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1: Una Jaula Para SeokJin.

SeokJin vivía en un mundo donde todo parecía estar en su contra. Desde que había aceptado unirse a su prometido, un alfa que inicialmente parecía perfecto a los ojos de todos, su vida se había convertido en una prisión emocional. Su prometido no era el protector que todo omega soñaba, sino un hombre controlador, frío y cruel que veía a SeokJin como una posesión más que como una pareja.

Día tras día, SeokJin sentía cómo su luz interior se apagaba lentamente. El alfa nunca perdía la oportunidad de menospreciarlo, criticando su forma de hablar, de caminar, incluso la manera en la que respiraba. Cualquier error, por pequeño que fuera, desencadenaba una mirada llena de desdén o, peor aún, palabras que perforaban más que cualquier golpe físico. "Eres inútil, ¿cómo se supone que alguien como tú va a ser digno de un alfa como yo?" eran palabras que escuchaba con demasiada frecuencia.

A pesar de todo, SeokJin intentaba mantener una fachada de normalidad. Sabía que, en su sociedad, los omegas no podían simplemente dejar a sus prometidos; hacerlo era un acto de rebelión que traería desgracia a su familia. Así que callaba y seguía adelante, soportando los abusos y las humillaciones, escondiendo su dolor detrás de una sonrisa vacía. Pero en las noches, cuando estaba solo, no podía evitar llorar en silencio, preguntándose si alguna vez tendría una vida diferente.

SeokJin era un omega educado, con sueños y aspiraciones que su prometido despreciaba. Quería viajar, aprender, incluso conocer el mundo más allá de las expectativas de su sociedad, pero todo eso le había sido arrebatado. "No necesitas nada más que a mí," le decía su prometido, cerrando cualquier puerta hacia la libertad.

La felicidad parecía un lujo imposible para SeokJin. Había momentos en los que miraba su reflejo y apenas reconocía al omega que alguna vez fue. Lo que más le dolía no era el abuso en sí, sino la falta de esperanza. Había empezado a creer que no merecía más, que esta vida vacía y llena de sufrimiento era lo único que le esperaba.

SeokJin solía pensar que había algo bueno en todos los alfas, que por más duros o fríos que fueran, había un lado cálido que mostraban a los que amaban. Pero con Minho, esa idea se derrumbó como un castillo de arena arrastrado por las olas. Desde el momento en que comenzó su relación, Minho dejó claro que no veía en SeokJin a un compañero, sino a una posesión, algo que debía moldearse a su antojo.

El maltrato empezó de manera sutil. Primero fueron los comentarios despectivos sobre su forma de ser:

— ¿Por qué siempre tienes que ser tan sensible? Los omegas como tú son tan fastidiosos.— Con el tiempo, esas palabras se volvieron más hirientes y constantes, reduciendo la confianza de SeokJin a cenizas. Cada vez que intentaba defenderse, Minho se burlaba de él, llamándolo "débil" o "patético", asegurándole que ningún otro alfa lo querría.

No tardó mucho en llegar el abuso emocional más cruel. Minho tenía un talento especial para encontrar las inseguridades de SeokJin y convertirlas en armas. "Ni siquiera eres el omega más atractivo de tu familia." le dijo una noche, su voz cargada de desprecio. En ese momento, SeokJin no entendió completamente el significado detrás de esas palabras, pero pronto lo descubriría.

El engaño fue como una daga en el pecho, pero no fue el acto en sí lo que más destrozó a SeokJin, sino la forma en que Minho se aseguraba de que lo supiera. Era como si disfrutara verlo quebrarse, como si el dolor de SeokJin fuera una confirmación de su poder sobre él. Una noche, después de regresar temprano de un evento al que Minho había insistido en no asistir, SeokJin abrió la puerta de su dormitorio y quedó congelado en el umbral.

Ahí estaba Minho, en su cama, su cama, con uno de sus propios hermanos. La escena era desgarradora: los cuerpos entrelazados, las risas ahogadas, y la mirada fugaz de Minho al notar su presencia. No hubo disculpas ni explicaciones, solo una sonrisa arrogante mientras decía.

— Si hubieras sido un omega decente, no tendría que buscar en otra parte.

El dolor fue insoportable, pero lo peor fue el silencio. La risa burlona de su hermano resonó en sus oídos mientras salía corriendo de la habitación. Ni siquiera pudo enfrentarlos; ¿qué sentido tenía? Nadie lo defendería, y Minho se aseguraba de recordárselo.

Después de ese día, SeokJin comenzó a vivir en un constante estado de alerta, como si cualquier cosa pudiera provocar otra humillación. Las traiciones continuaron, cada vez más descaradas. Minho no se molestaba en ocultarlo, e incluso en ocasiones insinuaba su infidelidad frente a amigos y conocidos. "Deberías estar agradecido de que todavía me moleste en volver a casa contigo," decía con un tono gélido.

A pesar de todo, SeokJin no podía escapar. Su familia veía a Minho como el alfa ideal: guapo, exitoso y dominante. ¿Qué importaban los pequeños "problemas" que SeokJin mencionaba? "Eres demasiado sensible," le decían. "Él es un alfa; tienes que entender cómo son."

La soledad era asfixiante. SeokJin se sentía atrapado, como un pájaro con las alas rotas, mirando a un cielo que nunca podría alcanzar. No había amor, ni respeto, ni esperanza, solo un ciclo interminable de abuso y humillación. Pero lo que más lo dolía no era la crueldad de Minho, sino la forma en que empezó a creer sus palabras. "Tal vez sí soy débil," pensaba en sus momentos más oscuros. "Tal vez no merezco algo mejor."

Sin embargo, en el fondo de su corazón, una pequeña chispa de resistencia seguía ardiendo. Aunque apenas podía sentirla, esa chispa sería la que eventualmente lo llevaría a tomar un camino completamente diferente. Un camino que ni siquiera podía imaginar, pero que lo llevaría lejos de Minho, hacia un destino donde finalmente conocería lo que era ser amado de verdad.

.  .  .

SeokJin creció soñando con un amor que lo cuidara y respetara. Había tomado la decisión de mantenerse puro hasta el matrimonio, una promesa que consideraba tanto para su futuro esposo como para sí mismo. Había compartido su decisión con Minho desde el principio, esperando comprensión, pero lo único que recibió a cambio fue burla.

— ¿Puro al altar?— Minho había dicho una noche, su voz cargada de sarcasmo mientras se recostaba en la cama. — ¿De verdad crees que los alfas se preocupan por eso? Qué ridículo.

SeokJin sintió un nudo en la garganta. Había esperado que Minho entendiera, que al menos respetara su deseo, pero cada vez que lo mencionaba, el alfa solo se reía, como si fuera una broma sin sentido.

— Vamos, SeokJin.— continuó Minho, levantándose y acercándose a él con esa mirada que siempre lo hacía sentir pequeño. — Eres mi omega, ¿no? ¿Qué sentido tiene esperar? Deberías estar agradecido de que quiera estar contigo. ¿Sabes cuántos omegas matarían por estar en tu lugar?

Pero SeokJin no quería ceder. A pesar del miedo que Minho le infundía, se mantuvo firme en su decisión. — Es mi cuerpo.— respondió con voz temblorosa, intentando sonar más fuerte de lo que se sentía. — Y quiero llegar puro al altar. No voy a cambiar eso.

La risa de Minho fue como una bofetada.

— ¿Puro? ¿Crees que eso significa algo? ¿Qué crees que va a cambiar si lo haces ahora o después? Sigues siendo solo un omega.

Las palabras dolieron más de lo que SeokJin esperaba. Cada burla, cada comentario, minaba poco a poco su confianza, haciéndolo sentir como si sus decisiones y deseos no importaran.

La presión no se detenía ahí. Minho no solo intentaba convencerlo con palabras; lo manipulaba de formas más sutiles y crueles. Cada vez que SeokJin lo rechazaba, Minho se alejaba molesto, dejándolo solo durante días, sin mensajes, sin llamadas, castigándolo con su indiferencia. Cuando finalmente regresaba, siempre tenía una excusa.

— Es que necesitaba espacio.— decía con una sonrisa falsa, pero el aroma de otros omegas lo delataba.

Una noche, cuando SeokJin confrontó a Minho después de un largo silencio, el alfa lo miró con un desprecio que lo hizo temblar.

— ¿Qué esperabas? Tú eres el que no quiere entregarse. Si no me das lo que necesito, ¿qué esperas que haga?.— El corazón de SeokJin se rompió en mil pedazos. Minho no solo había traicionado su confianza, sino que también lo culpaba por ello.

— ¿Cómo puedes decir eso?.— preguntó en voz baja, con los ojos llenos de lágrimas. — Pensé que me amabas.

— Te amo.— respondió Minho con frialdad, pero sus palabras no tenían calor ni verdad. — Pero también soy un alfa. Tengo necesidades, y si tú no las satisfaces, alguien más lo hará.

Esa noche, SeokJin lloró como nunca antes, abrazándose a sí mismo mientras las palabras de Minho resonaban en su mente. Se sentía roto, usado, y peor aún, culpable por algo que nunca debería haberlo sido.

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