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Capítulo 13

Sky

Todos los preparativos para el Baile de Primavera estaban casi listos. Con el presupuesto cerrado, Kyle y yo pudimos ir a comprar los manteles, platos, vasos y cubiertos reutilizables. Estábamos en un centro comercial. Estuvimos recorriendo las distintas tiendas, cargados cada vez con más bolsas, hasta que, en un momento dado, el escaparate de una tienda me llamó la atención. Y es que en él había un vestido que me pareció ideal para el evento.

Le hice una seña a mi mejor amigo.

—Voy a probarme una cosa. Puedes ir a la cafetería de siempre a esperarme —le dije con un pie ya en el local.

—¿Y perderme un pase de modelos? ¡Ni hablar! —se jactó él.

Con un suspiro, entramos. Era una de esas tiendas económicas que tanto me gustaban. Había ropa de todos los colores colgadas en perchas o expuestas, de todos los materiales imaginables y tamaños. Tras encontrar la prenda que tanto ansiaba, me la probé.

—¿Qué te parece? —le pregunté a Kyle en cuanto hube salido del probador. Hice una pose sexy en broma. Me encantaba esa pieza de tela. Era un vestido que me quedaba unos centímetros por encima de la rodilla, de color blanco perlado. Tenía unos puntitos brillantes que parecían lucecitas en la cintura. Sin poder evitarlo pensé en Adam. Me lo imaginé sonriéndome con esos dos hoyuelos irresistibles provocándome. Luciérnaga, así me llamaba él, y al llevar puesta esa prenda espectacular no pude estar más que de acuerdo con él.

Kyle silbó.

—Estás preciosa, Sky.

Me mordí el labio.

—¿Crees que es adecuado?

Una sonrisa diablilla curvó sus labios.

—Si lo que quieres es que cierto chico se quede sin palabras, ¡enhorabuena!, lo vas a conseguir. A hoyuelos se le va a caer la baba nada más verte. Te hace los pechos más grandes.

—¡Kyle, eres un pervertido!

Alzó las manos al aire.

—¿Qué? Soy un tío, me fijo en esas cosas. —Me guiñó un ojo—. Como lleves ese vestido, Adam va a tener una erección en medio de la pista de baile. Vas a ser la envidia de la fiesta. Eres un bomboncito andante.

Toqueteé el vuelo de la falda.

—¿Crees que podría combinarlo con los tacones que me regalaste hace dos años por mi cumpleaños?

—¿Esos que eran de brillitos? ¿Con los que casi te pusiste a llorar y me echaste una buena bronca porque costaban muchísimo?

Le di un golpecito en el brazo.

—Esos mismos.

Mi amigo me miró largo y tendido, pensativo. Inclinó la cabeza a un lado, para imaginarse, quizás, el resultado final. Me hizo dar un par de vueltas sobre mí misma hasta que por fin pareció satisfecho. Dio un leve asentimiento de cabeza antes de abrir la boca:

—Creo que te quedarían fantásticos. Vas a ser la reina del baile.

Esbocé una amplia sonrisa. No hizo falta más para convencerme. Minutos después, pagué el vestido y fuimos a la cafetería de siempre. Ya con las consumiciones, me atreví a preguntarle.

—¿A qué venía lo del otro día? ¿Por qué tanto acercamiento y tanto toqueteo innecesario?

Me lanzó una sonrisita de niño bueno. Puse los ojos en blanco. Sí, claro, como si no lo conociera ni nada.

—Digamos que solo quiero ver cómo tu novio reaccionaba.

Me crucé de brazos, enarqué una ceja y arrugué el morro.

—No es mi novio.

—Pero tienes unas ganas de que te de un buen meneo...

Chasqueé la lengua.

—Estás viendo cosas donde no las hay.

—Seguro que ya te has tocado pensando en él.

—¡Kyle! —exclamé con las orejas enrojecidas. Incluso yo noté las notas chillonas en la voz. Me tomé unos segundos para calmarme antes de seguir hablando—. No voy a negar que está bien bueno, pero no es para mí. Somos tan diferentes.

—Los opuestos se atraen. ¡Qué aburrido sería si tuvieseis la misma personalidad! —exclamó con demasiado entusiasmo. Me tomó las manos por encima de la mesa—. Sky, no debe asustarte que te sientas atraída por él. Te entiendo, ¿sabes? Hoyuelos es un tío súper guapo y con una personalidad que te hace muy bien. Cuando estáis juntos, eres más tú.

Se me formó un nudo en la garganta.

—Adam es un buen chico. ¿Qué crees que dirá si se entera de todo?

Me esforcé por no llorar al recordar lo que había ocurrido. Kyle conocía la historia porque la había vivido conmigo. Por eso éramos tan buenos amigos. No sé qué habría hecho sin él en aquella época, si habría conseguido salir del pozo de oscuridad que me consumió antaño.

Me dio un pequeño apretón.

—Lo entenderá. Le gustas. Lo sé. Te mira de una manera tan especial cuando no te das cuenta...

—¿Cómo?

—Como si fueras todo su mundo. Le entiendo. Yo también me siento así por Linn.

No podía creerlo. Él jamás se me había insinuado antes; solo habíamos bromeado.

Y tonteado, no lo olvides.

¡No puedes enamorarte de Adam!

Con esas palabras, pasamos lo que quedaba de tarde viendo más tiendas. Sin embargo, yo no pude quitarme de la cabeza lo que Kyle me había dicho y, por primera vez, soñé con la posibilidad de que Adam y yo pudiéramos tener un final feliz.

❦ ❦ ❦ ❦ ❦

Parecía que los astros se habían alineado en mi contra. Estaba siendo una mañana tranquila cuando, de repente, nuestro profesor de matemáticas decidió revolucionar el gallinero. Apiló un par de folios sobre la mesa y, con un gesto ferviente, anunció:

—Antes de comenzar con la lección, he decidido hacer un par de cambios debido a los resultados tan malos en el último examen.

Y, así, empezó a cambiar a los alumnos de asiento. Me di cuenta en seguida del patrón: quería colocar a los de mejor calificación con los que peor nota habían sacado para, así, ayudarlos. Fenomenal. Solo esperaba que no me tocara con algún insoportable.

Fue mucho peor.

—Adam Collins, irás con Sky Sephard —anunció sin saber lo mucho que me había alterado. Señaló la última fila, junto a la ventana—. Podéis sentaros allí.

No podía ser cierto. Aquello parecía una escena cliché de uno de los libros que tanto me gustaba leer en Wattpad, donde los protagonistas que tanto se odian deben trabajar juntos.

Refunfuñé por lo bajo, pero ni me molesté en quejarme. A ese hombre rechoncho le daba igual todo, así que ¿para qué molestarme? Me senté en el asiento que daba a la ventana; al menos, podría mirar al exterior cuando me aburriera. Aunque el hecho de tenerlo al lado provocaba que el pulso se me acelerara y que todas mis hormonas montaran una gran fiesta.

Fantástico.

En cuanto estuvimos ubicados, empezó a impartir la asignatura. Miré con tristeza a Trice, en la otra punta. Lo bueno era que mi querida hermanastra y su novio también estaban bien lejos de mí.

Estuve atenta al profesor durante los primeros minutos, pero en seguida me distraje. Como era habitual, me puse a hacer garabatos en el cuaderno mientras fingía que lo escuchaba. Las integrales definidas estaban chupadas.

De repente, Adam me dio un pequeño codazo. Lo miré y él señaló la hoja de su cuaderno con una sonrisita pilla.

«¿Qué haces?»

«Jugando a las damas. No sé qué ficha mover... ¿No es obvio lo que estoy haciendo?»

«Si no atiendes, vas a suspender.»

«Déjalo. No estoy de humor.»

Volví a centrarme en la clase. Haría todo lo que fuera con tal de ignorarlo, pero, claro, él no estaba por la labor. Me tiró un poco de goma de borrar para llamar mi atención. Lo fulminé con la mirada.

—¿Puedes parar de comportarte como un niño pequeño? —susurré en voz baja con un tono duro.

Él se limitó a señalarme la hoja de papel.

«¿Estás enfadada conmigo?»

Me derretía que pensara que él había tenido algo que ver.

«No todo gira a tu alrededor.»

«¿Te han dicho alguna vez que te pones monísima cuando sacas a la reina de los infiernos

Le lancé una mirada inquisidora, con alzamiento de cejas incluido. Él no hizo nada, no al principio. Unos minutos después, cuando había empezado a resolver los ejercicios que nos había mandado el profesor, sentí que su mano se posaba en mi rodilla, un gesto descuidado pero calculador a la vez, y solo con eso mis neuronas se fueron de vacaciones.

Le aparté la mano con un manotazo.

—Para —lo amenacé tajante.

Sus ojos relucieron.

—¿Y si no quiero? —preguntó, colocándola de nuevo sobre mi rodilla, allí donde las medias no me tapaban. Un hormigueo cálido me recorrió el cuerpo, como un río de miel—. ¿Qué harás?

Crucé las piernas, pero ni con esas conseguí que alejara los dedos de mi piel erizada. Apreté los labios. Decidí ignorarlo, pero era tan difícil cuando lo tenía tan cerca. Podía escuchar su respiración pausada a tan solo unos centímetros de mí, sentir el calor de su cuerpo tan cerca del mío.

Me estaba muriendo por bajar todas mis defensas y suplicarle que me besara. Tenía muchas ganas de él, fruto de los dos años de haberme reprimido constantemente. Sentía que iba a darme algo si no hacía nada.

¡No! Ni se te ocurra. Adam no es para ti.

¡Él va a entenderte!, me gritó otra parte de mi cerebro.

¡No puedes ser tú misma!

Por primera vez, quería mandarlo todo a la mierda, bajar el escudo y que le dieran a todo. Pero no podía hacerlo, no si quería que mi plan perfecto para ir a la universidad y empezar una nueva vida funcionara. No podía involucrarme, no podía dejarme llevar.

Pero no contaba con que Adam se cruzaría en mi camino, que me hechizaría con esos ojitos tan dulces que tenía y esa sonrisa que tanto me hacía babear.

Nos miramos largo y tendido, tierra y agua conectados por un fuego abrasador. El tiempo pareció detenerse, el mundo dejó de girar. Estábamos él y yo. Solos en el aquí y el ahora. Su mano seguía sobre mi piel, enviándome una descarga eléctrica por cada célula de mi ser. Un calor me encendió las mejillas. Adam se humedeció los labios en un gesto claramente provocador.

El timbre me devolvió a la realidad. Recogí mis cosas a todo correr, provocando que mi estuche se cayera al suelo. Adam esbozó una sonrisa divertida.

—¿Ya te vas?

Lo ignoré y salí de allí como alma que lleva el diablo.

No, eso estaba mal. No debería actuar como una niñita tonta e inmadura. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué me volvía tan vulnerable? Él y yo estábamos condenados a estar separados, por mucho que me gustara. Debía esconder mis sentimientos bajo siete llaves.

Debía ser la misma Sky de siempre.

Pero ya no podía controlar lo que sentía.

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