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17


Ya era de noche, todo estaba listo según los planes de Catra, pero seguía sintiéndose nerviosa, haber visto a Adora le había afectado más de lo que pensaba. Ella parecía tan convencida en la cascada, antes, que la estaba haciendo dudar. Estaba algo alejada de los demás, absorta en sus pensamientos, cuando escuchó que alguien se acercaba, por su olor, supo que era Entrapta.

—Catra, acabo de recordar algo... Tenemos que reunirnos con Adora.

—¿Qué? ¿Qué estás diciendo, Entrapta? ¿Te golpeaste la cabeza o algo así?

—No... es sólo que, esta no puede ser nuestra realidad, no pertenecemos aquí, tenemos que regresar.

—¿Regresar con Adora? ¿Qué diablos te pasa?

—Sólo sé que... debes hablar con Adora, no importa lo que creas que haya hecho, no es real, no pertenecemos aquí, tenemos... algo que hacer.

Entrapta se llevó una mano a la cabeza, intentando recordar en vano. Catra comprendió que probablemente se sentía igual que Adora.

—¿También tuviste ese sueño, Entrapta?

—No fue un sueño Catra... estoy segura que no lo fue. Hay algo extraño con todo esto.

Sin decir más, dejó sola a Catra nuevamente, quien si antes tenía dudas, ahora definitivamente estaba segura de cancelarlo todo. Buscó a Scorpia, ya que no podía tenderle una trampa a Adora en la noche de caza, debía aprovechar la oportunidad para hablar con ella, porque algo no encajaba del todo, y las palabras de Entrapta resonaban en su mente y la llenaban de preocupación.

Scorpia pareció de acuerdo con la idea, incluso suspiró aliviada. Catra sentía una extraña molestia en su pecho, y la tenía algo ansiosa la idea de encontrarse con Adora, pero tenía que resolver aquellas dudas primero. No era normal que tantas personas hayan soñado lo mismo, no podía ser mera casualidad.

Contempló una última vez a su manada, para luego transformarse en loba e ir a buscar a Adora. La principal ventaja de la noche de caza, es que todas las manadas debían convivir en paz aquella noche, lo cual era, además, una tradición. Catra no sólo iba a ignorar esa vieja tradición, sino que también corría el riesgo de ser ejecutada por los alfas de las otras manadas por su prepotencia.

Así que, la trampa para Adora podía esperar, primero necesitaba respuestas. Era extraño que Entrapta de la nada dijera que había que reunirse con la rubia, porque tenían "algo" que hacer. No podía negar que se sentía algo rara desde que despertó aquella mañana, como si hubiese olvidado algo sumamente importante. Necesitaba encontrar a Adora, su instinto se lo dictaba, al igual que su corazón.

Corrió casi el mismo tramo que había hecho Adora durante el día, buscando su aroma en el bosque, hasta que dio con su rastro. Percibía a varios lobos cerca, pero era normal que aquella noche todos se mezclaran en el Valle, sin importar a qué manada pertenecieran. Se concentró en la esencia de la rubia, siguiéndola con su olfato, hasta que llegó al otro extremo del valle, a la entrada de una gruta o cueva, al pie del monte Thaymor, que estaba al norte del Valle de los Susurros.

La esencia de Adora se sentía cada vez más fuerte, emocionando a la loba, que parecía feliz de volver a olerla. El espíritu animal de Catra siempre se animaba cuando estaba cerca de Adora, ella desde que despertó a su loba, se dio cuenta que la rubia era su alma gemela. Se adentró en la gruta, que estaba iluminada por un camino de velas, por lo que volvió a su forma humana, al final de la cueva, había una fogata, con pieles en el suelo alrededor de ésta.

Adora estaba de espaldas a Catra, agachada arreglando algo, pero se giró con una sonrisa apenas le llegó su aroma. Pensaba ir a buscar a Catra en cuanto terminara de arreglar el lugar, nunca imaginó que ella misma vendría. Sin pensarlo demasiado, corrió a abrazarla, la morena no opuso resistencia, e incluso hundió su cara en su cuello, aspirando el aroma de su cabello. Una corriente eléctrica recorrió el cuerpo de ambas allí donde se tocara la piel de la otra.

La desnudez era común entre los licántropos, no solían usar ropa como los humanos, tampoco necesitaban taparse demasiado en invierno, ya que tenían una temperatura naturalmente más elevada. A pesar de esto, Adora y Catra estaban algo sonrojadas estando desnudas. Se separaron lentamente, la rubia la tomó de la mano, para guiarla hacia la fogata, donde se sentaron.

—Estoy tan feliz de que hayas venido —soltó Adora, quien aún no creía que Catra estuviera ahí. Sonreía bobamente, y sus ojos brillaban de la alegría.

La morena suspiró, porque notó que Adora se había esforzado en hacer de aquella cueva un lugar íntimo, que tuviera el ambiente adecuado para una reconciliación, pero eso era lo último que venía a hacer Catra a ese lugar.

—Adora, vine porque están sucediendo cosas muy extrañas. ¿No sientes... como si hubieras olvidado algo importante?

El rostro de Adora se volvió súbitamente serio, e incluso sombrío. Ella era consciente de que algo no encajaba del todo, pero no había sido capaz de recordarlo todo.

—Sí, lo siento. Y no soy sólo yo... Eso es lo extraño, es como si nos hubieran empujado aquí, como si...

—Como si no perteneciéramos a este lugar —completó Catra.

—Exacto. Pero aun así, yo, no puedo dejar de pensar en ti, como si en esos recuerdos que perdí, ya te necesitara a mi lado. Es de lo único que estoy segura, Catra, que tengo que estar contigo.

La morena se perdió un momento en aquella mirada azul, una imagen vino a su cabeza, de esos mismos ojos en la oscuridad, siendo besada por ella. Y guiada por ese recuerdo, se inclinó hacia Adora, y la besó. Un beso dulce y suave, un reencuentro secreto.

Adora abrazó el cuello de la morena, quería tocarla más, sentir esa calidez recorrer su cuerpo, imágenes venían a su mente, ya había recorrido el cuerpo de Catra antes, en rincones oscuros y no tanto. Recordaba sus gemidos, el sonido de de su respiración agitada, sus garras clavándose en su espalda, sus colmillos enterrándose en su cuello, incluso recordaba cuando gritaba su nombre.

La Catra que tenía delante de ella era ligeramente diferente, más humana, pero su corazón seguía latiendo acelerado por la rubia. Se separaron un momento, dedicándose una mirada cargada de deseo.

—Tal vez, esto nos ayude a recordar —sugirió Adora.

—Es posible —dijo Catra, sin dejar de mirar la boca de Adora.

Se abalanzó sobre ella, sentándose entre sus piernas. Volvieron a besarse, con mayor intensidad esta vez, sus sentimientos habían sido liberados. Adora acariciaba con sus manos la espalda, el vientre, los pechos y los muslos de Catra. La morena tomó la mano de Adora, llevándola a su sexo, donde la rubia pudo palpar lo húmeda que estaba. Sosteniéndole la mirada, introdujo un par de dedos, haciendo que la morena gimiera, y arqueara su espalda levemente hacia atrás.

Adora comenzó a lamer los pechos de Catra, sin dejar de mover sus dedos en el interior de la morena. Catra cada vez gemía más, y era incapaz de contener el movimiento de sus caderas. La rubia la recostó completamente, y bajó lentamente, para usar sus dedos y lengua en Catra, quien sujetaba la cabeza de Adora con sus manos. Varios recuerdos pasaron por su mente, donde sentía las mismas sensaciones gracias a Adora.

La rubia también recordó más escenas así, pero una le llamó especialmente la atención, ella parecía brillar de alguna manera, mientras complacía a Catra, de la misma forma que lo hacía en aquel momento. Pero aun así, no dejó que esto la desconcentrara, continuó su tarea hasta que vio a la morena alcanzar el clímax, lo que la hizo sonreír satisfecha.

Adora observaba a Catra con cierta devoción, mientras la morena se recuperaba poco a poco. Ahora que la había recuperado, no la dejaría ir, aunque aún tenía sus dudas gracias a aquel sueño compartido. Se recostó al lado de Catra, y otras imágenes vinieron a su cabeza, en ellas, Catra tenía orejas felinas.

—¿Qué tanto miras? —le preguntó sonriendo la morena.

—De hecho, estaba recordando algo de ti, que tenías orejas de gato —terminó soltando una risita burlona.

—Y garras —continuó Catra, largándose a reír y contagiando a Adora.

Luego se produjo un silencio, en el que ambas se sumergieron en sus pensamientos, mientras se miraban la una a la otra. La morena acarició la mejilla de Adora casi inconscientemente, y de alguna manera terminó fijando su vista en su boca, sus labios se veían tan apetecibles. Los mordió suavemente, para luego besarla. Quería más de Adora, aunque aquello incluyera recuerdos confusos.

Porque sabía que aunque no pertenecieran a esa realidad, sí se pertenecían la una a la otra, ya que incluso su espíritu animal le indicaba que ella era su alma gemela.


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Nota: Este capítulo va dedicado a mi waifu linda hermosa preciosa que hoy está de cumpleaños, ya van 4 años pasando este día que te vuelves más vieja contigo, te amo :3 Gracias por apoyarme en todas, ser mi fan nro 1 en todo lo que escribo, y por aguantarme cuando me pongo idiota. Te mereces todo miamorcito, no sólo regalos materiales, literal te mereces todo mi amorcito. Feliz cumpleaños :3

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