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2: Sueños.

SeokJin había tenido ese sueño más veces de las que podía recordar. Siempre comenzaba igual: una sensación de vacío y libertad mientras su cuerpo caía al vacío. El cielo estaba teñido de un color rojizo, y el sonido del viento a su alrededor era casi ensordecedor. Pero lo más extraño de todo era que no sentía miedo.

El acantilado, alto e imponente, se desdibujaba mientras él caía, directo hacia un océano embravecido que parecía esperarlo con los brazos abiertos. Las aguas eran heladas, pero no hostiles, como si quisieran envolverlo, protegerlo.

Cada vez que tenía el sueño, despertaba con el eco de esos ojos en su mente: un par de ojos marrones, cálidos y penetrantes, que lo miraban desde las sombras del agua. No sabía a quién pertenecían ni por qué le causaban una extraña calma en lugar de miedo. Eran hermosos, y de alguna manera, familiares, aunque no lograba recordar de dónde.

SeokJin no le había contado a nadie sobre esos sueños, especialmente no a Minho. Sabía que el alfa no haría más que burlarse de él, llamándolo débil por soñar con algo tan “ridículo”. Pero esos sueños tenían algo más. Una especie de fuerza inexplicable que lo atraía.

Por las noches, mientras Minho dormía a su lado después de una discusión o una escena desagradable, SeokJin se encontraba mirando el techo de la habitación, preguntándose qué significaban esos sueños. ¿Por qué su mente insistía en repetir esa caída, esos ojos, ese frío que parecía congelar hasta su alma, pero también darle una extraña sensación de hogar?

Una noche, después de una de las tantas infidelidades descaradas de Minho, SeokJin soñó con el acantilado nuevamente. Pero esta vez fue diferente. En el momento justo antes de tocar el agua, los ojos marrones aparecieron más cerca que nunca, y una voz profunda, grave, susurró su nombre con una dulzura que lo hizo estremecer.

“SeokJin...”

Despertó sobresaltado, con el corazón latiendo como un tambor. Por primera vez, sintió que ese sueño no era simplemente un producto de su imaginación. Era como si algo, o alguien, estuviera llamándolo, esperando por él.

No sabía qué significaba, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió una chispa de esperanza en medio de su infeliz vida.

.  .  .

Esa misma mañana mientras minho comia como un cerdo, devorando el desayuno como un maldito animal que no ha comido en semanas, el alfa masticaba con la boca abierta mientras hacía sonidos asquerosos. SeokJin estaba sentado frente a Minho en la pequeña mesa de su departamento. Mientras el omega sostenía delicadamente su taza de té y mordía un pequeño panecillo, el alfa devoraba su comida con tal entusiasmo que los sonidos eran casi insoportables. Cada bocado era acompañado por un masticar ruidoso, chasquidos de lengua y gruñidos que hacían que SeokJin apretara los dientes para no soltar un comentario sarcástico.

—Prepara tus cosas, nos vamos de viaje —anunció Minho de repente, con la boca llena y un trozo de carne cayendo de sus labios al plato.

SeokJin levantó la mirada, arqueando una ceja.

—¿A dónde? —preguntó con frialdad, aunque en realidad no le interesaba la respuesta.

—No te importa. Solo haz lo que te digo —gruñó Minho, bebiendo de su vaso como si fuera a acabarse el agua del mundo. Después de tragar, continuó—: Una excursión. Necesito un descanso, y tú también deberías agradecer que te lleve conmigo.

El omega apretó la taza con fuerza entre sus manos, sintiendo cómo la ira burbujeaba dentro de él. "¿Agradecer?", pensó, su mirada fijándose en el alfa, quien ahora lamía los restos de comida de sus dedos. La imagen era repulsiva. El contraste entre ellos no podía ser más evidente: mientras SeokJin cuidaba cada detalle de su aspecto y sus modales, Minho parecía disfrutar siendo todo lo contrario.

—Claro, Minho, gracias por tu generosidad —respondió SeokJin con una sonrisa tensa, el sarcasmo goteando de cada palabra. Minho no pareció notar el tono. Simplemente se recostó en su silla y dio un golpe en la mesa con la palma abierta, como si quisiera marcar su autoridad.

—Eres demasiado amargado, SeokJin. Este viaje te hará bien. Además, podrías ser más cariñoso conmigo, ¿no crees? Eres mi prometido, después de todo.

SeokJin apartó la mirada, fingiendo no haber escuchado. Su pecho se llenaba de rabia y resignación. A veces se preguntaba cómo había llegado a ese punto, atrapado con alguien como Minho, quien ni siquiera se molestaba en tratarlo como un igual.

Mientras Minho seguía comiendo, con los sonidos grotescos llenando el silencio, SeokJin solo podía pensar en lo lejos que quería estar de él.

.  .  .

El viaje que Minho había prometido como "una oportunidad para fortalecer su relación" se estaba convirtiendo rápidamente en una pesadilla para SeokJin. Desde que salieron de la ciudad, el alfa no había dejado de coquetear descaradamente con otros omegas, algo que hacía a plena vista, como si no le importara el dolor que eso causaba.

En el mercado de una aldea, mientras SeokJin intentaba elegir algunos frutos secos para el camino, Minho ya estaba apoyado en un puesto cercano, sonriendo con esa sonrisa encantadora a una joven omega que claramente se sentía halagada por su atención. SeokJin apretó los dientes y se obligó a mirar hacia otro lado.

Pero cuando escuchó la risa baja de Minho, no pudo más.

— ¿Es que ni siquiera puedes disimular?—  espetó cuando Minho regresó junto a él, como si nada hubiera pasado.

— ¿Disimular qué?— respondió Minho con desdén, mientras pasaba su brazo alrededor de los hombros de SeokJin con una falsa familiaridad. — Estás exagerando, Jin. Solo hablaba con ella.

— Claro, porque inclinarte tanto hacia ella que casi la besas es 'hablar'—  replicó SeokJin, alejándose del toque de Minho.

El alfa rodó los ojos.

— No seas tan sensible. Si te comportaras como un omega normal, tal vez no tendría que buscar atención en otro lado.

Esas palabras eran un golpe bajo, y SeokJin las sintió como una daga. Pero no respondió, porque sabía que cualquier cosa que dijera solo provocaría más burlas de Minho o, peor aún, una discusión en medio de la calle.

La tensión entre ellos creció aún más cuando se adentraron en el bosque para continuar su excursión. Minho no había dejado de gruñir, quejándose de que SeokJin caminaba demasiado lento, de que se detenía demasiado a menudo para observar las flores o los árboles.

— Por Dios, ¿tienes que detenerte a admirar cada maldito arbusto?.

— Si no querías explorar, ¿por qué sugeriste venir aquí?— respondió SeokJin con calma, aunque su paciencia se estaba agotando.

— Porque pensé que podríamos disfrutarlo juntos.— replicó Minho, aunque su tono no tenía ni una pizca de sinceridad. — Pero claro, tenía que olvidarme de que siempre haces todo a tu manera.

Después de su pelea ambos volvieron a la posada donde se hospedaban, minho ya en cama dormido con sus ronquidos ruidosos, no sabía cómo las amantes de su prometido lo aguantaba.

Finalmente se acomodo en la cama para simplemente dormir.

La noche antes del fatídico día, SeokJin tuvo el sueño más vívido de todos. En esta ocasión, no solo caía al agua, sino que sentía cómo el frío lo envolvía y lo arrastraba hacia las profundidades. Su cuerpo flotaba entre las corrientes, cuando de repente unos brazos fuertes lo levantaron del agua con facilidad.

Un alfa.

El hombre que lo rescataba estaba empapado, su cabello oscuro pegado a su frente mientras gotas de agua recorrían su rostro. Su mandíbula era fuerte, sus ojos marrones, los mismos que había visto tantas veces en sus sueños, lo observaban con preocupación mientras sus labios pronunciaban palabras en un idioma desconocido.

SeokJin no entendía lo que decía, pero había algo en su tono que lo tranquilizaba. El alfa lo sostenía con firmeza, como si temiera que SeokJin pudiera desaparecer de sus brazos. Y justo cuando el omega debería haber sentido miedo por estar tan cerca de un alfa desconocido, lo único que salió de su boca fue:

—Vaya… eres justo mi tipo.

El alfa se quedó en silencio, claramente confundido por sus palabras, y SeokJin, en su sueño, sintió cómo el calor subía a sus mejillas. ¡Por supuesto que tenía que decir algo tan embarazoso! Sin embargo, la incomodidad desapareció cuando el alfa dejó escapar una pequeña sonrisa, una sonrisa que parecía iluminar el entorno frío y mojado.

Cuando SeokJin despertó, con el corazón acelerado y las palabras de ese alfa aún resonando en su mente, su realidad cayó sobre él como un balde de agua helada. Minho estaba a su lado, profundamente dormido, con su rostro tranquilo como si nunca hubiera hecho nada malo. Y sus ronquidos ruidosos.

SeokJin sintió un nudo en la garganta. Aquella paz, aquella calidez que había experimentado en su sueño, era solo eso: un sueño. Miró el techo de la pequeña cabaña donde se alojaban durante su excursión y suspiró, reprimiendo las lágrimas que querían salir.

Por mucho que quisiera aferrarse a la esperanza que aquel sueño le había dado, sabía que su vida no era más que un camino lleno de angustia y decepción. Y lo peor de todo era que ni siquiera se atrevía a imaginar cómo sería vivir de otra manera.

.  .  .

El bosque estaba en silencio, salvo por el crujir de las ramas bajo sus pies y el leve murmullo del viento que soplaba entre los árboles. El aire era frío, y la densa vegetación hacía que cada paso pareciera un desafío. SeokJin caminaba detrás de Minho, apretando los labios con frustración. Llevaban horas perdidos, pero el alfa se negaba a admitirlo.

—Esto es tu culpa —gruñó Minho, sin siquiera voltear a mirarlo—. Si no hubieras insistido en traer esa maldita mochila, no estaríamos en este lío.

SeokJin, que había soportado todo tipo de humillaciones desde el inicio de la excursión, finalmente alzó la mirada con los ojos entrecerrados.

—¿Mi culpa? —repitió, su voz afilada como una daga—. Eres tú quien nos trajo aquí sin siquiera un mapa. ¡Ni siquiera sabes dónde estamos!

Minho se detuvo en seco y se giró para enfrentarlo, su altura imponente tratando de intimidar a SeokJin, pero esta vez el omega no retrocedió.

—¿Estás desafiándome? —espetó el alfa, sus ojos brillando con ira. SeokJin cruzó los brazos, su corazón latiendo con fuerza, pero no iba a dejarse intimidar.

—¿Y qué si lo estoy? Estoy cansado de seguirte como un perro obediente mientras tú juegas al líder. ¡Estamos perdidos, Minho! ¡Admite que no tienes idea de lo que estás haciendo!— Minho se acercó, sus puños apretados, pero antes de que pudiera decir algo, algo en el suelo llamó la atención de SeokJin. Bajo la luz del sol, un brillo dorado emergía entre las hojas caídas.

—¿Qué es eso? —susurró SeokJin, inclinándose para recogerlo.

Era un anillo antiguo, de oro puro, con una piedra azul que reflejaba la luz de una manera casi mágica. Parecía un objeto perdido en el tiempo, y en cuanto lo tocó, una sensación extraña recorrió su cuerpo, como si el aire a su alrededor se volviera más denso.

—¡Dámelo! —exigió Minho, extendiendo la mano para arrebatárselo. SeokJin retrocedió instintivamente, aferrando el anillo contra su pecho.

—No. Lo encontré yo —dijo con firmeza, sus ojos fijos en el alfa. Minho se burló, dejando escapar una risa amarga.

—¿Qué harás con eso? ¿Ponértelo y jugar a ser alguien importante? Por favor, SeokJin, ni siquiera tienes derecho a elegir tus propias cosas.

Esas palabras fueron la gota que colmó el vaso. SeokJin sintió una furia desconocida burbujear en su interior. Levantó la mirada, enfrentando al alfa con una valentía que ni siquiera sabía que poseía.

—¿Sabes qué, Minho? Estoy harto de ti. De tus burlas, de tus manipulaciones, de que pienses que tienes derecho a controlarme solo porque soy un omega.— Minho dio un paso hacia él, sus ojos brillando con rabia.

—¿Harto de mí? ¿Y qué vas a hacer? No tienes a dónde ir. Yo soy todo lo que tienes, SeokJin.

SeokJin sintió cómo su pecho se apretaba, pero antes de que pudiera responder, el anillo en su mano comenzó a brillar con una intensidad cegadora. Una ráfaga de viento inesperada los envolvió, haciendo que ambos retrocedieran.

—¿Qué demonios…? —gruñó Minho, cubriéndose los ojos.

SeokJin, por su parte, no podía apartar la mirada del anillo. El brillo lo envolvía, y una sensación cálida lo inundó, como si algo o alguien lo llamara desde otro lugar. Antes de que pudiera reaccionar, sintió que el suelo bajo sus pies desaparecía.

El mundo se inclinó, y de repente cayó. El agua helada del río lo recibió con un impacto que le cortó la respiración. Mientras la corriente lo arrastraba, alcanzó a oír el grito de Minho a lo lejos, pero esa voz se desvaneció rápidamente, reemplazada por un zumbido extraño y la sensación de que algo lo estaba transportando.

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