05
El último día visitamos la Casa Blanca, mezclados entre un numeroso grupo de turistas. Garrett destacaba por su altura pero sus ojos -de un rojo brillante porque la noche anterior había cazado- estuvieron ocultos constantemente tras sus gafas de sol.
En mi mente intentaba encajar el Garrett amable y divertido que me había enseñado la ciudad y dado cobijo en su casa con el Garrett que mataba a seres humanos sin pestañear. Era una batalla interna complicada.
Después de la visita nos acomodamos en una de las mesas de picnic que había esparcidas por un gran parque cerca del edificio más importante de la ciudad.
Un rayo de sol había conseguido escaparse del cielo encapotado y me puse justo debajo de él, cerrando los ojos ante el placer de sentir un leve calor en el rostro.
-¿No vas a comértela?
Abrí los ojos. Garrett, refugiado en la parte sombreada de la mesa, miraba la bolsita de papel marrón en cuyo interior estaba una enorme galleta de chocolate que no había podido evitar comprar la pasar por delante de una pastelería.
-Es para almorzar más tarde.
Sus cejas oscuras se alzaron.
-No creo que esa cantidad de azúcar cuente como comida.
Bufé.
-Llevas sin comer demasiado tiempo, has olvidado el placer del azúcar.
Antes de que pudiera contestar el sonido de su teléfono nos interrumpió. Lo sacó del bolsillo de su abrigo y pude ver un nombre.
Carlisle.
Mi buen humor se esfumó. Todo volvió a mí. Los Cullen seguían existiendo, seguían con sus vidas lejos de mí, como si nunca hubiera pasado.
No perteneces a mi mundo.
No quiero que vengas.
Será como si nunca hubiera existido.
Su voz en mi cabeza era como una mano que me apretaba la garganta de tal manera que empezó a costarme respirar.
-Tengo que ir al baño. –conseguí decir antes de levantarme sin esperar respuesta y lanzarme con pasos rápidos hacia los baños públicos a unos pocos metros. A mi espalda el móvil seguía sonando.
Tuve suerte puesto que el baño estaba vacío. Cerré la puerta principal y abrí el grifo de uno de los tres lavabos. Intenté echarme agua fría en el cuello pero mis manos temblaban tanto que acabé por desperdigar toda por mi camiseta. Alcé los ojos para encontrarme un rostro similar al mío. Era yo pero no era yo. Tenía una mueca de pánico, había perdido todo el color y mi pecho subía y bajaba con celeridad intentando coger aire. Pero no podía. No podía respirar. Estaba muriendo.
Una parte de mi cerebro sabía que no, que por supuesto que podía respirar, pero esa parte no estaba al mando. Lo estaba aquella que hacía que el ataque de ansiedad fuera como un tsunami barriendo todo mi interior.
Cuando apoyé la frente contra el frío mármol del lavabo alguien aporreó la puerta. Intenté ignorar a quien estuviera tras ella pero volvió a llamar, más fuerte.
-Ocupado. –grazné sin apenas voz.
-¿Va todo bien? –la voz inconfundible de Garrett. –Tu corazón va demasiado rápido.
Quise reírme porque, por supuesto, mi corazón tenía que sonar como una locomotora. Yo misma lo sentía latiendo en mi cabeza, llenado mis oídos con un pulso frenético. Pero seguía sin poder respirar y mi visión estaba borrosa por las lágrimas que me llenaban los ojos.
¿Tú no me quieres?
No.
Me dejé caer al suelo, escondiendo la cara entre mis brazos, intentando encontrar algo de serenidad en la oscuridad de ese pequeño refugio. No funcionó. Pude escuchar la puerta abrirse. Unas manos frías que se apoyaban en mis antebrazos.
-¿Bella?
Era de las pocas veces que usaba mi nombre. Por si la preocupación de su voz no fuera indicativo suficiente. Me obligué a alzar la cabeza para mirarle, notaba mis mejillas calientes por las lágrimas que se habían desbordado.
-No...no...puedo re-respirar. –jadeé, pude notar el sabor salado en mi boca.
Garrett me puso una bolsa de papel vacía delante de la boca –la de la galletita, conseguí identificar- y me hizo respirar dentro de ella. Su mano gélida en mi espalda.
-Respira. Respiraciones profundas. Eso es.
Cerré los ojos. El olor a dulce me inundó las fosas nasales y me dejé guiar por su voz hasta que mi corazón se calmó y mi mente se volvió más clara.
-Lo siento. –murmuré avergonzada apartándome las lágrimas del rostro cuando dejé de respirar a través de la bolsa.
-No lo hagas. –me replicó con voz suave. Un suave toque de su dedo en mi barbilla me hizo alzar la mirada hacia él. No había reproche en su rostro, sólo una pequeña sonrisa, algo triste pero también dulce. –Cuando estás en la guerra los ataques de ansiedad son el pan de cada día. Mientras puedas entrar en pánico significa que estás vivo. Y si estás vivo, hay posibilidades.
Asentí. Tenía posibilidades. Aunque el agujero en mi pecho estuviera a punto de tragarme yo misma podía notar que se había vuelto algo más pequeño durante ese viaje. Un tropiezo en el camino no significaba el fin del camino, sólo que seguía recorriéndolo.
Vi la galletita en el suelo cuando Garrett me ayudó a levantarme, mis piernas aún temblaban un poco.
-Te compraré otra. –aseguró con rapidez.
Me acabó comprando una porción gigantesca de tarta de zanahoria, mi favorita y se quedó a mi lado viendo un reality show, bromeando sobre cada escena hasta que me hizo llorar de la risa.
Al final el último día de mi viaje no fue tan malo.
Nuestro Garrett al rescate🤭🤭. Pobrecita Bella, que tocada se quedó por culpa de Edward😡
¿Qué os ha parecido? Recordar darle amor.❤️🥰
Por cierto, he cambiado la portada. Os gusta?🤭
Nos leemos!🥰
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro