Prólogo.
SeokJin giraba lentamente el anillo en su dedo, permitiendo que la luz del sol que se filtraba por la ventana jugara con su superficie pulida. El metal brillaba con una intensidad cálida, como si guardara en su interior las historias de todas las aventuras que había vivido a su lado. Era más que un simple anillo; era el reflejo de cada paso, cada decisión y cada sacrificio que lo habían llevado hasta este momento.
Ser el omega del líder del clan no era un papel fácil. Había noches en las que despertaba con el corazón latiendo frenéticamente al escuchar ruidos en la distancia, recuerdos de secuestros a medianoche y ataques sorpresivos. Pero Taehyung siempre estaba allí, con su presencia imponente y protectora, sus manos firmes pero cálidas que lo sostenían como si fuera el mayor tesoro del mundo.
Cada peligro, cada desafío, había sido parte de un viaje que él jamás imaginó para sí mismo, pero al mismo tiempo, nunca lo cambiaría. Porque al final de cada batalla, después de cada prueba, siempre regresaban el uno al otro.
Y estaban esos momentos... aquellos instantes privados en los que Taehyung dejaba de ser el alfa líder del clan y se convertía simplemente en su esposo. En esas noches, Taehyung lo amaba con una devoción que hacía que SeokJin sintiera que era lo único que importaba en el mundo. Sus caricias eran lentas, suaves, y llenas de adoración, como si quisiera memorizar cada rincón de su cuerpo, cada curva de su alma. Esos momentos eran su refugio, el recordatorio de que, sin importar los peligros que enfrentaran, siempre tendrían el uno al otro.
SeokJin sonrió, sus mejillas sonrojándose al recordar la primera vez que Taehyung le llamó "Bonnie ears" después de un beso robado. Sus manos temblaban entonces, como ahora, mientras giraba el anillo nuevamente.
Había atravesado un infierno para llegar hasta aquí, había enfrentado miedos y dejado atrás todo lo que conocía. Pero lo haría de nuevo, sin dudarlo, porque al final del camino siempre estaría Taehyung. Su alfa. Su esposo. Su futuro.
Y mientras el anillo destellaba con una luz dorada, SeokJin supo con certeza que no había nada en este mundo, ni en ningún otro, que pudiera hacer que se arrepintiera de haber elegido a Taehyung como su destino.
. . .
Desde el momento en que Taehyung puso los ojos en SeokJin, algo dentro de él cambió. No fue solo su belleza, aunque era innegable; SeokJin parecía como una pintura traída a la vida, delicado pero con una fuerza interna que Taehyung aún no entendía. Fue algo más profundo, algo que Taehyung no pudo explicar, pero que su lobo reconoció de inmediato.
Su lobo había estado inquieto desde el día en que SeokJin apareció en su mundo. La primera vez que lo vio, con sus grandes ojos llenos de confusión y temor, envuelto en ropas extrañas y temblando bajo el frío de las Highlands, Taehyung sintió una urgencia que nunca antes había experimentado. Protegerlo, cuidarlo, amarlo. Lo supo entonces: SeokJin era suyo.
Al principio, Taehyung no entendía por qué ese pequeño omega se aferraba tanto a su orgullo, por qué desafiaba a los alfas y se resistía a aceptar ayuda. Pero con el tiempo, comprendió que SeokJin llevaba cicatrices que no eran visibles a simple vista, cicatrices que lo habían convertido en alguien más fuerte de lo que parecía. Y esa fortaleza solo lo hacía más irresistible.
SeokJin no era como los omegas que había conocido antes. No se rendía fácilmente, no se quedaba en silencio cuando algo no le parecía justo, y ciertamente no se dejaba intimidar, ni siquiera por Taehyung. Eso solo hacía que Taehyung lo admirara aún más.
Cuando pensaba en él, Taehyung se encontraba soñando con un futuro que nunca antes había considerado. Un futuro lleno de risas y caos, con millones de cachorros correteando por las tierras del clan. Se imaginaba a SeokJin, con esa sonrisa radiante que pocas veces dejaba escapar, rodeado de sus hijos, acariciando suavemente sus cabezas mientras los regañaba con dulzura.
Sí, tener a SeokJin como su omega era más que un sueño; era el destino perfecto. Taehyung nunca había querido algo con tanta intensidad.
Mirándolo ahora, mientras SeokJin giraba su anillo de bodas distraídamente, Taehyung sintió que su pecho se llenaba de una calidez abrumadora. Era consciente de lo lejos que habían llegado, de los peligros que habían enfrentado juntos y de las barreras que habían roto.
Taehyung sonrió para sí mismo. "Siempre te elegiría, SeokJin," pensó. "Una y otra vez, en cualquier vida, en cualquier tiempo. No hay nadie más que pueda ser mi omega, mi compañero, mi todo."
Y mientras observaba a SeokJin con una mezcla de devoción y deseo, Taehyung supo que haría cualquier cosa para mantenerlo a salvo y feliz. Porque SeokJin no solo era el omega ideal para tener millones de cachorros; era su razón de ser, el alma que daba sentido a su existencia.
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