Capítulo 5
El sol de la tarde brillaba sobre Bilbao mientras esperaba fuera de la universidad de Sara, apoyado en mi coche. Estaba nervioso, pero decidido a hacer de esta tarde algo especial. Cuando vi a Sara salir, mi rostro se iluminó con una sonrisa, aunque ella parecía ligeramente sorprendida. Habíamos estado quedando esta semana para conocernos mejor, agradecía el esfuerzo que ella estaba haciendo por abrirse a mí a pesar de el miedo que tiene. También sabía que ella valoraba el hecho de que yo mostrase un interés real en ella.
―Hola, Sara ―dije, acercándome―. ¿Te gustaría ir al cine esta noche?
Sara me miró con una mezcla de curiosidad y precaución.
―¿Al cine? No sé, Oihan, no quiero que te sientas obligado a invitarme a todas partes. Además, no me gusta que pagues todo. Llevamos toda la semana quedando y prácticamente todo corriendo por tu cuenta, soy universitaria no indigente, puedo pagar alguna vez yo.
Yo sonrio, reconociendo su independencia, pero insistí suavemente.
―No es una obligación. Me encantaría pasar un buen rato contigo. Vamos, solo una película. Déjame hacer esto por ti. --Ella me miró frunciendo el ceño. --Tengo claro que no eres una indigente y que esto va a sonar un poco prepotente, pero los futbolistas cobramos bastante bien y hay muchas veces que no sé qué hacer con tanto dinero, qué mejor que invertirlo en invitarte al cine.
Después de unos momentos de duda, Sara finalmente accedió.
―Está bien, pero solo esta vez. La próxima vez pago yo.
La miré sonriendo, sintiendo un pequeño triunfo.
―Trato hecho.
Llegamos al cine y, al ver el cartel de Deadpool y Lobezno, Sara no pudo contener una sonrisa.
―¿Cómo sabías que me encantan las películas de Marvel? ―preguntó ella, mirándome con asombro.
―Tuve un poco de ayuda de Leyre ―admití finalmente, riendo―. Quería asegurarme de que te gustara la película.
--No es la película lo que me gusta tanto, sino la compañía. --Esta vez fui yo quien sonreí por lo que ella dijo ya que no me lo esperaba en absoluto.
Durante la película, ambos nos reimos y disfrutamos de la acción y el humor característicos de Marvel. Sara estaba fascinada, y yo no podía evitar sentirme contento de verla tan feliz. Al salir del cine, todavía comentábamos las mejores partes de la película cuando me resigné rotundamente a dejarla en casa y despedirme de ella, el tiempo a su lado nunca era suficiente para mí, así que sugerí otra idea.
―¿Te gustaría venir a mi casa a cenar? Pedimos una pizza y seguimos hablando.
Sara aceptó, sintiéndose más relajada y confiada en mi compañía. Llegamos a mi casa, donde pedimos una pizza y nos sentamos en el sofá, disfrutando de la noche.
―Sara ―dije después de un rato―, ¿vendrías a mi partido este fin de semana contra el Betis?
La expresión de Sara se oscureció un poco.
―El Betis... no soy muy fan de ese equipo, ya que soy del Sevilla. Pero, si eso significa apoyarte a ti y al Athletic, iré.
Sonreí, aliviado.
―Hay una condición. Tienes que llevar una camiseta.
Sara levantó una ceja, intrigada.
―La de Unai Simón, desde la Euro de 2020 he sentido debilidad por él ―respondió ella con un tono de broma.
Fingí estar disgustado, pero luego confesé algo con una sonrisa.
―Me encantaría verte con una camiseta que tenga mi nombre.
Sara rió, sacudiendo la cabeza.
―Lo siento, solo tengo la de Unai.
La conversación continuó hasta que el reloj marcó las doce de la noche. Me levanté de repente y salí de la habitación, regresando con una pequeña caja envuelta en papel de regalo.
―Feliz cumpleaños, Sara.
Sara se quedó perpleja.
―¿Cómo sabías que hoy es mi cumpleaños?
Sonreí mientras ella abría la caja. Dentro, una camiseta del Athletic con el nombre Sancet y el número ocho, el dorsal que lucia a la espalda.
―Leyre me ayudó un poco más ―confesé, sonriendo ampliamente.
Sara, emocionada, sacó la camiseta y la sostuvo frente a ella.
―Gracias, Oihan. Es un regalo increíble.
Miré hacia uno de los muebles que tenía cerca del aparador de la televisión y tomé un rotulador y, con cuidado, firmé la camiseta. No me había costado un euro, pero era la que había llevado en la final de la Copa del Rey. No sabía si enmarcarla o si guardarla, ahora tenía claro que quería que la tuviese ella y saber que cuando mirase a la grada de preferencia en San Mamés estaría ella con la camiseta que llevé en el momento más importante de mi carrera.
―Para que siempre te acuerdes de cuando te hice sonreír.
Sara me miró, sintiendo una mezcla de gratitud y algo más profundo, estoy seguro, esos ojos no podían mentir.
Nos miramos atentamente, y por un momento, el mundo pareció detenerse. La conexión entre nosotros era palpable, más allá de las palabras y gestos, algo genuino y prometedor.
Sara, con la camiseta en la mano y una sonrisa en los labios, se dio cuenta de que estaba logrando algo que no esperaba: abrir su corazón nuevamente. Y, viendo la felicidad en los ojos de Sara, supe que este era solo el comienzo de algo especial.
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HOLAAAAAAAAAAAAAAAAAA.
Feliz pre-comienzo de la jornada 2.
Nos leemos pronto.
ig: ememarrr
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