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Capítulo 30

Felicity

No tenía planeado que fuera así, pero en cuanto me había abierto la puerta, esos ojitos hermosos me habían derretido tanto que no pude evitarlo. Necesitaba con urgencia probarlo y vaya si sabía bien. Logan besaba de maravilla. Movía la boca sobre la mía, hambriento, el calor reconfortante de su cuerpo clavándoseme en lo más hondo del alma. Sus manos estaban sobre mis caderas, me enviaban una corriente por todo el cuerpo con cada caricia y me pegaban todavía más a él. Se me escapó un pequeño jadeo involuntario cuando me dio mordisquitos en el labio inferior, como si quisiera pedirme permiso para profundizar.

No tenía que hacerlo.

Poniéndome aún más de puntillas, enrosqué los brazos en torno a su cuello. Dejé que me besara como quisiera y yo lo besé con todo el anhelo que me recorría cada poro de mi ser. Me sentía tan bien, tan a gusto entre sus brazos, que no quería separarme de él en una buena temporada.

Estaba en paz.

Pronto el beso se nos fue de las manos. Sus dedos estaban enredados en mis caderas y los míos se habían enterrado en los mechones más largos de su cabello. Lo escuché gruñir sobre mi boca cuando tiré de ellos con suavidad.

Un volcán había erupcionado en mi interior y había arrasado con todo. No quería detenerlo, ya no. Quería seguir así, besándolo hasta que me quedara sin aliento. ¿Por qué lo había demorado tanto? Por primera vez, sentí que encajaba en el cuerpo del otro, como si el suyo estuviera hecho a medida para fundirse con el mío.

Sus labios dejaron un caminito de besos ardientes desde mi mandíbula hasta mi oreja. Jadeé bien alto. Sin quererlo, Logan había encontrado uno de mis puntos más sensibles, justo detrás del oído. Con la mente en blanco y el vientre lleno de un enjambre de abejas revolucionadas, murmuré su nombre una y otra vez.

Mmm... ¿Por qué había tardado tanto en correr hasta sus brazos si no había lugar más seguro en el mundo? Y su olor a libro y a bosque. Me transmitía tanta calma.

Bajó a mi cuello y ahí sí que vi las estrellas. Me temblaron las piernas y estuve a nada de caerme al suelo. Menos mal que él me tenía muy bien sujeta, que si no...

Guié de nuevo su boca a la mía y lo besé hasta saciarme. Él me mantenía unida a su ser y yo estaba deleitándome con su sabor mentolado.

Nunca antes me había sentido así de completa, ni siquiera con mis anteriores ligues. Era la primera vez que no tenía el control de todo, y me gustaba. Logan sabía muy bien cómo darme lo que me gustaba y yo estaba encantada de cederle el poder absoluto.

Hasta que un carraspeo nos hizo separarnos de golpe. Había dos chicas en el umbral de la puerta por la que él había salido. Ambas nos miraban con una sonrisilla en los labios. Una de ellas tenía una melena negra preciosa y unos ojos marrones enormes. La otra era mucho más morena de piel que la anterior, con el pelo rubio trigo, los ojos castaños y el rostro en forma de diamante. Eran las compañeras de piso de Logan, Itziar y Tamara. Las conocía de vista; solo había hablado con ellas un par de veces.

Enterré la cara en el hueco del cuello de Logan, muerta de la vergüenza por el espectáculo gratuito que les habíamos dado.

—Nos alegramos mucho y todo eso, pero, Logy, ¿no te parece que no es el lugar indicado para que os comáis los morros? —murmuró la rubia con una sonrisita lasciva.

—¡Tamara! —la recriminó él con las mejillas encendidas. No iba a decir nada porque estaba muy segura de que las mías estarían igual o más rojas.

—A vosotros os ha costado más que a los protagonistas de la última telenovela argentina que estoy viendo. Sí que sois lentos —se jactó la otra.

—¡Itziar!

Fue adorable verlo tan alterado. ¿Ese había sido el efecto que siempre había tenido en él? Sonreí. Me encantaría descubrir qué más podía provocarle.

Le di un pequeño tirón en el brazo.

—Podemos ir a otro sitio... si quieres —propuse dándole un pequeño beso en los labios.

¿Por qué de repente me ponía en modo tímida? ¿Yo? Que era de todo menos tímida.

¡Porque te encanta y no quieres estropearlo!

Itziar y Tamara nos dedicaron una miradita que no me gustó nada. Solo esperaba que no soltaran algún que otro comentario inapropiado. Suficiente tenía con Adam y Sky como para tener que soportar más insinuaciones fuera de lugar. Mientras yo rezaba internamente para salir de ahí cuanto antes, a él parecía que iba a darle algo. Si es que cuando se ponía así solo quería volver a besarlo.

—Yo... —balbució. Se aclaró la garganta—. Voy a cambiarme de ropa. Salgo en cinco minutos. —Señaló a sus compañeras de piso—. Ni se os ocurra espantarla.

—No prometemos nada. Tenemos muchas ganas de conocer mejor a tu crush.

No pude evitar reírme. Esas dos chicas me caían bien. Las había visto en la fiesta pos Halloween, aunque no se habían disfrazado de villanos Disney como nosotros. Menuda fiesta y menudo descontrol tuve. Aunque recordar a Logan en modo Hades buenorro me provocaba fantasías muy buenas. Me encantaría saber si sería capaz de complacerme en la cama.

Los tres me indicaron que me metiera en su casa. Un recibidor muy sencillo me dio la bienvenida. Justo enfrente había un mueble compuesto por un espejo redondo y un zapatero. Justo a mano derecha estaba el salón, que fue en la estancia en la que se metieron ellas. Me senté en el sofá de tres plazas de color gris. Había fotografías desperdigadas aquí y allá de las dos. En un par de ellas también aparecía un Logan sonriente rodeándolas con un brazo protector.

Cuando mi escritor sexy nos dejó a solas, se instaló un silencio un tanto incómodo. No sabía qué decir para romperlo y ellas parecían disfrutar con mi sufrimiento interno, hasta que, por fin, una de ellas decidió hablar:

Así que te gustá Logy, ¿eh? —habló en un perfecto español la rubia.

Pese a que Tamara lo habría hecho a propósito para que no la entendiera, no dudé en responderle en el mismo idioma, consciente de que no se lo esperaría porque no todos sabían que era medio mexicana:

Estoy bien enculada con este güey.

Las dos me miraron como si me hubiese salido una segunda cabeza. Les lancé una sonrisita de niña buena.

¿Hablas español? ¡La virgen! —exclamó sorprendida la pelinegra con un acento mucho más marcado que la otra—. Ahora me caes mil veces mejor.

Me encogí de hombros.

Soy medio mexicana, pero nacida aquí. Mi papá me hablaba en español desde que era muy chiquita. ¿Y ustedes de dónde son?

De Buenos Aires, Argentina —dijo Tamara.

De un pueblecito perdido por el norte de España, cerca de Bilbao —habló la otra. Marcaba mucho las erres. Itziar la había llamado Logan.

Encantada de conoceros por fin. Soy Felicity, pero mis amigos me llaman Liz o Lizzie.

Nosotras somos Tammy e Itzi —se presentó la rubia, señalando primero a la de cabello oscuro y luego a sí misma. Luego, se le curvaron los labios en una sonrisa traviesa—. Logan y tú, juntitos para siempre.

No me dejé amedrentar. En su lugar, enarqué una ceja.

¿Pasa algo? ¿Te sientes celosa?

Para nada. ¡Estoy muy feliz de que nuestro mutil por fin se haya animado! No sabes lo enamorado que lo tienes, neska.

Vale, hubo dos palabras que no entendí y, al ver las interrogantes en mi rostro, Itzi me explicó el significado de mutil (chico en su idioma materno, me dijo) y neska (chica).

En esas estábamos cuando Logan se nos unió a nosotras, vestido con unos vaqueros de color burdeos y un jersey gris. ¿Podía estar más guapo?

El día que repartieron la discreción, faltaste, ¿verdad?

¡Cállate!

Soy tu conciencia, no puedes censurarme.

Logan nos lanzó una miradita llena de interrogantes.

—¿Qué está pasando aquí y por qué estáis hablando las tres en español?

Tammy me señaló con la cabeza.

—No sabíamos que tu crush supiera hablarlo. Qué calladito lo tenías, eh.

Logan arqueó los labios en una sonrisa preciosa.

—Un pequeño dato que he decidido guardarme para mí.

Me puse en pie, me acerqué a las chicas y me despedí de ellas con un pequeño beso en la mejilla. Acto seguido, le tendí la mano.

—¿Nos vamos? Me apetece tenerte para mí sola un rato más.

—¿No ha sido suficiente con la sesión de besos que os habéis montado? Si parecía que os estabais absorbiendo el alma.

—¡Tamara, ya!

Volví a reír. Me encantaba verlo tan alterado.

Dejé que se despidiera de ellas para, después, entrelazar mis dedos en los suyos y alejarnos escaleras abajo.

❀   ❀   ❀

Lo detuve en medio de la calzada.

—Ahora sí que tú y yo vamos zanjar las cosas.

—¿Zanjar qué...?

Ni siquiera dejé que terminara la frase. Con una sonrisa coqueta, volví a besarlo como me moría de ganas de hacerlo. Me había vuelto adicta a él y eso que solo lo había besado una vez —el mini beso que le había dado antes ni contaba—.

¿Qué me estaba pasando?

El amor, amiga. Te gusta mucho más de lo que piensas.

Lo besé con todo lo que tenía. Me deleité con el ruidito que salió de lo más profundo de su garganta, de cómo sus manos me toquetearon entera, lo reconfortante que fue el calor de su cuerpo. Lo besé y en ese beso cargué todos los sentimientos que él despertaba en mí.

Me separé de él jadeante, con una sonrisa genuina en los labios. Me encantaba verlo tan tímido ahora, con las mejillas iluminadas, cuando hacía unos segundos sus dedos no podían despegarse de mí.

Me puse de puntillas y le di un beso en la punta de la nariz.

Me tomó de las manos.

—Espera... quiero... que tengamos una cita.

Parpadeé.

—¿Una cita?

Asintió con la cabeza.

—Tú y yo. Juntos.

Sonreí, entrelazando los dedos con los de él.

—Muéstrame cuál es tu cita ideal, Logan, y en la siguiente te mostraré lo que yo considero que es una cita genial.

Arqueó las cejas.

—¿La siguiente? ¿Cómo estás tan segura de que querré repetir?

—Ujum —murmuré mientras enredaba la mano libre en su pelo y tiraba de él—, porque te vas a quedar con ganas de más.

—¿Yo? ¿Quién no dice que no seas tú quien quiera repetir? —Se señaló—. ¿Has visto esto? Soy guapísimo y tengo un cuerpo que hasta James envidia.

Le di un beso casto.

—Me encanta que seas así.

Y tiré de él lejos de ahí.

❀   ❀   ❀

Logan me llevó a cenar y me dejó pagar mi parte sin oponerse y sin peleas tontas. Cenamos en un restaurante que bien podrían haber sacado de las películas románticas, con su mantel a cuadros rojo y blanco y su comida italiana. Compartimos un plato de pasta y una pizza y yo me lo pasé como nunca.

Dimos un pequeño paseo por el lago tomados de las manos mientras la suave brisa me acariciaba el pelo. Fue mágico. Nunca nadie me había tratado tan bien como él. No cualquier tío me hubiese dejado tomar la iniciativa ni habría hecho el tonto tan de primeras, como cuando en medio del postre le manché la nariz con chocolate.

Me sentía muy cómoda cuando estábamos juntos, a solas.

Como en esos momentos.

Hacía una noche fría, pero no por ello desagradable. El cielo estaba totalmente despejado, las estrellas brillaban con todo su esplendor y la luna en fase menguante nos saludaba rodeada de sus amigas. Nos detuvimos en un banco. Nos sentamos, yo con la cabeza recostada en sus hombros; él rodeándome con un brazo.

Respiré hondo. No quería que se terminara nunca.

—Hacía mucho que no me sentía así —dije sin pensar. Sus dedos me acariciaban los brazos y ese simple gesto me llenó por dentro.

—¿Así cómo?

Me erguí. Me quedé mirando el horizonte, la masa de agua transparente, la maleza oscura del parque en el que estábamos y el canto de los grillos.

—Tranquila. Yo... no he tenido buenas experiencias amorosas. Eres de los pocos chicos con los que me siento tan segura.

—¿Y Garret?

Clavé la vista en él, en esos ojos verdes que me transmitían tanta calma.

—Es un buen tío. Me cae genial, pero no me atrae de la misma forma en la que tú lo haces. No sé qué tienes, pero provocas tanto en mí que a veces me siento una torpe y temo que no te guste lo que ves en mí.

Logan esbozó esa sonrisa hermosa que tenía.

—Pues anda que yo... No sé qué has visto. No soy lo que se dice el héroe que nos venden en los cuentos de hadas.

Le acaricié la mejilla con las yemas de los dedos.

—Eso es lo mejor de todo. Me aburren los príncipes perfectos.

—¿Gracias?

Reí y él conmigo.

—Me encanta cuando te pones en modo tímido, pero que al mismo tiempo tengas un lado descarado. Me atrapaste sin saberlo con tu forma de escribir y, ahora, con tu carisma. Puede que quisiese ayudarte solo porque quería pasar más tiempo contigo. Me gustan los chicos buenos. Los badboys están sobrevalorados.

Esbozó una sonrisita canalla. Me dio un empujón juguetón.

—Pues bien que te gustan mis chicos malos calientes.

Puse los ojos en blanco.

—¿Has oído alguna vez que hay que separar la realidad de la ficción? Puede que me guste leer ese tipo de historias, pero ya hace mucho que descubrí que no se puede cambiar a los chicos con traumas y pasado oscuro. Dejemos de ser sus sacos de boxeo, por favor. Un hombre no va a cambiar por una mujer, por mucho que se enamore. Debe hacerlo porque quiere, no porque se la quiera follar.

Me dio un beso en la frente.

—Eres de las pocas que piensa eso, o, al menos, de las pocas lectoras que lo ha verbalizado.

De repente, ya no me sentía tan a gusto. Me recorrió un escalofrío, me escocieron los ojos y se me formó un nudo en la garganta al recordarlo, al chico que acabó con la Felicity ingenua. Aparté la mirada, los ojos llenos de lágrimas por derramar.

—Yo... lo he aprendido por las malas.

Me dio un beso en los nudillos, uno por uno.

—¿Quieres hablar de ello? No voy a juzgarte.

Lo observé en silencio. Él había sido tan bueno y se había portado tan bien conmigo que ni me lo pensé dos veces. Entrelacé nuestros dedos. Una pequeña lágrima descendió por mis mejillas antes de que comenzara a hablar y, una vez que abrí la boca, ya no pude parar.

—Cuando estaba en el instituto, salí con un chico que me lastimó. Creía que era el amor de mi vida. Era bueno, atento y protector.

»Él me defendió de una abusona y yo caí rendida a sus pies. Nunca antes nadie se había preocupado tanto por mí que no fuera Adam. Me había montado mi propia película romántica en la cabeza y no supe ver las red flags.

Logan enarcó una ceja.

—¿Las red flags?

—Era muy posesivo conmigo. Si él no me podía defender, entonces nadie debería. Se enfadaba mucho cuando Adam intervenía. También era muy celoso, sobre todo cuando pasaba tiempo con mi mejor amigo. Que si Adam esto, que si Adam lo otro... —Puse los ojos en blanco—. Además de que sus cumplidos eran insultos disfrazados.

Me estremecí solo de recordarlo.

—Menos mal que te deshiciste de él.

Hice un mohín.

—La primera vez que rompimos...

Me miró con la boca abierta.

—¡¿Cómo que la primera?! ¡Liz!

Levanté las manos al aire en señal de rendición.

—La Felicity de dieciocho años era una niña muy inmadura. Yo... le creí cuando vino con el rabo entre las piernas un par de semanas después de hacerme elegir entre Sky y él.

—¡¿Cómo fuiste capaz de perdonar a alguien que hizo algo así?!

Resoplé,

—¡Dijiste que no ibas a juzgarme!

Suspiró.

—Solo estoy sorprendido.

—La Felicity de antaño no es la misma que la que ves ahora.

—¿Qué ocurrió?

Tragué saliva. Allá íbamos, al momento más bochornoso de mi vida.

—Lo pillé liándose a escondidas con una amiga. Bueno, en realidad fue Sky quien los vio.

—La creíste. —No fue una pregunta.

—Obvio que iba a hacerlo. Ella es mi hermana. Me lo dijo con Adam delante. Nunca antes había visto a mi amigo tan furioso. Le dio una paliza y yo lloré como nunca. —Clavé la vista al frente, al lago teñido ya por las sombras. Una farola nos alumbraba con su luz y, atraídos por ella, unos insectos revoloteaban a su alrededor. Apreté los puños—. Odio la violencia.

—¿Por qué?

Temblé y Logan tuvo el detalle de abrazarme, su calor corporal alivió el hielo que me arañaba las entrañas.

—Mi padre es mexicano y desde que era una bebé viajábamos todos los veranos a México. Mi familia paterna no vive en el mejor barrio de la ciudad y un día, cuando tenía cinco años, hubo una pelea bien gorda en el barrio. Yo estaba jugando con una de mis primas en la calle y lo vi todo, cómo se descontroló y esos mamones sacaron las navajas y estuvieron a punto de matar a un crío de catorce años. Desde entonces, no soy capaz de ver una pelea sin ponerme a llorar, ni siquiera en la tele. —Resoplé, avergonzada—. Lo sé, soy una niñita.

Pero Logan no dejó que me escondiera. Me colocó las manos en el mentón cuando rehuía su mirada y me obligó a clavar los ojos en los suyos. Me borró una lágrima con los dedos.

—Eres una chica muy valiente. Siento haber sido un capullo en la fiesta esa en la que me peleé con James. No tenía ni idea que te afectaban tanto las peleas; no lo habría hecho de haberlo sabido.

Le di un beso en la mejilla.

—Me defendiste. James es un imbécil.

Se puso en pie de golpe y se llevó las manos a la cabeza.

—¡No podía dejar que él te forzara! Mereces que te lo den todo, porque eres una mujer luminosa.

—¿En serio piensas eso? ¿No crees que no soy más que una bebé llorona?

—Jamás. Es parte de tu personalidad y eso te hace aún más bonita. Mírame a mí, que soy un tío muy introvertido.

Enrosqué los dedos en torno a su cuerpo.

—Eres un escritor sexy.

Me acercó más a él, nuestras bocas a tan solo unos centímetros de distancia.

—Y te encanta.

En lugar de sentirme triste al revivir todo lo que había pasado, un hormigueo de desahogo me recorrió el cuerpo entero. Logan acortó la distancia que nos separaba y me besó con una dulzura estremecedora. Nos meció al ritmo frenético de nuestros corazones.

Allí, bajo la luz de las estrellas, me hizo la mujer más feliz del mundo.

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