Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 1


Sky

Ser la badgirl era tan divertido.

No había normas que cumplir, podía liberar a la bestia que había en mi interior y hacer lo que me saliera del coño.

Porque ya estaba cansada de ser la niña buena.

Ser la chica rebelde me hacía no ser tan popular en el instituto. Mis compañeros me odiaban y yo tampoco los soportaba. No quería estar ahí. Punto final. Mi lugar no era ese, rodeada de niños ricos con casas gigantescas, ropa de marcas caras y cochazos extravagantes.

No. No pertenecía a ese mundo de lujo, por mucho que mi padre insistiera en borrar mi pasado de un plumazo.

Dibujé pequeños círculos en la hoja del cuaderno mientras escuchaba al profesor explicar una lección soporífera. Suspiré. Las matemáticas me encantaban, pero me aburría muchísimo en clase. No entendía por qué repetíamos todos los años la misma cantinela, como si fuéramos tontitos. Me sentía subestimada.

Trice, mi única amiga en esa cárcel llena de sobredosis de hormonas, me dio un ligero codazo en las costillas.

—Aterriza en la Tierra, Sky. No entiendo qué te pasa.

La miré con disimulo mientras dejaba el bolígrafo sobre la mesa, encima de la hoja llena de dibujos de mi cuaderno. Mis apuntes eran un desastre, un reflejo del caos que había en mi cabeza.

—No me gusta estar aquí.

—¿A quién le atrae la idea de escuchar al señor Piksie hablando sobre derivadas? —objetó.

Hice una mueca.

—Ya, creo que se piensa que somos tontos.

Justo por delante de nosotras, a unas mesas de distancia, noté cómo Aaron le pasaba una notita a Felicity. Puse los ojos en blanco. Su grupito de amigos me sacaba de quicio. Eran de los que se creían buenos por encima de todo; pero yo no creía en que hubiera alguien tan ingenuo. Las personas no son cien por cien algo, las cosas no son blancas o negras; existen toda clase de tonalidades de gris y lo que a simple vista puede parecer una cosa puede terminar siendo todo lo contrario.

Aunque no iba a ser yo quien se metiera en esa discusión.

Aparté la vista justo cuando unos ojos marrones cálidos me interceptaron en la distancia. Se me revolvió el estómago, se me erizó el vello de la nuca y se me retorcieron los dedos de los pies. Apreté los labios al mismo tiempo que centré cada mota de energía en mantener en alto mi escudo, en no ruborizarme y no cambiar mi semblante impertérrito.

No dejes que nadie vea a la verdadera Sky. A nadie le importa quién eres en realidad, solo la imagen que das, me repetí a mí misma aquel mantra para darme las fuerzas que necesitaba para soportar otro día más en esa pecera de ricachones.

Con el corazón bombeándome con fuerza, fingí que redactaba lo que tan apasionadamente nos estaba explicando el profesor. Me sequé el sudor de las manos en la falda gris del uniforme escolar y, cuando por fin sonó el timbre, recogí mis cosas con una calma inexistente. Si quería que los demás creyeran que era imperturbable, debía fingirlo.

Al pasar cerca del grupito de esos insufribles, escuché cómo Aaron, uno de los más populares y el novio de Felicity, la perfecta de mi hermanastra, siseaba:

—Zorra.

En lo que dura una milésima de segundo, frené en seco, me giré hacia él, un rubiales que se creía el más de lo más solo porque su padre era el dueño de una gran empresa, para escupirle con todo mi veneno:

—Pero bien que te gustaba que te la chupara.

Incluso yo había caído bajo sus encantos el año anterior. No os creáis que viví un apasionado romance como en las novelas que de vez en cuando leía, porque solo fue una pequeña aventura que desearía borrar de mi mente. Sabía muy bien qué clase de tío era. Era un lobo escondido en piel de cordero, el chico más posesivo que había conocido, un puto tóxico de mierda.

—Será cabrona —escuché que murmuraba mi hermanastra, la chica más insoportable que había conocido en la vida mientras le apretaba el brazo a Aaron.

Di un paso al frente, con la cabeza bien alta y el cuerpo erguido.

—¿Qué pasa? ¿Te da miedo que a tu novio no le guste lo que le das? —me burlé con una sonrisa frívola.

La miradita de lástima que me lanzó provocó que quisiera lanzarme sobre ella y borrársela de un tortazo.

—¿Cuándo aprenderás que así te vas a quedar sola? Te conviene juntarte con gente como nosotros.

Sola. Cuatro letras con las que me identificaba tan bien.

No dejé que vieran a través de mi escudo, que se dieran cuenta de lo vulnerable que me sentía. Arqueé una ceja, con aire chulesco.

—¿Qué te hace pensar que quiera estar con vosotros, hermanita? —Reí con una carcajada cruel—. Vuestra constante bondad me da urticaria.

Chasqueó la lengua.

—Sky, Sky, Sky. Algún día te darás cuenta.

—Me importa una mierda.

Y con esas palabras, salí de clase, no sin antes notar ese par de pupilas abrasadoras sobre mi piel, revolucionando todo mi sistema.

Si tan solo pudiera ser real...

❦ ❦ ❦ ❦ ❦

Estaba leyendo un libro muy interesante sobre astrofísica avanzada, maravillada con cada dato nuevo que me revelaba, cuando escuché que la puerta principal se abría y, automáticamente, unas risitas inundaron el recibidor. Puse los ojos en blanco al saber de quiénes se trataban: mi hermanastra y su amiguito. Oí sus pisadas en las escaleras y los escuché charlar desde mi habitación cuando se encerraron en la de ella, en frente de la mía. Tuve que hacer acopio de toda concentración existente para poder seguir con la lectura, ya que esos dos hablaban a voz en grito.

Pero no duró mucho, no cuando lo escuché hablar y todas mis neuronas decidieron irse de vacaciones:

—Entonces, ¿vas a celebrar una fiesta mañana? —le preguntó él con esa voz masculina que erizaba cada uno de mis vellos.

—Ya sabes cómo son mis padres, quieren que celebre mi cumpleaños por todo lo alto.

Resoplé. ¿Cómo no? Su madre la tenía mimadísima y era el ojito derecho de mi padre. Obvio que querrían darle lo mejor. Era su princesita malcriada.

—¿Has invitado a Sky?

Que hablara sobre mí activó todas mis alarmas. Con cautela, me levanté del banquito acolchado que tenía junto a la ventana y me acerqué a la puerta, de puntillas. Apoyé la oreja en ella para poder escucharlos mejor, porque aunque me diera igual lo que cualquiera dijera sobre mí, él no era cualquiera.

Mi hermanastra suspiró.

—Ya sabes cómo es. No creo que aparezca. No es su estilo de fiesta.

Claro, porque me moría por estar rodeada de personas a las que les importaba una puta mierda mi vida. Claro que sí, guapi.

—Aún sigo sin entender por qué viviendo juntas os lleváis tan mal —comentó como quien no quiere la cosa.

Felicity suspiró.

—Está cabreada con la situación. Me echa la culpa de que nuestros padres se hayan casado.

Apreté la mandíbula. Como si ella fuera el culo del mundo. Já.

—Han pasado dos años.

—¡Lo sé! Es horrible. Su comportamiento de niña pequeña va a peor.

Claro, porque yo siempre era la mala.

Pero ya puestos, ¿por qué no torturarla un poquito más? Si tan cruel era, ¿por qué no comportarme como tal?

Aproveché que salieron de la habitación de Felicity para dejar el libro y abrir la puerta con un ruido exagerado. Los pillé en la planta de abajo, sentados a la mesa de la cocina, tan cerca que si no hubiera sabido que solo eran amigos me habría revuelto entera. Me moví con unos aires de diva calculados al milímetro y en cuanto pisé el suelo de mármol, un silencio incómodo se apoderó de la estancia. Ambos me miraron sin saber muy bien qué decir mientras yo me acercaba a la nevera.

Con una sonrisa falsa, me dirigí a ellos:

—Oh, no os calléis por mí.

Los dos se lanzaron una miradita cómplice. Tuve que apretar mucho los labios para no emitir el jadeo que estaba segura que se me habría escapado de lo más profundo de mi ser cuando esos ojos color tierra se clavaron en los míos. Recé internamente para que el maquillaje tapara el rubor real de mis mejillas.

¿Cómo una mirada podía alterarme tanto?

Mi hermanastra intentó llamar su atención, pero me regodeé al ver que Adam, el chico que ponía patas arriba mi sistema, la ignoró por completo.

Me alisé la falda de negra con una mano para, a continuación, señalarlos con una sonrisa diabólica.

—No me digáis que os ha comido la lengua el gato. Pobrecitos.

Cogí una botella de agua de la nevera y salí con los andares de una reina, elegantes y estudiados. Lo que no contaba era que Adam me interceptara en el camino a mi habitación. Tragué saliva. Felicity se había quedado en la cocina y ahora él y yo estábamos al pie de las escaleras.

Solos.

Me arrinconó contra la barandilla, una chispa reluciendo en sus pupilas llameantes.

—Felicity me estaba contando lo emocionada que está por su fiesta de cumpleaños. ¿Por qué no te pasas mañana un rato? Aunque supongo que lo harás, ¿no? Al fin y al cabo, vivís juntas.

Intenté con todas mis fuerzas que no notara lo mucho que me había alterado. Por eso, me aparté el pelo de la cara con un movimiento suave.

—Lo siento, pero tengo cosas mejores que hacer que pasarme por una fiesta a la que nadie me ha invitado.

—Estaría muy bien que vinieras.

Di un paso al frente a pesar de lo hipnotizada que me sentía por su colonia a bosque y a tierra. Me incliné lo suficiente para que pudiera escuchar mis palabras.

—¿Qué pasa? ¿Acaso tienes ganas de verme?

Se le dibujó esa sonrisa canalla que tanto me enloquecía.

—¿No será que tienes miedo?

Me crucé de brazos y alcé una ceja.

—¿A qué?

—A que los demás vean que tus aires de reina son solo una fachada.

Se me borró la sonrisa.

—No tienes ni idea de nada.

Y me marché de allí con aires de grandeza.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro