo habitual en el campus. Muchos os preguntaréis por qué me había juntado con ella. Esa chica era igual de inadaptada que yo y, sinceramente, estábamos juntas para no sentirnos solas.
Llegué a nuestro punto de encuentro justo a la hora. La morena ya me estaba esperando junto a la pequeña fuente que había en el patio trasero. El Jenny's Collage School era un centro privado donde los hijos de los más ricos de la ciudad estudiaban. Teníamos unos programas muy exclusivos, como clases al aire libre cuando el día era bueno, extraescolares únicas como la esgrima y clases particulares personalizadas si el alumno lo necesitaba. Había demasiada excentricidad y mis compañeros más adinerados no se juntaban con aquellos que no tenían tanto dinero.
Suerte que a mí eso me importara un comino.
El cambio de un instituto público a uno privado había sido radical. Mi padre no me había dejado seguir en el anterior, aludiendo que en el nuevo mi educación sería mucho mejor. Sin embargo, había dejado a Kyle atrás, mi corazón se había quedado en ese pequeño barrio en el que había crecido. Pero a mi padre no le importaban mis sentimientos, nunca le habían importado.
La voz de Trice se hizo eco entre mis pensamientos.
—Mis padres me han castigado por supuestamente ir de fiesta —habló en cuanto me hube sentado en el banquito en el que estaba ella. Llevaba la falda unos centímetros más corta que yo y la camisa blanca le quedaba mucho más holgada.
Arqueé las cejas.
—¿No fuiste?
—Qué va. Fui al cine con John. Creo que mis padres se piensan que soy una rompedora de reglas porque salgo contigo.
Me toqueteé el bajo de la falda.
—El mío piensa igual de ti.
Me lanzó una sonrisa cómplice.
—Vaya, qué equivocados están. —Se quedó callada durante unos segundos—. Yo solo quiero que me hagan el mismo caso que a la perfecta de mi hermana melliza. Odio ser la oveja negra de la familia solo porque no tenga su memoria fotográfica.
Le di un pellizco en la pierna.
—Si te sirve de consuelo, hace mucho que he superado las notas de Alexa.
Se rió.
—Pero tú eres una empollona, amiga. Tienes una capacidad increíble para aprender y absolutamente todo se te da bien.
Hice una mueca.
—Menos la Educación Física. Ambas sabemos que saco esos sobresalientes solo para que no me baje la media.
—Me das asco, tía.
Le tiré un beso.
—El sentimiento es mutuo. —Me quedé mirando el cielo sin nubes. El sol brillaba con todo su esplendor y, pese a que hacía un poco de frío, no me había puesto los leotardos. Según el pronóstico, haría un día caluroso—. ¿Puedo pedirte un favor?
—Solo si me compensas con chocolate.
Se me escapó una pequeña sonrisa. Sí, me estaba mostrando un poquitín abierta. Trice se mudó al vecindario el verano pasado. No me caía bien del todo, pero era mejor sentirme acompañada que estar sola. Necesitaba una aliada allí dentro. Además, Trice nunca les ha caído en gracia al grupito de mi hermana.
La chica era el estereotipo de una abusona: alta, fuerte y capaz de incendiar el instituto si con ello se sale con la suya. Pero nada de eso era verdad. Era una tía maja... cuando quería. Había días que me lo pasaba genial con ella y otros que la sentía muy distante.
Chocamos los puños.
—Hecho. Necesito ir a la biblioteca para devolver un par de libros y tomar prestados otros dos. ¿Puedes acompañarme a la hora del recreo?
Chasqueó la lengua.
—Lo que yo decía. Eres una nerd.
Le di una toba en la cabeza.
—¿Puedes?
Sonrió con maldad.
—Digamos que no tengo nada mejor que hacer.
❦ ❦ ❦ ❦ ❦
Poco a poco el colegio se fue llenando de estudiantes adormilados. Cuando por fin comenzaron las clases, volví a ser la chica irrompible de todos los días. Con mi disfraz puesto, me pavoneé por cada rincón al que iba y me tragué cada miradita indiscreta que recibía.
Cuando llegó la hora del recreo, arrastré a Trice hacia la biblioteca, cargada con los libros sobre física cuántica y matemáticas avanzadas en los brazos. Nada más entrar, Andy, la agradable bibliotecaria, nos dio una cálida bienvenida.
—Trice, Sky. Qué alegría veros —susurró ella. Se me escapó una pequeña sonrisita. Los ojos grises de Andy se posaron en mis brazos—. Veo que ya has devorado los dos libros que cogiste la semana pasada. ¿Qué te han parecido?
Me aparté el pelo de la cara con la mano libre.
—Han sido fascinantes. Los apuntes sobre la física fundamental y las ecuaciones de Maxwell me han parecido una fantasía. Por no hablar del cálculo integral y del álgebra. Solo de pensarlo mis piernas se vuelven de gelatina.
Mi amiga hizo una mueca.
—Creo que tú y yo tenemos puntos de vista diferentes en lo que al concepto de sexy se refiere.
—Ja. Ja. Ja.
Dejé ambos libros sobre el mostrador y me perdí en la sección centrada en los cursos de preparación universitaria. Había libros de todas las clases y colores. Puede que ya los hubiera leído casi todos. ¿Qué se le va a hacer? En mi defensa diré que estaba enamorada del conocimiento y que tenía una mente inquieta. No podía dejar de pensar incluso cuando dormía.
Me perdí entre ese mar de sabiduría. Me deleité con el contacto de las yemas de mis dedos con los lomos, con el olor a libro que desprendían esas cuatro paredes, tan placentero que emití un pequeño jadeo. Estaba en mi propio paraíso.
Pero incluso el mismísimo cielo tenía sus lados tenebrosos. Y es que, cuando cogí uno de los tomos, vi que en el otro lado estaba Adam muy cerca de Melany, una de esas amiguitas suyas. Se me revolvió el estómago solo de verlos juntos, tan pegados, aunque no estuvieran haciendo nada malo.
Tuve la mala suerte de que se me cayera una de las novelas al suelo y que el escándalo llamara la atención del pelinegro. En cuanto sus ojos cálidos se posaron en los míos, se le dibujó una sonrisa irresistible. Me quedé inmóvil. No, no iba a lanzarme a sus brazos. En su lugar, continué ojeando los libros.
De repente, sentí su presencia a mi lado. Al levantar la cabeza de uno de los títulos, me quedé perdida en ese mar color tierra, en el olor intenso de su colonia. Recogió las obras del suelo.
—He de suponer que esto es tuyo, ¿no?
—Adam, no te había visto —mentí con el corazón martilleándome con fuerza en el pecho.
La sonrisa ladeada que me dedicó me indicó que sabía que mentía.
—¿Qué haces aquí? No te veía en un ambiente tan... tranquilo.
Señalé los libros que nos rodeaban.
—Solo estaba buscando mi próxima lectura.
Adam leyó los títulos que estaba ojeando y frunció el ceño.
—Enigmas matemáticos, historia para genios, agujeros negros... Vaya, qué sosa.
Me encogí de hombros.
—¿Qué se le va a hacer si tengo una mente maravillosa?
Alargó la mano y me dio un apretón en el brazo. Su contactó me alteró más de lo que me habría gustado.
—Había olvidado lo inteligente que eres. ¿Cómo puedes entender conceptos tan aburridos?
Hice un puchero.
—¿Cómo que aburridos? Me parece tan fascinante descubrir lo que nos rodea. No sé, desde pequeña me hecho preguntas que mis padres no han sabido responder. —Sacudí la cabeza—. ¿Sabes qué? Será mejor que me calle. No es importante.
La intensidad de su mirada provocó que se me subieran los colores.
—Jamás digas eso. Me parece muy interesante oírte hablar con tanta pasión. No me cansaría nunca si con ello puedo ver cómo te brillan los ojos.
En la intimidad de las estanterías, oculté el rostro con el pelo, avergonzada. No sabía qué decir. No estaba acostumbrada a interesarle a otra persona que no fuera Kyle.
El timbre me salvó. Con un movimiento rápido, le cogí los libros de las manos y me alejé de él, con un rubor tiñéndome las mejillas y el corazón desbocado.
Si tan solo fuera tan valiente de para contarle la verdad...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro