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Capítulo 23

Logan

—Parece que alguien se ha portado muy mal anoche —se jactó Tammy mirándome el cuello—. Menudo chupón tenés.

Mierda. Ya sabía yo que debería habérmelo tapado como fuera, pero es que no tenía nada que me sirviera. Odiaba las bufandas y los bufs.

—¿No se suponía que pasarías el fin de semana con la chica de pelo azul?

Mi compañera rubia esbozó una sonrisa maquiavélica.

—¿Y perderme tu cumpleaños? Para nada. —Corrió hacia mí y me dio un abrazo que me dejó unos segundos sin respiración—. ¡Feliz cumpleaños, Logy! Eres el chico más guay que conozco.

—Por mucho peloteo que me hagas no voy a invitarte a más de una ronda cuando salgamos esta tarde.

Porque teníamos la tradición de invitarnos a una copa en nuestros cumpleaños.

Me soltó con una estruendosa carcajada.

—No seas tonto. Ya sabes lo mucho que te quiero y que me importas y...

—Tamara, ¿sigues bebida?

Me sacó el dedo corazón.

—Vete a la mierda.

Le di un beso en la mejilla.

—Muy en el fondo me quieres.

—En el lado más frío de mi corazón.

Le di un manotazo cariñoso.

Miré el apartamento de tres dormitorios que compartíamos. Me gustaba mucho vivir allí, la libertad que sentía al ser independiente. Mis padres vivían a tan solo una hora de Wilmington y para mí era un mundo. Nunca había estado tanto tiempo fuera de casa. No tenéis ni idea de lo que necesitaba esa libertad para descubrirme a mí mismo, para crecer, para explorar.

Poco a poco estaba conociendo quién era en realidad y qué era lo que quería hacer el resto de mi vida.

Además, cambiar de aires me había sentado muy bien. En donde vivía todos me conocían por ser el hermano pequeño de George, el chico genio. Desde lo que ocurrió, allá donde fuera me perseguían esas miraditas cargadas de lástima. Era el nadador, el chico tímido, el hermano no tan listo, el introvertido.

Porque George fue un chico muy social, alegre, curioso, con ganas de comerse el mundo. Yo siempre fui su sombra.

Tammy me pellizcó el brazo.

—Eh, ¿estás bien? Te has quedado metido en tu mundo.

Me temblaron las manos.

—Yo... —balbucí, pero no fui capaz de emitir ni una sola palabra coherente. Se me había formado un nudo enorme en la garganta. Carraspeé—. ¿Dónde está Itzi?

Mi compañera latina entendió que no quisiera contarle que en realidad me había puesto a pensar en George y en cuanto lo añoraba y me siguió el rollo.

—Ha salido a dar un paseo. Ya sabes cómo es: se ha estresado con un examen y necesitaba despejarse.

—Creo que hoy deberíamos prepararle un buen plato de croquetas para cenar. Ya sabes que le encantan, sobre todo si son de queso.

Tammy chascó la lengua.

—Itzi me mataría si dejara que comieras eso en tu cumpleaños. Hoy cenaremos tu plato preferido, que nuestra española favorita lo ha preparado con mucho cariño.

Solté un grito de júbilo.

—¿En serio? Si odiáis la pizzarron.

Tammy hizo una mueca.

—No me lo recuerdes. ¡Puaj! Solo de pensarlo me dan arcadas. A la gente como tú los cría el diablo.

Le saqué la lengua.

—Eres una exagerada. ¡La pizza de macarrones es lo mejor de este mundo!

Le di un suave apretón antes de encerrarme en el baño para quitarme ese pringue que tenía en el pelo. Ya bajo el chorro, me vinieron pequeñas imágenes de anoche: de Felicity coqueteando, de cuando intentó besarme, de su forma de acariciarme el brazo con la yema de los dedos mientras me hablaba con la voz aterciopelada... Se me escapó una pequeña sonrisa al recordar cómo se las había ingeniado para sentarse a horcajadas sobre mí y dejar un reguero de besos húmedos en mi cuello.

Me vino una flashback cuando me toqué el chupetón.

—Liz, ¿qué haces? —le había preguntado yo cuando la tuve sobre mí.

Su aliento cálido me envió un cosquilleo por todo el cuerpo. Se pegó aún más para susurrarme al oído:

—No seas aburrido, rey. Sé que tienes tantas ganas como yo de que esto pase.

Tragué saliva. Tenerla tan cerca no me estaba poniendo las cosas fáciles, más cuando sus labios se deslizaron por mi cuello, su lengua dejando un rastro húmedo. Tensé la mandíbula.

En un momento de lucidez, le puse las manos sobre los hombros y la alejé de mí, no lo suficientemente rápido como para evitar que me dejara una marca.

—Estás borracha. No vamos a hacer nada, no eres tú.

Puso morritos.

¿No luzco bonita? —había preguntado en español, frustrada.

La miré directamente a los ojos.

—Eres hermosa, pero no quiero hacer nada de lo que después puedas arrepentirte.

Ni yo sé cómo es que no había cedido a mis deseos de empotrarla contra la pared y devorarla. Le tenía muchas ganas. Más cuando se puso el camisón sexy y se contoneó contra mi erección con mucho descaro.

Estuve a punto de tirar por la borda todo mi autocontrol.

Suspiré.

Para cuando salí, Itzi ya había llegado. Su chaqueta color aceituna estaba sobre el respaldo del sofá y la escuché reír tras la puerta de su habitación.

Me había cambiado de ropa, echado la colonia que tanto me gustaba y afeitado la barba incipiente. Aún con el pelo húmedo, toqué la puerta de uno de los dos dormitorios enfrentados. Ni siquiera me dio tiempo de abrir la boca, puesto que lo que dura un parpadeo me vi atrapado entre sus brazos.

—¡Felicidades, Logy! Jo, anoche te perdí de vista nada más entrar a la fiesta. —Hizo un puchero—. Y yo que quería ser la primera en felicitarte y tirarte de las orejas.

—Jamás entenderé esa costumbre tuya de ir haciendo daño al cumpleañero.

Se le dibujó una sonrisa maliciosa.

—No tienes que entenderlo, solo disfrútalo.

Esa tarde, Itzi, Tammy y yo fuimos a nuestro bar de confianza. Tras invitarlas a una ronda de cócteles y nachos para picar, la zorrona de Tammy mencionó el chupetón que tenía en el cuello y, muy a mi pesar, tuve que narrarles con pelos y señales todo lo que había ocurrido, aunque hubo ciertos detalles que me guardé: como que dormimos juntos o la tremenda erección que tuve cuando se contoneó contra mí.

—¡Esto ha sido todo un avance en vuestra historia! —exclamó—. #Feligan existe.

Arrugué el morro.

—¿No tienes nada mejor?

—¿Logty? —se le sumó Tammy.

—¿Locity?

—¿Lizgan?

Solté un gruñido.

—Os odio.

Itziar se cruzó de brazos. Enarcó una ceja y me miró con una sonrisa divertida.

—No tenemos la culpa de que vuestros nombres no peguen ni con moco, mutil.

Tam me sacó la lengua.

—Logy, te aguantas.

—Ahora sí que sí tenemos que celebrarlo. Felicity y tú estáis hecho el uno para el otro. ¡Hacéis una pareja tan bonita!

Resoplé.

—No estamos saliendo.

—Hablamos dentro de un mes.

Bañé un nacho en el queso mientras Tam se ponía una buena cantidad de guacamole en el suyo.

—¡Tenéis tanta química! —se le sumó la argentina. Si su expresión facial fuese un emoji, sería el de los ojos con forma de corazón—. La tensión que hay entre vosotros os va a acabar explotando en la cara y yo tengo muchas ganas de que eso pase de una vez. Te encanta Lizzie.

—¿No crees que no lo he pensado? Lo de anoche no lo vi venir. ¿En serio pensáis que ella pueda sentir algo por mí?

Las dos me observaban como si fuera tonto.

—Obviamente que sí. ¿Por qué si no querría pasar tanto tiempo contigo? —puntualizó la pelinegra.

—¿Porque somos amigos, quizá?

La rubia negó con la cabeza.

—Ay, bebito hermoso, cuánto te queda por aprender.

—En mi país decimos que te falta calle —se rió Itziar.

—Felicity está loquita por ti. Te mira de una forma especial. Así no es cómo se comportan los amigos.

—Os tenéis tantas ganas...

Ambas soltaron un par de carcajadas mientras yo las observaba a través de mi copa.

Itzi alzó la suya.

—¡Por un nuevo año de experiencias!

—¡Por que este sea el año en el Felicity y tú subáis de nivel! Quiero que le des como cajón que no cierra.

—¡Tamara!

Itzi y ella brindaron.

—¡Por que por fin te le declares a tu crush!

Puse los ojos en blanco. Esas dos eran dos cabras locas.

Pero, ¿quién iba a decirme que en menos de lo que esperaba mi vida iba a dar un giro explosivo?

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