3: Tiempo Distinto.
La noche era fría, y la brisa que soplaba sobre las colinas se llevaba consigo el olor a lluvia reciente. Taehyung ajustó su capa mientras su mirada recorría la tranquila superficie del lago. Estaba de guardia, como siempre, vigilando los límites de las tierras del clan. El silencio era su único acompañante, roto solo por el crujido ocasional de las hojas bajo sus botas.
De pronto, algo llamó su atención. Un movimiento inusual en el agua, pequeñas ondas que rompían la quietud perfecta del lago. Frunció el ceño, acercándose con cautela. Fue entonces cuando lo vio: una figura luchando desesperadamente contra el agua, los brazos agitándose con torpeza, como si cada segundo en el lago le costara más vida.
Sin pensarlo dos veces, Taehyung dejó caer su capa al suelo y se lanzó al agua helada. El frío le cortó la respiración al principio, pero no le importó. Sus brazadas eran firmes, rápidas, dirigidas con determinación hacia esa figura que cada vez se hundía más.
Cuando lo alcanzó, sus manos rodearon el cuerpo de quien parecía ser un joven omega. Lo levantó con cuidado, asegurándose de que su rostro saliera del agua. El extraño omega tenía una piel pálida que brillaba bajo la luz de la luna, mechones oscuros pegados a su rostro y unas ropas que parecían de otro mundo: demasiado ligeras, demasiado finas, completamente ajenas al estilo rústico de sus tierras.
Taehyung nadó de vuelta a la orilla, con el omega en sus brazos. Apenas llegó, lo colocó sobre la hierba húmeda, inclinándose sobre él para comprobar si respiraba. El pecho del omega subía y bajaba con dificultad, sus labios teñidos de un azul pálido por el frío. Taehyung se desabrochó rápidamente su camisa para cubrirlo y comenzó a frotar suavemente sus brazos, intentando darle calor.
Fue en ese momento, mientras sus ojos recorrían el rostro del omega, que se detuvo. Una belleza extraña, casi etérea, como si no perteneciera a este mundo. Sus rasgos eran suaves, perfectamente armoniosos, pero había algo más en él, algo en su fragilidad y misterio que hizo que el corazón de Taehyung latiera con fuerza.
El omega abrió lentamente los ojos, parpadeando con confusión. Sus labios se movieron, formando palabras que Taehyung no entendió. Era un idioma que jamás había escuchado, pero la voz era como un murmullo delicado que lo dejó inmóvil.
—¿Quién eres? —preguntó Taehyung finalmente, su voz grave rompiendo el silencio de la noche.
El omega no respondió, solo lo miró con una mezcla de temor y curiosidad. Taehyung sintió que algo dentro de él se agitaba. Ese omega no era como ningún otro que hubiese conocido. Había algo especial en él, algo que su lobo interior reconocía pero que su mente aún no podía comprender.
—Estás a salvo ahora —murmuró Taehyung, aunque no estaba seguro de si el extraño entendía sus palabras.
Lo que sí sabía era que esa noche cambiaría su vida para siempre.
Taehyung observó cómo el omega extraño recobraba lentamente el aliento, su pecho aún agitado mientras sus ojos oscuros recorrían el entorno con una mezcla de desconcierto y miedo. Extendió una mano hacia él con cuidado, evitando cualquier gesto brusco.
—Vamos, necesitas entrar en calor. No podemos quedarnos aquí —dijo con suavidad, su voz baja y grave.
El omega vaciló al principio, mirando la mano que se le ofrecía como si no supiera si debía aceptarla. Pero, al final, entrecerró los ojos y permitió que Taehyung lo ayudara a ponerse de pie. Taehyung se sorprendió al darse cuenta de lo ligero que era. Su fragilidad era evidente, pero había algo en su postura, incluso temblando, que indicaba una fuerza interior que no esperaba.
Mientras caminaban lentamente hacia el pueblo, con el brazo de Taehyung sosteniéndolo para evitar que cayera, el omega alzó la mirada al cielo, luego al bosque que los rodeaba, y finalmente a la figura del alfa que lo guiaba.
—¿Dónde... estamos? —preguntó en voz baja, sus palabras teñidas con un acento extraño que Taehyung nunca había escuchado antes.
Taehyung frunció el ceño ligeramente. No era solo el acento; eran las palabras mismas, como si provinieran de un idioma que apenas entendía. Pero lo suficiente quedó claro.
—En Escocia, en las tierras de mi clan —respondió, aunque no estaba seguro de si el omega entendía.
Los pasos del omega vacilaron. Se detuvo por un momento, sus ojos ampliándose con incredulidad y una sombra de temor.
—¿Escocia...? —repitió, como si el nombre fuera un concepto distante y extraño.
Taehyung lo miró con atención. No era solo su ropa, su acento o sus palabras lo que lo marcaba como diferente. Había algo más, algo que no podía explicar.
—No te preocupes, estarás a salvo. Mi gente no te hará daño —añadió Taehyung con firmeza, como si quisiera borrar cualquier temor que pudiera estar atormentándolo.
El omega lo miró, aún con la incertidumbre en sus ojos, pero al mismo tiempo, algo en la calidez de las palabras de Taehyung pareció calmarlo. Asintió lentamente, y aunque su mirada volvió a vagar sobre el paisaje desconocido, permitió que Taehyung lo guiara una vez más.
Mientras avanzaban, el alfa no podía evitar la pregunta que retumbaba en su mente: ¿Quién era este omega? ¿De dónde venía realmente? Y, sobre todo, ¿cómo había llegado hasta aquí?
. . .
Todo era oscuro. El aire húmedo y helado se pegaba a su piel, erizando cada parte de su cuerpo mientras intentaba moverse, pero sus músculos no respondían. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? SeokJin parpadeó, abriendo lentamente los ojos. Lo primero que notó fue el olor: madera húmeda, tierra mojada, un aroma completamente diferente al aire limpio y artificial de su hogar.
El suelo bajo sus manos era áspero y cubierto de hierba. Se incorporó con dificultad, su cuerpo temblando, no solo por el frío, sino por el miedo. Alzó la mirada y, por un momento, pensó que el apagón del acantilado continuaba. No había luces, ni farolas, ni siquiera el resplandor de un teléfono móvil para orientarse.
Pero no era un apagón. Era el cielo. Una inmensidad oscura tachonada de estrellas que nunca antes había visto con tanta claridad, como si todo el ruido del mundo moderno hubiera desaparecido.
A su alrededor, el mundo parecía sacado de un sueño. O tal vez una pesadilla. Personas caminaban cerca, vestidas con ropas extrañas: telas gruesas, pesadas, colores apagados y cortes antiguos, como si hubiera sido lanzado siglos atrás. Los alfas llevaban espadas en la cintura, y los omegas, vestidos largos que arrastraban ligeramente sobre la tierra.
SeokJin tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza. Intentó captar alguna conversación, algo que le hiciera entender dónde estaba, pero el idioma que escuchaba era diferente. Extraño, gutural, con palabras que apenas reconocía como inglés. Pero un inglés tan marcado por un acento desconocido que lo hacía incomprensible.
Se tocó la frente, intentando ordenar sus pensamientos. "Esto no puede ser real", se dijo. "Debo estar soñando. ¿O estoy muerto? ¿El agua me arrastró demasiado lejos?"
Un hombre pasó cerca, mirándolo con extrañeza. SeokJin retrocedió instintivamente. Sus propias ropas parecían llamar demasiado la atención: su camisa moderna, ahora empapada, y sus pantalones ligeros no tenían nada en común con lo que veía a su alrededor.
SeokJin se abrazó a sí mismo, sintiendo un nudo formarse en su garganta. Quería llorar, gritar, pero temía llamar más la atención. En ese momento, una sombra alta se movió frente a él. Levantó la mirada y se encontró con los ojos intensos de un hombre desconocido.
El alfa, porque eso era lo único que podía ser, lo miraba con una mezcla de curiosidad y preocupación. Era inmensamente alto, con cabello oscuro y rasgos que parecían familiares y, al mismo tiempo, completamente extranjeros. Su ropa, aunque diferente, estaba desgastada por el uso, pero el porte del hombre tenía algo que gritaba autoridad.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz grave y profunda.
SeokJin abrió la boca para responder, pero solo un balbuceo escapó de sus labios. El acento del hombre era pesado, pero reconoció el idioma. Inglés, aunque con un tono antiguo que lo hacía sonar casi poético.
El alfa frunció el ceño y se inclinó un poco más hacia él, su altura y presencia haciéndolo sentir aún más pequeño.
—No estás herido, ¿verdad?
SeokJin negó con la cabeza rápidamente, aunque su cuerpo seguía temblando. No entendía nada de lo que estaba sucediendo, pero había algo en los ojos del alfa, algo en la forma en que lo miraba, que le decía que podía confiar en él.
—¿Dónde... estoy? —logró susurrar finalmente, su voz apenas un murmullo.
El hombre lo miró fijamente por un momento, y luego su expresión cambió, como si hubiera entendido más de lo que SeokJin había dicho.
—Estás a salvo —respondió, aunque eso no respondía la pregunta de SeokJin.
El omega miró a su alrededor nuevamente, el miedo mezclado con asombro. El alfa le tendió una mano, fuerte pero paciente, esperando que la tomara. Y aunque todo dentro de SeokJin le gritaba que tuviera cuidado, algo en esa presencia imponente lo hizo confiar, al menos por ahora.
"Esto no puede ser real", pensó una vez más mientras dejaba que el alfa lo guiara. Pero cuanto más miraba a su alrededor, más difícil le resultaba convencerse de que estaba soñando.
. . .
SeokJin se dejó guiar por el hombre, o mejor dicho, el alfa que lo había rescatado del agua. Lo condujo a una pequeña casa, cálida, pero diferente a cualquier hogar que hubiera conocido antes. Las paredes de madera, decoradas con tapices sencillos, contrastaban con la frialdad de su mundo anterior, en el que todo parecía más impersonal. Allí, el aire era pesado con el aroma de hierbas y una calidez acogedora que lo envolvía como un abrazo invisible.
El alfa lo sentó cerca de una chimenea, donde una brasa ardiente comenzaba a suavizar el ambiente helado que había arrastrado consigo. Sin decir una palabra más, una mujer le trajo ropa más cálida: una capa gruesa de lana que lo envolvía casi por completo, y unos pantalones sencillos pero cómodos. SeokJin no podía dejar de pensar en todo lo que había ocurrido, la confusión aún nublando sus pensamientos.
Agradeció el gesto con una inclinación de cabeza, pero sus labios no podían quedarse callados. La curiosidad lo estaba matando, pero también había algo más: una necesidad de comprender al hombre que lo había salvado. No era solo su gesto heroico lo que lo sorprendía, sino también la presencia de ese alfa, tan seguro, tan diferente.
Finalmente, no pudo más y levantó la vista hacia él.
—¿Cómo te llamas? —preguntó, su voz algo temblorosa, pero llena de la necesidad de conocer algo de este extraño mundo.
El alfa lo miró durante un largo momento, como si estudiara cada palabra que iba a pronunciar, antes de sonreír levemente. Se inclinó un poco hacia adelante, como si la pregunta le pareciera divertida.
—Taehyung Grant —respondió, con una voz profunda que resonaba en la habitación, como un eco lejano de poder y autoridad. —Líder del clan.
El nombre dejó una marca en la mente de SeokJin. Grant. Sonaba tan... diferente.
El silencio entre ellos se mantuvo por un breve segundo antes de que Taehyung se levantara de su silla y se acercara un poco más. Su presencia era imponente, y SeokJin no pudo evitar tensarse un poco, a pesar de la calidez del lugar.
—Y tú, omega —dijo Taehyung, su tono más suave, como si en realidad no esperara respuesta, pero la pregunta estuviera impregnada de un interés genuino. —¿Cómo te llamas?
SeokJin tragó saliva antes de responder, casi titubeando al principio. Algo en la pregunta de Taehyung lo hizo sentir vulnerable, pero no quería mostrarlo.
—SeokJin —respondió finalmente, sin poder evitar que sus labios temblaran un poco. —Mi nombre es SeokJin.
La atmósfera se llenó de una tensión indescriptible cuando Taehyung se quedó mirando a SeokJin, como si las palabras fueran más que simples nombres. Había algo en esa mirada que parecía ir más allá de lo evidente, algo que SeokJin no podía entender completamente, pero que le revolvía el estómago.
SeokJin estaba atrapado entre la confusión y la curiosidad, sin saber aún que este nombre, "SeokJin", sería pronunciado muchas veces más en ese mundo extraño y peligroso, y que cada vez, significaría algo más.
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