Capítulo veinticuatro: ¿Me seguirías amando?
Capítulo veinticuatro: ¿Me seguirías amando?
Rayan
31 de diciembre, 2016
Tengo la certeza de que reconocería a Breana en cualquier lugar, a cualquier distancia incluso si usa una peluca, simplemente sabría que es mi Breana; así que cuando termino de guardar mis cosas en el casillero del gimnasio y entro a la zona de máquinas para hacer cardio, solo me basta con verla de espalda a una gran distancia para saber que es mi rubia.
Parece enfocada en su teléfono y mantiene el ceño fruncido.
—Hola, novia hermosa —anuncio mi llegada antes de alcanzarla, pero no me escucha, está demasiado sumida en el teléfono—. ¿Breana?
Su ceño se frunce aún más y se estremece.
—¡Dios! Me has asustado, Rayan.
Parece demasiado sobresaltada mientras ambos nos agachamos para tomar su teléfono. Consigo llegar primero, pero básicamente me lo arranca de las manos antes de ponerse de pie y alejarse de mi intento de tocarla.
—Lo siento, no pretendía asustarte. Te he saludo y llamado.
—No es cierto, te hubiese escuchado —Sube a la máquina de caminar, deja el teléfono en el espacio disponible y tira de las mangas de su camisa de deporte hacia abajo hasta casi tapar sus manos.
—Lo he hecho, Breana, no tendría por qué mentirte sobre ello.
—Como sea, estaba distraída.
—¿Puedo saber con qué? —intento un tono coqueto, pero no me mira.
—Cosas.
Reparo en lo diferente que es su vestimenta de entrenamiento a lo que suele usar: prefiere usar short o faldas, a veces enterizos cortos, hoy trae un pantalón que, si bien es ajustado, pasa a segundo plano con la sudadera holgada que cae debajo de su culo y debajo de ella sobresalen las mangas largas de la camisa a juego de su pantalón. Evidentemente puede vestir lo que le venga en gana, pero se siente extraño.
Programa la máquina y comienza a caminar.
—¿He hecho algo que te ha molestado? —pregunto aun mirándola.
Creo que no ha sido el caso, hemos estado bien. Ayer faltó al trabajo alegando una emergencia familiar que dijo que me contaría después y hasta ahora nos vemos. Hoy no salimos al aire en el canal debido a que habrá una repetición de los momentos más memorables del año y se supone este día lo pasaríamos juntos de principio a fin.
—No —responde aumentando la velocidad de su caminata—. Nada que hayas hecho me ha molestado.
Noto que está sudando.
—Entonces ¿Por qué no obtengo un saludo, me evitas y no me miras a los ojos mientras te hablo?
No me responde de manera inmediata, en su lugar, aumenta la velocidad. Camino otro poco más para estar frente a ella y noto lo rojos que están sus pómulos, sin embargo, el resto de su rostro se encuentra pálido y tiene los ojos hinchados, lo que denota cansancio y horas de llanto.
De inmediato me alarmo, pero habla antes de que yo pueda hacerlo.
—¿Por qué estaría enojada contigo? Eres perfecto.
—Breana...
—Estoy molesta conmigo —aumenta la velocidad de su caminata a un trote lento.
—Creo que deberías detenerte, no parece que...
—Por no ser perfecta.
El tono de su voz es ronco, quebradizo y resentido.
—No necesitas ser perfecta y definitivamente no soy perfecto.
Se ríe sin gracia y aumenta la velocidad a un trote rápido, presionándose la muñeca de la frente.
Tengo una inquietud viéndola trotar cuando su mente parece estar tan alterada.
—Breana, baja de ahí, está claro que algo está sucediendo y vamos a hablarlo.
Mantiene la mirada al frente y aprieta los labios demasiado pálidos.
—Por favor —Estoy rogándole—, dime qué es lo que sucede, hablemos.
—Lo que sucede —jadea con un pésimo trabajo de respiración—, es que odio que no importa lo que haga... Siempre seré una terrible versión de mí.
»Miles de personas no pueden estar equivocadas... Claramente ven algo en mí que ustedes no pueden —acelera mientras jadea— y también lo veo. Hago una cosa asquerosa cuando pierdo el control y no puedo controlar mi vida... Mis hábitos, no puedo ser mejor...Simplemente...
—¡Breana!
Mi grito se debe de escuchar por toda la estancia, pero no importa porque estoy ocupado llegando lo más rápido que puedo a ella cuando sus pies pierden el paso y cae. No soy tan veloz por lo que su frente se golpea de la cinta y su costado también se lastima antes de que la apague.
—Mierda —maldigo agachándome para ayudarla, pero se sacude de mi agarre.
—Déjame, por favor, solo déjame un momento —suplica llorando.
Miro alrededor y varias personas se han acercado por mi grito. Sé que Breana no quiere ser vista de esta manera por lo que sonrío fingiendo una calma y tranquilidad que no tengo.
—Está bien, solo fue un pequeño percance, ella está bien.
Asienten y se dispersan en las otras salas dejándonos nuevamente a solas.
La impotencia me embarga mientras ella llora sentada en la cinta con las manos cubriéndole el rostro. Me rompe gran parte del corazón no saber qué sucede, cómo hacer que su dolor se detenga.
No es un llanto escandaloso, pero tampoco es silencio; hay sollozos bajos y su cuerpo se sacude.
Aprieto las manos con la impotencia de querer tocarla, abrazarla y consolarla, pero no me lo permite.
—Necesito verificar que no te has lastimado de gravedad, mi rubia.
—No quiero que me mires así.
—Te amo de cualquier manera, Breana Stone y un llanto no me hará amarte menos.
Con lentitud se retira las manos del rostro y veo su sien rojiza con unos rasguños de la caída, no parece grave, pero lo que se siente como una puñalada es la magnitud del dolor en sus ojos llorosos. Me aterra la manera en la que se ve... rota.
—¿Por qué amas a alguien cómo yo? —su voz es quebradiza y aunque es baja, cada sílaba sale envuelta en dolor.
—Porque eres excepcional en todos los sentidos, me iluminas el mundo. No me robaste el corazón, voluntariamente te lo entregué apenas te conocí. Me duele que no puedas verte como te veo, pero para mí eres una gran estrella brillante a la que quiero en mi vida.
—No soy así —sacude la cabeza—. He hecho cosas horribles.
—Todos lo hemos hecho. Déjame ayudarte, por favor.
Asiente con lentitud y la ayudo a levantarse, no me pierdo su mueca de dolor, sin embargo, no alcanzo a comentarlo porque cuando estamos de pie, su cuerpo flaquea y sostengo su peso mientras sus ojos buscan de cerrarse.
—¡Mierda! Breana ¿Qué pasa?
—Todo da vueltas.
Tomo su botella de agua y nos guío hacia unas bancas en donde se recarga de mí y la insto a beber. Acomodo mejor su cabello en la cola alta y consigo un folleto a un lado para abanicarla.
Miles de cosas dan vuelta por mi cabeza y hay una titilando con fuerza.
—¿Necesitamos ir por una prueba de embarazo? —pregunto con suavidad y sacude la cabeza en negación.
—No es eso —hace una pausa en tanto exhala—. Olvidé comer...
Otra vez.
Aprieto los labios y respiro hondo.
—Lo sé, Rayan.
—Y si lo sabes ¿Por qué lo olvidas?
Las palabras de Teressa rondan por mi cabeza mientras permanecemos en silencio y se hidrata. Pasados los minutos consigo unas galletas de granola y luego conseguimos salir del gimnasio para ir en mi auto a su apartamento.
—¿Y Summer?
—Está en casa con mamá, estará bien, llegaremos a tiempo para la cena.
—¿Aun me quieres ahí? —susurra.
—Siempre te querré ahí.
El trayecto transcurre en silencio, no me pierdo que varias veces se limpia lágrimas silenciosas y los constantes pellizcos en su muslo me hacen tomarle la mano para detenerla de que se siga haciendo daño.
Tengo el cuerpo lleno de inquietud y tristeza, la impotencia de no poder ayudarla, sanarla, hacerla sentir mejor, me mata.
Finalmente llegamos a nuestro destino, bajamos del auto y cuando llegamos a su apartamento me doy cuenta de que el olor a productos de limpieza es bastante fuerte hasta el punto de hacerme estornudar.
—Guau, parece que limpiaron profundamente —estornudo de nuevo.
—Sí, limpiaron ayer.
—Pensé que habías estado ocupada con una emergencia familiar —recuerdo, atrapando su mentira.
Se tensa, pero no me contradice y suspiro.
La tomo de la mano y entrelazo nuestros dedos guiándola hacia su habitación en donde le saco la enorme sudadera, los zapatos y el pantalón deportivo, ella insiste en quedarse con la camisa deportiva de mangas largas y admito que la visión de ella en sus pequeñas bragas y la camisa ajustada me afecta, pero me enfoco en la situación actual.
—Ahora vuelvo, permanece acostada y trata de relajarte.
Asiente y antes de que pueda alejarme, me toma del cuello e inclina el rostro besándome en los labios con suavidad y vulnerabilidad.
—Te amo —susurra contra mi boca—. Gracias por quedarte cuando alguien más hubiese huido.
—Te amo —susurro contra sus labios antes de ir a la cocina.
Un repaso por su refrigerador me hace saber que hizo las compra hace poco porque se encuentra lleno y opto por una ensalada junto a un pollo a la plancha queriendo ser gentil con su estómago vacío.
Mientras pico los vegetales recuerdo una y otra vez mi conversación con Teressa, el comportamiento de Breana los últimos meses, lo que he visto y lo que no, lo que muestra y lo que esconde. Las señales que muchas veces minimizamos, las sonrisas que muchas veces esconden cosas y la soledad ¡Dios! La soledad que puede reforzar muchas veces malos pensamientos.
La manera obsesiva en la que lee los comentarios y cómo estos la han envenenado, su percepción de sí misma, el desentenderse de los halagos, la incomodidad en su propia piel, la sexualización a lo largo de los años, las bromas crueles e incluso las bienintencionadas.
—¿Cómo hemos sido tan descuidados? —susurro.
Excepto que Breana es buena ocultando las cosas, es magnífica sonriendo y siendo el sol de nuestro grupo, la dueña de los caramelos, la siempre sonriente y alegre. Hasta hace poco aun mantenía barreras conmigo, dejándome ver lo bueno, ocultando las asperezas; quizá el esconderlo era una gran parte del por qué en un principio rechazaba mis avances, es difícil ser vulnerable ante alguien más y es doloroso mostrar nuestros pesares.
Casi me corto el dedo picando el tomate y respiro hondo antes de retomarlo. Al terminar, me dirijo al bote de basura y al abrirlo me detengo.
—Breana... —susurro antes de apretar los labios.
La basura está a rebosar con una mezcla de restos de comida de todo tipo, gaseosas, dulces, frutas, es demasiado y todo se ve fresco.
Miro durante segundos los desperdicios y respiro hondo percibiendo nuevamente el fuerte olor de químicos de limpieza. Todo está ahí.
En silencio ato la bolsa y la saco fuera de la casa, siento que actúo en automático, deshaciéndome de ello y volviendo a la cocina, en donde soy demasiado brusco lavándome las manos y luego me presiono una a la boca cuando me doy cuenta de que quiero llorar.
—Respira —susurro—, contrólate, Rayan.
Mi mano tiembla cuando me saco el teléfono del bolsillo, abro el navegador y finalmente escribo las palabras: desorden alimenticio.
Hay demasiados resultados y bloqueo el teléfono.
Hay demasiadas respuestas, investigaciones, testimonios, suposiciones y preguntas. Hay demasiado en pocos segundos, mucho para asimilar y entender.
—Necesita comer —Me digo a mí mismo— y luego necesitas entender.
Sé que leeré de ello, necesito hacerlo, pero primero necesito estar para ella ahora.
Cocino de manera metódica y en poco tiempo, organizando la comida en una bandeja que consigo junto a un té y un vaso de agua.
Cuando llego a la habitación, está acostada de lado y con la atención en su teléfono, pero cuando se da cuenta de mi presencia, se incorpora hasta estar sentada.
En este momento odio su teléfono.
—Se ve bien —Me da el intento de una sonrisa.
—Y ha de saber aún mejor —Hago mi propio intento de sonreírle dejando la bandeja sobre sus piernas y guiando mis manos a su cabello para liberarlo de la cola.
Nos reacomodo hasta que estoy detrás de ella, con la espalda contra la cabecera y ella sentada entre mis piernas con la bandeja sobre las suyas, entonces, la abrazo y beso su mejilla.
—¿Qué tal si olvidamos tu teléfono por unas horas? —propongo.
—Mamá podría llamarme.
—Si llama, lo veremos en la pantalla.
—Está bien —cede y creo que en parte agradece que alguien la aleje de ello.
—Hice la comida con mucho amor.
—¿Si? —Esta vez cuando voltea a verme su sonrisa es genuina y beso la punta de su nariz antes de asentir— Pero no hiciste para ti.
—Podrías compartir.
—Podría, es bastante comida.
No. No lo es, pero asiento fingiendo estar de acuerdo y sabiendo que de esa manera puedo conseguir que coma más.
La idea de alimentarme parece darle el entusiasmo suficiente para que toque la comida. Sus trozos de pollo son mucho más pequeños que los míos, sus bocados de ensalada son diminutos y a veces me da tres bocados seguidos antes de tomar uno para sí misma.
Se bebe el té y el vaso de agua, ignora las fresas con chocolate que le encantan y puse como postre.
Incluso Summer habría comido más.
Dejo la bandeja sobre la mesita de noche y la abrazo contra mí, con su espalda contra mi pecho y la barbilla sobre su cabeza.
—Cuando te vi por primera vez, evidentemente pensé que eras de las mujeres más hermosas que había visto en mi vida, pero ¿Sabes que me atrapó? Tus nervios. Te escuché hablar sola, caminabas de un lado a otro y luego dijiste «merezco y puedo con esto.»
»Cuando conversamos en tu primera semana me pareciste de las personas más inteligentes, con una gran capacidad para razonar, debatir y guiar una conversación. Tu carisma, Breana, la manera en la que sonreías y te brillaban esos preciosos ojos azules de felicidad era atrapante.
Entrelazo nuestros dedos y hago que mis brazos junto a los suyos la abracen.
—Sacabas lo mejor de todos, entrabas en una habitación y la iluminabas, eras innegablemente dulce, bondadosa y amable, me mataba que Kennedy fuese tan cerdo y despectivo contigo porque sentía que, de todos nosotros, eras quien merecía un mejor trato.
—Rayan...
—Y sí, un millón de veces pensé en tu belleza, solo un ciego no lo haría, pero dos millones de veces pensé en lo mucho que me encantaba tu personalidad, lo bien que me hacía hablar contigo. No pensaba en qué número te arrojaba la báscula, en tu pasado, en si tenías retoques o procesos estéticos, lo que pensaba es en que quería más de ti.
»Quería follarte un montón, pero también quería después acurrucarme contigo y hablar de todo y de nada. Te quería a ti, con o sin maquillaje, con cualquier ropa, en tus días buenos y en los malos. Aun lo quiero.
»Subestimas mi amor por ti, crees que me iré cuando las cosas sean difíciles o que solo puedo amar lo bonito, pero lo que no te das cuenta es que estoy aquí, esperando, rogando que me dejes amarte con tus asperezas. Yo no quiero idolatrarte como un fan que aplaude lo bueno y condena lo malo, yo quiero amarte como un hombre enamorado que comprende los momentos difíciles y te toma de la mano, pero para hacerlo tienes que dejarme, permitirme estar a tu lado.
Permanecemos en silencio.
—¿Y si te cansas? ¿Y si es demasiado?
—No creo hacerlo y si ese fuese el caso, antes de ser tu novio, he sido tu amigo y siempre estaré para ti.
—¿Incluso si he matado a alguien?
—Tus razones tendrías y prometo no revelar en dónde dejaste sus restos.
Aprieta nuestros dedos entrelazados antes de liberarlos y creo que se va a cerrar, pero se alza las mangas de la camisa deportiva y mi cuerpo se tensa.
Me invaden unas ganas de asesinar a alguien.
Moratones en forma de dedos le magullan la piel en una tonalidad de morados.
—¿Quién mierda se ha atrevido a ponerte un dedo encima? —pregunto sin poder ocultar mi ira.
Quiero ponerme de pie e ir por quien sea el futuro difunto que ha causado tal daño, pero su cuerpo se recarga aún más del mío, impidiéndomelo. Me conoce demasiado bien.
No me da nombre, en lugar de ello, dice algo totalmente inesperado.
—Fui la amante de un hombre durante unos meses —susurra, pero alcanzo a escucharla—. Él estaba casado, su mujer en casa embarazada y yo me acostaba con él.
El silencio reina en la habitación.
Escuchamos nuestras respiraciones mientras mi mirada se mantiene en el daño en sus muñecas y su confesión se registra.
—¿Demasiado? —pregunta.
Sacudo la cabeza y nuevamente la abrazo, besando su sien.
—No lo sabías —afirmo—. Te engañó.
Sueno firme y seguro. Lo estoy.
—¿Por qué piensas eso?
—Porque odias a los infieles, tu moral está bastante alta y eres el tipo de persona que se sacrifica por otros antes de lastimarlos. ¿Estoy equivocado?
—No lo sabía —afirma.
—¿él te hizo esas marcas? —mi voz es baja y aparenta calma—. Dame el nombre, Breana, porque no hay manera en el mundo en el que alguien que te haya puesto un dedo encima pueda salir con los diez dedos ilesos. No mientras yo viva. Dame el nombre.
No me importa si la prensa hablará.
No me importa si es alguien importante.
Todo lo que sé es que la lastimó y tiene que pagarlo.
—El amor propio lo hacen sonar hermoso y fácil —habla con suavidad—. Siempre veo estos videos en internet sobre amarse a uno mismo, sobre que somos diferentes y lo maravillosos que somos, lo hacen sonar tan fácil que pienso que estoy defectuosa.
Acaricio sus antebrazos cuando su cuerpo se sacude con un temblor.
—Porque lo intento. Me paro frente a un espejo y me digo "debes amarte," pero no es fácil. Cuando me miro en el espejo veo todos esos comentarios, no logro mirarme a mí misma. Miro mi cabello rubio, mis curvas, mi rostro y veo el molde de lo que otros ven, pero ¿Yo? No veo nada que valga la pena.
Cierro los ojos con fuerza y el nudo en mi garganta es tan grande que no consigo hablar.
—Fui la amante de alguien que ni siquiera amaba y que no me amó, solo amaba la idea de poseerme, pero necesitaba tanto la validación de alguien, sentir que le importaba, que no me fui. Y sí, no sabía que me mentía sobre su matrimonio supuestamente fallido, pero ¿Por qué me quedé dentro de una relación en donde no era feliz? Conozco la respuesta.
»Me quedé porque necesitaba sentirme validada, porque necesitaba que alguien me amara como yo no sé hacerlo. Estaba hambrienta de un reconocimiento, de que alguien más que mis amigos me dijeran que yo valía la pena, que yo era más, que era suficiente y lo gracioso es que nunca lo hice. Me poseyó, pero solo me dejó más vacía, solo me reafirmó lo que el mundo grita y entonces comprendí que soy el problema.
La primera lágrima se me escapa y golpea contra su cabello, no sé si se da cuenta, pero sé que me duele profundamente el alma por la mujer de la que estoy totalmente enamorado.
—Estoy hecha de trozos dañados que no encajan y me esfuerzo, pero me duele porque no importa lo que haga, siempre soy menos, nunca soy más.
—Eres todo y más.
—No me siento así —su voz se quiebra—, te prometo que no me siento así.
La abrazo con fuerza y ambos lloramos. Ella solloza entre mis brazos mientras la sostengo y yo humedezco su cabello con mis lágrimas silenciosas.
—Aun con todo eso ¿Me seguirías amando?
—Te seguiré amando siempre —susurro.
Llora todavía más y lo siento como espinas profundas atravesándome la piel. Amar a alguien y verla sufrir sin poderla sanar es algo doloroso y chocante, todo lo que puedo hacer es sostenerla, pero ambos sabemos que no es suficiente porque está en un punto donde necesita mucho más que mi abrazo, que mis besos, que mi amor.
Necesita justo lo que no tiene: amarse a sí misma y necesita lo que no estoy seguro de que quiera tomar: ayuda.
Sé que estuve meses ausentes, pero los contratos son cosas de las que no se puede huir y con los que se debe cumplir.
Hago lo mejor que puedo con mi tiempo, perdón si sienten que no es suficiente :(
El próximo capitulo ya se encuentra escrito, pero debo editarlo, así que nos leemos prontito.
Sí, posiblemente algunos capítulos van a doler.
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