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Capitulo 2

Mario

Era ya de noche, y después de cerrar el consultorio, Rosalina y yo caminamos hasta mi coche. La tomé de la mano con suavidad. Sentía una calidez diferente a la de cualquier otro contacto; era una especie de necesidad de cuidarla, de estar seguro de que todo estaba bien.

—¿Y sabes qué edad tienes? —le pregunté mientras arrancaba el coche.

—Pues... no estoy segura —respondió, ladeando la cabeza—. Me quedé con eso de quinque...

¿Si quiera sabía contar?

 Sonreí un poco, decidido a ayudarla en todo lo que pudiera.

—Bueno, tendré que enseñarte antes de que vayas a la escuela —respondí con un tono juguetón.

—¿Escuela? —parpadeó confundida—. ¿Eso se come?

Reí. Nunca había sido un experto explicando cosas, y mucho menos a alguien tan peculiar como Rosalina.

—Es un lugar donde van muchos niños a aprender cosas. A contar, a leer, a escribir. Aunque viendo cómo te has acostumbrado a lo que te doy de comer, quizás no sería tan raro que lo confundas con algo comestible —comenté, sin poder evitar reírme de la idea.

Era curioso pensar que era lo que ella sabía ¿sabría leer? ¿Sabría escribir? ¿Es en realidad una analfabeta?

— ¿Y te gusto el sandwich qué te di? — le pregunte por los sandwiches qué compre en la tienda de enfrente.

— Prefiero tu comida — dijo ella, eso me avergonzo hasta cierto punto.

— Pues hoy haré albóndigas — dije serenamente, en la mañana compre la carne molida lista para preparar.

— No se que es eso pero suena delicioso.

— Lo es, aunque antes debo pasar a la papelería por algo para ti.

En el auto tome rumbo a las afueras de la cuidad ya que por esas zonas están llenas de las papelerías qué venden las cosas más completas en base a esgudios los cuales serán útiles para enseñarle a ella de manera efectiva.

El suave viento golpeaba mi rostro mientras tomado de la mano de Rosalina caminaba a la papelería.

Dentro de esta comencé a cuestionar sobre los libros más efectivos para enseñar en casa.

— Le recomiendo que compre el libro Lee verse viene con literatura básica, además de caligrafía en la parte trasera — me mostró como el libro tenía hojas para caligrafía.

— Perfecto, me llevare este y el libro Maths for dums — tome el libro e iba a pagar.

Rosalina se quedó mirando fascinada la plastilina en uno de los estantes mientras yo hablaba con la encargada sobre los libros básicos para enseñar en casa.

—Me llevaré este libro, gracias —le dije a la dependienta mientras echaba también la plastilina al carrito.

En casa ya la senté en la mesa para que jugará con la plastilina en lo que preparaba las albóndigas.

El aroma de la carne molida y la salsa frotaban lentamente contra mis fosas nasales, degustando otro platillo más, cuando termine lleve el plato con diez albóndigas para ella y solo cinco para mi.

— ¿Por que tengo más albóndigas? — pregunto ella extrañada, en su cara se le veía incomodidad.

— Eres una chica en crecimiento debes comer mucho para ser más alta, más fuerte y sobre todo tu belleza mejore — le explique.

— ¿Y por que solo come eso? — cuestiono, eso me dio a entender que no sabía contar.

— Son cinco albóndigas — señale una por una nombrando un número en ellas — Yo tengo "cinco"

Recalque el número con mis dedos y después me imitó contando las suyas, usando sus dedillos, quedando con los diez dedos.

— ¿Yo tengo dos cincos? — pregunto claramente confundida.

— Sería "diez" albóndigas — dije mientras tomaba sus manos — tu tienes cinco deditos aquí en tu mano derecha.

— Ohm — ella contó con la mano izquierda.

— Y en esta otra mano tiene cinco dedos dando un total de diez en tus dos manitas.

Rosalina comenzó a contar las albóndigas, usando sus dedos. Su concentración era adorable, y verla aprender me llenaba de una extraña satisfacción. Finalmente, llegó a un entendimiento.

—Tengo diez albóndigas —declaró con una sonrisa triunfante.

—Eres muy lista —le dije, sonriendo. Ella tomó una de sus albóndigas y la puso en mi plato.

—Ahora tienes siete —dijo, con una inocente sonrisa de complicidad. Me sorprendió cómo entendía cosas tan rápido; su dulzura me hacía sentir un deseo de protegerla y enseñarle aún más.

Creo que no necesitaré el libro de matemáticas para tontos.

— Vaya que sabes restar y sumar — comente riendo — en la cacerola tengo más albóndigas por si quieres recuperar tus diez iniciales.

Ella me negó con la cabeza y comimos en silencio, el cual era placentero, intercambiamos miradas y entendí algo de ella.

— ¿Quieres galletas Moshi? — cuestione.

— ¡Sii! — ella salto.

Es como una niña pequeña qué al mismo tiempo tiene la actitud y compostura de un adolescente.

¿Qué habrá dentro de esa mente?

¿Debería revisarla y ver que problemas podría traer tanto físicamente y mentalmente?

— Mario... — me hablo ella y voltea para mirarla.

— ¿Qué paso Rosalina? — pregunto dando mi atención.

— ¿Soy una carga para usted? — cuestiono

Solo suspire, la verdad más que una carga es una descarga de mi estrés y mi forma de pensar.

— Para nada, la verdad contigo aquí mi departamento tiene un poco más de vida.

— ¿E-en serio? — cuestiono Rosalina mirando su cabello.

— Si, ¿ quieres más? — le pregunte al verle el plato vacío, incluso sin salsa.

— ¡Si por favor! — gritó ella y me levante para servirle más.

Después de otra ronda de comida deje los platos en el fregadero y tenia ya la pila de estos, suspire y comencé a lavarlos.

— ¿Qué haces? — me pregunta Rosalina quien Mira el agua y jabón.

— Solo lavo platos — respondí sereno.

— ¿Puedo intentarlo? — pregunto y eso le llamo la atención.

No me negué y con un "claro" ella se puso a lado mio y comencé a enseñarle sobre la limpieza y termino quitándome el lugar.

— Bueno en lo que lavas los platos limpiare la sala — diría dándome vuelta para tomar la escoba.

Me tomé la libertad de por fin limpiar el lugar, teniendo de ayuda a Rosalina quien se ofrecía con una sonrisa a cada cosa que hacía.

— Terminamos — dije limpiando me las manos para ver a Rosalina quien tenía sucio el cabello.

— Me ensucie — dejo en el suelo la escoba y en su camisa estaba

— Me iré a bañar — anuncie y eso hice.

Cuando termine y estaba ya en mi cuarto viendo mi celular, notificaciones de varias cosas que algunas son algo inútiles.

— ¿Ya terminaste de bañarte? — pregunto Rosalina desde fuera de mi cuarto.

— Ah, si ya termine — anuncio y ella entra al cuarto aun estando sucia.

— ¿Me ayuda?

De nueva cuenta estaba yo haciendo esta labor. Bañarla; lavandole su rubio cabello mientras ella miraba a la pared sin ningún tipo de preocupación.

Creo que ya me gane su confianza.

— ¿Estas viendo como lo hago? — pregunto mirándola.

— Si, ya mañana lo haré yo sólita — responde y simplemente suspire.

— Esta bien, pero te quiero preguntar algo.

¿Esto la incomodara?

¿Perderé su confianza?

— ¿Te bañabas antes de llegar aquí conmigo?

Ella deladeo la cabeza, me maldije por mencionar eso pero solo sonreí incomodamente.

— No, para nada podría estar unos seis diez días sin bañarme — me dijo contando con sus dedos, eso me hizo suponer qué eran dos meses, solamente me estremesi.

— ¿Y si te bañaban como era? — pregunte.

— Bueno nos ponían a todas en un cuarto y luego con agua fría a presión nos pegaban así con todo y ropa.

— Oh ya veo.

Parece que sufrió mucho en ese lugar.

¿Espera dijo que las juntaban a todas?

— Un momento, ¿cómo que todas? — me exalte un poco.

— Bueno, en si eramos diez chicas las qué metían a bañar cuando pasaban seis y diez días — comentaria ella mirandose su brazo que tenia un granito.

— Dos meses — le corregí seriamente — continúa ¿cómo era eso?

— Bueno por lo que recuerdo eran mucho más chicas que yo en ¿tamaño? — no sabia como explicarme.

Me estaba enojando.

— ¿Y que sabes de ellas? — pregunto algo desesperado.

Quería hacer algo.

La rabia me estaba inundando.

— No se mucho, ella estaban en varios tratos diferentes similares a mi, solamente nos tenían en un cuarto oscuro — replicó, tome su oreja para lavarse la, luego de eso la levante y comencé a secarla.

—Así que había otras chicas... —murmuré, sin poder disimular el enojo en mi voz. Cada detalle me hacía sentir más responsable de su bienestar. Por fin, terminó de bañarse y  le puse su ropa limpia, regresando a su expresión tranquila

Pero fue suficiente para que me intrigar saber sobre ella, si era posible saber algo más en general donde estuvo.

¿Quien es realmente ella?

—Descansa Mario — me dijo y se acomodo en la cama, segundo día y se veía tranquila.

Una confianza iréal para serte sincero. Solo suspire.

Rosalina se acomodó en la cama con un suspiro satisfecho, casi como una niña después de un largo día de juegos. La observé mientras se dormía. Parecía que, en tan solo un par de días, había comenzado a confiar en mí de un modo especial. Mientras me decía "Buenas noches", sentí una paz extraña, como si cuidar de ella fuera exactamente lo que había estado necesitando.

—Buenas noches, Rosalina —le susurré, devolviéndole la sonrisa.

Esta nueva responsabilidad era lo más importante en mi vida ahora. Sabía que haría cualquier cosa por asegurarme de que ella estuviera bien.

El sol apenas comenzaba a iluminar la habitación cuando algo me despertó. Sentí un movimiento junto a mí, y al abrir los ojos, vi a Rosalina retorciéndose en sueños, con una expresión de angustia en su carita. Estaba murmurando en voz baja, sus manos temblaban, y se movía como si tratara de huir de algo, abrazandome sin querrer soltarme.

Preocupado intente sacar mis brazos para tomarla de la cabeza y que pudiera hablarle a la oreja.

—Rosalina, despierta —le susurré, tratando de mantener mi voz suave. Pero ella solo gimió, atrapada en lo que parecía ser una pesadilla.

La llamé nuevamente, esta vez un poco más fuerte, y entonces abrió los ojos de golpe, con una mirada perdida y asustada. Al darse cuenta de que la tenía sujeta, su respiración se aceleró, y por un segundo vi el miedo en su rostro, como si no supiera dónde estaba.

—Shhh... —le dije suavemente—. Tranquila, estás aquí, estás a salvo.

Parpadeó y comenzó a calmarse poco a poco, reconociéndome finalmente. Tomó aire y se lo soltó en un suspiro, como si estuviera liberándose de una carga pesada.

—Mario... —murmuró, y noté que le temblaban las manos.

—It's a me, Mario—le respondí, aflojando el agarre para no asustarla, pero manteniendo mis manos sobre las suyas para brindarle apoyo—. Solo fue una pesadilla.

Ella bajó la mirada, visiblemente avergonzada, y me soltó lentamente.

—No quise despertarte... —murmuró, jugando con sus dedos—. A veces... me pasa.

—No te preocupes por eso —respondí con suavidad—. Todos tenemos pesadillas de vez en cuando. ¿Te gustaría hablar de ello?

Ella dudó un momento, pero al final negó con la cabeza.

—No quiero recordar... es solo que... a veces siento que aún estoy en ese lugar oscuro, atrapada — me hablo con honestidad.

Es un gran avance

¿Eso ya lo había dicho?

Sus palabras eran pocas, pero cada una de ellas llevaba consigo un peso que pude sentir de inmediato. Decidí no presionarla más y cambié el tema para aliviar un poco el ambiente.

—¿Sabes qué? —le dije con una sonrisa—. Hoy vamos a hacer un desayuno especial. ¿Qué te parecería ayudarme en la cocina?

Su expresión cambió a una mezcla de sorpresa y entusiasmo.

—¿En serio? ¿Puedo? — se le iluminaron sus ojitos.

—Claro, pero tendrás que ser mi ayudante de cocina oficial —bromeé, tratando de romper la tensión.

— ¡Yo sere tu ayudante oficial! — dijo ella animada

Es un gran avance.

Con un demonio ya lo dije por tercera vez.

Logré hacerla sonreír, y mientras se levantaba para prepararse, vi en su rostro un atisbo de esperanza, una chispa de esa confianza que empezábamos a construir. Sabía que tal vez el camino para que ella se sintiera segura y en paz no sería sencillo, pero estaba decidido a acompañarla en cada paso, hasta que pudiera dejar atrás esos miedos.

Aunque aun hay una espina que me esta pegando fuertemente sobre ella.

Fin del capítulo 2


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