Capítulo 27
✎ Logan ✎
¡Habíamos estado a punto de besarnos! ¡Ella había intentado besarme!
¡Aaahhhh! Insertad grito fangirl.
¿Eso significaba que Felicity también sentía la misma atracción por mí? ¿Sería posible que mi crush me viera con los mismos ojos?
Pero no hubo beso. Justo antes de que nuestros labios se rozaran, Felicity se había quedado paralizada y, cuando me separé y seguí el curso de su mirada, supe que me había metido en problemas. Porque quien estaba a tan solo un par de metros de distancia, de brazos cruzados y la mandíbula tensa, era ni más ni menos que Adam, su mejor amigo. Y por las chispas que me lanzaban sus ojos supe que era hombre muerto.
Tragué saliva.
—¿Adam? —Felicity parecía igual de sorprendida que yo—. ¿Qué... Qué haces aquí?
Que Felicity, la chica más segura de todas, titubeara me envió un escalofrío de terror por todo el cuerpo.
El chico no cambió de expresión. Sin apartar la vista de mí, le respondió:
—Te he escrito hace un rato. Venía a buscarte para que fuésemos a dar un paseo, pero veo que no has perdido el tiempo.
La frialdad en su tono de voz me puso los pelos de punta. No quería morir tan joven. Tenía muchas historias que contar y muchos lectores a los que corromper.
Felicity se estremeció.
—Puedo explicarlo.
Adam levantó las cejas.
—¿Explicar qué?
Su amiga me señaló.
—Él... Yo...
—¿Sí?
Felicity soltó un taco en español.
—¿Puedes dejar de ponerme así de nerviosa? Ni que hayamos estado haciendo algo malo.
—Porque he llegado a tiempo. Si no, a saber qué cosas indecentes habríais hecho.
La morena se acercó a él y le dio un golpe en el pecho. ¿Se había ruborizado? Y yo que pensaba que no podía ser más bonita.
—¡No seas capullo!
Y, de pronto, su amigo cambió la expresión seria por una gran carcajada. Me quedé de piedra. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaba la cámara oculta?
El chico le revolvió el pelo.
—Te la debía. Tú fuiste muy cabrona cuando empecé a salir con Sky. Te jodes.
Me fascinó ver cómo ella refunfuñaba. Se veía tan mona.
—¡Eso no vale! —se quejó—. Yo no hice que a tu chica le diera un paro cardiaco.
—¿Quién dice que a Logan le haya dado un infarto?
Enarqué una ceja, divertido. Hablaban de mí como si no estuviera allí presente.
Me aclaré la garganta.
—Soy fuerte como un roble.
—¡Tú cállate! —refutó Felicity con las mejillas aún más encendidas.
¿Cómo habíamos pasado de estar a punto de darnos un beso a esto? Adam me caía muy bien, pero bien podría habérselo tragado la tierra al menos durante media hora más.
Y hablando del rey de Roma... Con una sonrisita espeluznante que me puso los pelos de punta, me agarró del brazo y tiró de mí. Estuve tentado de pedir ayuda.
—¡Adam! —escuché que Felicity gritaba—. ¿No crees que estás siendo un exagerado?
—Solo vamos a hablar, ¿verdad, amigo?
—S-sí —tartamudeé muerto de miedo.
Vi cómo ella se quedaba ahí plantada con mil interrogantes mientras ese morenito me llevaba a unos metros de distancia. Cuando estuvimos lo suficientemente lejos para que no nos escuchara, se detuvo. Adam me caía bien, pero en esos instantes estaba cagado. ¡Nos había pillado a punto de besarnos!
No había nadie a nuestro alrededor, solo un par de comercios vacíos. Si él me hacía algo, nadie lo vería. Tragué saliva. Sentí un escalofrío recorrerme el cuerpo entero, las manos pegajosas.
Se cruzó de brazos. Ya no había rastro de la sonrisa que tanto lo caracterizaba. En su lugar, la seriedad se había adueñado de cada una de sus facciones masculinas. Adam era un hombre con un cuerpo trabajado. Tenía los bíceps bien marcados y, de haberlo querido, me habría podido mandar a la otra punta del planeta de un solo guantazo. Mejor no meterme con él.
Aunque ya lo había hecho al involucrarme con su mejor amiga.
—Así que te mola Liz, ¿eh, pillín? —habló sin ni una sola pizca del buen humor de antes.
Se me aceleró el pulso, se me disparó la adrenalina y lo único que quería era salir y tirar millas para que no me atrapara. Pero, en su lugar, afronté la situación y agarré al toro por los cuernos, que ya era lo suficiente mayor como para defenderme solo. Además, estábamos hablando de Adam. Él no sería capaz de hacerme daño, ¿o sí?
—Yo... —balbucí sin saber muy bien qué decir—. Ella...
—Por supuesto que te encanta. Dime, pequeño Logan, ¿se te pone dura con solo pensar en ella?
Abrí los ojos tanto que apunto estuvieron de salírseme de las cuencas. ¿En serio acababa de decir lo que creo que acababa de decir?
—Yo... ummm...
—¿Tú qué? ¿Qué pasa? ¿Mi Lizzie te ha comido la lengua de un mordisco?
Me pasé las manos por el pelo, incómodo. No podía creer que estuviera en una situación así.
Tomé una gran bocanada de aire para armarme de valor y decir todo lo que tenía guardado desde el primer día que la vi, rodeada de sus amigos. Con el corazón a punto de salírseme del pecho y un huracán en mi estómago, hablé:
—¿Quieres saber qué es lo que pienso de ella? Pues bien. Felicity es la chica más alucinante que conozco. Estoy terriblemente loco por ella. Es mi crush desde que estuvo a punto de tirarme la bandeja hace casi tres años. No sé si es su sonrisa radiante, su liderazgo natural o lo bonita que es por dentro, solo sé que cuando la conocí, yo no caí, yo me lancé de lleno sin paracaídas.
»Me da mucho miedo decirle lo que siento porque prefiero mil veces tenerla de amiga a perder lo que sea que tengamos. Me ha ayudado a salir de mi zona de confort, a ser menos introvertido, y gracias a ella he aprendido que ser espontáneo no esta tan mal.
—Le gustas. Mira, me caes bien y todo eso, pero Felicity va a ser siempre mi prioridad. Ella ha sufrido mucho en el pasado por un gilipollas. —Sus ojos marrones se oscurecieron. Dio un paso al frente y, de un rápido movimiento, me agarró el cuello de la camisa—. No quiero verla llorar, ¿me entiendes? Como le hagas algo a mi mejor amiga, pienso recorrer cielo y tierra hasta encontrarte y destruirte. Nadie se mete con ella.
Lo miré y supe que jamás en la vida había hablado tan en serio.
—Nunca podría hacerle daño. Me fascina lo locuaz que es, que compartamos gustos literarios y haber descubierto que, bueno, es una de mis lectoras. —Al ver la expresión confusa de él, aclaré—. Ella lee en Wattpad y yo soy uno de sus autores favoritos. Esto aún es secreto, ¿vale? Mi pseudónimo es Mr. Encantador. Ella...
Adam dio una palmada al aire.
—¡No te creo! ¿Tú eres el escritor del que ella tanto habla? Si ama el blog que tienes y todas tus novelas. A veces es una cansina cuando se pone en modo lectora intensa.
—Amo que se ponga en modo lectora intensa. Es una monada. Podría pasarme horas hablando con ella de libros que no me cansaría. Le brillan mucho los ojos cuando dice algo que le gusta de verdad y yo no quiero que se apague. Me gusta, me gusta mucho. Su energía desbordante arrasa con todo, porque es la reina allá donde vaya.
Adam dibujó una gran sonrisa que suavizó la tensión de su mandíbula.
—Tío, tú estás loco por ella.
Me encogí de hombros.
—¿Qué se le va a hacer?
—Tienes que decírselo. No puedes quedarte así. Me encanta ver a mi amiga tan feliz. ¿Creías que no me di cuenta de cómo os mirabais en la fiesta ni en que, ¡qué casualidad!, su casa fue la última parada? —Movió las cejas con aire sugerente.
Entré en pánico.
—¡Te juro que no pasó nada!
Me lanzó una sonrisita ladeada.
—¿Ah, sí? —Chasqueó la lengua—. El chupetón que tenías en el cuello no decía lo mismo.
—Se me... tiró encima. Yo... no tuve escapatoria. ¿Qué querías que hiciera? Felicity había bebido demasiado y no sabía muy bien lo que hacía. Un capullo se habría aprovechado de la situación, pero yo no.
Solo de pensar en cómo se sentó a horcajadas sobre mí, en cómo sus dedos me recorrieron el cuerpo con una delicadeza estremecedora y cómo intentó besarme, se me volvía a acelerar el pulso y mi entrepierna palpitaba como aquel día. ¿Qué habría pasado si Felicity no hubiese estado ebria?
Adam me dio una palmadita en el hombro.
—Excusas, excusas. No es lo que he visto hoy. Sois tan monos. A ver si os declaráis de una vez y podemos tener citas dobles Sky, Lizzie, tú y yo.
Hice una mueca.
—No te ofendas, pero mi idea de primera cita ideal no es precisamente una cita doble. Tengo planes mucho mejores.
Adam soltó una carcajada fuerte, se acercó aún más a mí y me dio un pequeño puñetazo en el brazo.
—Me caes muy bien, Logan. Por favor, no la cagues.
Si tan solo supiera que lo último que quería era lastimarla, que el brillo jovial de sus pupilas claras se extinguiera.
Porque estaba perdidamente enamorado de ella.
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