Capítulo 16
⭑ Felicity ⭑
Sky me estaba contando una de esas cosas raras que tanto le chiflaba leer y, pese a que no entendía ni jota, la escuché porque amaba ver lo feliz que se veía con ese lado tan nerd que me encantaba.
—Te lo juro —decía con ese brillo magnífico en los ojos y una sonrisa genuina—, los CDs están diseñados para que duren exactamente setenta y dos minutos porque esa es la duración de la Novena Sinfonía de Beethoven.
—No sé de dónde sacas esa información.
Se puso la mochila hacia delante, abrió la cremallera y sacó un libro muy gordo. Tenía una cubierta oscura con una bombilla encendida. El título en letras curvas y doradas decía Enigmas y curiosidades.
Esbozó una sonrisa genuina.
—Lo he tomado prestado de la biblioteca.
Por supuesto, las viejas costumbres nunca cambian. Le di un empujón cariñoso.
—¿Por qué no me sorprende?
Me sacó la lengua, juguetona. De pronto, alzó la mano y esbozó la sonrisa más grande de la historia.
—Oh, mira, ahí está Lynn. Oye, ¿ese que va con ella no es Logan?
Le di un gran repaso y estuve a punto de caerme al suelo. Pese a que aún su mirada verdosa no había reparado en nosotros, algo se removió en mi interior, más cuando por fin sus ojos se conectaron con los míos. No apartó la vista, como habría hecho la semana pasada. ¡Menudo cambio! Estaba guapísimo. Dios, con esos brazos podría tumbar a cualquiera.
¡No! Acuérdate de lo que pasó en el pasado. No puedes enamorarte, no puedes volver a dejarte llevar.
Lynn se acercó hasta nosotras dando saltitos. Vale, no sé de dónde sacaba tanta energía tan temprano cuando yo apenas sabía cómo me llamaba siquiera. Logan se quedó a un paso por detrás.
—¡Sky! ¡Liz! Estáis guapísimas —exclamó, radiante. Lynn era una mujer muy enérgica.
—Pues anda que tú —le contestó la rubia utilizando el mismo tono. Le toqueteó el pelo—. Me encantan estos tirabuzones.
—Y a mí tu color de pelo, so puta.
—¡Pero Lynn! Esa boca —la recriminó el chico con una sonrisa cargada de burla. Me encantaba verlo así de relajado, en modo bromista. Me gustaba cada faceta nueva que descubría sobre él.
La morena le pinchó un moflete.
—Lo, eres un soso. No me censures, que tú también eres un mal hablado.
Se cruzó de brazos.
—Pero yo no tengo a dos personitas que repiten todo lo que digo.
Ambos se hicieron muecas burlescas y yo no pude evitar reírme. Definitivamente, ese Logan me caía mucho mejor. Era tan parecido al de la fiesta de Halloween. Lo que me recordaba que debía proponerle otro plan si quería seguir ayudándolo. El tío tenía mucho carisma.
Sky lo señaló con el dedo.
—Cuando te conocí en el club de lectura, pensaba que eras un insípido, pero no. Me caes genial.
Solté una carcajada. Así era mi hermana, iba directa al grano.
—Qué cruel eres.
Lynn le dio un codazo.
—Y eso que no la conociste en su etapa rebelde.
La rubia soltó un profundo suspiro.
—Pasas por una mala racha y sacas a tu lado perro, y ya la gente no lo olvida.
Lynn y yo nos reímos. Logan, en cambio, se balanceó de una pierna a otra, sin entender nada.
—Fuiste el terror del instituto.
Le restó importancia con la mano para después lanzarme un guiño.
—Bah, sois unos quejicas. No niego que a veces mis bromas llegaran demasiado lejos, pero ¿acaso no amas lo bien que nos llevamos ahora?
Miré a Logan a los ojos para explicarle:
—Tú la ves bien así, buena y tranquila, pero en el pasado fue toda una muñequita diabólica.
Sky me dio una toba.
—¡Oye! —exclamó, ofendida.
Todos reímos. Ojalá pudiera detener el tiempo justo en ese instante.
Pero, por desgracia, tuvimos que volver a la realidad demasiado pronto. Y es que el idiota de James apareció frente a nuestras narices con los idiotas de sus amigos. De repente un escalofrío sustituyó la calidez que me había recorrido todo el cuerpo. Me tensé al ver cómo se le formaron unas arrugas en el ceño al ver a Logan junto a mí, riéndonos como los amigos que éramos, como si estuviera mal.
Pinche pendejo. Mamonazo.
—¿Se puede saber qué hace este tío aquí? Por mucho que se haga el guay no va a dejar de ser el mismo chico solitario que es.
El moreno apretó la mandíbula, pero no se quedó callado.
—¿Se puede saber que hace un gilipollas como tú suelto por la facultad? Por personas de tu especie el champú lleva instrucciones.
Se me escapó una risita. Logan podía defenderse solo, ya me lo había demostrado en la fiesta, cuando encaró a James. Recordé entonces sus brazos musculosos y se me formó una sonrisita. Si lo quisiera, podría dejarlo inconsciente ahí mismo. No era tan alto, pero tenía las armas necesarias para tumbarlo.
James dio un paso al frente, el puño en alto. La sangre me abandonó el rostro y se me revolvió el estómago solo de pensar en lo que estaba a punto de pasar. Unos segundos antes de que pudiera dar su golpe maestro, lo retuvo una mano. Y es que, como si se hubiese materializado, Adam apareció a su lado con una expresión de mala hostia tatuada.
—Ni lo pienses, primito. —Muy pocas veces había visto a mi mejor amigo tan enfadado. Lo agarró del cuello de la camisa, sus ojos marrones clavados en los del rubiales—. Aléjate de mis amigos. Como me entere de que los molestas de nuevo...
James sonrió con malicia.
—¿Qué harás? —lo encaró, cruzándose de brazos y sacando pecho—. ¿Se lo dirás a mi madre? ¿Que estamos, en preescolar?
Tensé la mandíbula. Ese tío cada día me caía peor. No entendía cómo había llegado a liarme con alguien tan rastrero.
¡Porque estabas desesperada por sentir!, me gritó mi fuero interno.
Adam lo encaró.
—Pienso cortarte las pelotas. Sé dónde vives y por dónde sales. Más te vale alejarte a ellos.
Sky dio un paso al frente. Arrugó los labios, asqueada. Ese tipo no le caía bien, me lo había dicho el primer día de clases. Debí haberme fiado de su instinto. Era la persona más intuitiva que había conocido. Aaron tampoco le caía bien y yo no quise hacerle caso en su día porque pensaba que solo quería lastimarme.
Incluso cuando no podíamos ni vernos había intentado defenderme.
—No te atrevas a tocar a mi hermana, capullo. No querrás conocer mi demonio interior.
La señalé.
—Te lo aseguro, James, no quieres.
El chico alzó el mentón.
—No te tengo miedo —la encaró, chulo como él solo.
La sonrisa de mi hermana era muy similar a aquella que nos dedicaba antaño. Cruel. Despiadada.
—Deberías.
—Las niñitas de papá no me asustan —se jactó.
Con unos aires de grandeza, se alejó de nosotros sin antes soltar un «Esto no se va a quedar así».
Respiré con alivio. Desde nuestro último encuentro en la fiesta, me ponía muy nerviosa cada vez que lo veía. Agradecía que no estuviera en mi carrera y que ya apenas lo viera. Aquel acontecimiento me había revuelto el estómago.
Mis amigos empezaron a dispersarse, cada uno yendo a su facultad correspondiente. Sentí un leve tirón. Logan aún seguía ahí, la preocupación bañaba sus facciones marcadas.
—Eh, ¿estás bien?
Suspiré y con ello me desinflé como un globo.
—Sí, solo me ha puesto algo nerviosa —mentí. No estaba bien y no solo estaba algo nerviosa. Pero no quería preocuparle.
Se me quedó mirando. Las pupilas verdes de él consiguieron calmar el ritmo acelerado del pulso. Me tragué el nudo de lágrimas que luchaban por salir. Él no era como los demás.
Adam y él eran excepcionales.
—James no merece ni una sola de tus emociones. Eres fuerte, Lizzie, mucho más de lo que piensas.
Pero ojalá fuera cierto. Era la mujer menos valiente de la historia, y me odiaba por ello. Si tan solo todo fuera diferente.
❀ ❀ ❀
El sabor amargo no me abandonó en todo el día. No fui la Felicity que era; me comporté como un robot autómata: ir a clase, tomar apuntes, descanso para el café, otra vez vuelta a las aulas, más apuntes. Era como si me hubieran arrancado toda la energía de un tirón.
Estaba cansada de ponerme a llorar como un bebé cada vez que veía cualquier signo de violencia a mi alrededor. ¿Por qué no podía reaccionar de otra forma? Era frustrante sentir las piernas rígidas, quedarme inmóvil como una estatua.
—No te fustigues —me pidió Adam cuando nos reunimos esa misma tarde en la cafetería de Zoe, la mejor de todo Wilmington—. No ha sido culpa tuya. James es un infantil de mierda.
Rodeé la taza de café con las manos, el calor calentándome los dedos helados.
—Odio que vaya de guay por la vida. No es el culo del mundo, güey.
—Cuanto menos pienses en él mejor.
Me mordisqueé el labio, cabizbaja.
—¿Por qué siempre que hay una pelea me quedo en blanco? —pregunté y fue tanta la liberación que sentí que mis hombros se destensaron por primera vez en horas.
Mi amigo me dio un apretón cariñoso. Observé su sonrisa cálida, la mirada dulce como la miel. Incluso cuanto peor me encontraba mi mejor era capaz de transmitirme la calma que necesitaba.
—Odias la violencia, Lizzie, y eso está perfecto.
—¡Pero no puede actuar contra ella! —chillé. El grupo de chicas más cercano a nosotros nos observó durante unos segundos. Me dio absolutamente igual. Estaba tan enfada conmigo misma, tan cansada de ser la niñita asustada.
—Eh, mírame, hermosa —susurró con la voz calmada. Me movió el mentón hacia arriba para que lo mirara y me borró con las yemas de los dedos las lágrimas que se deslizaban con delicadeza por mis pómulos—. Eres la chica más valiente que conozco. Viviste una mala experiencia de pequeña y eso es lo que te ancla. No hay nada de malo en ti; eres la mejor amiga que me podría haber tocado. Te quiero tanto.
—Yo también te quiero, Adam. Eres mi aliado, mi compinche de aventuras.
Se puso de pie y rodeó la mesa con los brazos extendidos.
—Ven aquí.
Me refugié en él y dejé que su perfume masculino tan familiar me embriagara. Desde fuera podíamos parecer una pareja muy unida, pero yo jamás lo había visto como algo más.
El amor es mucho más que estar enamorada. Puedes amar a una persona y solo quererla como amiga. Eso me pasaba con él. Nos habíamos criado juntos y yo no veía un mundo donde él no estuviera ahí para sostenerme en cada caída.
Cuando me separé, la tormenta que se había desatado en mi interior durante todo el día habían dado paso a un sol radiante.
Volvía a ver con claridad.
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