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Capítulo 4

Felicity

Mr. Encantador acaba de publicar una nueva entrada.

Me llegó la notificación cuando estaba en la cama, viendo una serie. No dudé ni un segundo en pausar a mi querida Miércoles Addams y a su humor sardónico. Lo siento, diosa, pero Mr. Encantador es más importante. Puse la url de uno de mis blogs favoritos, descubierto gracias a Sky y sus insistencias, y busqué la nueva publicación de ese chico misterioso.

Cuando encontré la nueva entrada, se me escapó una gran sonrisa. Se titulaba: 10 libros que debes leer si quieres perder la estabilidad emocional. Leí cada título junto a su pequeña reseña. Mis dedos bailaron solos por el teclado.

@AmazingGirl: He leído todos los libros y concuerdo en que acabé por los suelos al terminarlos. Alerta spoiler: acabaréis llorando a moco tendido o con un paro cardiaco. ¡Son increíbles!

Le di a «Enviar» y me metí en Wattpad. Allí él había actualizado un nuevo capítulo de su historia Como estrellas en el firmamento. Sonreí. Nunca defraudaba. Mr. Encantador subía dos capítulos semanales, los lunes y los viernes, para amenizar la semana, decía. Había leído cada novela que había publicado y ahora estaba muy enganchada a esa nueva. Estaba mal decirlo, pero era su mejor trabajo. Desde el capítulo uno se notaba la química que había entre los protagonistas y yo ya estaba muriéndome de ganas de que él la empotrara a ella contra una pared y le diera bien duro.

Leí el capítulo, dejando de vez en cuando algún comentario aquí y allá. Para cuando lo terminé, solté un pequeño chillido. Menos mal que vivía sola.

Escribí un último comentario:

@AmazingGirl: ¡No puede ser! ¿Por qué tuvo que morir así? Y yo que ya me había imaginado que harías una novela sobre ella. ¡Eres cruel!

Aún con el corazón dolorido, revisé por milésima vez su perfil. Pese a ser una cuenta anónima, tenía muchísimos seguidores y, además, sus novelas estaban muy de moda en la plataforma. Es más, yo misma estaba dentro de un club de fans sobre sus historias en Facebook que sobrepasaba los cien mil usuarios.

¡Era una locura!

Me puse más cómoda sobre la cama y me dejé arrastrar por las miles de posibilidades que cada escritor te ofrecía en Wattpad. Era una lectora apasionada, me gustaba leer tanto en digital como en papel, y era capaz de acabar una novela en dos días o menos, y no novelas cortas precisamente.

Había terminado el último capítulo que Evil Morgana, otra de mis escritoras top de la plataforma, había actualizado esa misma tarde y para cuando me iba a acostar, vi que tenía una nueva notificación —rara vez las tenía—. Pegué un grito.

@Mr.Encantador: Sin sufrimiento no hay una buena historia ni un buen final. Créeme, es muy necesario para el desarrollo de la trama. Me alegra saber que ahora mismo estás llorando. Sí, me gusta haceros sufrir. Es mi pequeño hobbie.

Mis dedos bailaron solos sobre el teclado de mi teléfono.

@AmazingGirl: ¡Eres un malvado! En fin, gracias por actualizar. Se agradece que seas constante aunque la plataforma no te pague. Eres mi escritor favorito. Mereces que tus libros estén en papel.

Guardé el móvil, puse la alarma y fui al baño. Antes de acostarme, revisé de nuevo mis notificaciones y, tal y como sospechaba, tenía una nueva respuesta:

@Mr.Encantador: Wow, ¡gracias! Es bonito que me digáis que amáis lo que escribo. Eres maravillosa, pequeña lectora.

—¡Pero qué majo que es! —medio chillé llevándome el aparato al pecho. Parecía una fan loca hablando con uno de los integrantes del grupo de BTS.

El corazón me latía frenético y era tal mi exaltación que sin poder controlarlo tiré el libro a medio terminar que tenía en la mesita de noche. Puf, siempre me pasaba lo mismo. En cuanto me emocionaba por algo me ponía como una moto.

Volví a leer el mensaje con una sonrisa radiante en los labios.

@AmazingGirl: Las gracias te las tengo que dar yo, Mr. Encantador. Aunque ahora te culpo de que mis expectativas en el amor estén por las nubes. ¡Jamás voy a encontrar a un chico tan perfecto como los tuyos!

@Mr. Encantador: Exageras. Seguro que allá donde vives hay tíos tan buenos como Oliver, Hunter o Josh. Solo tienes que verlos. Puede que tu chico ideal se encuentre más cerca de ti de lo que piensas, brillando entre las sombras.

Lo leí con cierto escepticismo sin saber cuán reales iban a ser sus palabras.

❀   ❀   ❀

Me encantaba Medicina, pero las largas sesiones de estudio me mataban. Miré a Sky, sentada justo en frente. Estaba enfrascada en unos apuntes de Derecho, uno de los dos grados que estaba haciendo. La tía era una puta genia; tenía una mente brillante para los estudios y siempre estaba sedienta de conocimiento.

Solté un largo suspiro.

—No puedo más. Mi cerebro va a estallar —me quejé mientras me echaba hacia atrás en la silla.

Sky alzó los ojos de sus apuntes, sus pupilas azules brillantes. Le dio un ligero repaso a la biblioteca. No era temporada de exámenes y, por ello, la sala de estudio no estaba muy llena. Había algún que otro estudiante desperdigado aquí y allá, cada uno sentado en los cubículos individuales o, en su defecto, en las mesas para los grupos más grandes justo al fondo.

—¿Cuánto ha pasado desde que nos hemos tomado el descanso? ¿Media hora? —preguntó, sarcástica, mirando el reloj.

Chasqueé la lengua.

—Perdona que mi capacidad de concentración esté por los suelos.

Mi hermana señaló la carpeta donde guardaba los apuntes.

—No sabes las ganas que tengo de sacar un rato libre para leer todo lo que tienes sobre Microbiología Médica. Me gusta la carrera que estás estudiando y todo se ve muy interesante, pero jamás podría ejercer.

Adam, sentado junto a ella, le dio un beso en los nudillos, las pupilas reflejando la sonrisa que blandía.

—No hay nada que no puedas hacer, luciérnaga.

Puse los ojos en blanco. ¿Cómo no se me había ocurrido que los tortolitos se iban a poner en modo ñoño de un momento a otro? A ver, que me alegraba mucho por ellos, pero no tenía ganas para aguantar sus besuqueos. Me iba a dar diabetes.

Justo en ese momento, me llegó una notificación al teléfono y, al abrirla, me di cuenta de que Mr. Encantador había subido un capítulo sorpresa. Estuve muy tentada de leerlo, pero no era el momento. Antes de que pudiera bloquear de nuevo la pantalla, Sky observó el aparato con una sonrisita maliciosa.

—¿No crees que estás un poco obsesionada con él?

—Habló aquí, la que me obligó a que lo leyera porque, cito textualmente, "sus novelas son lo mejor que hay en esta vida".

Se encogió de hombros.

—Qué se le va a hacer. El tío es muy bueno en lo que hace. Me encantan sus reseñas, aunque es muy raro que nunca muestre la cara.

Tenía razón. Lo que me hacía sospechar que quizás no fuera tan encantador como se hacía llamar.

Apreté con más fuerza el aparato.

—Sea como sea, amo lo que hace. Me ayudó mucho cuando el idiota de mi ex hizo lo que hizo.

Tanto Sky como Adam se tensaron. Ambos estuvieron ahí cuando el imbécil me partió el corazón de la forma más ruin, cuando me pasé meses sin querer salir de mi cuarto, llorando. Destrozada. Mi yo adolescente se sentía más traicionada que nunca porque el que era el amor de su vida la había tratado como una basura.

Ahora ya no sentía nada. Él se había convertido en una experiencia de la vida. Puede que por eso en la vida real fuera tan selectiva con los chicos; puede que por su culpa me costara tanto dejarme llevar. El amor en los libros se veía tan fácil...

Deslicé las manos por encima de la mesa y les di un apretón suave a cada uno.

—Eh, Aaron ya es pasado —les aseguré. No me gustaba nada lo oscuras que se habían vuelto las pupilas marrones de mi mejor amigo ni lo seria que estaba mi hermanastra.

La rubia cerró su carpeta llena de apuntes con un golpe seco.

—Menudo capullo.

—Gilipollas.

—Imbécil.

—Cerdo.

—Traidor.

Un pinche pendejo —me sumé a su retahíla de insultos.

Sky me señaló con un dedo acusador, divertida.

—¡Ya se ha puesto en modo mexicana!

Me crucé de brazos.

—¿Qué se le va a hacer si soy medio mexicana?

Adam me pellizcó la mejilla.

—Me gusta tu versión enfadada, cuando te pones a insultar en español. Eres tan divertida —se jactó.

Gruñí, aunque no pude evitar que una sonrisa me delatara. Muy en el fondo me gustaba ese toma y dale que teníamos los tres.

Venga, güey, no te enojes, güey —me picó mi hermana con un acento exagerado.

Le saqué el dedo medio.

—Te odio.

Me tiró un beso.

—Yo también te quiero, hermanita.

Recogí todos los papeles que tenía esparcidos por la mesa, me puse en pie y le revolví el pelo a Adam en cuanto también guardó sus apuntes. Así los tres nos fuimos de allí en un ambiente mucho más relajado.

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