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20


El camino de vuelta a casa en el auto transcurrió en completo silencio, Catra no tenía muchos ánimos de hablar. Adora se sentía un tanto frustrada, pero conocía a la morena y supuso que lo mejor sería esperar a que después le contara lo que pasaba. Temía que lo que le había dicho Entrapta la separara de nuevo de Catra, no quería pasar por todo eso de nuevo.

Una vez que llegaron al apartamento, como Catra seguía en silencio, Adora la atrapó en un abrazo por detrás, acariciando suavemente su vientre. Aspiró el aroma del cabello de la morena, le encantaba su olor. No, no estaba respuesta a renunciar a ella, no iba a ceder a lo que fuera que estuviera planeando Entrapta.

Catra cerró sus ojos, los abrazos de Adora le hacían sentir seguridad y calma. Acarició las manos de la rubia sobre su vientre, no podía creer que nada de eso fuera real. Todos esos recuerdos felices juntas, los no tan felices, hasta le entraron ganas de llorar, pero se contuvo, debía ser fuerte, incluso si lo que sentía por Adora no era real, si el amor que se tenían no lo era también, ella merecía saber la verdad.

Se giró para enfrentarla, para decirle que por absurdo que sonara, estaban atrapadas en una realidad a la que no pertenecían. Pero al mirarla, notó en aquellos ojos, una mirada desbordante de amor, una mirada que sólo ella podía ver. Adora le sonreía, le acariciaba sus mejillas, juntaba su frente con la suya.

—No importa lo que haya dicho Entrapta, Catra, no me voy a separar de ti. Somos una familia, y no dejaré que te envuelva en sus mentiras otra vez.

—Adora... yo...

Pero la rubia no la dejó continuar, simplemente la abrazó por la cintura para apegarla más hacia sí misma, y la besó con cierta intensidad, como si con ese beso quisiera demostrar el miedo que tenía de perderla. Catra no pudo resistirse, tampoco quería perderla, temía tanto que lo que ellas tenían no fuera así en la realidad a la que debían regresar, que decidió ser egoísta por una vez.

Tomó de la nuca a Adora, mordió sus labios en un gesto sensual, luego recorrió con sus manos por debajo de la camiseta de la rubia, su abdomen trabajado le encantaba, le hacía querer besarla con más pasión, si aquella sería la última vez, lo disfrutaría como nunca.

Le arrancó la camiseta con una sonrisa traviesa, Adora la miraba, su rostro reflejaba el deseo que había despertado con un par de besos. Siempre había sido así, o eso era lo que creía Catra, sólo con un beso la temperatura entre las dos se elevaba muchísimo.

Sonrió con satisfacción, mientras con una mano desabrochaba el pantalón de Adora, haciéndolo intencionalmente lento, sólo para impacientar a la rubia. Cómo le gustaba el cuerpo de Adora, ella se sacó lentamente el pantalón, sólo que a Catra aquel gesto no la impacientaba, lo disfrutaba.

—Espera aquí —le dijo Catra. Adora asintió, excitada por lo que sea que estuviera pasando por la mente de la morena. Esos juegos íntimos siempre le gustaban, sólo con ella había logrado tener la confianza suficiente para poder jugar o intentar cualquier cosa en la cama.

Catra volvió, siempre con su sonrisa pícara, venía con unas esposas en la mano.

—Manos atrás —le dijo.

—¡Pero si soy inocente! —le contestó con fingida angustia Adora.

—No, no lo eres —dijo en tono serio Catra, mirándola fijamente a los ojos, excitando a Adora.

A continuación, la morena trajo una silla, donde le ordenó que se sentara. Adora obedeció en completo silencio, expectante por lo que pasaría después.

—No te puedes mover de esta silla, ni intentar tocarme, esa es la regla —le dijo otra vez en tono serio Catra. Adora sólo asintió, a la morena le encantaba tener toda su atención puesta en ella.

Entonces, Catra tomó su teléfono, y sin dejar de mirar a la rubia, puso una canción sensual en el altavoz. Algo que Adora no tenía idea, era que en el pasado, en una misión encubierta, tuvo que hacerse pasar por striper. Y había llegado el momento de utilizar esos conocimientos para su propio beneficio.

A pesar de estar con ropa deportiva, los movimientos de Catra eran casi felinos, y muy sensuales a los ojos de Adora, que tenía unas ganas enormes de tirarse encima de morena, y arrancarle ella misma la ropa. Catra, en tanto, se tomaba su tiempo, para ir quitándose prenda por prenda, rodeando a Adora, rozando la piel de sus brazos, apoyándose en sus muslos, alejándose de nuevo.

Sabía que Adora se volvería loca sentada en esa silla con las manos atadas. En determinado momento, antes de quitarse la camiseta, apoyó un pie en medio de las piernas abiertas de Adora, le sonrió lo más seductoramente que pudo, provocándola, y la rubia tuvo que contenerse mucho para atenerse a la regla impuesta.

Su mirada se volvía cada vez más y más suplicante, pero Catra simulaba no darse cuenta. Su baile finalizó con ella sentada encima de Adora, a quien tomó suavemente de la mejilla para luego devorarla en un beso. Luego se sentó nuevamente encima de la rubia, pero esta vez de frente. Con una mano agarró el pelo de Adora, sujetándola con firmeza, mientras que la otra bajaba hacia el húmedo sexo de la rubia.

Con un dedo rozó levemente su clítoris, haciendo que Adora gimiera más alto de lo usual, debido a que estaba muy excitada. Continuó haciendo movimientos suaves y circulares, Adora ya no podía contener sus gemidos, completamente sometida a Catra, no era capaz de pensar en nada más que en el placer que la morena le brindaba.

El sentirse observada de esa manera tan atenta por Catra la excitaba más, tanto que incluso comenzó a gemir su nombre en medio de sus constantes jadeos. De pronto la morena se detuvo, su cara mostraba cierta maldad, pero Adora amaba esa sonrisa traviesa, y haría lo que fuera por ella.

Catra se levantó, y le hizo un gesto para que se levantara. Adora le obedeció, y la morena la llevó hacia la sala de estar, donde la empujó al sofá y le quitó lo que le quedaba de ropa interior.

—Abre las piernas —le ordenó con seriedad. La rubia hizo como le indicaba.

Entonces Catra, sin dejar de mirarla a los ojos, hundió su cara en su sexo, y comenzó a lamer lentamente, disfrutando su sabor primero, acariciando sus muslos con sus manos, haciéndola gemir nuevamente. Luego comenzó a subir el ritmo, concentrándose nuevamente en aquel nodo de placer, e introduciendo un par de dedos en su interior.

Adora simplemente gemía de placer, y a veces también decía su nombre, algo que estimulaba más a Catra, quien mantuvo el ritmo hasta que la rubia alcanzó el clímax. La morena sonreía con satisfacción, mientras se regodeaba en la vista del perfecto cuerpo de Adora, porque para ella era simplemente perfecto.

Adora, una vez que recuperó el aliento, miró a Catra, pero esta vez ya no tenía una mirada suplicante.

—Quítame las esposas —le exigió.

Catra sonrió con maldad. En vez de quitárselas, se levantó y se fue caminando a la habitación. Adora la siguió indignada, no le gustaba seguir con las manos atadas, no era justo. Pero sabía que eso le divertía a Catra, aunque tal vez sólo tenía que seguirle el juego hasta poder sorprenderla.

Cuando la alcanzó en la habitación, la morena la observaba desde la cama, sus ojos brillaban por el deseo. Adora tragó saliva, su corazón nuevamente latía acelerado.

—No te quitaré las esposas, pero te daré un premio, ven —le dijo en tono seductor.

Adora se acercó, entonces vio como Catra se giraba en la cama, se colocaba en cuatro patas y levantaba el trasero, dándole una vista perfecta de su humedad. La rubia sonrió con satisfacción, casi se le caía la baba, y corrió para poder lamerla con voracidad. No le importaba estar esposada el resto del día o de su vida, mientras Catra le diera su premio.

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