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Capítulo 29

Logan

No me lo podía creer. Le había puesto mi corazón en bandeja y ella lo había pisoteado así como si nada. Me sentí en la mierda.

Si es que eres más tonto... No debiste haberte arriesgado. ¿Pensabas que ella sentiría lo mismo por ti? ¡Já!

¡Eso es mentira!

No podía dejar de pensar en ese «No puedo. No estoy lista». ¿Qué le habría ocurrido en el pasado para que tuviera tanto miedo de lanzarse al vacío? Porque estaba bastante claro que sí se sentía atraída por mí, por mucho que intentara negarlo. ¿Hola? Tenía ojos en la cara y sabía leer las señales. Si hasta se me tiró encima en Halloween.

Aunque eso no podía curar el escozor que se había adueñado de todo mi cuerpo. Me dolía mucho que se hubiese largado así como así, que me hubiese dejado allí tirado como un imbécil.

La esperé una hora. Dos. Pensaba que regresaría.

Pero no lo hizo.

Así que volví a mi apartamento y me encerré en mi habitación a pesar de la insistencia de mis amigas por que saliera. No quería ver a nadie. Yo... necesitaba estar solo.

Con el pecho en carne viva, grité, grité con todas mis fuerzas. Me daba igual que mis compañeras de piso o mis vecinos me escucharan; ya nada importaba.

—¿Por qué tengo que fijarme en imposibles? —pensé en voz alta tirándome del pelo con frustración.

Me puse una sudadera, me senté en la cama e hice lo que mejor se me daba cuando estaba triste: me coloqué los auriculares, la música a un volumen atronador y empecé a escribir. Porque, sí, la escritura también era mi terapia particular. Escribí y escribí hasta que me dolieron los dedos de tanto teclear y me escocieron los ojos por las horas que estuve frente a la pantalla.

Cogí el teléfono móvil una hora después para meterme en mi cuenta de Wattpad y revisar los comentarios que los lectores habían dejado en el último capítulo.

@TinyGirl: ¡Esto está buenísimo!

@PiliYMili: ¡AAAAHHHH! No puedo parar de leer.

@BelieverForever: Necesito más, mucho más.

@PattyLarga: ¡Josh, Danielle te ama! Ve a por ella y bésala, ¿no ves que te necesita?

Ni siquiera los comentarios positivos que leí me hicieron sentir mejor.

Con la capucha puesta, me tumbé bocarriba, la música a todo volumen. El techo blanco de gotelé parecía estar riéndose de mí. Cerré los ojos e imaginé una dimensión en la Felicity me decía que yo le gustaba, donde podíamos tener citas y ninguno de los dos tuviera ninguna herida. Allí todos sabrían que era Mr. Encantador.

En mi mundo ideal, podía ser quien quería ser y nadie me juzgaba por ello.

Salí para ir al baño, pero mis compañeras de piso lo aprovecharon para, al haber terminado de hacer mis necesidades más básicas, secuestrarme y llevarme a la sala de estar.

—No estoy de humor —les dije muy de morros.

—Estás fatal. Cuéntanos qué te pasa —me pidió Tammy mordisqueándose el labio inferior.

—No me gusta verte tan triste.

Miré a mis dos compañeras con tal nudo en la garganta que al final no pude seguir conteniéndome. Me abalancé sobre ellas y las abracé mientras lloraba en silencio.

—Me ha rechazado.

—¿Quién? —Itzi estaba muy preocupada.

Sorbí por la nariz.

—Felicity. Le he dicho que me gusta y ella se ha largado. Ahora mismo quiero que la tierra me trague y no me escupa jamás. ¿Cómo voy a poder mirarla a la cara ahora?

Tammy me dio un apretón en el hombro.

¡Esa mina está limada! Con lo bueno que eres.

—Mírale el lado positivo: fuiste capaz de decírselo.

—¿Y de qué me ha servido? Soy un puto pringado. Ahora mismo solo quiero desaparecer, gracias.

Y, para darle más énfasis a mis palabras, tiré de las dos cuerdas para que la capucha de la sudadera se hiciera más pequeña.

—Eres un dramas, txikitxu.

—¿Acabas de llamarme pequeño?

La española se encogió de hombros.

—No haces otra cosa que quejarte como un niño. Ahora te aguantas.

Solté un quejido ahogado, pero no dije nada al respecto. Preferí quedarme callado, aunque el silencio no duró mucho. Tammy soltó un suspiro.

—Creo que solo tienes que darle tiempo para que vea cómo eres y confíe en ti. Todos tenemos nuestra mochilita personal y quizás ella haya tenido una mala experiencia en el pasado y por eso le cueste tanto aceptar lo que siente.

Itzi hizo una mueca.

—Aceptado creo que está. ¿No recuerdas el buen chupetón que le hizo en el cuello?

La latina chasqueó la lengua.

—El deseo puede ser superior al autocontrol.

—Ha estado a punto de besarme antes de que me lanzara —confesé entre sollozos—, pero nos ha interrumpido Adam.

Metiche —siseó Tammy.

Kabenzotz! Ya podría haber aparecido después del beso.

—Pero el que hayáis estado a punto de besaros en muy bueno. Algo sí siente por ti si iba a dejar que la besaras.

—O iba a besarle. ¿Tú crees que Logan habría tomado la iniciativa?

Tam chascó la lengua.

—Cierto. No le pega.

Formé un corazón con los dedos que rompí.

¡Auch!

—Deja de hacerte el dramático.

—Os recuerdo que me acaban de de dar una paliza emocional —les dije con una mueca triste.

—Y yo que a Felicity le encantas, mutil. Ya verás que en cuanto se dé cuenta de lo que se ha perdido, va a venir s buscarte.

—No creo que...

El timbre interrumpió la discusión. Como un resorte, los tres giramos la cabeza en dirección a la puerta. Parecía que ninguno se atrevía a abrirla. Durante unos segundos fantaseé con la idea de que fuera ella, pero era imposible, ¿verdad?

—¿Esperáis visita? —les pregunté sin apartar la vista de la entrada.

—Qué va. Yo he quedado con uno de mis culebrones latinos, una manta y un bol de palomitas. Os invitaría a uniros, pero sois unos aburridos.

—A mí no me mires —se excusó Tammy—. No he quedado con Vivienne hasta dentro de una hora.

Ninguna de las dos hizo amago de levantarse,  así que al final fui yo quien fue hacia el recibidor. Lo que me sorprendió fue encontrarme con la persona que menos esperaba.

Felicity estaba ahí. No tenía ni idea de cómo había encontrado la dirección de mi apartamento ni de quién le había abierto la puerta del portal. Solo sé que sentí que volvía a respirar.

Estaba preciosa con el vestido color vino tinto. Los ojos se me fueron directos a sus labios pintados de un color nude, a sus ojos aguamarina, a ella. Tenía las mejillas sonrojadas; me pregunté si habría venido corriendo.

Ninguno dijo nada, no al principio. Nos limitamos a observarnos mutuamente. Solo habían pasado un par de horas, pero la había extrañado mucho. Odiaba sentirme molesto con Lizzie, porque yo no podía obligarla a sentir nada por mí.

Si no podía quererme más allá de una amistad, me conformaría con eso.

Pero todas mis dudas desaparecieron en cuanto ella dio un paso al frente, me tomó del cuello de la sudadera gris y me acercó a ella. Sus pupilas refulgían, determinadas. Su aroma femenino a flores blancas me caló bien hondo, como un hechizo.

Me miró directamente a los ojos. Ya no había ningún rastro de duda ni de temor.

—Antes he sido una imbécil contigo. Lo siento. —Se mojó los labios de una manera muy sensual—. Me gustas más de lo que crees. Eres el chico más bonito que conozco. Lo quiero todo de ti, Logan.

Y con esas palabras acortó la poca distancia que nos separaba y pegó su boca a la mía.

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