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III

Pasaron varios meses desde que fui adoptada por mi nueva familia en pleno verano. La transición de los días cálidos y largos ha sido suave y llena de descubrimientos. Alicia y yo hemos construido una rutina que se siente tan natural como ronronear bajo un rayo de sol. El hogar se ha convertido en mi reino, un lugar donde cada rincón es familiar y seguro.

He observado con curiosidad cómo los colores del jardín comienzan a cambiar. Las hojas verdes vibrantes están adoptando tonos dorados y rojizos, una señal clara de que el otoño se acerca.

La casa ha adoptado un ambiente diferente. El aire se siente más fresco por las mañanas y las tardes, y he notado que los humanos comienzan a usar ropa más abrigada. El olor a tierra húmeda y hojas secas se ha convertido en una constante, y disfruto de la sensación de ese aire fresco al infiltrarse por las ventanas abiertas. “Esta estación tiene su propia magia”, pensé mientras me acurrucaba en mi sillón favorito.

Alicia ha crecido mucho desde que llegué. Su risa, ligera y casi silenciosa como es típico en ella, es más frecuente, y sus momentos de tristeza son menos intensos.

Como cada mañana, la pequeña humana se despertó a la misma hora, justo cuando la luz del sol comenzó a filtrarse por las cortinas. Se estiró suavemente en la cama, y yo aproveché para acurrucarme junto a ella. Alicia sonrió al sentir mi calidez, y eso me hizo feliz.

Después de levantarse, Alicia se dirigió al baño, donde comenzó su ritual matutino, un proceso que parecía estar grabado en su memoria. Ella dejó la puerta abierta para que yo pasara, después de todo las puertas cerradas eran uno de los mayores enemigos de los gatos. ¿Por qué los humanos no entendían que necesitábamos supervisar todo?

Malagradecidos.

Alicia primero se lavó las manos con un jabón que le gustó por su aroma a lavanda. Con movimientos meticulosos, frotó cada dedo, asegurándose de que la espuma alcanzara hasta las muñecas. La manera en que mantuvo su mirada fija en el agua, observando cómo caía, reflejó su fascinación por los pequeños detalles.

¿Por qué los humanos tenían esa manía de mojarse?, yo prefiero mi suave pelaje seco y cálido.

Luego, llegó el momento del cepillado. Con su cepillo de dientes azul en mano, realizó movimientos suaves y rítmicos. El sonido del cepillo contra el esmalte de sus dientes resonó en el aire, un suave murmullo que complementó la calma de la mañana. La rutina le otorgó un sentido de control y tranquilidad.

Al terminar Alicia eligió su ropa con un esmero que reveló su deseo de que todo estuviera en orden. Frente al armario, examinó cada prenda con atención, tocando las texturas con sus pequeños dedos. Su cara mostró una concentración profunda mientras decidía qué ponerse. Al elegir su ropa, se veía tan concentrada, como cuando yo decido cuál de mis juguetes es el adecuado para jugar. No entiendo cómo pueden tener tantas opciones.

A menudo, optó por su camiseta de rayas que siempre le encantó, con colores claros. Los pantalones de felpa suaves también fueron una elección recurrente, ya que le brindaron comodidad y calidez. Observé cómo, a veces, llevaba una prenda hasta su nariz, inhalando su aroma familiar, como si eso la conectara aún más con el mundo que la rodeaba. Cada elección que hizo, cada gesto, reveló su deseo de crear un entorno que le resultara seguro y familiar.

Antes de salir hacia el comedor, Alicia se detuvo un momento en el pasillo, donde tenía un pequeño tablón de anuncios. Allí, colgaba con cuidado una serie de dibujos y notas que su madre había preparado para ella. Cada hoja representaba un día de la semana, con símbolos y colores que indicaban las actividades del día. Observé cómo su dedo recorría las imágenes, como si cada una de ellas le proporcionara un mapa de lo que iba a suceder. Era evidente que estos pequeños recordatorios le daban una sensación de seguridad, como cuando yo me acomodo en mi lugar favorito del sofá.

El desayuno representó otro momento significativo en su rutina. Más que una simple comida, era un ritual sagrado para Alicia. Cada mañana, antes de sentarse, revisaba que su lugar en la mesa estuviera correctamente dispuesto. La servilleta bien plegada, el vaso alineado con el borde del plato y la cuchara siempre a su derecha. Era como si cada pequeño detalle fuera una pieza de un rompecabezas, y al juntar todas esas piezas, lograba crear su mundo perfecto. Alicia se sentó en la mesa, donde cada elemento de su plato fue colocado de manera precisa. Su comida siempre estuvo bien organizada, un reflejo de su necesidad de estructura. Optó por tostadas integrales con aguacate, un huevo duro y un vaso de agua simple. También disfrutó de un tazón de yogurt griego adornado con frutas frescas, que siempre eligió con cuidado. Con una pequeña cuchara, untó el aguacate en las tostadas, asegurándose de que cada rebanada estuviera cubierta uniformemente. Mientras comía, su mirada a menudo se desvió hacia la ventana, donde los pájaros revoloteaban en el jardín. Su expresión permaneció serena, su energía se tradujo en una calma que llenó el ambiente, así era ella.

Al terminar Alicia revisaba su plato con un pequeño gesto de satisfacción. Cada bocado había sido medido y disfrutado, y al finalizar, se aseguraba de que todo estuviera en su sitio. Recogía su vaso y su cuchara con delicadeza, como si fueran tesoros, y los colocaba cuidadosamente en el fregadero. Esa simple acción, tan cotidiana, era una reafirmación de su conexión con el orden y la estructura que tanto valoraba, y que la ayudaba a enfrentarse al mundo con confianza.

Llegó el momento de salir, Alicia se acercó a su padre, quien estaba en la sala preparándose para el día. Con un gesto suave, ella lo miró y extendió sus brazos para abrazarlo. Su abrazo fue breve pero significativo, y aunque no expresó muchas palabras, su conexión fue palpable. Se detuvo un momento, como si quisiera guardar ese recuerdo en su corazón.

Con paso firme, Alicia caminó hacia la puerta, pero antes de salir, giró sobre sus talones y se aseguró de que su mochila estuviera bien cerrada. Revisó una vez más que todo estuviera en su lugar: su cuaderno, sus lápices y su almuerzo, todo organizado como un pequeño tesoro. Esa meticulosidad me recordó a cuando colocaba mis juguetes en fila, asegurándome de que cada uno estuviera en su sitio, como si el orden pudiera traer calma al caos del mundo.

Luego, su madre la llamó desde la puerta, y Alicia, con un pequeño asentimiento, se dio la vuelta. Juntas, madre e hija se dirigieron hacia la salida, antes cerrar me acarició la cabeza, como todos los días, si yo no estaba ahí se ponía ansiosa.

Finalmente partieron a la escuela.

Ahora que la casa estaba en calma y todos salieron, me encontré sola con mis pensamientos. Era en esos momentos de soledad cuando los recuerdos de mi pasado volvían a mi mente, trayendo consigo un dejo de tristeza.

Tenía apenas dos meses de edad cuando me encontraron en la calle, una gatita muy pequeña y desamparada. Mis maullidos desesperados atrajeron la atención de unos humanos que, en ese momento, parecían ser mi salvación. Me adoptaron con buenas intenciones, llevándome a su hogar con promesas de cuidado y amor.

Al principio, todo parecía ir bien. Me sentía segura y protegida, pero con el tiempo, la situación cambió. No estoy segura de la razón exacta, pero la actitud de esos primeros humanos se tornó más distante y frustrada. Tal vez no estaban preparados para la responsabilidad de cuidar a una pequeña gatita como yo. Sus gritos y discusiones se volvieron más frecuentes, llenando el ambiente de una tensión que me hacía buscar refugio en los rincones más oscuros de la casa.

Recuerdo haberme escondido debajo de los muebles, sintiendo que no había lugar seguro para mí. Mi ronroneo, que solía ser constante, se fue apagando poco a poco. Había una falta de comprensión entre nosotros. No entendían mis necesidades y yo no lograba hacerme entender.

Un día, después de un incidente que aún me cuesta recordar con claridad, me llevaron a un refugio por primera vez. El eco de esa experiencia inicial quedó marcado en mi memoria, una cicatriz que siempre me recordaría la fragilidad de las conexiones humanas.

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Casi no actualizo hoy jajaja, 10 minutos antes de medianoche jajaja.

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