Capítulo 43
✎ Logan ✎
Sky no se recuperó tan pronto como esperábamos. Consiguieron reanimarla y que volviera a reaccionar, pero no volvió a ser la misma. No al principio. Las veces que quedé con ella para realizar la parte teórica de mi proyecto la noté distante y muy callada, como si estuviera en su propio mundo.
No la reconocía. Y no era el único.
Una tarde de mediados de mayo Felicity me pidió que me quedara a dormir en su apartamento. No era la primera vez que lo hacía, así que había dejado una pequeña parte de mis pertenencias en ese pequeño espacio que se había convertido en casi mi segunda vivienda: unas cuantas camisetas, calzoncillos, un cepillo de dientes... Si me descuidaba casi debía pagar el alquiler.
Felicity me invitó con un gesto serio en cuanto me abrió la puerta. No había ni rastro de esas sonrisas suyas que tanto me encantaban ni de su entusiasmo contagioso. Desde lo ocurrido en la fiesta estaba tan apagada.
La tomé de las manos y la obligué a mirarme.
—Eh, ¿estás bien?
Soltó un bufido.
—Todo va mal, muy mal. Hoy he discutido con Sky. —Se le cristalizaron los ojos y se le quebró la voz—. No sé qué hacer para recuperar a mi hermana. La hecho mucho de menos. —La envolví entre mis brazos y dejé que llorara en silencio. Me estaba rompiendo verla tan destrozada. Sorbió por la nariz—. Ojalá pudiéramos retroceder en el tiempo, ojalá hubiera podido impedir que el imbécil de James la tirara a la piscina.
Por un momento, creí revivir el asesinato de George. Todos los sentimientos que había guardado bajo un millón de llaves durante esos últimos años se me removieron por dentro: la impotencia por no haberlo podido evitar, por haberme enterado tan tarde; el miedo a que el verdadero Logan no gustara; la tristeza de haber perdido a mi mejor amigo.
No, no quería que Felicity pasara por lo mismo. Así que me había tirado al agua sin pensarlo dos veces y la había ayudado, aunque con ello me hubiera ganado un par de patadas y un mordisco en el codo. Lo único que me importaba era que Sky siguiera con vida.
Le acaricié el pelo a mi lectora favorita con suavidad.
—Ya oíste a la psicóloga: solo hay que darle tiempo. Se recuperará. Ya verás cómo en unas semanas vuelve a ser la misma de siempre.
—Quiero que vuelva mi hermanita —lloriqueó.
Le di un beso en la frente.
—Y lo hará. Apenas lleva dos semanas de terapia con la señora Deliah. Los tratamientos psicológicos son largos, pero te aseguro que funcionan. Solo necesita que estés a su lado.
Felicity chutó un cojín.
—Me da tanta rabia lo que ha pasado. —Se separó y le dio un fuerte golpe al suelo con los pies—. ¡No es justo! ¿Por qué a James no lo han expulsado?
Pese a que Felicity lo había denunciado, el padre de ese gilipollas había pagado una suma descomunal de dinero para que su hijo no fuera arrestado y para que pudiera seguir estudiando en la universidad sin que su historial se viera afectado.
Era una puta mierda.
Hice una mueca.
—Ya ves, con mucha pasta puedes comprar el silencio de cualquiera. La salud mental y la seguridad de las alumnas no les importa nada a los peces gordos, solo que sus hijitos estén bien.
—Odio todo esto, de verdad. A mí puede hacerme lo que quiera, pero no voy a dejar que se acerque a mi hermana pequeña nunca más. Como lo haga, le daré una paliza y Adam va a ayudarme a dejarle sin descendencia.
Le revolví el pelo con una pequeña carcajada.
—Ambos sabemos que seres incapaz de matar a una mosca.
El fuego de su mirada era tan vivo que podría haber provocado un incendio si lo hubiese deseado.
—Que me ponga a prueba si tiene los huevos necesarios.
Allí, de pie en su apartamento, supe que algo había cambiado en Felicity. Puede que odiara la violencia, que no pudiera soportarla, pero lo que le había hecho James a Sky también la había marcado. Supe por la determinación en cada poro de su piel que iba a hacer todo lo que pudiera para proteger a sus seres queridos.
Porque siempre había sido capaz de hacerlo; solo había necesitado un pequeño empujón para extender las alas y pelear por lo que era suyo.
Y ya era hora de que alzara el vuelo.
❀ ❀ ❀
Dos semanas después, la psicóloga no le dio permiso a Sky de continuar en el concurso Multidisciplinar entre universidades y, al mismo tiempo, seguir en el de Proyectos creativos para un futuro mejor. Decía que no estaba preparada, que tanto estrés podía empeorar su situación, que solo podía hacer una de las dos cosas.
No veáis lo mal que se lo tomó.
—¡Puta psicóloga de mierda! —escupió ella mientras pinchaba un trozo de carne con rabia con el tenedor. Parecía Heidi con los mofletes incendiados—. ¿Quién se cree ella para decirme lo que tengo que hacer? ¿Por qué tengo que elegir entre uno y otro? ¿Por qué no las dos cosas a la vez? He trabajado mucho. ¡No es justo!
Adam le pasó una mano por la espalda en un intento por tranquilizarla.
—Es solo un contratiempo, luciérnaga —sostuvo con voz calmada—. El año que viene podrás hacer lo que sea que quieras, pero ahora es hora de que cuides tu salud mental. Has sufrido una situación traumática. No es un juego de niños.
Infló los mofletes como una niña resentida.
—¡Lo odio! ¿Por qué justo ahora todo se ha tenido que venir abajo? —resopló.
Felicity la abrazó por la espalda.
—Tienes que cuidarte. Menudo susto nos has dado, zorda.
Enarqué una ceja, divertido.
—¿Zorda?
Felicity suspiró.
—Es una broma nuestra, una mezcla de las palabras «cerda» y «zorra». A que mola, ¿eh?
Reí. Ni en un millón de años lo habría adivinado.
La morena posó los ojos en un punto lejano y, cuando seguí el curso de su mirada, rechiné los dientes. James estaba a varias mesas de distancia, riéndose de cualquier cosa con su séquito del demonio. Felicity arrugó el morro al verlo. Me puse tenso. Adam parecía querer darle una paliza y yo también sentí lo mismo al verle blandir una sonrisa presumida cuando nos interceptó.
La rubia se puso en pie, los puños blancos de lo fuerte que los apretaba.
—¡Vete de aquí, imbécil! —le gritó.
Los demás alumnos giraron las cabezas hacia nuestra mesa. Era hora punta en el comedor universitario y estaba a rebosar de estudiantes que o bien vivían en el campus o bien debían quedarse a estudiar en la biblioteca o bien iban a reunirse con sus tutores. Los escuché murmurar, cuchichear entre ellos el rumor que se había extendido después de lo que James había hecho.
El gilipollas ni siquiera hizo amago de acercarse. Simplemente se limitó a tirarnos un beso. Puaj.
—No le hagas ni caso. No merece la pena —le susurró Felicity apretándola contra sí misma.
Sky hizo un puchero.
—Por su culpa no podré participar en la final del concurso Multidisciplinar. ¡Con lo duro que he trabajado! Ahora mis compañeros se pensarán que soy una debilucha. ¡Estoy hasta el coño de todo!
Su hermana le dio un beso en la mejilla.
—Qué les den. El año que viene volverás a ser la reina de los empollones, ya lo verás. Piensa que vas a arrasar en el concurso Proyectos creativos para un futuro mejor. Kyle-bot ya está listo, ¿no?
Su comentario la distrajo de la decepción que sentía ante el hecho de perderse un evento para el que se había preparado tantísimo. Se echó el pelo hacia atrás, con unos aires de creída estratosféricos.
Me observó con esos ojos claros como el cielo en un día soleado y curvó los labios en una sonrisita sabelotodo.
—No es por nada, pero que me encante cómo escribes no significa que vaya a dejarte ganar, principito. Kyle-bot va a llevarse el oro. Te voy a hacer papilla.
—¡Sky! —la recriminó su hermana.
Me eché hacia atrás en la silla de plástico, me crucé de brazos y arqueé una ceja, presumido.
—¡Qué más quisieras, cerebrito! —contraataqué, muy seguro de mí mismo—. Tengo un señor proyecto que los va a dejar con la boca abierta. Gracias a tu ayuda y a los de los demás voluntarios voy a ganar el premio gordo.
Sky se llevó las manos a la cara y fingió espanto.
—Estoy taaaaan asustada.
Felicity nos señaló.
—¡No me lo puedo creer! Vaya dos.
Con una carcajada, continuamos charlando tan tranquilamente.
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