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MARATON 5/5 Capítulo 10: Sacrificium

-Harry, mira lo que he encontrado –dijo Hashton sosteniendo un pedazo de papel amarillento y aparentemente viejo entre sus manos y alzándolo por encima de su cabeza para observarlo a la luz de luna. Los cinco, Harry, Hashton, Nicholas, el padre Robert y yo caminábamos por los callejones más oscuros para evitar ser vistos por las personas ya que pensarían cosas extrañas al vernos llenos de sangre fresca en nuestra ropa.

–¿Qué es eso? –preguntó Harry desinteresado.

–Es… ya sabes, páginas de la profecía –le contestó Hashton–. Estaba en ese lugar, con las hojas amontadas.

–¿Qué es lo que dice? –Harry fingía no estar interesado en absoluto pero supe que si lo estaba al ver aquel brillo celestial en su mirada.

–No lo sé –musitó su hermano Hashton–. Está escrito en latín.

El padre Robert le arrebató a Hashton el papel avejentado y comenzó a leerlo en latín en voz alta. Entre frases extrañas logré distinguir palabras parecidas a “Sacrificium,” “dîus,” “odium,” “malus,” y algunas más que ahora ni siquiera recuerdo. Nos detuvimos a mirar al padre Robert que leía bastante intrigado.

–Dice: “Su sacrificio será la salvación de ella” –espetó el padre Robert sin demasiada emoción–. Lo que significa, Harry, que… la única manera de salvarla será sacrificándote, deberás morir si quieres que ella viva.

Cuando él decía “ella” yo sabía que se refería a mí.

La mirada de Harry se perdió en algún punto del horizonte, miraba ausente a la nada, quise observar su rostro para saber que pensaba o encontrar en él alguna expresión pero él no me miraba mientras caminábamos por más que yo intentara que lo hiciera. Tampoco dijo siquiera la más mínima palabra el resto del camino.

–Iremos a casa de Hashton y por la mañana te llevaremos de vuelta al internado, dirás que te fuiste de vacaciones por el fin de semana –dijo Nicholas cuando yo pregunté que a dónde iríamos.

La casa de Hashton era como él, en ella se respiraba cierto aire celestial lleno de pureza, tomé un baño largo y relajante con agua tibia y espumosa y terminé vestida con una camisa de Hashton que me quedaba bastante holgada y mis shorts que llevaba puestos debajo del vestido. Me atraganté de comida hasta que no pude más, los chicos hicieron bromas acerca de lo hambrienta que he de haber estado echándose a reír, todos los chicos excepto pues Harry, que desde que entró al cuarto de baño de una de las enormes habitaciones no lo vi salir. 

A la luz de las eficientes lámparas vi que Hashton tenía aún el labio roto, una pequeña magulladura se le notaba en la boca, era el único golpe que vi que recibió mientras peleaba y aún seguía allí tan reciente como era. Hashton se había duchado y tenía atuendo limpio y fresco, su cabello largo y negro destilaba un ligero olor a shampoo y sonreía ampliamente cuando estábamos solos y sentados en uno de los sillones de la gran sala de su hogar, él no dejaba de mirarme y yo sencillamente tampoco podía evitar mantener mi vista puesta en él. 

–Hahston, ¿por qué tú no… –puse una de mis manos en sus labios delicadamente, justo allí donde estaba su herida para preguntarle por qué no había sanado su herida, pero antes de que pudiera terminar su armoniosa voz interrumpió mi habla.

–No puedo curarme a mí mismo –me respondió como si hubiese leído mi mente.

Hashton tomó mi mano cuando yo la tenía puesta sobre su rostro y de una forma muy coqueta comenzó a besarla, tomó mis dedos uno a uno y los besó por separado. Continuaba sonriendo como si realmente estuviera feliz y mi corazón empezó golpear contra mis costillas, rápido y fuerte, la sangre me subió al rostro de forma extremadamente notable.

–Adoro cuando te sonrojas –era Hashton que ahora más bien estaba acariciando mis enrojecidas mejillas con una de sus manos y con la otra acomodaba mi cabello detrás de mi oreja. Él era tan similar a mi Harry… digo, Harry, que cuando se insinuaba de esa forma no podía resistirme, tampoco a él podía negarle nada, pero yo sabía que Harry volvería a molestase si volvía a suceder algo con Hashton. Me levanté inquieta del sillón esperando poder oponer resistencia y controlar a Hashton que parecía dispuesto a seguir jugando su juego.

–Te llevaré a tu cama –se ofreció el único ángel en la casa. Me llevó a una habitación oscura y luego de abrir la puerta encendió las luces y me percaté de que era aquella misma habitación de aquel día de la primera vez que había visitado esa casa. Hashton se despidió de mí con un sincero “Dulces sueños, princesa” y me besó en la frente. La cama estaba igual de cómoda que la primera vez, el aire fresco y húmedo y yo cerraba los ojos intentando dormir pero como era costumbre no podía hacerlo. Mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta abrirse. No tuve tiempo ni siquiera para abrir los ojos cuando sentí que cayó el cuerpo de Harry sobre el mío, sí, sabía que era Harry por la forma de moverse, ya casi estaba aprendiendo a diferenciarlos, a Harry y Hashton.

La respiración de Harry chocaba contra mi cuello, su aliento era entrecortado y frío. Cuando abrí los ojos, atónita y sorprendida, lo primero que vi fueron aquellos ojos brillantes centellear en plena oscuridad. Él llevaba su pecho desnudo, unos gruesos jeans que rosaban mis piernas y estaba descalzo, me estaba aplastando con todo su peso y su pecho sobre el mío me dificultaba respirar. Aún tenía las secuelas de aquellas heridas ya que no había querido que Hashton lo sanara pero igual se veía demasiado hermoso y perfecto, dotado de hermosura, agraciado, encantador, deleitable, suculento, maravilloso, inigualable magistral, impecable, magnífico, exquisito, espléndido, fantástico, formidable. No existen palabras para describir tal absoluta

perfección. Su pecho estaba tenuemente cubierto de sudor frio, ese solo detalle paralizó mis sentidos. Por alguna razón yo deseaba saborear cada gota de sudor proveniente de su cuerpo, sé que suena cínico pero sinceramente había algo en mí que estaba cambiando, era cada vez peor, era esa necesidad incontrolable por Harry, era mucho más que eso, ya no era un simple y común enamoramiento, era mucho más que

atracción y amor, había algo sobrenatural, algo maligno en esto que sentía. ¿Cuándo se había convertido Harry en una obsesión? Eso ni yo misma lo sabía pero en definitiva él era mi única y más dañina obsesión, era algo insano la forma en que lo necesitaba como si sin él pudiera morirme y teniéndolo tan cerca me daba cuenta de lo lejos que podía llegar mi demencia, deseaba morder sus labios y cada parte de su despiadado cuerpo. Él me provocaba una sensación de placer de la cabeza a los pies, me hacia sudar, me volvía loca y me quitaba la razón, perturbaba mis pensamientos y me desequilibraba por completo. Harry me apretó contra él, me abrazó fuerte, demasiado fuerte, a tal punto que me lastimaba, me dejó casi sin aire, pero yo estaba tan cegada que me sumergí en un masoquismo sádico, anhelaba que me abrazara

todavía más fuerte, casi quería convertirme en papel estando como el queso en un emparedado entre Harry, sus brazos, y las sabanas de la cama. Casi podía sentir que mis costillas se quebraban por la impresionante fuerza que él estaba utilizando para mantenerme cerca de él, aunque empezaba a ser doloroso eso era lo menos que me importaba, estábamos tan cerca y yo estaba conmocionada de forma tan descabellada que quería mas, había una especie de sed dentro de mí que necesitaba ser saciada, una sed de Harry, una sed insólita, ansiaba sentir sus

brazos gruesos y formados apretándome con todavía más fuerza, era todo tan nuevo, como si quisiera estar dentro de él, como si quisiera hacer de Harry y de mí un solo cuerpo, esperaba que fuéramos uno solo. Todo para mí tenía un tono blanco y negro, mi vista se había vuelto borrosa y nublada para cualquier cosa que no fuera él, a penas lograba respirar, pero no me importaba en absoluto. Que importaban unos segundos de aire cuando tenía al hermoso Harry en mis brazos. Así pasamos minutos fugaces y veloces, minutos devoradores, Harry tampoco se veía demasiado consiente, él estaba tan frenético como yo, su mirada parecía perdida y tampoco parecía pensar, ambos estábamos a punto de la perdición, no nos estábamos besando ni en una situación tan sensual pero ahora yo enloquecía con el solo contacto con su piel, cada vez era peor mi condición, y creí notar que Harry estaba en el mismo estado que yo. Perdido, abrazándome como si realmente quisiera matarme o partirme en dos, como si tuviera mucho miedo, como si me necesitara, y eso me daba ilusiones y tontas esperanzas. Nunca había tomado en cuenta la inverosímil fuerza que Harry poseía, nunca pensé tampoco que me haría daño pero ahí estaba yo sumida en un placentero dolor. No quería quejarme, por supuesto que no, lo único quería era seguir de ese modo para siempre, pero Harry cada vez parecía

ejercer más fuerza y fue tanto el dolor que mi inconsciente hizo que soltara un gemido tormentado de dolor. Él se sobresaltó de inmediato, parecía haber despertado de una pesadilla, se echó a mi lado en la cama y respiraba agitado. 

–¿Estás bien? –me dijo volviéndose hacia mí y acariciando mi cabello con sus dedos–. No te hice daño, ¿verdad?

Tomé aire desesperada por respirar y lancé una mentira.

–Estoy absolutamente bien. No me has hecho daño.

–Mientes –aseguró Harry con una tonalidad macabra. Volví mi mirada hacia él–.

-¿Por qué no puedes aceptar que te lastimé?_______(tn), deja de hacerte la fuerte por una vez y admite que soy despiadado y peligroso.

Se levantó de la cama y se dirigió hasta la puerta para salir, yo lo seguí, tomé unos desnudos y marcados brazos y lo jalé para evitar que se marche. 

–¿Harry? –lo detuve–. ¿Por qué siempre actúas tan extraño? Es decir, yo no te entiendo.

Harry me poso su mirada nuevamente directo a mis ojos, era difícil leer sus pensamientos a través de la intensidad de esos hermosísimos ojos, era muy complicado adivinar qué había detrás de ellos. 

–¿Quieres que me quede contigo? –me preguntó Harry con una expresión que sinceramente me atemorizaba, en ese momento podía temblar de miedo pero sabía que no debía demostrárselo a Harry, yo debía demostrarle a él que yo no tenía por qué temerle y que él no era tan "despiadado y peligroso” como pensaba–. ¿Quieres entonces que te haga daño? ¿Que te lastime? ¿Que te haga sufrir? Eso es lo que te gusta, ¿no?

Él me agarró del brazo apretándolo hasta hacerme daño y dejarme todos sus dedos marcados en la piel. Mis pensamientos respondieron desde mi inconsciente “si es necesario sufrir para estar a tu lado, lo haré” en ese momento supe que yo estaba dispuesta a todo, daría cualquier cosa por ese chico y moriría si era necesario solo para tenerlo conmigo por el resto de mis vidas y para el resto de la eternidad. 

–¡CONTESTAME! –me gritó y yo entrecerré mis ojos aterrada–. Eso es lo que quieres, ¿no? Quieres que te trate muy mal, eso quieres, ______(tn), porque tú sigues aquí

fingiendo que no tienes miedo, fingiendo que yo no soy un peligro mortal, fingiendo que soy tu noviecito bueno y valiente, ¿no es cierto? ¡ERES UNA TONTA!

De un empujón me arrojó hasta el otro extremo de la habitación y golpeé contra una pared en la que había un estante lleno de libros que con el impacto cayeron todos sobre mí y yo caí al suelo golpeándome la cabeza y los codos. Harry atravesó la estancia casi corriendo a toda velocidad y dando saltos como un gato para llegar hasta mí. 

Yo estaba debajo de esa gran masa de libros amontonados y Harry llegó hacia mí con una increíble velocidad, en pocos segundos lo tuve peligrosamente cerca, él me sacó con delicadeza del fondo del montón de textos y me examinó por todas partes para saber si estaba bien.

–Perdóname –me dijo con voz quebrada que destilaba dolor–. Perdí el control. Perdón, yo no

quise… Lo siento. 

Él pasó su mano por su rostro y cabello con un gesto que me decía que estaba intentado recuperar la compostura y la paciencia y dos segundos más tarde la compañía se incrementó, ya que vi entrar a Hashton y a Nicholas abriendo la puerta de un golpe. 

–¿Qué sucedió? –dijo Hashton al entrar a la habitación oscura–. Escuché un ruido y…

Su voz se apagó cuando se dio cuenta de lo que había producido aquel ruido que acababa de

escuchar, era obvio que había sido la ruma de libros al caer y el golpe que dio mi cabeza

contra la estantería. 

–¿La golpeaste? –preguntó Nicholas haciendo una mueca de disgusto como si estuviera muy

enojado. Harry con toda sinceridad asintió con la cabeza.

–Sí, lo hice –contestó–. ¿Por qué no acabamos con esto? Hashton… Mátame.

En la pared estaba colgada una gran y brillante espada, enorme y resplandeciente adornando el lugar, Harry no dudó y la tomó para luego ofrecérsela a su hermano gemelo.

–Ten –dijo Harry pero Hashton no tocó siquiera la espada, simplemente se quedó plantado en el suelo firme como una estatua, tal como si sus pies estuvieran clavados al pavimento–. Anda. Acaba con la maldición, atraviesa la maldita espada a través de mi corazón y quédate con ella, quédate con _______(tn). Quítame la vida.

Su tono de voz era frio y escalofriante como si lo que más deseara fuera que lo asesinaran. Mi corazón dio un vuelco y sentí un feo hormigueo en todo el cuerpo, era miedo. Harry puso el arma en las manos de Hashton, que estaba pálido como un fantasma. Al ver que su hermano no se movía ni hablaba Harry se alteró.

–¿QUÉ ESPERAS? ¡HAZLO! –le ordenó a gritos. 

Palidecí al ver que Hashton alzó aquella espada que expulsó destellos de esplendor por toda la

habitación. Vi la expresión en el rostro de Hashton que casi estaba por echar una carcajada y las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa cómplice.

–Harry, no voy a hacerlo –dijo Hashton echándole una mirada a la espada–. Jamás podría

asesinar a mi propio hermano.

–Hashton Styles… si tú no piensas matarme lo haré yo mismo –cuando escuché decir

esto a Harry sentí como el corazón se me paralizaba y se caía todo el color de mi piel. 

–Y si ninguno de los dos lo hace, lo haré yo –dijo Nicholas y de inmediato escuché la fría

carcajada de Hashton.

–Yo no te he invitado, pequeño –dijo arrogante Harry fingiendo una falsa carcajada.

Aquella incomoda discusión acabó cuando el padre Robert se acercó a la habitación y arrebató la espada de las manos de los tres ejerciendo gran autoridad para mandarlos a dormir a los tres tal como si fueran tres jovencitos o pequeños. Esa noche Harry durmió por primera vez conmigo, no dejó de abrazarme ni un solo segundo en toda la

noche y yo lo menos que deseaba era dormir, me aferraba a él con fuerza sin soltarlo y respiré su aroma hasta que se quedó dormido incluso antes que yo, dormido como un ángel o quizás como el más angelical demonio. Al poco tiempo yo también fui vencida por ese sueño espeso y soñé con Harry hasta que fui despertada por un ponzoñoso dolor en mi muñeca. 

Era Harry que estaba durmiendo y se aferraba con todas sus fuerzas a mí estrangulando mi muñeca tan fuerte que creí que me mis huesos quedarían hechos añicos. Él estaba teniendo un mal sueño a juzgar por la expresión adolorida y frustrada que mostraba en su rostro y es por eso que inconscientemente me estaba lastimando. Nuevamente sin querer dejé escapar un chillido de dolor. Harry nuevamente despertó alterado y se enfureció cuando notó

que una vez más me había lastimado, y a mí ni siquiera me importaba lo que Harrt me hubiera hecho, y ya me dolía que Harry se sintiera mal pensando que me hacía daño. Tuve que volver al asqueroso internado, todos me miraban con sorpresa cuando me vieron entrar a ese

lugar acompañada de “el jardinero”, ellas lo miraban a él como si quisieran comérselo, le

lanzaban sonrisas ridículas y lo saludaban insinuándosele, por poco no se desvestían en medio del vestíbulo para llamar la atención de “Mi Harry”. Claro, por supuesto que ahora aparecían mis celos posesivos y maniacos y ahí era cuando yo quería agarrarlas a todas de los pelos y sacarles los ojos si volvían a mirar a mi hombre, pero no era algo que yo haría.

Me quedé en el dormitorio y Harry me aseguró que estaría cerca por si yo lo necesitaba, era

bastante temprano así que lo primero que hice fue colocarme el uniforme y bajar a desayunar para luego empezar con las clases.

-Lo sabía –me dijo Rubie cuando de forma obligada tuve que sentarme junto a ella en la misma mesa durante el desayuno–. Tú te acuestas con el jardinero.

–¿Ahh? –pregunté yo sobresaltada por la inesperada acusación.

–Ay, querida, ya deja de fingir –siguió Rubie con aire desdeñoso–. Es obvio que te fuiste con ese tipo todo el fin de semana y es el mismo chico que estaba en tu cama la otra noche, yo no estaba muy segura de que fuera el mismo porque se cortó el cabello, pero hoy cuando los vi llegar juntos estuve segura. Eres la amante del jardinero.

Rubie estaba lo suficientemente cerca como para que yo la escuchara incluso si me hubiera estado susurrando pero ella hablaba en tono normal y todos alrededor se esforzaron para no hacer ruido y escuchar el rumor dicho por Rubie hara después poder comentarlo.

–Rubie, no voy a discutir contigo, así que mejor déjame seguir comiendo –la ignoré y le di un sorbo al café late caliente con leche.

Dos horas después fui citada en la dirección. Me senté frente al escritorio magistral de la odiosa directora de Kent College, ella entrelazó sus manos y las colocó sobre la mesa del escritorio, me miraba con cierta superioridad y disgusto.

–Siéntese, señorita Kardashian –se quitó los anteojos para asegurarse de que yo viera su mirada fulminante.

–¿Qué se le ofrece, señorita Simmons? 

–A mí nada. La cité para hablar de un asuntito.

–¿De qué se trata? –pregunté algo intrigada.

–¿Ha leído usted el reglamento, señorita? –me preguntó ella.

Asentí con la cabeza.

–¿Sabe usted que las relaciones con el personal empleado del College están prohibidas? –me dijo. Vacilé antes de dar otro asentimiento leve para afirmar.

–Bien... El asunto es que he escuchado rumores de que usted tiene algún tipo de relación amorosa con uno de nuestros jardineros –me acusó–. ¿Es eso cierto?

Sabía que todo esto tenía que estar relacionado con Harry y con Rubie, lo más seguro es que ella haya sido la que le dijo esa gran verdad a la directora. Reflexioné. Si yo estaba rompiendo las reglas lo más probable es que fuera expulsada del internado y eso era lo que yo quería, salir de allí.

–Sí, es cierto –le respondí con desvergüenza.

–¿Entonces no piensa negarlo? –preguntó atónita al notar mi desfachatez.

–Es cierto. No puedo negarlo.

"Merezco ser expulsada" pensé en decirle, pero se daría cuenta de mis intensiones.

–Parece entonces que quieres un castigo. El resto de los fines de semana tendrás que quedarte en el internado a limpiar las aulas, sin reproches.

Todo me salió al revés, quería salir del asqueroso internado y sólo conseguí quedarme sin fines de semana libres. Un desastre. Clase de pintura. Yo me encontraba en ese salón junto a un grupo de chicos, frente al caballete con un pincel en mi mano mojado en pintura negra, el lienzo en blanco me susurraba que dibujara algo pero yo tenía algo miedo, no había pintado desde que tenía diez años y una nostalgia terrible me invadía, era tan terrible que sentía ganas de llorar y la mano con el pincel alzado me temblaba. Pedí colocarme cerca de la ventana con la excusa de "Así podré inspirarme mejor". No era del todo un pretexto, yo podía inspirarme mucho con aquella bellísima vista, Harry estaba en el amplio jardín dando hachazos a los troncos caídos de un árbol como un leñador. Llevaba una camisa ajustada que se le pegaba al cuerpo por el sudor, su cabello brillaba ante los radiantes rayos de luz solar que hacían que sus mejillas y labios se sonrojaran, los músculos de sus brazos se tensaban cuando hacia fuerza para levantar el hacha y yo me deleitaba viendo cada músculo de su cuerpo, cada hebra de su cabello brillante, cada lunar en su piel blanca pero levemente tostada, y cada precioso detalle de su físico perfecto y angelical. Era difícil concentrase en la pintura cuando tenía a algo tan distractor frente a mis ojos, yo obviamente quería dibujarlo a él pero sentía miedo de no ser lo suficientemente buena para lograr hacer un dibujo que describiera la palabra perfección, sinónimo de Harry. Harry no sabía que yo lo miraba desde arriba, parecía concentrado en su

trabajo. Se detuvo por un momento para quitarse la camisa y la colocó en su hombro. Lo miré con deseo pero cerré los ojos para mantener el control. 

En cuanto vi el interior de mis párpados volví a escuchar las voces. Las voces de los espíritus. Esta vez me susurraron con tono siniestro y sombrío una sola palabra que repetían una y otra vez: "Sangre." Sólo era eso, Sangre, eran esas aterradoras voces que se dedicaban a atormentarme y producirme miedo. Sí, sentí mucho miedo pero debía ocultarlo, estaba en un lugar repleto de gente y no podía echarme a gritar o a correr. Mis manos temblaban todavía de forma cada vez más notable hasta que me di cuenta que no era solo un temblor, mis manos

comenzaron a moverse sin mi consentimiento y empecé a dar trazos en el lienzo con el pincel cerrado en mi puño, yo no pude controlar mis manos, una extraña fuerza me hacia moverme en contra de mi voluntad Todos en el salón de clases se dieron cuenta, todas las miradas se posaron en mí, yo casi convulsionaba por el esfuerzo que hacía en controlar mi cuerpo pero no lograba hacerlo, seguía dando temblorosos trazos con pintura negra sin siquiera

saber que era lo que estaba pintando, sentí como ese algo se apoderaba de mí por completo, mi nariz comenzó a sangrar por alguna razón y perdí por completo la visión, lo siguiente que vi fueron horribles imágenes de Harry cubierto de sangre y con esos endemoniados ojos de gato verdes amarillentos, Harry junto con Paul, Harry matando personas que jamás vi en mi vida de forma horrible. Harry lo más parecido a un demonio que yo podía haberlo visto. 

Sentí que caí al suelo y recuperé mi visión, en seguida observé que sobre el lienzo estaba dibujada la marca que Harry y Hashton tenían escondida en la parte delantera de su omóplato, la estrella dentro del círculo. Yo había dibujado aquello en contra de mi voluntad y ahora estaba tumbada en el frio suelo con la nariz ensangrentada y un montón de estudiantes a mi alrededor que se preguntaban qué rayos me había sucedido. El profesor de pintura se acercó a mí y me ayudó a levantarme.

–Mathew –llamó el profesor–. Lleve a la Señorita Kardashian a enfermería.

Puse mi mano sobre mi nariz para ver si estaba rota pero no, no lo estaba, sólo sangraba.

–Estoy bien, no necesito ir a enfermería –dije cuando el profesor me dio una servilleta para

limpiar la sangre.

–Está sangrado. Será mejor que vaya.

Mathew me llevó fuera del salón y caminamos por el pasillo hasta llegar a la habitación vacía,

sin personas pero llena de artefactos médicos. Mathew me tomó de la mano para ayudarme a subir a la camilla.

–Voy a buscar a la enfermera –dijo él mientras se encaminaba hacia la puerta para irse, cuando llegó hasta esta puso una de sus manos sobre la manilla plateada y alargada y se detuvo allí, vaciló y luego se volvió nuevamente a mirarme. Me observaba con la cabeza inclinada hacia un lado al mismo tiempo que daba pasos lentos nuevamente abriéndose paso hasta mí. Él tenía una mirada morbosa. Cuando estuvo cerca de mí se movió sigilosamente y acarició el largo de mi cabello. —

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