Capítulo 16
♪ Adam ♪
—¿Qué quería Sky? No me gusta que se te pegue como una lapa.
Aaron no había esperado a llegar a la cafetería para interrogarme. Tenía los labios apretados y unas arrugas en la frente mientras la observaba en la distancia, sentada en una mesa del amplio comedor. Felicity iba colgada de su brazo y Alexa y Melany nos seguían muy de cerca.
Me encogí de hombros.
—Es mi compañera de pupitre. Me ha estado explicando un ejercicio que se me ha atragantado. Es muy lista —me excusé.
Ni tú te lo crees. Te gusta de verdad.
Cierto, pero mejor que no lo supieran de momento. No quería meter en líos a Sky por unos sentimientos tontos no correspondidos. Estábamos en bandos diferentes y mis amigos se creerían que ella me había seducido solo para lastimarme; pero a la verdadera Sky no le pegaba.
—¿Estás seguro? —inquirió Alexia, con la melena pelirroja ondeando—. Recuerda que es la chica más insoportable de toda la escuela.
—Se cree que tiene el mundo bajo sus pies —añadió Mel con un resoplido—. ¿Os acordáis de la vez en la que me tiñó el pelo de azul así porque sí cuando hicimos una fiesta de pijamas en tu casa, Lizzie? Tuve que pagar una pasta para que pudieran arreglar el estropicio.
Mi mejor amiga se cruzó de brazos.
—Sky nunca va a cambiar. No sé por qué es así y ya ni me interesa. Estoy harta de que intente sobresalir del resto.
—Solo quiere llamar la atención —estuvo de acuerdo Aaron.
—Lo único que está consiguiendo es quedarse sin amigos.
—Es una borde de mierda —masculló por lo bajo Melany.
Mientras ellos la criticaban, yo pensaba en todas las facetas buenas que tenía, como lo feliz que se veía con los niños del centro, lo relajada que estaba con Kyle, su sonrisa cuando nadie más la veía... No era el demonio que nos mostraba en el instituto; Sky tenía su lado bueno. Aún no entendía por qué no dejaba que nadie más la conociera de verdad, por qué no dejaba que la vieran.
¡Tú la estás conociendo!
¿Qué significaba eso? ¿Le importaba lo mínimo como para mostrarme un poco de su mundo?
Quiero que me enseñe cada uno de sus secretos.
Quería tantas cosas de ella. Besarla, tocarla, poder estar de buenas todo el tiempo del mundo, componer canciones pensando en sus labios, hacerle el amor muy despacio... Necesitaba descubrir qué había tras esa máscara imperturbable de perfección y por qué quería ser la mejor en todo.
Quería desentrañar cada uno de sus misterios.
❦ ❦ ❦ ❦ ❦
—Con este, ya tenemos casi todas las guirnaldas hechas —canturreó Sky, repantingada como estaba en uno de los sofás de dos plazas que había en la sala de los monitores. Nos habíamos quedado más tiempo para hacer la decoración de la fiesta. Ella estaba muy centrada en las guirnaldas mientras que yo hacía flores de papel.
—¿Os importa si me marcho antes? —nos preguntó Kyle desde la butaca. Estaba mirando la pantalla de su teléfono móvil—. Mi madre trabaja en el turno de noche y tengo que cuidar a Sarah. Me acaba de escribir para decirme que nuestra vecina se ha puesto enferma y que me toca hacer de canguro.
Sky levantó la mirada de lo que estaba haciendo y le dedicó una sonrisa enternecida.
—Ay, dale a esa cosita hermosa un gran beso de mi parte. Adoro a tu hermana —murmuró con un puchero.
Me derretía verla así, tan ella.
—Se lo daré. A ver si un día te pasas por casa a verla. Te quiere con locura.
—Y yo la quiero a ella. —Se giró hacia mí, quien estaba más perdido que Pinocho en un incendio—. Sarah es la hermana pequeña de Kyle. Tiene siete años.
Lo observé con una gran "O" en la boca.
—Wow, ¡sí que hay diferencia de edad!
Kyle se rió.
—Fue una sorpresa. A veces me saca de quicio con sus juegos, pero la adoro.
—Sarah es la niña más mona de la ciudad. Tendrías que conocerla, Adam. Es igualita a Kyle, salvo que ella me cae mejor.
Kyle se llevó una mano al corazón, ofendido.
—Perra.
—Idiota.
Se dedicaron una serie de muecas para después él ponerse en pie, cruzar la salita hasta donde estaba la rubia nosotros y tirarse sobre ella.
—Cabrón —siseó, pero no dijo nada más, no cuando él empezó a hacerle cosquillas sin cesar.
Los observé con una sonrisa desde mi posición, justo enfrente de ellos. Me encantaba verlos interactuar, lo bien que se llevaban. Sky intentaba detenerlo, pero él la había inmovilizado para que no pudiera escaparse. Pero lo que Kyle no supo ver a tiempo fue la patada que le propinó en toda la espinilla.
Soltó un taco.
—Serás bruta.
Ella le sacó la lengua, juguetona.
—Eso te pasa por molestarme —se jactó. Se secó las diminutas lágrimas que se le habían escapado por la risa histérica de las cosquillas. Kyle le dio un beso sonoro en la mejilla seguido de un lametazo—. ¡Iugh! ¡Eres un guarro!
El tío se dedicó a soltar una carcajada maliciosa.
—Yo también te quiero. —Se deslizó por el sofá hasta levantarse. Le dio un apretón en los hombros—. En fin, siento dejaros tirados a última hora.
Sky le restó importancia con un gesto, justo después de limpiarse sus babas de la mejilla.
—No te echaremos de menos, ¿verdad, Adam?
—Obvio, estamos mucho mejor sin ti —le dije yo con una sonrisita pilla—. Pasadlo bien esa pequeñaja y tú. Seguro que te hace jugar a las casitas o a la hora del té.
Me fulminó con la mirada.
—Capullo. —Se despidió con un abrazado muy cariñoso de Sky y con un choque de puños conmigo—. ¡Hasta mañana, parejita!
—¡Pasa buena noche, imbécil! —lo despachó esa rubita centrada de nuevo en terminar la guirnalda que tenía entre manos, esa que había apartado justo antes de que su mejor amigo la apachurrara.
Cuando nos quedamos a solas, se instaló un pequeño silencio entre nosotros. Observé cómo Sky se mordisqueaba el labio inferior, muy concentrada en la tarea. Estaba preciosa. La falda rosa del vestido le llegaba por encima de las rodillas, el encaje del pecho realzándole los senos redondos. Sin poder contenerme, me senté a su lado. Ella levantó la mirada tan solo unos segundos para después volver a lo que estaba haciendo. Seguí con la flor hasta que no pude soportarlo más.
Señalé la guirnalda de flores blancas.
—Te está quedando estupenda.
Sus ojos se clavaron en los míos. Me dio un vuelco el estómago, me sudaron las manos y una corriente eléctrica me recorrió todo el sistema nervioso cuando sus pupilas vibrantes se apoderaron de mi ser.
—Gracias. Ayer estuve viendo vídeos tutoriales en YouTube hasta casi la madrugada. No pude dormir, así que me puse a investigar cómo se hacen estas cosas del demonio.
Choqué su rodilla con la mía, un hormigueo cálido se extendió por cada poro de mi ser cuando hice contacto con su suave piel.
—Parece que llevas haciéndolo toda la vida. Se te da muy bien.
—Pues, aunque no te lo creas, es mi primera vez. —Soltó una carcajada buebujeante, llena de vida—. Los años anteriores teníamos más presupuesto o reutilizábamos materiales. Al ser la fiesta de un único color, he tenido que improvisar.
—Me encanta.
Sí, había estado a punto de decirle «Me encantas». Suerte que me había contenido.
Sky, ajena a todo lo que provocaba en mi interior, se rió; su risa era la más dulce de las melodías.
—A ver tu flor —me pidió, una pequeña sonrisa curvaba sus labios pintados en un bonito tono rosado. Le mostré la rosa en la que había estado trabajando y que pronto iría en una de las guirnaldas que la rubia estaba haciendo. Sus ojos brillaron de la emoción. Me dio un codazo juguetón—. ¡Qué pasada! Admítelo, también has estado viendo tutoriales.
Le guiñé un ojo, pícaro.
—No es por nada, pero las manualidades se me dan genial. Cuando Felicity necesita ayuda para a hacer este tipo de cosas, me lo pide a mí.
Sky se rascó la cabeza.
—Ah.
Fue mencionar a su hermanastra y cerrarse en banda. Perfecto. Sería idiota.
Le di un apretón amistoso en la rodilla.
—Creo que cuando acabemos, tú y yo nos mereceremos un gran premio y, como buen previsor, he traído unos brownies riquísimos que mi madre ha preparado especialmente para ti.
Me miró de hito en hito, un leve destello de la sonrisa de antes.
—¿Para mí?
Asentí, contento.
—Le has caído muy bien. Está muy agradecida de que gracias a ti haya aprobado lengua. Te tiene en un pedestal.
Una pequeña carcajada brotó de su garganta.
—Seguro que exageras..., pero no voy a decirle que no a tu madre.
Sonreí, feliz.
Ambos nos quedamos embobados observando al otro. Mis manos aún seguían en su rodilla, el calor de su cuerpo esbelto tentándome. Con un movimiento rápido le tomé de las manos y entrelacé los dedos; lo sentí tan natural que no quería soltarla. Con la otra, toqueteé varios mechones de su cabello ondulado, dejándole un delicada caricia en la mejilla sonrosada.
Su risa era como un cántico de sirenas, su perfume dulce como las magnolias. Quería besarla. Iba a besarla. Sus labios se acercaron a los míos, pero antes de que siquiera pudieran rozarse, su teléfono móvil empezó a sonar. Con las mejillas ardiendo, contestó y yo me quedé como un tonto detallando cada uno de sus movimientos.
Tenía claro una cosa: si no hubiese sido por esa llamada, la habría besado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro