Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo Doce

Hoy era día de control de embarazo, y aunque siempre era emocionante ver a los bebés y confirmar que todo estaba bien, no podía evitar sentir un nudo en el pecho al pensar en ir sola. Me preparé lentamente, intentando distraerme con los pequeños rituales de la mañana: elegir una blusa cómoda, atar los cordones de mis zapatos, preparar un té.

En la cafetería, Grace me recibió con su habitual sonrisa cálida.

—¡Buenos días, Gaby! ¿Lista para el día? —preguntó mientras colocaba las tazas en el mostrador.

—De hecho, tengo el control médico hoy. Y estaba pensando... ¿crees que podrías acompañarme? —pregunté con cierta timidez. Sabía que estaba ocupada, pero esperaba que pudiera escaparse por un rato.

Grace pareció dudar un momento, pero su rostro cambió al recordar algo.

—¡Oh! Hoy tengo que asistir también a un control médico con Bastian, mi hijo nos lleva a que nos lo hagan una vez cada seis meses y es importante porque últimamente Bastian no ha estado bien—explico mirándome apenada y distinguí un poco de culpabilidad en su mirada— Lo siento mucho Gaby, de verdad, pero puedes decirle a una de las chicas o a Kaleb

Negué rápidamente, tratando de no parecer afectada sabía que hoy las chicas no podrían, como era un día en el que siempre cerrábamos temprano ellas ya habían hecho planes y a Kaleb lo habían contratado para una mudanza hoy.

—No te preocupes, puedo ir sola, solo quería ver si me querías acompañar para que conocieras a mis bebes. — ella me miro con incredulidad y algo de preocupación, pero decidió no insistir.

Después de terminar mi turno, caminé hacia el hospital. La verdad es que desde que había llegado aquí solo había usado mi auto aquella noche que tuve que ir al hospital, pero de ahí en fuera me gustaba caminar a donde quisiera siempre y cuando no fueran distancias tan largas y ahora, aunque intentaba mantener una actitud positiva, la verdad era que me sentía increíblemente sola.

Estos controles eran momentos importantes, y cada vez que iba, no podía evitar pensar en cómo deberían ser. Matthew debería haber estado a mi lado, sosteniendo mi mano, compartiendo la emoción de ver a nuestros hijos crecer. Pero en lugar de eso, estaba enfrentándolo todo sola.

Cuando llegué al hospital, la sensación de soledad se intensificó. Las salas de espera estaban llenas de parejas, algunas sosteniendo manos, otras riendo suavemente. Mirarlos me dolía más de lo que quería admitir. Me senté en una esquina, jugando con los bordes de mi bolso, tratando de distraerme de la creciente sensación de vacío.

—¿Gabriella? —llamó la enfermera, sacándome de mis pensamientos.

Me levanté, respirando profundamente para calmar los nervios. Mientras me dirigía al consultorio, escuché una voz familiar detrás de mí.

—¿Bella?

Me giré rápidamente y ahí estaba Kaleb, con una mezcla de preocupación y alivio en su rostro.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, sorprendida pero aliviada al mismo tiempo.

—Grace me llamó. Me dijo que tenías el control hoy y que estabas sola. Pensé que tal vez te vendría bien algo de compañía —dijo, encogiéndose de hombros como si no fuera nada.

—Pero... ¿Y el trabajo que tenias hoy? − pregunte confundida.

−Lo termine antes de lo esperado, no eran muchas cosas que tenia que cargar− me sonrió mientras me hacía señas para entrar al consultorio.

No pude evitar sonreír, sintiendo que parte de ese peso en mi pecho desaparecía.

—Gracias, Kaleb. En serio.

—Siempre, Bella. Ahora vamos, no hagamos esperar a los pequeños.

Entramos juntos al consultorio, y la presencia de Kaleb a mi lado transformó la experiencia. La doctora hizo el chequeo habitual, revisando mis signos vitales y asegurándose de que los bebés estuvieran creciendo bien.

—Todo se ve perfecto —dijo mientras encendía la máquina del ultrasonido—. Vamos a ver a esos pequeños traviesos.

La pantalla se iluminó, mostrando las dos figuras que ya reconocía como mis bebés. Kaleb se inclinó hacia adelante, fascinado, mientras la doctora explicaba cada detalle.

—Son activos, como siempre según el historial que me transfirieron de tu embarazo —dijo, sonriendo—. Están creciendo a un ritmo ideal.

—Guau... —susurró Kaleb, visiblemente impresionado mientras veíamos como bebé A se movía energéticamente mientras bebé B también se movía, pero con menos energía que su hermano.

Cuando salimos del hospital, Kaleb seguía hablando sobre lo increíble que era verlos.

—Es una locura como se mueven tanto. Pero oye, ¿cómo supiste el sexo tan temprano? Mi hermana no lo supo hasta los seis meses.

Sonreí, sabiendo que la curiosidad en su pregunta era genuina.

—Es porque son dos y ambos son niños. En embarazos gemelares, los bebés tienden a desarrollarse más rápido al principio. Supimos que eran varones al mes y medio.

Kaleb me miró con asombro.

—Eso explica por qué ya tienen tanta energía. Es increíble.

Su entusiasmo era contagioso, y no podía evitar reírme mientras caminábamos de regreso.

Más tarde, mientras estábamos en mi apartamento, sucedió algo inesperado. Estábamos sentados en el sofá, hablando sobre las opciones de estudios en línea que había encontrado, cuando sentí un movimiento familiar en mi vientre.

—Ahí están otra vez —murmuré, colocando la mano sobre mi vientre.

—¿Otra vez? —preguntó Kaleb, con curiosidad.

—Sí, los he sentido moverse desde hace unas semanas, pero... espera. Creo que ahora también puedes sentirlo.

Tomé su mano y la coloqué sobre mi vientre. Kaleb se quedó quieto, expectante. Pasaron unos segundos, y luego, una pequeña patadita presionó contra su mano.

—¡Guau! —exclamó, con una mezcla de sorpresa y alegría—. ¡Lo sentí!

—Es la primera vez que se siente desde afuera —dije, con lágrimas en los ojos.

Kaleb me miró con ternura.

—Es increíble, Bella. Ellos ya saben que tienen a la mejor mamá.

Ese momento fue mágico, una conexión que nunca olvidaría. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba exactamente donde debía estar, y no importaba lo que el futuro trajera, sabía que no estaba sola.

Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la magia de lo que acababa de suceder. Kaleb aún tenía la mano sobre mi vientre, como si temiera que al apartarla perdería la conexión con los bebés. Finalmente, me miró con una sonrisa que parecía iluminar toda la habitación.

—Gracias por dejarme ser parte de esto, Bella. En serio. Nunca pensé que algo así pudiera... no sé, cambiar tanto la forma en que veo las cosas.

—¿Cambiar? —pregunté, curiosa.

—Sí —dijo, apartando su mano con suavidad y apoyándose en el respaldo del sofá—. A veces la vida se siente como una rutina. Trabajo, casa, repetir. Pero contigo, y con ellos... —señaló mi vientre—. Todo se siente más real, más... importante.

Sus palabras me tocaron profundamente. Me quedé mirándolo, intentando procesar todo lo que decía. Antes de que pudiera responder, él cambió de tema.

—Bueno, suficiente de mis divagaciones —dijo, con una sonrisa tímida—. ¿Cómo va la búsqueda de los estudios? ¿Encontraste algo que te guste?

Me acomodé un poco en el sofá, sacando mi teléfono de la mesa cercana.

—Sí, hay un programa que parece ideal. Diseño gráfico, flexible, y puedo avanzar a mi propio ritmo. Pero aún no estoy segura. Me asusta no ser capaz de manejarlo todo.

Kaleb me miró con esa seriedad tranquila que siempre usaba cuando quería convencerme de algo.

—Bella, tienes la capacidad. Lo sé porque lo veo en ti todos los días. Eres fuerte, creativa y determinada. Además, no tienes que hacerlo sola. Yo estaré aquí para ayudarte con lo que necesites.

—¿En serio? ¿Hasta con los proyectos complicados? —pregunté, bromeando para aligerar el momento.

—Hasta con los proyectos más complicados. Soy un maestro en presentaciones de PowerPoint, por si te sirve —respondió, riendo.

Reí junto a él, pero en mi interior sentí una calidez que no había experimentado en mucho tiempo. Kaleb no solo me ofrecía apoyo; creía en mí de una manera que ni yo misma lograba hacerlo todavía.

El tiempo pasó rápido mientras seguíamos hablando sobre el programa y las posibilidades. Cuando Kaleb finalmente se levantó para irse, el nudo habitual en mi pecho al despedirme de alguien cercano no apareció. En cambio, sentí una calma que me acompañó hasta que me acosté esa noche.

Acostada en la cama, miré el techo mientras acariciaba suavemente mi vientre.

—¿Qué opinan, pequeños? ¿Creen que mamá pueda manejarlo todo? —murmuré.

Como si me respondieran, sentí una ligera patadita. Sonreí, dejando que la tranquilidad de ese momento me envolviera. Por primera vez en mucho tiempo, pensé que quizás estaba dando los pasos correctos hacia un futuro mejor para nosotros tres.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro