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Era un hermoso día en la playa. El cielo estaba totalmente despejado con un enorme sol esparciendo su brillo y su calor.

El mar estaba calmado, las olas golpeaban suavemente contra la arena.

Un numeroso grupo de personas se encontraban en aquel lugar, algunos nadando en las orillas del océano, otros tomando el sol, navegando en lanchas y realizando otro tipo de actividades.

Un niño de 6 años se encontraba de vacaciones en dicho lugar, sus padres estaban sentados sobre una manta debajo de una palmera, él se había alejado un poco de ellos y se había puesto a jugar con la arena.

— Que bonito Castillo — escuchó decir a alguien detrás de él.

Si, había hecho un castillo de arena.

— Gracias — respondió el niño y volteo a hacia donde provenía la voz.

Una hermosa niña de 8 años, de cabello castaño y ojos verdes hipnotizantes se encontraba parada detrás de él.

El niño quedó asombrado por lo linda que era aquella niña.

— Pareces un Ángel — le dijo

— ¿por qué? — preguntó ella frunciendo el ceño

— eres muy bonita, nunca había visto a alguien tan linda como tú

— Gracias — sonrió — pero no soy un Ángel...

— para mi lo eres...

— ¿cómo te llamas? — preguntó la pequeña mientras se sentaba junto a él en la arena

— Caleb, me llamo Caleb ¿y tú?

— me llamo Sol

— que lindo nombre tienes

— eso es lo que todos me dicen

— ¿vives aquí? — preguntó

— Si, mi casa está por allá — señaló con su dedo hacia la ciudad

— Yo vine de vacaciones con mi familia, hoy es mi último día aquí — dijo el pequeño

— ¿te gustó este lugar?

— Si — respondió emocionado.

Ambos niños se quedaron en silencio por varios segundos mirándose el uno al otro con una sonrisa en sus rostros.
Los dos pequeños se habían enamorado apesar de la corta edad que tenían.

— ¿Quieres ser mi Sol?

— ¿tu sol? — preguntó la niña, no sabía a lo que él se refería.

— Si, mi sol, el sol que alumbre en mis tormentas.

— ¡Si! ¡Si quiero ser tu sol! — respondió emocionada la pequeña niña con una enorme sonrisa en su rostro

— Te quiero mi sol — Dijo el niño tomando su mano entre la suya

— Yo también te quiero Caleb

Tomados de la mano se levantaron de la arena y caminaron hacia las orillas del mar. Caleb se posicionó frente a Sol y dijo:

— ¿Sabes cuánto te amo?

— No, ¿cuánto?

— Muchísimo

— ¿en serio?

— Si, mi amor por ti llega tan alto — dijo el pequeño extendiendo sus manos hacia el cielo.

— ¿Hasta donde?

— Más allá del sol...