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Capítulo 20

Felicity

Mi madre me llamó justo cuando salía de la facultad de medicina.

—¿Mamá? —pregunté nada más descolgar?—. ¿No deberías estar en el avión?

—Bueno, he pensado que podíamos adelantar la visita —escuché su voz tan dulce. Incluso en la distancia, sabía que estaba sonriendo y solo de pensar en ello a mí también se me curvaron los labios hacia arriba.

—Creía que no os vería hasta esta noche. ¡Qué pronto habéis llegado!

—Sam ha insistido en que salgamos antes de la hora, cariño. ¡Tenemos muchas ganas de veros a las dos!

Mi madre y mi padre se separaron cuando yo era muy pequeña y ella estuvo teniendo citas desastrosas durante años hasta que, un día, lo conoció. Había sido pura casualidad, me dijo, como una de esas novelas románticas que me gustaba leer. Había ido a hacer la compra como siempre, pero ese día no llegaba a coger un producto de la balda más alta del supermercado —¿de quién creíais que había heredado la altura de Minion?—. Sam la ayudó y, después, ella lo invitó a un café. El resto es historia.

—Sky se está preparando para el concurso académico, por si la notáis más arisca. Ayer casi me cortó un dedo por no dejarla repasar un tema que se sabía de memoria. A veces es una exagerada.

—Tenle paciencia. Para ella esto es muy importante. Tenemos que apoyarla.

Mi madre adoraba a Sky y la quería como si fuera su propia hija.

Esquivé a un par de estudiantes que estuvieron a punto de llevarme por delante justo antes de preguntar:

—¿Habéis llegado ya al hotel?

Porque en mi apartamento no había habitaciones suficientes y, bueno, Sky no podía estar en un mismo espacio con su padre sin discutir, así que tampoco era una opción que se quedaran en el piso de mi hermana.

Escuché un ruido al otro lado de la línea.

—Sí, Sam está deshaciendo la maleta. En menos de una hora daremos una vuelta por la ciudad. No sabes las ganas que tengo de ir a esa cafetería tan mona que tenéis.

Sonreí. Estoy convencida de que si no hubiese sido por su trabajo, mi madre nos habría visitado más a menudo solo para ir al local de Zoe, la cafetería más popular entre los habitantes de Wilmington.

Me ajusté mejor el paraguas. Hacía un día realmente asqueroso, de esos en los que habría preferido mil veces quedarme en casa y ver una buena peli mientras tomaba una buena taza de chocolate caliente con nubes.

—No te entretengo más. Nos vemos en nada. ¡Qué ganas tengo de darte un abrazo!

—Pues anda que yo —suspiró—. No me puedo creer que mi bebé ya vaya a la universidad.

—¡Mamá, que ya tengo veintiún años!

La carcajada de mi madre fue lo último que escuché antes de colgar.

❀   ❀   ❀

Sky ya estaba en la puerta del restaurante cuando llegué. Con el pelo unos dedos más corto que la última vez que la había visto, estaba guapísima. Un par de mechones medio rizados le tapaban el rostro ovalado. Me encantaba el vestido que llevaba, azul, del mismo tono que sus ojos. Sus piernas estaban enfundadas en unas medias de puntitos que terminaban en unos botines negros con tacón. Sentí un poco de envidia al comparar mis vaqueros y mi jersey negro con el look tan elaborado de ella, pero con el diluvio que estaba cayendo sumado al viento no me apetecía arreglarme demasiado. Total, cinco minutos después de salir de casa ya parecía un gato pasado por agua, el pelo húmedo pegado a la cara pese a haber llevado un paraguas.

En cuanto me vio, un par de segundos más tarde, esbozó una amplia sonrisa. Se acercó a mí y me estrechó entre sus brazos con fuerza.

—Lizzie, ¡estás preciosa! ¿Dónde has comprado el jersey? Me encanta.

Toqueteó un par de brillos de la prenda mientras a mí se me formaba una sonrisa. Compartíamos hasta nuestros secretos de moda más oscuros.

—¿Que yo estoy preciosa? ¿Te has mirado en el espejo? —La señalé con un silbido.

Se le escapó una pequeña risita, aunque pronto su rostro se ensombreció, los ojos fijos en un punto  en concreto. Cuando seguí el curso de su mirada, me tensé. Mamá y Sam ya habían llegado.

Allá vamos, me infundí ánimos mentales a mí misma.

—¡Dios, Lizzie, Sky, qué guapas estáis! —exclamó mi madre al llegar a nuestra altura. Ni siquiera pudimos movernos, ya que en un visto y no visto nos encerró en un abrazo asfixiante—. Os he echado mucho de menos, hermosas.

—Nosotras a ti también, mamá.

—Pero te habríamos extrañado más si nos hubieras traído tus famosas galletas de limón —apostilló mi hermana con una sonrisita de niña buena.

Mamá se echó a reír. Le revolvió el pelo con cariño.

—Por supuesto que las he traído, cariño. Mañana os las llevaré al campus.

—¡Genial! —casi chillamos las dos al unísono. Sus galletas de limón eran lo mejor de este mundo.

Su marido carraspeó y al instante todo el buen rollo se cortó de raíz, como una burbuja que explota con un ligero pinchazo.

—Buenas noches, Sam —lo saludé—. Me alegro de verte.

Mi relación con él siempre había sido cordial, aunque ahora era un poco más distante al ser consciente de cómo trataba a su hija. Ni siquiera la había mirado. Hablaban a base de monosílabo, eso o discutían. Lo peor de todo es que sabía que toda esa situación lastimaba a mi hermana. Ella deseaba llevarse bien con él, me lo había dicho, pero su padre le había puesto las cosas muy difíciles a su hija desde pequeña y ahora ella no confiaba en él.

Sky carraspeó.

—Hola, papá.

Mi hermanastra estaba tan tensa. Intenté aligerar el ambiente apoyándome en ella al mismo tiempo que le daba un apretón en las manos. Decidí tomar la iniciativa.

—¿Entramos? —pregunté mientras señalaba el interior del restaurante.

Arrastré a mi hermana hacia el interior, seguidas por nuestros padres, ambas tomadas de la mano. Allí, nos atendió un camarero muy majo que nos llevó a un reservado. El restaurante era uno de esos que bien podrían salir en una de esas revistas de diseño, con los suelos impolutos de mármol, las paredes clásicas decoradas con detalles dorados y luces acogedoras salpicadas aquí y allá.

—Espero que el menú sea de su agrado. Puedo sugerirles el arroz meloso con alioli y la lasaña de boletus con un toque picante —nos recomendó él tendiéndonos las cartas.

Me había sentado al lado de mi hermanastra, justo enfrente de mi madre. Cuando se fue el hombre, nos quedamos en silencio, cada uno mirando la carta. Todo tenía muy buena pinta y no estaba muy segura de qué pedir. Sentí un golpecito en el brazo. Me giré hacia Sky.

—¿Quieres que pidamos para compartir?

Sonreí.

—Me encantaría.

Al final la cena no estuvo tan mal. Bueno, Sam y Sky no intercambiaron ni una sola palabra, pero lo prefería a que se gritaran, la verdad.

Aunque pronto esa tranquilidad se resquebrajó en mil pedazos cuando la rubia habló:

—El treinta de noviembre voy a participar en la primera etapa del concurso Multidisciplinar con el equipo de la NCU. Me... Me gustaría que vinierais —nos invitó ella con un titubeo.

Mamá sonrió ampliamente, feliz de que Sky la incluyera en el plan. Hacía unos años algo así era inconcebible. Yo le di un apretón en el hombro.

—Claro que iremos, ¿verdad, mamá?

—Cuenta con ello. Estaremos en primera fila, con pancartas y todo.

La rubia se tapó la cara con las manos, un ligero rubor teñía sus mejillas.

—Ay, no, me muero de la vergüenza.

Mamá rió y yo le saqué la lengua.

—Te aguantas.

Sam no se unió a nosotras. Se limitó a poner esa cara avinagrada que parecía traer consigo cada vez que su hija abría la boca.

—Yo no puedo ir. No es tan importante. Quizá vaya si pasas a la final.

Creí que mi hermanita se quejaría y que todo se volvería súper incómodo, pero no fue así, no al principio. Pero cuando su padre volvió a hablar, todo se fue de madre.

—Además, no es como si hicieras algo de provecho. Si tan solo me hubieses hecho caso con la carrera de ingeniería...

—¡Basta! —estalló, sus mejillas eran de escarlata y los ojos lanzaban llamas—. ¿Por qué no puedes sentirte orgulloso de mí por una vez en tu vida?

—Porque no lo estoy. No has hecho nada impresionante. Eres mediocre.

—¡No soy mediocre, soy excepcional! ¡Estoy estudiando un doble grado, en el que, por cierto, soy la mejor de la clase! ¡Estoy en el taller de robótica y, al mismo tiempo, me estoy preparando para el concurso Multidisciplinar! Ah, puede que te la sude, pero mi propuesta ha pasado a la final del concurso Proyectos creativos para un futuro mejor. ¿Qué más quieres de mí?

—Eso es genial, cariño. Estam...

Sam tiró de forma muy brusca la servilleta sobre la mesa. La tormenta en sus ojos azules era un mal presagio.

—¡Quiero que no actúes como una niñata! —la retó.

Sky se puso en pie, encarándolo. Adoptó un aire chulesco, con las espalda recta y las cejas enarcadas.

—Quizás el niño resentido seas tú.

Me encogí en el sitio. Odiaba verlos pelear. Se me cerraba la garganta al pensar en lo dolida que debía sentirse mi hermana. Su padre era el que más la presionaba y no creía en ella. Ojalá todo fuera diferente, ojalá Sam tratara mejor a su hija.

Mamá levantó las manos.

—¡Parad! ¿Podéis dejar de discutir por una vez en vuestras vidas? Ya estáis montando una escenita.

—¡Ha empezado él! —se defendió la rubia con las mejillas aún más rojas, una pequeña lágrima descendiendo por sus mejillas.

Sam la señaló.

—No te hagas la víctima ahora. Que ahora vayas de buena no significa que lo seas.

—No me hago nada. Eres tú el que critica todo lo que hago. Estoy hasta el coño de todo.

—¡Sky! —la recriminó mi madre.

Mi hermana resopló, pero no dijo nada.

—Pues yo estoy hasta los cojones de que hagas lo que te da la puta gana. A ver cuándo bajas de ese mundo de fantasía en el que vives.

—Yo no vivo en ningún mundo de fantasía. ¿Hola? Aterriza en la vida real.

Mi madre se tiró del pelo, frustrada. Yo hice mil esfuerzos por no ponerme a llorar, encogida como estaba.

—Pero...

Mamá se puso en pie.

—¿Sabéis una cosa? Voy a pedir la cuenta. No estoy para aguantaros a los dos.

Sky intentó seguirme cuando salimos fuera del local, pero la alejé de mí.

—Quiero estar sola.

Me lanzó una miradita lastimera, aún con el enfado reflejado en sus pupilas claras.

—Está bien, como tú quieras. Ya sabes dónde encontrarme.

Y se alejó de allí con unos aires divos.

Gimoteé. Aquella cena había sido un completo desastre. Me sentía tan mal que no pude evitar meterme en Wattpad al llegar a mi apartamento para evadirme de mis problemas personales. Casi lloré de alegría al ver que Mr. Encantador había actualizado un capítulo de Como estrellas en el firmamento. Cuando terminé de leerlo, no dudé en escribirle un comentario.

@AmazingGirl: Gracias por actualizar. No sabes cuánto lo necesitaba. Ha sido un día de mierda.

Como por arte de magia, me escribió por privado un rato después, cuando estaba en la cama con mi pijama favorito y una taza de té rojo humeante.

"¡Hola!

¿Estás bien? Acabo de leer el comentario y me he preocupado.

Atentamente,

Mr. Encantador."

Me pasé las manos por el rostro con demasiada rudeza. Ignoré el mensaje que me había enviado Sky para disculparse. Ya lo leería cuando estuviera menos cabreada. Escribí con manos temblorosas.

"Todo es una mierda. Odio esto. Estoy cansada.

Amazing Girl."

Vale, puede que hubiese sido una borde.

"Por muy oscuro que esté el día, al final el sol siempre sale tras la tormenta. ¿Quieres hablar? Puedes confiar en mí.

Mr. Encantador."

Y así mi noche pasó de ser una mierda a algo menos mierda. No recuerdo sobre qué hablamos, solo sé que después me sentí mucho mejor.

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