Capítulo 5: "El comienzo de algo especial"
El día después del concierto transcurre lentamente. Cada minuto parece alargarse, como si el tiempo se hubiera puesto en pausa, esperando que llegue la noche. Mi mente no deja de dar vueltas de mi encuentro con él, el suave toque de sus palabras y el brillo en sus ojos cuando me miró. ¿Cómo consiguió mi número? ¿Por qué me invitó a cenar? Me encuentro repasando los detalles una y otra vez, pero nada me da una respuesta clara. Solo sé que esa primera conversación fue... diferente.
Bea lo nota enseguida. Ella siempre es perceptiva, casi como si pudiera leer mis pensamientos.
—Te noto rara —dice, con una sonrisa traviesa, mientras se cruza de brazos frente a mí—. ¿Estás nerviosa por la cena de esta noche?
—No —miento, aunque sé que no lo estoy haciendo bien—. Es solo... todo esto es un poco abrumador.
—Ya, ya —responde Bea, con una risa suave—. Si lo que te preocupa es que el hombre esté demasiado guapo, créeme, no te preocupes por eso. Ya te dije que lo que importa es lo que sientas tú. Nada más.
Mis mejillas se tiñen de rojo ante su broma, pero en el fondo, ella tiene razón. He sentido esa chispa, esa conexión, pero hay algo más... ¿es posible que todo esto sea real?
El día avanza entre ensayos y compromisos, pero la idea de la cena me mantiene atrapada en mi mente. A medida que llega la noche, me preparo con cuidado, eligiendo un vestido que me haga sentir cómoda y elegante. El azul profundo de la tela resalta mis ojos y mi piel blanca como la nieve, y el corte del vestido es sencillo pero tiene un toque de sofisticación que me hace sentir especial. Mi cabello rubio cae en suaves ondas sobre mis hombros, un estilo natural, como si no hubiera intentado demasiado. El maquillaje es ligero, pero mis ojos celeste, grandes y expresivos, destacan con un sutil delineado que los hace más intensos. Cada detalle me hace sentir más nerviosa, más expectante, pero a la vez, más emocionada.
Bea me lanza una última mirada mientras me subo al coche.
—Estás hermosa. Solo sé tú misma.
Y eso es lo que intento hacer mientras el coche avanza por las calles tranquilas siento como las mariposas revolotean en mi estómago. El restaurante donde me ha citado está en una zona exclusiva, un lugar apartado, lejos de las multitudes. Al llegar, me sorprende ver un cartel pequeño que cuelga junto a la puerta: "Reservado para una cita especial". Mi corazón da un vuelco en mi pecho, en una mezcla de nervios y emoción.
El coche se detiene y, cuando bajo, noto que la noche está fresca, pero la luz cálida del restaurante me envuelve al instante. La puerta se abre justo cuando me acerco, y ahí está él.
De pie, con una elegancia natural, parece un hombre salido de otro tiempo. Su traje azul marino, perfectamente ajustado, resalta su figura alta y esculpida. La luz suave lo acaricia, resaltando cada rasgo de su rostro. Es tan guapo, tan imponente, que me cuesta no quedarme paralizada al verlo. Hay algo en su presencia que hace que el resto del mundo desaparezca, dejándome solo con él.
Cuando sus ojos se encuentran con los míos, siento una corriente eléctrica recorrerme. Me mira con una intensidad que me hace sentir como si me estuviera viendo a través de mí, como si pudiera leer todos mis pensamientos. Me sonríe, y esa sonrisa es tan cálida, tan genuina, que hace que mi corazón dé un brinco.
—Ellie —dice, y pronuncia mi nombre con una suavidad que me envuelve. —Es un placer finalmente conocerte.
Me extiende la mano, pero no solo la toma: la besa, de una manera tan caballerosa, que me siento transportada a otra época. El roce de sus labios sobre mi piel me deja sin aliento, mientras siento como una corriente eléctrica recorre mi cuerpo, me estremezco cuando se aparta y me mira directamente a los ojos. Hay algo en su mirada, algo profundo, que me hace sentir vulnerable, pero al mismo tiempo, segura. Como si pudiera confiar en él, aunque no sé por qué lo pienso.
—Ehmmm... —murmuro, casi sin pensarlo. Todavía no sé su nombre, siento como mis mejillas se ruborizan.
Él suelta con una ligera risa. Y yo me maravilló al escucharlo.
—Soy Richard, Richard White. Y esta noche está reservada solo para ti.
Esas palabras me hacen sonrojar aún más, pero no tengo tiempo para procesarlas, ya que él ya está guiándome hacia el interior del restaurante. El ambiente es acogedor y privado, con luces tenues y un jazz suave que parece envolvernos en una atmósfera perfecta para una cita. Solo estamos nosotros dos.
—¿Todo esto es... para nosotros? —le pregunto, mirando a mi alrededor.
Él asiente.
—Es un lugar especial, él sitio es de un buen amigo mío. Quería que esta noche fuera... nuestra.
Mi corazón late más rápido con sus palabras. La intimidad del lugar, la exclusividad, todo parece diseñado para que estemos solos, sin interrupciones. No hay cámaras, no hay miradas curiosas. Solo él y yo.
Nos sentamos frente a frente, y aunque la conversación fluye de manera natural, hay algo en el aire que hace que todo se sienta más profundo, más intenso. Su mirada sigue fijándose en mí con una intensidad que me desarma, pero, por alguna razón, no me siento incómoda. Al contrario, siento que este momento, este pequeño universo que hemos creado entre los dos, es justo lo que necesito.
Cada palabra que sale de su boca tiene un peso, una intención. Su voz es suave, pero tiene una fuerza tranquila que me hace sentir en paz, a pesar de todo el caos que normalmente me rodea. De alguna manera, me hace sentir como si este fuera el único momento que importara, como si todo lo demás pudiera esperar.
La cena pasa lentamente, como si el tiempo hubiera decidido darnos una tregua.
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