Capítulo 28: INESPERADO
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SOL
Un mes después.
El mes de Diciembre ya comenzaba.
Había pasado un mes desde la muerte de Caleb.
Nada había sido fácil, no había tenido el valor de volver a la escuela, el rector de la universidad me había dado la oportunidad de tomar las clases en línea, pero debía volver el próximo semestre.
Había estado acudiendo a las sesiones con una psicóloga, conocida de mi madre, ella había intentado que hablara de como me sentía pero yo no quería hacerlo, no quería hablar con nadie acerca de lo ocurrido.
A la iglesia no había vuelto, no podía, en mi había algo que me lo impedia, no quería que nadie me viera con lástima, Iris junto a algunos jóvenes habían venido a verme para darme palabras de ánimo y orar por mi, cosa que agradecia mucho.
Por las noches antes de dormir, oraba a Dios, derramaba mi alma delante de él, el dolor que sentia dentro de mi era tan intenso.
¿Por qué tenía que pasarme todo eso a mi? No lograba entenderlo.
Caleb ya no estaba, se había ido.
Desde ese día yo no había abierto el cuaderno que me había dado Samuel, donde Caleb había escrito sus canciones, lo había guardado en una caja bajo mi cama.
No quería revivir esos recuerdos.
— ¡Sol, ¿puedo pasar?! — la voz de mi madre se escuchó desde afuera de la habitación, no respondí pero mi silencio fue suficiente para que ella entrara — ¿cómo te sientes?
— Bien — respondí — ¿y papá?
— en la cocina, ahora viene, tenemos que hablarte de algo — respondió.
Hace unas semanas atrás mis padres se habían reconciliado, mamá lo había perdonado por todo y decidieron seguir con sus vidas.
En parte creo que fue por lo ocurrido conmigo.
— ¿qué? — pregunté
— Es sobre lo que pasó...
— No quiero hablar de eso...— respondí
En eso entró mi padre a mi habitación y se sentó en el borde de la cama.
Un silencio profundo se hizo hasta que mi padre soltó de golpe.
— Encontraron a Mateo
Desde el día de la tragedia lo habían estado buscando por todas partes.
Un sentimiento de rencor se instaló en mi, comenzé a llorar, mamá se acercó a mi y me abrazó.
— todo estará bien, él no volverá a hacerte daño.
De pronto me dieron ganas de vomitar, así que aparte rápidamente a mi madre y corrí al baño, saqué lo poco que había comido en el desayuno, no sabía que me ocurría, desde hace unos días atras había estado teniendo náuseas y algunas veces me había despertado a media noche para vomitar.
— Cariño ¿qué pasa, estas bien? — mamá se acercó a mi para recoger mi cabello y evitar que lo marchara.
Cuando me levanté, baje la palanca y me enjuague la boca.
Volví a la habitación y me recosté en mi cama, papá miró a mamá y luego a mi, no se por que pero parecía pensar en algo.
[.....]
Al día siguiente hice algo difícil, fui a ver a Mateo, quien estaba detenido esperando la sentencia, debía ir, debía saber por qué.
Al verlo no pude contener mi llanto, él me miró sin ninguna pizca de arrepentimiento.
— Sol — dijo riendo
— ¿por qué lo hiciste? — pregunté entre lágrimas — ¿acaso no decías amarme?
— Sol, fue tu culpa — me señaló — Tu así lo quisiste, si desde un principio me hubieras aceptado nada de lo que ocurrió hubiera pasado.
— No — negué llorando, no podía controlarme, sentía una fuerte opresión en mi pecho, me paré de la silla pero un fuerte mareo se hizo presente en mi, mi vista comenzó a nublarse, a lo lejos podía oír voces llamando mi nombre.
[.....]
Horas después.
Abrí mis ojos y miré todo a mi alrededor.
Estaba en una habitación blanca ¿esto, era un cuarto de hospital?
Mire mi brazo que estaba conectado a un aparato.
Minutos después mis padres acompañados del doctor entraron.
— ¿cómo te sientes? — cuestionó el médico mientras me revisaba.
— ¿qué ocurrió?
Mis padres se vieron entre sí antes de decir:
— te desmayaste — habló mamá — cuando fuiste a ver a Mateo.
Y entonces recordé todo, no dije nada y solo bajé la mirada.
— también hay algo más — esta vez fue mi padre quien dijo.
— ¿qué? — pregunté
— Hicimos varios estudios — comenzó a decir el doctor — y uno de ellos salió positivo.
— ¿qué tengo? — los tres quedaron en silencio — ¡Hablen! — insistí
— Mi sol, lo que vamos a decirte es algo muy serio, trata de calmarte ¿Si? Por tu bien...— dijo papá
Empezaba a asustarme, sea lo que sea que hiban a decirme debía ser algo grave.
— Sol, tu estas embarazada — soltó de golpe mi padre.
¿Qué? ¡no, eso no podía estar pasando!
No, no, no ¿por qué? ¿Acaso no es suficiente todo el sufrimiento que he pasado?
— Tienes cuatro semanas de embarazo — siguió diciendo.
4 semanas, lo equivalente a Un mes, ese era el tiempo que había transcurrido desde lo ocurrido, así que solo había una opción: Iba a tener un hijo de Mateo, de la persona que más daño me había ocasionado.
¡no, definitivamente no tendría ese bebé!
Una horas después me dieron de alta, mis padres me llevaron a casa, al llegar allá subí inmediatamente a mi habitación y la puse bajo llave, quería estar sola...
Cerré mis ojos y al hacerlo el recuerdo de aquella noche se hizo presente.
Lagrimas comenzaron a salir de mis ojos y a rodar por mis mejillas.
Sentia que le estaba fallando a Caleb al estar embarazada de otra persona, él ya no estaba pero aún así yo lo seguía amando como la primera vez.
Soñaba con algún día junto a él poder formar una familia, pero nada de eso sería posible.
Sin darme cuenta me quedé profundamente dormida.
Me encontraba frente al océano, las aguas estaban calmadas, las olas golpeaban suavemente la arena.
El cielo estaba repleto de brillantes estrellas, pero una en particular brillaba más que todas, de pronto esta comenzó a parpadear y lentamente su brillo hiba disminuyendo hasta que se apagó, o eso creí por que de un momento a otro ocasionó una explosión y de ello surgió una estrella mucho más brillante.
Estaba impresionada, eso había sido algo tan extraño y a la vez increíble.
De repente oí una voz, tan, tan suave y llena de amor que decia: — de muerte a vida...Yo soy quien restaura todo lo malo y lo convierte en bendicion.
Y fue ahí cuando desperté.
¿Qué significaba?
Unos toques en la puerta me hicieron levantarme para abrir, era mi padre.
— ¿puedo pasar? Quiero hablar contigo — dijo, asentí y el entró y se sentó en el borde de mi cama — Mi sol...me duele mucho ver por todo lo que estás pasando, tal vez no entendamos por que suceden las cosas pero confiemos en que Dios tiene el control de todo.
Todo estará bien mi pequeña.
Yo ya había comenzado a llorar, él se acercó y me abrazó.
— Siempre estaré a tu lado...— susurró en mi oído, para mi fue como si Dios me estuviera hablando a través de mi padre.
Minutos después nos separamos del abrazo.
— No lo quiero — dije — no puedo, no puedo con los recuerdos...
— ¿Qué piensas hacer? — preguntó
— no quiero tener este bebé.
— ¿has pensado en abortar? — alzó sus cejas
— lo he considerado — dije
— Sol, te das cuenta de lo que estás diciendo, no puedes matar a ese bebé, él no tiene la culpa de nada.
— ¿y yo si?
— no es lo que dije.
— a mi me pareció que si...
— Sol, Piénsalo bien...hay otras opciones.
— Okey
— Te quiero tanto, Mi Sol — depositó un beso en mi cabeza — saldremos adelante con todo esto.
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