Estaba lleno de energía, como siempre, y listo para cualquier aventura que se presentara. Sentí el movimiento en la casa y supe que era hora de despertar a mi papá humano. Me acerqué a él, olí su mano y comencé a lamerla suavemente, casi con la esperanza de que se despertara más rápido.

—Buenos días, Malvavisco —murmuró papá con una sonrisa somnolienta, acariciando mi cabeza antes de levantarse de la cama.

Después de un rápido desayuno, salí al jardín. El aire fresco de la mañana me llenó de vitalidad. Las flores aún estaban cubiertas de rocío, y el césped se sentía suave bajo mis patas. Olfateé el aire con atención, detectando los olores familiares de nuestro hogar, los rastros de pequeños animales que habían pasado durante la noche, y un aroma que se destacaba, algo diferente, aunque agradable.

Mientras papá y mamá preparaban a Simón para la escuela, me dediqué a recorrer el jardín. Me movía con agilidad, investigando cada rincón, siguiendo rastros invisibles para los humanos, mientras mis sentidos se mantenían alerta y curiosos.

Simón se fue a la escuela, y aunque lo extrañaba, ya no era un cachorro ignorante. Sabía que volvería pronto.

Pasé un rato jugando en el jardín y luego me quedé cerca de mamá, manteniéndola acompañada mientras Simón no estaba. No me alejaba mucho, me gustaba estar cerca de ellos.

Un poco más tarde, Alicia, Karen y Kenneth, los humanos de Nyx, llegaron a nuestra casa. Corrí a recibirlos, moviendo la cola con entusiasmo, saludando a todos con lamidas cariñosas y saltos de alegría. Alicia se agachó para acariciarme, y yo apoyé mi cabeza en su hombro, disfrutando de su afecto.

Y entonces llegó el momento más emocionante del día: papá anunció que íbamos a dar un paseo por el campo cercano. Un lugar especial, apartado de la gente, ideal para sentir el viento y la naturaleza en todo su esplendor. Alicia había traído a Nyx en una mochila especial para gatos. La mochila tenía una ventana transparente que permitía a Nyx observar el mundo exterior, pero a salvo.

Nos dirigimos al campo, un vasto espacio abierto donde podíamos correr libremente. El aire estaba lleno de los aromas de la hierba fresca y las flores silvestres, y el sonido del viento acariciaba nuestras orejas. Mientras corría, no podía evitar echar un vistazo hacia atrás para asegurarme de que Simón estuviera siempre cerca. Me preocupaba por él más que por nadie.

Alicia decidió sacar a Nyx de la mochila y dejarla explorar con nosotros. La vi saltar del bolso con gracia felina, sus ojos observando todo con esa curiosidad que la hacía tan fascinante. Me acerqué a ella, cuidadosamente, moviendo la cola de un lado a otro. Lamí su oreja con suavidad, y ella ronroneó en respuesta. Me quedé cerca, siguiendo sus movimientos, con una sensación extraña de querer estar siempre cerca de ella.

Después de un rato corriendo y explorando, todos nos reunimos en un área tranquila del campo. Mamá y Karen habían preparado una merienda con frutas frescas y bocadillos. Me tumbé a la sombra de un árbol, observando a Simón mientras disfrutaba de la comida con una sonrisa en el rostro.

Papá y Kenneth lanzaron la pelota para mí, y corrí con todo mi entusiasmo. Mi energía no parecía tener fin. A veces, cuando pasaba corriendo cerca de Nyx, me detenía solo un momento empujando su cuerpo con mi nariz intentando jugar.

El día siguió tranquilo, entre risas. A medida que el sol comenzaba a descender, todos recogieron sus cosas y nos preparamos para regresar a casa.

Al llegar, me acomodé en mi cama favorita, sintiendo el cansancio de un día lleno de actividad.