Epílogo
-Tienes que mantener los ojos cerrados hasta que te diga, ¿vale?
-Sí.
-Nada de trampas, Apolo.
-¡No estoy haciendo trampas, tía Leah!
La pequeña discusión de las dos voces que se acercaban a la habitación me hicieron sonreír y la chica que me miraba desde el espejo sonrió a su vez. Durante los primeros días después de la conversión, me había costado un poco acostumbrarme a mi nuevo aspecto. Era yo pero diferente, una nueva yo.
En ese momento, mirándome al espejo, me sentía un poco igual a esos primeros días. Alice, Rose y Esme habían hecho maravillas con mi pelo, recogiéndolo en un moño bajo pero dejando algunos bucles alrededor de mi rostro, para enmarcarlo.
El maquillaje también era sutil, apenas un ligero toque de colorete en mi piel de alabastro, un tono algo rojo en mis labios y poco más.
Pero lo que más impactaba era el vestido. Deslicé los dedos por la tela blanca, suave y delicada como una pluma mientras los pasos de Leah y de Apolo se acercaban.
Nunca me había imaginado vestida de novia pero cuando Garrett se arrodilló unos meses antes, con una sonrisa traviesa y un brillo algo nervioso en los ojos, se sintió lo más natural del mundo decirle que sí.
Me eché un último vistazo antes de girarme hacia la puerta de la habitación. Alice me acababa de colocar el velo que caía como una ligera cortina de seda por mi espalda con la peineta que Charlie me había dado. Mi padre, el cual me miraba entre sorprendido y emocionado desde una esquina, temeroso de inmiscuirse en el pequeño caos que las chicas tenían en la habitación.
Vi a mi pequeño entrando de la mano de Leah con los ojos firmemente cerrados y no pude evitar sonreír divertida. Su crecimiento se había ralentizado tanto que, tres años después de nuestro encuentro con los Vulturi, apenas aparentaba tener el aspecto de un niño de cinco. Y yo lo agradecía. Quería que fuera pequeño cuanto más tiempo mejor, un deseo algo tonto de mi lado más maternal.
Pero en ese momento parecía todo un principito con el traje que le habían puesto, sabía que era una copia en miniatura del que Garrett llevaba puesto, aunque aún no lo había visto era algo que le había conseguido sonsacar a Rose. A Alice no, la pequeña duendecilla era dura para soltar detalles de mi propia boda.
-Ya puedes abrirlos, enano. –le dijo Alice con una sonrisa divertida, todos nos habíamos quedado esperando su reacción.
Apolo abrió los ojos y vi cómo su mirada me recorría de abajo hacia arriba mientras su boca se abría por la sorpresa. Se soltó de la mano de Leah y caminó hacia mí, alzando su pequeña mano algo inseguro antes de tocar la falda de mi vestido de novia con delicadeza.
-¿Te gusta, cielo? –le pregunté con suavidad.
Me dedicó una sonrisa brillante que me recordaba que todo, absolutamente todo lo que había vivido en mi vida, merecía la pena sólo para que él estuviera ahí.
-¡Eres una princesa, mami!
Eso nos hizo soltar una risa a todos y me agaché para besar su mejilla antes de arreglar su pequeña pajarita.
-Y tú eres mi príncipe. –le aseguré.
Su ceño se frunció un poco, como cuando estaba confundido.
-¿Y qué es papi entonces?
-¡El rey espero!
La voz de Garrett llegó alta y clara desde algún otro punto de la casa coreada por la risa de Emmett. Vi a mi padre poner los ojos en blanco pero con una sonrisa divertida en sus labios.
-¡Ni se te ocurra aparecer por aquí! –le amenazó Alice, colocándose en la puerta con rapidez para bloquear cualquier intento de Garrett de echarle un vistazo a mi vestido.
-Garrett es un inconsciente a veces pero no un suicida. –le recordó Rose, antes de acércame un ramo de rosas rosas que parecían combinar de manera perfecta con su vestido. –Bajaremos y en cinco minutos te tocará a ti.
Asentí antes de volver a erguirme y mirar a mi padre.
-Iremos detrás de Apolo. –le recordé y él asintió, acercándose a Apolo para apretar su hombro con cariño.
-Te toca ir delante, chavalín.
Apolo asintió dedicándonos una sonrisa orgullosa antes de girar sobre sus pies y caminar justo detrás de sus tías. Él llevaba los anillos pero habíamos querido que fuera justo delante de mí, su presencia siempre eliminaba mis nervios. Si mi hijo podía caminar delante de todas esas miradas, yo también.
La música del piano tocado por Edward ascendió hacia nosotros justo cuando nos pusimos al pie de la escalera. Mi brazo estaba sostenido por el de mi padre. Nos intercambiamos una mirada.
-¿Lista?
Asentí.
-No me dejes caer, papá. –sabía que mi equilibrio era perfecto pero el nudo de nervios en mi estómago me hacía sentir insegura.
-Nunca. –respondió antes de dedicarme una sonrisa emocionada y comenzamos a bajar la escalera juntos.
Lo primero que pensé es que Alice se había superado a sí misma con la decoración. Nos habíamos mudado de Forks hacía dos años para no levantar sospechas por la falta de envejecimiento y nos habíamos instalado en el norte de Canadá.
Los inviernos eran duros pero los veranos eran suaves. Y ahora esa brisa ligeramente cálida agitaba la cubierta de flores y enredaderas que Alice había colocado en todo el lugar.
Teníamos pocos humanos entre nuestros invitados, sólo mi padre y algunos miembros de los Quileutes. Los demás eran vampiros o lobos. Pocos invitados en general, algo íntimo.
Mis ojos se movieron por toda la decoración, por los invitados a ambos lados que me miraban sonrientes (Jake me guiñó un ojo, justo al lado del piano) hasta que lo vi. Garrett. Mi vampiro. Mi futuro marido. Mirándome con sus brillantes ojos dorados y su traje impecable.
Me di cuenta de que nunca lo había visto con uno y que le obligaría a ponerse uno mucho más a menudo. Su pelo estaba perfectamente recogido en una coleta baja con una cinta de cuero, estaba segura de que eso a Alice le había puesto de los nervios pero si podía saltarse las normas y molestar un poco a la vez, mi vampiro lo haría.
Su sonrisa brilló más que sus anillos cuando mi padre me dejó en el altar.
-Te dije que deberíamos habernos fugado a las Vegas. –me murmuró al ver mi nerviosismo por tener tantas miradas encima y eso me arrancó una risa baja.
-Debería haberte hecho caso. –le confirmé y escuché un bufido de indignación de Alice desde su sitio como dama de honor.
La ceremonia apenas fue un borrón rápido en mi memoria, marcada por momentos como nuestro Apolo sosteniendo el pequeño cojín de terciopelo rojo donde iban nuestros anillos.
Como el tacto de la mano de Garrett cuando sostuvo la mía para colocar el anillo, justo por encima del de compromiso. Ahora llevaba tres anillos porque nunca me quitaría el que él me dio siendo humana.
Como su voz algo ronca cuando por fin pronunció el sí quiero o sus labios sobre los míos después de que Carlisle nos nombrara marido y mujer mientras todos los demás aplaudían.
Nunca había pensado en una boda. Ni en qué me depararía la eternidad. Tampoco había pensado en ser madre.
Pero ahora lo tenía todo. Lo había conseguido todo.
Y yo, Isabella Marie Turner-Swan, no podría ser más feliz.
AHHHH, HEMOS LLEGADO AL FINAL. Sí, sé que la madre de Bella no está en la boda pero siendo honestos, ¿quién la echa de menos? Probablemente haría demasiadas preguntas incómodas para todos🙄
Llegados a este punto, sólo me queda decir gracias. Gracias a todes los que me apoyáis en cada una de mis ideas locas y a aquellos que estáis llegando nuevos, espero que os quedéis mucho más y que os pueda dar entretenimiento durante mucho más tiempo.
Dicho eso, nos leemos en el resto de mis historias, os adoro con la fuerza de mil soles🥰❤️🥰❤️
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