Capítulo 14
♪ Adam ♪
El jodido destino quería que estuviéramos juntos.
No era normal que de la noche a la mañana Sky estuviera en gran parte de mi día a día. Si no era en clase de mates, la veía en el centro infantil y juvenil y, sino, cuando iba a su casa a visitar a Felicity. Además de que seguía ayudándome con el examen de lengua, examen que tenía al día siguiente y, como no me concentrara de una vez, suspendería. Pero, ¿cómo hacerlo cuando tenía a semejante mujer en mi habitación?
Solo quería hacer una cosa y no era estudiar que digamos.
¡Céntrate!
Resoplé.
—Voy a suspender. Es un hecho —me lamenté mientras cerraba el libro de golpe.
Sky, tumbada bocabajo en mi cama, levantó la mirada. Había un brillo especial cada vez que estábamos a solas, uno que aún no había sabido descifrar.
—Me niego a fracasar como maestra. Pienso cortarte las pelotas como no apruebes.
Hice una mueca de dolor.
—Espero que no tengas que llegar tan lejos.
Volvió a abrir el libro por la página en la que nos habíamos quedado y señaló la hoja. Estábamos los dos a escasos centímetros del otro. Su perfume ya había empezado a formar parte de mi habitación. Se veía deliciosa enfundada en esos vaqueros negros pegados a sus piernas largas y con el jersey ajustado de color rojo. Tentadora.
Me dio un pellizco en el brazo que me sacó de mis deseos más primitivos.
—¡Ay! Serás bruta.
Se carcajeó, su risa haciéndose eco de cada rincón.
—Eso te pasa por mirarme las tetas.
¿Cómo...? Pero entonces me fijé en el punto que estaban enfocando mis ojos y quise que la tierra me tragara vivo. Y es que sin quererlo se me habían ido los ojos hacia la curvatura de sus senos esponjosos.
Suficiente.
—Yo... Yo... —balbucí con las mejillas al rojo vivo.
Se inclinó hacia delante, una sonrisa lobuna dibujada en sus labios.
—¿Tú?
Pero entonces vi la chispa divertida en sus ojos claros y lo entendí todo. Le di un empujón juguetón.
—¡Lo has hecho a propósito!
Soltó una risita malvada.
—¿Qué? ¿Te crees que no me he dado cuenta de cómo me miras? Chico, ya sé que estoy buenísima.
Buenísima es quedarse corto, pensé.
Chasqueé la lengua.
—Ñe. No te lo tomes a mal, pero no eres para tanto. Obvio que eres guapa, pero no eres mi tipo.
Me observó muy atentamente, las pupilas azules chisporrotearon.
—Ah, claro, se me olvidaba que a ti te van las niñas buenas que no rompen las normas. Eres tan cuadriculado que no te ves a ti mismo con alguien como yo, que rompe cada uno de tus esquemas. Vamos, sé que te mueres por mí —se jactó. No supe descifrar si iba en serio o no y eso me dejó aún más confuso. Sky tenía razón: ella me desconcertaba.
Me acerqué más a ella. Meneó las piernas en el aire y yo no pude evitar fijarme en ese trasero redondeado que tenía.
No la mires así. Se va a dar cuenta.
Tragué saliva.
—¿No serás tú la que está loquita por mis huesos? —dije en cambio con la voz unas notas más grave—. Soy de los tíos más populares de todo el instituto, tengo el cuerpo de un dios griego y las chicas se mueren por mí.
—Ni que fueras Ares Hidalgo, cariño. Te está llamando soberbia. Dice que le devuelvas el trabajo.
Con un movimiento de manos, le di un azote en el trasero solo para molestarla. Ella se dio la vuelta y se sentó sobre el colchón, dándome un buen codazo en las costillas.
—¡Joooooder! A este paso vas a tener que llevarme a urgencias.
—Eso te pasa por pasarte de listo. Mi cuerpo, mis normas.
—¿Siempre eres así de bestia?
Meneó la cabeza arriba y abajo, enérgicamente.
—Ajá. Y como no te pongas a estudiar de nuevo, pienso quedarme aquí hasta que te lo sepas todo. Así que, venga, háblame de la importancia del romanticismo en la literatura.
Respiré hondo. Bien, eso lo sabía. Aún con una mano en las costillas, recité todo lo que había estudiado al respecto y, después, cité un par de obras a modo de ejemplo. Sky no parecía satisfecha del todo. Sus labios en forma de puchero se me hicieron muy seductores.
—Si quieres que la señora Wolves esté contenta, debes profundizar más en los ejemplos. No te pido que leas los libros, porque es imposible a estas alturas del partido, pero podrías buscar información sobre los autores y sobre la simbología que utilizaban.
Enrosqué un mechón de su pelo rubio en mi dedo.
—Eres una empollona.
Se encogió de hombros.
—Bueno, si quiero ser perfecta, debo sacar las mejores notas posibles.
Cerré el libro otra vez y centré toda la atención en ella.
—¿Por qué quieres ser perfecta?
Hizo un ruidito muy mono con los labios que me llevó a imaginar cómo sería tenerla gritando mi nombre cuando alcanzara el clímax, encima o debajo de mí.
—Me gusta estudiar. Es aburrido entregar trabajos mediocres, ¿no crees? Además, si quiero que mis planes salgan bien, no debo dejar ningún cabo suelto.
—¿Hablas por los estudios? Con tus notas es imposible que no te acepten en la universidad de tus sueños.
—Ya —murmuró, seca.
Vale, se había vuelto a cerrar en banda. ¿Cómo podía demostrarle que era la persona indicada para que confiara?
Me tumbé y la arrastré a ella conmigo. Giré la cabeza a la izquierda para mirarla con detenimiento. Se estaba mordisqueando los labio, un halo de tristeza tiñendo sus pupilas. Le di un golpecito en las mejillas.
—¿Qué pasa por esa cabecita tan mona que tienes?
Alejó los ojos unos segundos y, cuando volvió a clavar la vista en mí, su rostro había adoptado esa máscara impertérrita.
—No importa. Son solo cosa mías. No te preocupes.
Le di un beso en la mejilla.
—Si te pone así de triste, es importante. —El mar de sus ojos se enredó con los míos—. Puedes contarme lo que sea, lo sabes, ¿verdad? No se lo voy a contar a nadie.
—¿Ni siquiera a Felicity?
Chasqueé la lengua.
—Si eso es lo que quieres, te prometo que no le diré nada. Tienes mi palabra.
—¿Cómo puedo confiar en ti?
—¿Y si te cuento algo que nadie más sabe?
Sky se arrastró un poquito hacia mí, atenta. Estábamos tan cerca, que su pelo me hizo cosquillas en los brazos.
—Te escucho.
Exploré la tersa piel de sus mejillas. Era preciosa, jodidamente hermosa. No iba maquillada en exceso, solo había resaltado esos puntos que la hacían lucirse y, por lo que pude comprobar al tenerla tan cerca, le gustaba usar purpurina.
Flexioné un brazo y me lo coloqué bajo la cabeza. Observé el techo blanco con la mirada perdida unos segundos antes de empezar a hablar:
—No quiero seguir los pasos de mi padre; no quiero estudiar una filología en la universidad. Todos creen que me desvivo por esa carrera, pero me parece tan aburrida. Quiero crear mi propia música, cantar y subirme a un escenario.
—¿Por qué no se lo dices? ¿Por qué no hablas con él?
Clavé los ojos en ella.
—Me da miedo que me obligue a hacer algo que no quiero. No podría defraudarlo.
—No vas a decepcionarlo. Si es tan bueno como tu madre y como tú, te escuchará.
Esbocé una sonrisa tonta.
—¿Crees en serio que soy bueno?
Me estudió en silencio durante unos instantes que se me hicieron eternos. Me moría por escucharla.
—Eres un buen chico, Adam —dijo con una determinación que me puso los pelos de punta. Con los dedos, empezó a recorrerme el rostro mientras hablaba y sus caricia sumadas a su voz celestial me enviaron un estremecimiento a lo largo del cuerpo—. Pensaba que eras un soso, pero consigues hacerme reír o sacarme una sonrisa incluso cuando peor me encuentro y no quiero hablar con nadie. Eres un buen amigo.
Le di un golpecito en la nariz.
—¿Es eso lo que somos?
—Si tú quieres, sí. Me caes muy bien.
Reí y ella conmigo, una carcajada tímida.
—Sabía que íbamos a acabar siendo amigos.
Formó una gran O con los labios.
—¿Cómo?
Sonreí.
—El destino o la vida, llámalo como quieras, nos ha hecho coincidir más de la cuenta y me ha hecho darme cuenta de que eres una chica que merece que se lo den todo. Estoy encantado de que seas mi amiga. Necesito un punto sarcástico en mi vida.
Me dio un manotazo.
—Idiota.
Le tiré un beso.
—Admite que te encanta que seamos amigos.
Puso los ojos en blanco.
—Cuando tú aceptes que no puedes vivir sin mí, querido.
Con una sonrisa maligna, me puso sobre ella y empecé a hacerle cosquillas. Mi habitación se llenó de sus carcajadas, de ella en general. No sé cómo acabamos los dos enredados el uno en el otro, sus iris conectados con los míos. Su pecho ascendía y descendía con rapidez, producto de la risa histérica. Sus manos estaban enroscadas en torno a mis brazos, dejando un hormigueo caliente allá donde me tocaba.
No quería moverme. No podía moverme.
Nos fuimos acercando despacio, como a cámara lenta. Ya no podía detener el torrente de emociones que despertaba en mí, ya no podía controlarlo. Pero cuando estábamos a tan solo unos milímetros, cuando su boca estaba tan cerca de la mía que su aliento se entremezclaba con el mío, la puerta se abrió con un golpe seco.
—Cariño, creo que es hora Sky se vaya a ca... —empezó a decir mi madre, pero se calló de golpe al vernos tan cerca.
Sky y yo nos separamos. Mierda, habíamos estado a punto de besarnos y mi madre nos había pillado.
—Yo... hum... Será mejor... que me vaya... ¡Sí! —balbució la rubia con las mejillas al rojo vivo. Se puso en pie de golpe y recogió sus cosas y se piró de ahí dejándome con todo el percal a mí.
Mamá me lanzó una miradita descarada.
—¿Hay algo que deba saber?
—Yo...
—¿Debo volver a darte la charla del sexo? Tengo un plátano y una caja de condones.
Me tapé la cara con una mano.
—¡Mamá!
Ella se rió con maldad mientras se volvía hacia la puerta. Antes de marcharse, me dedicó una última mirada.
—Ay, hijo, sabía que esa muñequita te encantaba.
No sabía ella cuánto. Estaba totalmente pillado por Sky e iría con ella al mismísimo infierno si ello significaba que estaríamos juntos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro