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For you I would fall from grace


Un corazón traidor

Y en cada latido su traición palpable. En cada salto su puñal traicionero. Regocijándose en una felicidad que no debería tener. Ver a Colin Bridgerton interrumpir su boda con otro hombre en mitad de los votos debería frenar su corazón, congelarlo en furia, pero su deslealtad solo lo hizo precipitarse en latidos irrefrenables cubiertos de la más dulce y engañosa esperanza.

Un tonto corazón

Su estupidez viva en la completa felicidad que lo inundaba haciéndola a su vez casi vibrar por las razones más equivocadas. El terror mandatario por completo ausente, o más bien mal direccionado, al escuchar las palabras del tercer Bridgerton tentando un desafío mortal a cambio de hacerla su esposa.

Penélope, aun con sus oídos pitando por la sorpresa de la interrupción desvió su vista hacia los invitados y encontró rápido a Violet de pie con la expresión pálida y a la Vizcondesa aferrada a su brazo intentando evitar que se desvanezca en ese mismo instante.

—Ciertamente esto debe ser un malentendido Señor Bridgerton, no creo que usted realmente desee lo que está pidiendo.

—No es complicado de entender Lord Debling, al menos que los años lo estén alcanzando con más prontitud de la que deberían. —Una exclamación de sorpresa, un poco menos audible que la que siguió a la interrupción minutos antes, se escuchó entre los invitados ante la desfachatez de Colin. Inútil era argumentar que el Lord apenas le llevaba un par de años.

—¡Colin Bridgerton!

Ni el grito engravado en una orden severa de parte de Anthony que había casi trotado hasta el altar disminuyó en lo más mínimo el ímpetu con el cuál Colin miró nuevamente al Lord al repetir sus palabras.

—Lo estoy retando a un duelo por la mano de la Señorita Featherington.

Una exclamación dolorosa se escuchó venir desde las primeras filas donde aún estaba Violet y Penélope tuvo que ahogar el sollozo en acompañamiento. Sin atreverse a mirar a la mujer que por años la había considerado su hija fijó sus ojos en los hombres en el altar. Anthony parecía por primera vez por completo desconcertado tanto así que ni siquiera la furia parecía capaz de sacarle reacción más que la de alterar la mirada entre el Lord y su hermano menor.

—El matrimonio está en pleno desarrollo.

Penélope tuvo que desviar la mirada de los ojos de Alfred Debling cuando se centraron en ella por un momento efímero, buscando algo de apoyo a la afirmación de antes. Estupido corazón que la empujo al silencio. Sería tan fácil terminar con aquella escena. Una negación de su parte y Colin retiraría su reto, de eso estaba segura, pero cada centímetro de su piel se encogió en protesta ante la simple idea de seguir con la boda.

—La ceremonia no ha terminado —continuó Colin sin amedrentarse —. Y aún si hubiese concluido sigue sin ser consumado y factible de ser anulado.

—Colin, fueron atrapados en medio de un acto impropio —argumentó el Vizconde con su mano apretada en contra del hombro de su hermano, desesperado quizás en frenar los hechos que parecían precipitarse al más ruinoso de los acantilados.

—Un beso, Anthony, solo eso. Y uno en el que la señorita Featherington fue una participe reticente. No puedo dejar impune al hombre que provocó tal ofensa en contra de una señorita.

Ante aquello tuvo Lord Debling la sensatez de verse levemente avergonzado. Después de todo, aun cuando él había estado bajo la influencia de creer que aquel beso era esperado y deseado por Penélope eso no lo hizo menos forzado. Ni la reacción de ella menos incómoda, tanto como para ser evidente incluso para quienes los encontraron en la clandestinidad de la biblioteca.

—Colin... —murmuró Penélope, con su mano temblando intentó acercarse a él, desesperada por hacer algo aunque no podía comprender todavía cuál era el camino correcto. Detener la afrenta y continuar con la boda, romper su propio corazón y el de él. Rogar sobre sus rodillas para que Debling rechace el reto y la deje libre del compromiso iniciado. Algo imposible cuando la ofensa de Colin era imperdonable. El honor los dominaba por encima de cualquier raciocinio.

Sin embargo antes de que sus dedos enguantados pudieran alcanzar a Colin y aferrarse a él Penélope sintió su propio brazo ser encapsulado en un agarre firme. Portia Featherington estaba a su lado con el rostro contraído en una expresión de furia mal simulada. Con sus dedos enterrados en la piel expuesta por el vestido la obligó a alejarse del altar. Trastabillando y lanzando miradas furtivas hacia atrás, ambas volvieron por el mismo pasillo que antes habían caminado juntas.

Al final antes de que las puertas de la iglesia las dejaran afuera del escándalo Penélope escuchó la voz de Colin como un sello estampándose contra el papel que definiría el destino de ambos.

—Lo espero al amanecer, Lord Debling, si es que aún tiene honor alguno que defender.

Las órdenes de Portia fueron tan claras como firmes, ningún Bridgerton tenía permitido siquiera ensombrecer el umbral de los Featherington. En sus palabras éstos habían hecho ya suficiente para arruinar la reputación de su hija. Así Penélope se encontró una vez más, como tantas otras, ensimismada contra la ventana de la sala de estar, su cabeza inclinada y la mirada fija en la quietud de la mansión Bridgerton. Rogando encontrar en la fachada cualquier señal sobre el tumulto que seguramente sucedía en el interior de sus paredes o tal vez un mísero atisbo de la figura de Colin, un bálsamo para su resquebrajado corazón. Pero la noche la alcanzó sin suerte alguna y la amenaza del amanecer se volvió cada vez más latente.

Su reticencia a unirse al resto de la familia durante la cena fue recibida solo con un par de comentarios de Portia que luego aceptó que su humor taciturno no le haría bien a sus hermanas, quienes ya de por sí estaban demasiado alteradas con el escándalo de la boda arruinada. Ni siquiera la breve visita de Felicity ayudó tanto como esperaba a aliviar su preocupación, después de todo, era el futuro de su hermana menor lo segundo que más la agobiaba. En primer lugar, por supuesto, estaba el fatídico destino que podría sufrir Colin en el duelo.

Sentada en el alféizar de su ventana desenredó con cuidado cada acción y decisión que la había llevado hasta ese momento, intentando inútilmente encontrar el instante en que selló el destino de ambos con la estampa de la tragedia. Quizá nunca debió aceptar su ayuda en la búsqueda de un esposo. Debió tal vez mantenerlo lejos, llamarlo para siempre Señor Bridgerton y recortar la amistad hasta que fuesen simples conocidos. Quemar sus cartas, enterrar mejor sus sentimientos. Quizá, empujado por Violet, él hubiese terminado por encontrar alguna debutante lo suficientemente interesante como para tentarlo a un matrimonio seguro y estable.

El riesgo de muerte lejos de su destino si ella jamás hubiese pedido aquel beso que terminó por sentenciarlos. Por supuesto ella nunca creyó posible que él correspondiera su amor, e incluso entonces a horas del desafío todavía le costaba aceptar que él la amaba. Con Lady Whistledown incluida.

Allí residía tal vez su terrible pecado. El que comenzó con su pluma en contra del papel y siguió en el momento en que usó un poder que no entendía.

Nunca quiso herir, solo anhelaba un lugar en una sociedad que la excluía en todo sentido y al mismo tiempo la obligaba a ser partícipe del juego desde un lugar limitado, condenado desde el principio. Ella debía resignarse a los rincones y actuar su parte sin quejas.

Este era el castigo a su irreverencia a su atrevimiento al salirse del rol que le habían asignado. Si solo cumplía las características de un personaje de fondo jamás debió buscar ser principal.

El poder de Lady Whistledown era demasiado para alguien como ella que no tenía lo necesario para ser una heroína. Pero sus justificaciones, sus buenas intenciones ni siquiera su arrepentimiento eran suficientes para remediar el daño que había provocado y que la había llevado a éste desenlace, a la posibilidad asfixiante de perder al amor de su vida. La agonía de saber sus manos implicadas en el pesadillesco escenario era insoportable. Nunca tuvo que haber intervenido en su vida.

Cuánto daría por un Colin casado con Marina si eso significaba salvarlo de la muerte misma.

Cerca de su cabeza inclinada sobre la ventana escuchó un golpecito tan suave que apenas pudo identificar como el de un objeto impactando contra el cristal. Demasiado suave como para siquiera astillar pero suficiente para provocar una vibración insistente. Cuando el mismo ruido se repitió una vez más se decidió por abrir el panel lo justo como para espiar el exterior. Allí entre las dalias amarillas y naranjas que su madre obligaba al Jardinero a mantener con esmero estaba la figura que ella siempre reconocería, sin importar cuantas sombras lo nublen. La pregunta hecha en señal fue clara y aunque el miedo a que los descubrieran le cerraba la garganta abrió la ventana aún más y espero ansiosa a que trepara la estructura de madera que servía de esqueleto para la enredadera que abrazaba su pared.

—Colin, no deberías estar aquí—murmuró con algo de reproche, mientras cerraba la ventana una vez estuvo a salvo en el interior de su habitación.

—No hay otro sitio en el que preferiría estar más que aquí, Pen.

La sinceridad palpable brotando de su voz la obligó a quedarse unos segundos prendada de la forma en que la miraba, como si todo el cariño que tenía para ella se le desbordara en el simple acto de tenerla en frente. De repente el duelo volvió a su memoria rapante en su objetivo de agriar sus pensamientos.

—¿Por qué...? ¿por qué desafiaste a Lord Debling? —preguntó con un sollozo amenazando escaparse entre cada palabra.

Colin acercó tentativamente su mano y se aferró a su brazo como pidiendo permiso y Penélope no dudó en abalanzarse hacia su cuerpo y enterrar su cara en su pecho. Se amoldó a sus brazos ceñidos contra su espalda y escuchó el latido insistente del corazón de Colin como si de una promesa se tratara.

—Todo estará bien, Pen —intentó consolarla mientras una de sus manos acariciaba su espalda.

—¡Podrías morir!

—Eso no pasará.

—Colin...

—Lo prometo —cortó su respuesta alejándose solo un poco para poder mirarla directo—. Tengo un plan.

—¿Un plan? —murmuró Penélope con desconfianza y se sintió un poco desolada cuando él se separó de ella y la guió sin soltar su mano hasta el final de la cama para que se sentaran uno al lado del otro.

Todavía con su mano entre sus dedos, Colin se aclaró la garganta y por unos momentos pareció buscar con cuidado la explicación que quería darle. Vio bailar en su rostro algo de aprehensión y supo que lo que iba a decir era algo que le costaba aceptar.

—Vamos a necesitar la ayuda de Lady Whistledown —dijo por fin y Penélope entendió la razón de sus dudas.

Nada iba a borrar de su memoria la expresión devastada que Colin le había mostrado después de su confesión. Desde entonces no habían podido discutir nada sobre la traición que seguramente Colin sintió al enterarse de que la persona que creía amar había movido tantos hilos detrás de los escándalos de su familia.

Él pareció entender sus pensamientos porque se apresuró a hablar nuevamente—. Hay tanto de lo que aún debemos hablar Penélope, pero no tiene caso hacerlo ahora mismo. Cuando tengamos el resto de nuestra vida juntos podremos explicarnos como es debido.

La promesa implícita le robó un par de latidos, aquellos traicioneros que estaban decididos a alterar su respiración en cada movimiento de los dedos de Colin sobre la piel de su mano. Aquellos tan ilusos que parecían todavía ignorar la gravedad de la situación en la que estaban.

—No habrá una vida juntos si sigues con el duelo —dijo en murmullo mientras apretaba un poco más fuerte su mano—. Por favor, aún podemos convencer a Lord Debling de...

—¿De qué? —interrumpió Colin y aunque no la soltó del todo Penélope pudo sentir su agarre debilitándose y el tono de su voz cubrirse de una gravedad asfixiante— ¿Qué cancele el duelo y se case contigo? Si eso pasa tampoco tendremos una vida juntos.

—No necesariamente —refutó con lo primero que pudo pensar—, si estás vivo al menos tendremos opciones.

—¿Me recibirías como tu amante entonces?

La pregunta hecha con una media sonrisa dejó en el aire una insinuación que Penélope apenas pudo soportar por un segundo antes de desviar su mirada a un costado intentando disimular el sonrojo que se había apoderado de sus mejillas. Lo escuchó soltar una risita mal contenida y la vergüenza se le hizo agraviante.

—Como si fueras capaz de aceptar algo así —atacó todavía sin mirarlo pero pronto sintió la mano de él sobre su mentón obligándola a volver su vista.

—Aceptaría cualquier cosa para estar cerca de ti Penélope —sentenció y en sus ojos brilló demasiado palpable la intensidad de sus palabras—. Traicionaría cualquiera de mis principios por ti. Solo que prefiero tener el derecho de llamarte mi esposa.

—No podrás hacer eso si estás muerto.

—No voy a morir —respondió en un susurro frustrado y tomó un poco de aire antes de continuar— No habrá un duelo real, acordé algo con Debling.

Penélope suprimió su sorpresa cuando recordó la reacción del Lord a la interrupción de Colin. La ofensa era demasiado grande como para ser fingida.

—Sé lo que estás pensando —dijo él apurándose en su explicación—, por supuesto que el duelo era real en el momento en que reté a Debling, necesitaba un razón para detener la boda y que su reacción fuese suficientemente creíble ante todos. Pero Debling es un naturalista, demasiado...tranquilo—la palabra aburrido pareció quedarse estancada en su garganta pero Penélope no se animó a mencionarlo—. Sabía que si podía encontrar una manera de llegar a un acuerdo ventajoso para ambos él lo aceptaría y así fue.

—¿Un acuerdo?

Colin buscó su otra mano y sostuvo ambas con las suyas. Sus pulgares trazaron pequeños círculos como si quisiera transmitirle algo de tranquilidad. Penélope lo vio suspirar un par de veces antes de que sus ojos un poco oscurecidos bajo la luz de las velas se fijaran de los suyos.

—Nos encontraremos al amanecer, Benedict vendrá conmigo y Debling traerá a Fife con él —. Penélope quiso interrumpir pero él la detuvo antes—. Es una elección estratégica, no hay nadie más capaz de esparcir tan eficazmente una historia que alguien como él...— Por un momento pareció dudar y se corrigió enseguida con una leve sonrisa—...después de Whistledown por supuesto.

Penélope asintió todavía reacia a guardar algo de esperanza en su corazón sobre la posibilidad de que Colin aceptase su otra vida. Por ahora eso estaba en un segundo plano.

—Las pistolas serán manipuladas y el duelo finalmente tendrá un resultado nulo, para apaciguar el escándalo Debling partirá a su viaje de inmediato y nosotros nos casaremos en el campo. Anthony se encargó ya de conseguir una licencia especial. Tendremos que vivir lejos de Mayfair por al menos un año hasta que los rumores se disipen —. Colin pareció adivinar su reticencia porque de inmediato agregó lo siguiente—. Lady Danbury patrocinará a Felicity cuando debute, con su protección nadie se atreverá a cuestionar su valor.

—¿Por qué Lady Danbury estaría dispuesta a hacer algo así?

—Mi madre se lo pidió y ella dijo que sería un honor ayudar a Lady Whistledown

Penélope se levantó de un salto de la cama y comenzó a caminar unos cuantos pasos en su habitación, el pánico apretándole la garganta lo suficiente como para robarle el aire.

—No se lo dije yo, ni Eloise. Pero nos aseguró que lo descubrió hace poco y que la Reina no está al tanto ni lo sabrá de su parte —aclaró Colin tratandole de llevar algo de paz y ella pudo respirar un poco mejor aunque saber que la cantidad de personas que ahora sabían su secreto había aumentado no dejaba que el terror se disipara del todo.

—Necesitaremos que Whistledown publique una historia convincente —dijo ella entendiendo lo que antes le había dicho Colin.

—Así es ¿crees que lo haga?

—Escribirá lo que yo quiera que escriba.

—Ese si que es un gran poder —murmuró Colin con un tono grave. Penélope estuvo segura entonces de que vio pasar en sus ojos un vestigio de admiración con restos de algo más, algo que por un instante sacudió sus miedos pero no tuvo tiempo de analizarlo.

Colin se arrodilló frente a ella antes de que pudiera decirle nada más y lo vio sacar de su bolsillo una pequeña caja ovalada. La anticipación de lo que ni siquiera se atrevía a imaginar la congeló sobre sus pies.

—Ahora que sabes mis deseos y mis planes para llevarlos a cabo. Tienes que saber también lo dispuesto que estoy a respetar tu decisión en contra de mi propio pesar si es que deseas todavía desposar a Debling —.Incluso en la seguridad de su voz ella pudo adivinar el esfuerzo que le tomó decir aquello y el asco detrás de la pronunciación del nombre de su pretendiente—. Pero prefería ser yo quien tuviera el honor de llamarse tu esposo.

—No digas algo de lo que no estás seguro —murmuró con la respiración agitada. Incrédula todavía ante lo que estaba viviendo.

Colin solo lanzó una pequeña risita, pues sus intenciones debían ser ya más que claras. Había, después de todo, retado a muerte a un hombre para alcanzar ese mismo deseo.

Entonces con la manos un poco temblando Penélope vio que abría la caja para mostrarle un anillo de perlas en forma de flor y tuvo que respirar profundo para no caer sobre sus propias rodillas.

—Penélope Featherington —dijo y su tono aunque divertido ante sus dudas tenía un claro tinte de frustración— ¿Vas a casarte conmigo o no?




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Notas: 

Me gustaría creer que el próximo capítulo va a tardar menos que éste porque estoy de vacaciones pero lo cierto es que durante el verano tengo dos trabajos así que solo puedo rogar no demorarme tanto. De igual forma realmente el próximo cap está ya diagramado y no debería tomar mucho tiempo en actualizar de nuevo. 

Lo bueno es que ya nos falta poco para llegar a la parte del viaje en el tiempo y la verdadera razón para éste fanfic.

Tengo planeado otro fanfic polin de época medieval y con matrimonio arreglado si les interesa avisen y trataré de publicarlo pronto.

Muchas gracias por leer pueden encontrarme en mis otras redes que dejo abajo. 

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