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Capítulo 3: CORDERO DE DIOS

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CALEB

— ¡¡Hola Dani!! — exclamé en cuanto vi a mi hermana en la pantalla de la computadora.

— Hola Hermanito — respondió con una enorme sonrisa

Hace unas horas que llegué de la universidad, después de comer algo decidí hacer videollamada con mi hermana, se lo prometí.

— ¿cómo estas? — le pregunté

— bien — soltó un suspiro — apenas han pasado dos días y ya te extraño

— yo también te extraño, pero sabes que tenía que venir a estudiar

— lo se — sonrió — ¿cómo estuvo tu primer día de clases? Quiero que me cuentes todo.

Le conté todo lo que hice en el día, lo que ocurrió en la universidad, sobre mi nuevo amigo y demás cosas que se me vinieron a la mente.

Y así estuvimos platicando y riendo por un buen rato, luego nos despedimos prometiendo volver a hablar.

Esa noche antes de dormir, pensé en ella, en sol.

No me recordaba.

Pero...

Tuve una idea.

Acercarme a ella, hablarle, ganarme su amistad y hacer que me recordara.

Al día siguiente me levanté más temprano de lo normal, no quería llegar tarde a clase, no de nuevo.

Después de varios minutos de arreglarme por fin terminé y me diriji hacia la universidad.

Cuando estaba por entrar escuché que alguien gritó mi nombre.

— ¡¡Caleb!! — volteé a ver quién era y era mi nuevo amigo: Elias.

— Hey Hola — saludé

— ¿llegando temprano? — alzó una de sus cejas — la puntualidad no es lo tuyo — rió

— si lo es, solo que ayer mi despertador no sonó

Juntos ingresamos al campus y nos dirijimos hacia nuestra primera clase.

Cuando cruzamos por uno de los salones la vi, ella estaba sentada junto a sus amigas.
Alzó su vista y nuestras miradas se encontraron, solo duró unos segundos por que luego ella desvió su mirada hacia alguien más.

[.....]

Horas después...

— ¿por qué quieres que haga eso? — preguntó mi amigo serio, pensando en lo que le acababa de decir.

— por favor Elias — suplique — solo quiero hablar con ella.

— por que no lo haces de la forma normal, vas y le dices: Hola ¿cómo estás?

— por que quiero que parezca "casualidad" nuestro encuentro

— okey, okey, ¿y que gano yo con hacer eso?

— nada

— entonces no tengo por que hacerlo — rió

— ¿recuerdas que debes ayudar a tu prójimo?

— estas usando la biblia a tu favor, no es justo — comenzó a reírse

— ¿lo harás?

— bien, bien, lo haré

— Gracias amigo, eres el mejor

— eso dices por que no tienes otros amigos.

— ¡¡Elias!! — rodé los ojos divertido

Bien, era hora del plan.

Elias salió corriendo por los pasillos justo hacia donde Sol venia caminando sosteniendo un par de libros en sus manos.
Elias accidentalmente (en realidad ese era parte del plan) chocó contra ella y le tiró los libros al suelo.

— ¡¡oye!! — exclamó

— lo siento, tengo prisa — respondió Elias mientras seguía corriendo

Y ahí entraba yo, caminé rápidamente hacia donde ella estaba y le ayudé a levantar sus cosas que se habían caído.

— ¡lamento que mi amigo haya tirado tus libros! — me disculpe

— descuida, está bien — sonrió

— oh me presento — dije después de unos segundos — mi nombre es Caleb.

La sonrisa de su rostro se borró, y se quedó mirándome fijamente.

— ¿pasa algo? — pregunté

— no nada — respondió — mi nombre es: Sol

— que lindo nombre tienes — le dije, eso era exactamente lo que le había dicho cuando la vi hace muchos años.

— gracias, eso me dicen todos

La observé detenidamente por varios segundos. Era tan hermosa.

— pareces un Ángel — le dije sin dejar de verla

— no lo soy — dijo mirándome desconcertada

— sabes, me gustaría que quizás pudiéramos ser amigos.

— oh — murmuró — creo que...— se quedó pensativa por unos momentos — me parece bien.

— okey — sonreí — me gustaría invitarte a no se ¿tomar un café?

— ¿con este calor? — rió divertida

— bueno, quizás ¿una limonada?

— me parece bien

— ¿mañana?

— ¿por la tarde?

— claro, ¿a qué hora puedes?

— a las ¿4?

— esta bien, nos vemos mañana en el parque.

— okey — respondió — bueno, tengo que ir a clases

— si, yo también

— nos vemos — dijo y se alejó

— adiós — susurré mientras la observaba irse

Cuando ella se fue yo me diriji hacia la cafetería donde me encontré con mi amigo, quien estaba sentado en una de las sillas tomando una malteada.

— ¿y cómo te fue?

— bien — le dije con una enorme sonrisa recordando aquel instante a su lado.

— oye — dijo — en la tarde hay servicio en la iglesia, me gustaría invitarte por si quieres ir.

— ¿Aquí cerca?

— si, esta a unas cuadras de aquí — explicó — mi casa esta a lado ya que mis padres son los pastores.

— ¿qué? ¿Tus padres son pastores y no me lo habías dicho?

— no preguntaste — se encogió de hombros

— okey, hay muchas cosas que no se de ti — dije riendo

— ni yo de ti, pero bueno ya habrá tiempo para eso amigo.

[.....]

Horas después llegó el momento de salir, me diriji hacia mi departamento no sin antes pasar por un supermercado y comprar algo para comer.

Al llegar, comi mientras veía la televisión.

Y sin darme cuenta me quedé profundamente dormido en el sillón.

Y cuando desperté chequé la hora, 5:00 p.m

¡oh no, el servicio es a las 5:30!

Rápidamente me metí a la ducha y posteriormente cuando hube acabado me vestí con ropa limpia.

Luego emprendí el recorrido hasta la iglesia, no fue tan difícil encontrarla.

Cuando llegué el servicio ya estaba en el momento de la adoración.

Me senté en una de las bancas casi al final, cerré mis ojos y me concentré en adorar a Dios.

Santo, Santo, eres tu Dios poderoso Rey, digno eres tú, cordero de Dios, eres Santo.

Luego siguió el momento de la alabanza y finalmente la predica.

El pastor predicó acerca de Juan 1:29

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Jesucristo es el cordero que quita todo el pecado, que nos hace libres.

Anteriormente en el antiguo testamento, para ser perdonados por haber cometido alguna falta o pecado, las personas tenían que ofrecer a un animal en sacrificio, la sangre de ese animal limpiaba su pecado.

Todos nosotros somos pecadores, por eso Dios envió a su hijo Jesucristo a morir y salvarnos de la muerte.

Su sangre fue la que nos limpió de toda la maldad.

Ahora ya no es necesario sacrificar un animal, Jesús fue el sacrificio perfecto que nos limpió de todo pecado.

Su muerte redimió a toda la humanidad.

Y su amor es tan grande que es capaz de cubrir cualquier falta, no importa que tan grande sea.

Cristo, quita el pecado del mundo, planta esperanza en el corazón de toda la humanidad.




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