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Capítulo 7

Logan

Amazing Girl y yo creamos una pequeña rutina en la que nos escribíamos para charlar sobre libros —había descubierto que era una lectora tan fanática como yo y que teníamos gustos muy parecidos— o fangirlear sobre mis libros. Su último comentario sobre Twisted Games me hizo mucha gracia.

@AmazingGirl: Había tanta tensión sexual entre Rhys y Bridget que no entiendo cómo han podido aguantarse las ganas tanto tiempo.

En esas estaba cuando Itziar me dio una buena toba.

—¿Se puede saber con quién llevas hablando tanto tiempo? No me digas que tienes un ligue.

Hice una mueca. Sí, claro, como si fuera un rompecorazones.

Bloqueé el móvil a tiempo, segundos antes de que la muy cotilla viera la pantalla.

—No es nadie.

Tammy, desde la otra punta del sofá, resopló.

—Pues para no ser nadie bien que sonríes como un enamorado. Miralo al boludo este.

Puse los ojos en blanco.

—Primero, ¿cuántas veces he de decirte que no te entiendo cuando te pones a hablar en español? Segundo, no me gusta.

Ambas se rieron. La latina gesticuló con una mano al mismo tiempo que decía:

Che, repetítelo hasta que te lo creás.

—¡Tamara!

Esbozó una sonrisita de niña buena.

—Ya paro. Pero en serio te digo que parecía que estabas hablando con una tía rollo romántico. Como diríamos en Argentina, estás hasta las manos con la chica misteriosa.

Si tan solo supieran que de lo único que hablábamos era de libros y autores...

—Si tú lo dices...

Escuchamos el programa de remodelaciones de casas en silencio. Aún tenía el teléfono en las manos y justo en ese momento me di cuenta de que Amazing Girl me había vuelto a escribir:

@AmazingGirl: Me da tanta envidia Bridget y todas las protagonistas de los libros que leo... Ya quisiera yo vivir mi propia historia de amor.

@Mr.Encantador: ¿Qué te frena? Seguro que eres una chica encantadora.

@AmazingGirl: Cómo se nota que no me conoces.

@AmazingGirl: ¡Ni se te ocurra separar a mis bebés Danielle y Josh! Te mato como lo hagas.

Reí.

Itziar me dio un toquecito en el brazo.

—¿Sabes una cosa, mutil? Para no estar chateando con una chica, te comportas como si lo estuvieras.

Le tiré un cojín que la muy listilla esquivó con una sonrisita socarrona.

—¡Itziar!

Una carcajada salió desde lo más profundo de su garganta, con sus ojos castaños brillando de diversión. Llevaba el pelo recogido en una cola alta de caballo, tirante. Mis dos compañeras de piso eran dos mujeres preciosas, con un carácter muy distinto.

La española chasqueó la lengua.

—¿Sabes qué es lo que necesitas? Salir de fiesta. He escuchado que los de la fraternidad Magnus están planeando un fiestón. Tenemos que ir.

Hice una mueca.

—Paso.

—Te lo prohibo. Tienes que salir y mover el esqueleto. ¿Así cómo vamos a casarte? Tammy y yo queremos ser tus damas de honor.

—¿Quién os ha dicho que os invitaré?

Tammy me sacó la lengua.

Sos un grosero.

Que te chingue tu mamá, güey —me burlé.

La rubia se cruzó de brazos y arqueó una ceja.

—Yo no hablo así, boludo. Como dato, eso es mexicano. Me ofende que aún no sepas cuál es mi país de origen.

Itziar hizo un puchero.

—Logan, venga, ven a la fiesta esta noche. Di que sí.

Meneé la cabeza de un lado a otro, pero, aun así, acabé cediendo.

—Está bien. Iré, pero yo decido a qué hora quiero volver.

Ambas soltaron un gritito de júbilo y se unieron a mí en el sofá. Ni siquiera sabía dónde me estaba metiendo.

❀   ❀   ❀

Los chicos que pertenecían a la fraternidad Magnus eran los más populares del campus. Ser parte de ella implicaba éxito y muchas chicas. El idiota de James y sus amiguitos pertenecía a la misma. Aún no sabía cómo narices Itziar había conseguido una invitación.

—Ya te he dicho que un amigo de un amigo conoce al primo de uno de los chicos de la fraternidad. Ha sido muy fácil que me inviten. Además, me ha dicho que puedo llevar a quien quiera —nos comentó cuando le preguntamos al respecto.

Itziar era esa clase de chica carismática con la que todo el mundo quería hablar. No me extrañaba para nada que gracias a esa sonrisa amable y el desgarbo que tanto la caracterizaba se hubiese camelado a quienquiera que diese las invitaciones.

Me encogí de hombros.

—Solo espero que no se metan conmigo. No sé por qué no les caigo bien.

Tammy me pasó las manos por el cuello. Su top rojo lleno de lentejuelas relucía en la oscuridad de la noche.

—Porque eres un buen tío y estás para untar pan. No les hagas caso a esos pelotudos, che.

Se me dibujó una sonrisita. Tenía mucha suerte de haber conocido a esos dos torbellinos andantes, pues gracias a ellas salía de mi zona de confort y vivía pequeñas aventuras que, después, plasmaba en mis historias. Puede que no fueran muy fieles a la realidad, pero gran parte de las locuras que había hecho con ellas se podían leer en mis novelas, como cuando acompañamos a Itzi a ese concierto indie solo para que no estuviera sola.

La pelinegra hizo un mini bailecito.

—Menudas ganas que tengo de pillarme una buena cogorza y enrollarme con el primer buenorro que se me ponga en medio.

Le di un empujón suave.

—Tú y tu obsesión por los chicos guapos.

Me revolvió el pelo a modo de venganza.

—Lo que yo quiero —habló Tammy a pocos metros de la casa donde se alojaban los chicos— es liarme con una chica preciosa y que la noche acabe con mucho manoseo y un par de orgasmos. ¿Y tú, Logy, qué es lo que esperas?

Sin pensar, evoqué la imagen de Felicity, esa morenita despampanante que despertaba en mí sentimientos que creía olvidados. Solo había estado con una chica antes y ni siquiera llegamos al nivel manoseo, así que mi experiencia era prácticamente nula. Me daba miedo conocer a una chica y que pasara de mí en cuanto se enterara que era virgen con veintiún años.

Patético.

Miré a la chica rubia a través de las pestañas.

—¿Acaso no puedo divertirme con mis amigas? ¿Por qué debería darme el lote con una desconocida para pasarlo bien?

Itziar chasqueó la lengua. Me miró con una sonrisa pícara esculpida en los labios pintados de color vino tinto.

—Hay muchas posibilidades de que venga la moza que te encanta.

Por supuesto que sabían que estaba pillado por Felicity. Era más que obvio que me sentía muy atraído por ella y tuve que admitirlo cuando se me cayó la comida al suelo un día que almorcé con mis compañeras de piso en la facultad y la vi entrar. Digamos que muy disimulado no fui.

Tammy soltó un silbido.

—Esa tía está bien buena. Ojalá jugara en mi misma liga. Menudo culo tiene.

—¡Tamara!

—¿Qué? Me entran unas ganas de estamparla contra la pared y besarla cuando la veo por los pasillos. —Hizo una mueca—. Qué lástima que esté saliendo con el idiota de James.

Solo mencionar a ese imbécil me revolvió por dentro. James se pensaba que era el culo del mundo solo por ser el capitán del equipo de baloncesto de la universidad; se creía todo un dios porque su padre fuera uno de los hombres con más poder de toda la institución. A mí solo me parecía un niño malcriado.

—Pasemos de él y listo —sugerí. Alcé una mano para brindar con una copa invisible—. ¡Propongo que estemos a nuestra bola, bailemos mucho y bebamos!

❀   ❀   ❀

La fiesta estaba en pleno auge cuando llegamos. Mis chicas se veían muy guapas, mucho más de lo que de por sí ya eran. Itziar brillaba con el vestido ajustado de color negro que se había puesto, con un escote pronunciado y unos tacones que no me daban mucha confianza. Tammy, en cambio, tenía unos pantalones vaqueros que se le pegaban al cuerpo como una segunda piel y un top rojo que llama la atención a kilómetros de distancia.

Mientras yo llevaba unos pantalones chinos y la primera camiseta que había encontrado, con un mensaje de lo más gracioso escrito en un color verde neón.

Tammy soltó un silbido.

—¡Esto está petado!

Cierto. Tanto la entrada como el jardín delantero estaban a rebosar. Había alguna que otra parejita aquí y allá dándose el lote, amigos bebiendo mientras charlaban un poco más tranquilos con sus bebidas en la mano y un par de chicos al acecho de su próxima víctima.

Me sentía fuera de lugar.

Prefería mil veces quedarme en casa leyendo un buen libro o viendo una serie que estar rodeado de tanta gente que me juzgaba solo por que fuera un chico introvertido. Si tan solo me dieran la oportunidad para encajar...

Mis amigas empezaron a bailar antes de siquiera cruzar la puerta de entrada e intentaron con todas sus fuerzas que me uniera a ellas. Ambas hicieron un puchero al ver que me negaba.

—Eres un soso, Logy.

La casa de la fraternidad Magnus era enorme. De suelos de parqué ahora cubiertos de basura, un humo artificial en el ambiente y luces de neón por doquier. Habían improvisado una pista de baile justo en el centro del gran salón, donde se restregaban sin ningún control, como animales en celo.

Acompañé a mis amigas hacia la zona del bar, en la cocina, justo al fondo de la casa, y allí ellas cogieron su primera bebida. Mientras, yo agarré un refresco. No me apetecía beber esa noche.

No le había dado ni dos tragos cuando mis amigas me arrastraron hacia la pista. El salón estaba lleno de gente y hacía un calor insoportable. Pero, aun así, me dio igual todo. Bailé con ellas hasta que un chico se acercó a Itzi y esta desapareció de mi vista. Tammy tampoco duró mucho. Pronto la vi bailando muy cerca de una chica con el pelo azul que la había estado devorando con la mirada desde que nos habíamos adueñado del lugar.

Reí. Qué típico de ellas.

Fui a por otro refresco, pero en el camino intercepté a una chica en apuros. James la tenía sujeta de la cintura, pero ella no parecía nada cómoda; su espalda recta y sus hombros rígidos daban cuenta de ello. Tenía el pelo oscuro enmarañado y el vestido algo levantado. James intentaba meterle mano.

Me acerqué. Estaban en el hueco de las escaleras. Él la tenía acorralada.

Ella se revolvió.

—Vamos, James, no tiene gracia.

Me quedé en el sitio. Era ella, Felicity.

El muy cabrón le acarició la mejilla mientras se le dibujaba una sonrisa lasciva que me revolvió el estómago.

—Vamos, nena, sé que quieres hacerlo. Te mueres de ganas de tener algo conmigo.

Felicity volvió al revolverse con mucha más fuerza que antes. Tenía que ayudarla como fuera. No podía dejar que ese gilipollas se saliera con la suya. Felicity le había dicho que no y el muy capullo seguía insistiendo.

—¡Déjame en paz! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? No quiero estar contigo.

—He visto cómo me mirabas. Sé que quieres besarme.

Su mano ascendió hasta casi rozar su ropa interior.

Ni siquiera lo dudé. Me aclaré la garganta.

—Ha dicho que la dejes en paz, idiota. A una dama se la respeta y punto.

James soltó a Felicity y, por su cara de mala hostia, tenía toda la pinta de que iba a darme una paliza.

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