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Capítulo diecisiete: Teressa Stone




Capítulo diecisiete: Teressa Stone

Breana


24 de noviembre, 2016.

—¿Cómo está Presley? —pregunto viendo el pollo a la plancha con brócoli al vapor que dejan frente a mí—. Gracias.

La mesera me da una amplia sonrisa antes de retirarse.

Mamá finalmente se quita los lentes de sol evaluando el plato de pasta a la carbonara que le entregaron y pareciendo complacida se acomoda la servilleta y el tenedor antes de responderme.

—Van bien, mejor de lo que esperaba. Es atractivo, mimoso y millonario por lo que no saliva por mis cuentas bancarias —Mastica con lentitud antes de continuar—. Quiere que nos mudemos juntos.

Con otra persona lo celebraría. Ellos llevan más de un año saliendo y genuinamente puedo ver que la ama y mamá lo quiere a su manera, tienen química y parecen funcionar, pero es ella de quien hablábamos y aunque admiro su tenacidad e independencia, sé que mucho del pasado con papá la condicionó a tener muros demasiado fuertes y altos de traspasar por los hombres que han intentado amarla con todas sus fuerzas.

—Lo dejo caer de manera casual como si yo no supiera que tuvo que haber pensado demasiado en ello.

—Y tú no quieres —adivino y ella ingiere otro bocado antes de asentir—. ¿Es tan difícil dejarse amar?

—¿Dejarme amar? —arquea una ceja.

—Sí —apaciguo mi voz—. Te ama y quiere pasar más tiempo contigo. No todos los hombres van a tratarte como papá lo hacía.

—No sabes cuánto agradezco lo escasa que es tu memoria sobre mi relación con tu padre y aunque tu conducta soñadora sobre relaciones de cuentos de hada me preocupa, intento respetar que pienses de ese modo ya que, si eso existe, ojalá lo consigas porque lo mereces, sin embargo, no creo en eso.

—Pero mereces ser amada, mamá.

—¿Y crees que negarme a mudarme me hace ser menos amada?

—No, para nada —digo con rapidez—, pero ¿Por qué te niegas? Solo quiero entenderte.

—Me gusta que tengamos espacios separados. Pasé gran parte de mi vida compartiendo cosas que no quería con un hombre: mi tiempo, mi espacio, mi soledad, mis momentos, mi cuerpo y casi mi alma.

»Me gusta tener mi espacio y estoy bien con que se quede en mi apartamento luego de divertirnos o porque queramos pasar más tiempo juntos o varios días, pero no dejaré mi zona segura para ir a la suya de manera permanente ni quiero tenerlo siempre en mi apartamento. Me dirán fría o desapegada, pero es lo que quiero y espero que sea respetado del mismo modo en el que respeto lo que él quiere. Si siente que no funciona la dinámica, puede dejarlo, no lo detendré, aunque claramente eso no me hará feliz.

—¿No te dolería?

—Es un buen hombre y lo quiero, pero no me voy a morir porque acabe —Bebe de su vino—. La única que puede matarme al sacarme de su vida o al no verla más, eres tú.

»¿No lo sabes? Eres el amor de mi vida, el único que realmente me interesa no perder.

Lo dice como si lo diera por sentado, como si no fuese una de las cosas más bonitas que me ha dicho.

—No necesito medias naranjas, alma gemela o romance para ser feliz, me gusta vivirlo, pero no es indispensable ni estar por encima de mi bienestar y salud mental. Hace años aprendí a escuchar mis necesidades, nunca más pondré los deseos de una pareja por encima de los míos.

—Puede que pensemos de maneras distintas en muchas cosas, pero respeto lo que piensas. No cuestiono que no quieras mudarte, ahora puedo entender tu punto.

—Bueno, ahora que he saciado tu curiosidad, deja de verme y come, me doy cuenta de que estás más delgada.

—¿No has escuchado lo mal que estar hablar de los cuerpos ajenos?

—Sí y así como escucho también veo y lo que estoy diciendo es que noto que estás algo más delgada y que desperdicias el tiempo jugando con tu comida. ¿Hay algo de lo que deba preocuparme, Breana?

Su mirada es contundente y estoy segura de que recuerda la época de mi adolescencia con los desórdenes alimenticios en donde comía sin parar hasta casi desgarrarme el estómago con una insana obsesión de engordar y destruir el cuerpo que todos codiciaban, criticaban y del que hablaban.

Ya no soy esa persona. Estoy bien.

—No pasa nada —respondo cortando un trozo de pollo y llevándomelo a la boca con un brócoli.

Es insípido por lo que mastico poco y trago, comiendo en automático sin realmente disfrutarlo.

—Si estás pensando en el pasado, no lo hagas, ahora es diferente y estoy a gusto con mi cuerpo.

Me da una larga mirada antes de dar otro sorbo a su vino.

—¿Cómo pasaste tu cumpleaños? Bueno, no me respondas, sé que la pasaste teniendo sexo.

—Mamá ¿Pero qué rayos?

—Vi las fotos en todas partes. El hijo de Presley casi quería llorar porque al parecer en su atolondrada cabeza pensó que tendría una oportunidad con mi hija, demasiado iluso.

—¿Le gusto al hijo de Presley? Pero si ni siquiera nos conocemos.

—Le gusta tu cuerpo y la idea que tiene de ti, lo que lo hace un tonto sin criterio por no interesarse en descubrir tu personalidad. Tiene veintidós, pero te digo que es como un molesto adolescente que se atonta cuando ve un par de tetas firmes —Se limpia la comisura de la boca con la servilleta—. Me cae bastante mal y no lo oculto, sin embargo, cree que bromeo. Gracias al cielo vive con su madre de quien me compadezco, si tuviese un hijo así me lamentaría de no haberlo abortado.

Ni siquiera me molesto en decir algo porque sé que no cambiara sus palabras, por lo que me conformo con verla sonreírme.

—Entonces, dejando a un lado al veinteañero que no debió nacer ¿Qué tal te la pasaste con Rayan? ¿Lo estás usando para tu placer?

—Lo quiero.

—Ni siquiera puedo fingir estar sorprendida —suspira—. No es un mal partido, aunque parece demasiado bueno y amable, quizá ¿Aburrido?

No puedo evitar reírme mientras siento mis mejillas sonrojarse y mamá arquea una ceja.

—No es nada aburrido y lo de bueno, digamos que es un poco cuestionable.

—Así que Rayan Davis tiene carácter y es interesante. Eso es bueno, es tu contraparte.

—¿Me llamas aburrida?

—No, te llamo buena y dulce, pero volviendo a Davis ¿Eres oficialmente una madrastra?

—Quiero a Rayan y quiero a Summer.

—Bueno, al menos la niña es un encanto e inteligente, no es una pérdida.

»Estoy segura de que lo sabes, pero tienes contigo una gran responsabilidad porque estás entrando en la vida de una niña en crecimiento que perdió a su madre de alguna manera. Quieras o no, eres el ejemplo femenino más cercano que tendrá y no te lo digo para intimidarte, pero criar a una persona es difícil e incluso angustiante, sin embargo, tienes el corazón y principios para hacerlo bien, pero ¿Sabes que también se necesita? Estabilidad y salud mental, Breana.

»Te amo y eres mucho mejor de lo que esperé, te amo como eres, pero sé en mi corazón que cuando te miro a los ojos aun te encuentro perdida y que el mundo ha sido demasiado duro contigo. Sana a tu ritmo, cariño. Ahora tendrás a una niña absorbiendo como esponja a tu alrededor, serás su heroína y te amará más de lo que ya lo hace. Sana por ella, pero, sobre todo, sana por ti.

—Mamá... —Mi voz apenas es un susurro.

—No voy a sentarme a decirte lo que tienes qué hacer ni qué pasos dar. Ya pasaste por ello y ambas sabemos que solo tú puedes realmente ayudarte y admitirte lo que sea que esté sucediendo.

—No tengo problemas.

Me mira durante largos segundos antes de tomar otro bocado. También continúo comiendo.

—Volviendo a Rayan Davis ¿Cuál fue el veredicto?

—¿Sobre qué?

—¿Lo idealizaste demasiado o sí cumplido tus expectativas en esto de iniciar una relación?

Lucho contra la sonrisa, pero no puedo esconderla y mamá sacude la cabeza, pero alcanzo a verla sonriendo.

—Las superó —deduce—, fue mejor de lo que pensaste. Honestamente, Breana, espero funcione porque tengo que admitir que te hace bien.

—También espero que funcione.

Continuamos conversando y no me como toda la comida porque genuinamente es insípida y comer sin querer es desagradable, pero me tomo un jugo y poco después conduzco con mamá de copiloto ya que hoy quiere pasar por el programa, cosa que casi nunca hace, pero cuando se le mete en la cabeza ir, nadie la detiene.

En el camino me habla de sus acciones en cierta empresa ganando mayor valor y me insta a comprar acciones en una línea de fragancias que está iniciando y siendo honesta, prometo evaluarlo porque suena bastante bien y en opiniones empresariales, la escucho siempre ya que es así como tengo un gran capital multiplicándose en acciones en una compañía de suplementos de proteínas saludables.

Cuando llegamos a las instalaciones del canal, debo esperar a que hable cortamente por teléfono con Presley, quien me envía saludos y luego caminamos hacia el ascensor conversando sobre el hecho de que me gustaría que se reuniera con Rayan y Summer.

—Podemos concretarlo —dice mientras esperamos el ascensor—. La niña me gusta.

—¿Y Rayan?

—No me desagrada, pero seguimos en una evaluación, pero me interesa reunirme a comer con los Davis y contigo, verlos interactuar a los tres.

—Búscanos espacio en tu agenda —Bromeo.

Las puertas del ascensor frente a nosotras se abren y la conversación muere al encontrarnos no solo a Demian Coleman, junto a él está Candice, su esposa.

Ella me mira con tanto asco, odio y desprecio que casi me encojo, pero solo hago un leve movimiento con la cabeza en reconocimiento.

—¿Van a salir? —pregunta mamá con impaciencia y voz mordaz.

—Dejé algo arriba, tesoro. Subamos de nuevo —dice Candice.

Mamá me da un pequeño empujón en la espalda baja y entro, dándole la espalda a la pareja y fijando la mirada al frente mientras ella se ubica a mi lado.

Siento un par de miradas clavadas en mí y me suda debajo de la nuca, pero mi cabello lo oculta. Me esfuerzo en que mi respiración sea constante e imploro silenciosamente que el ascensor se dé prisa.

—Estás en todas partes ¿No, Breana? —pregunta Candice tras unos segundos de silencio.

Ella luce como una mujer dulce, es preciosa y una empresaria muy exitosa de una línea de productos de belleza. Es menor que Demian, pero mayor que yo por siete u ocho años y para ella todo fue mi culpa.

Yo lo seduje, yo lo obligué, yo lo alejé de su matrimonio, yo se lo quité, yo lo obligué a engañarla.

—Por supuesto que está en todas partes, eso pasa cuando eres exitosa y estás destinada a cosas grandes —responde mamá volteándose para recargar el hombro de la pared de metal y dar un vistazo a Candice—. Perdona, pero ¿Quién eres?

Mamá sabe perfectamente quién es.

—Soy la esposa del hombre que su hija se tiró.

—Candice —Demian la toma del brazo y le da una intensa mirada que supongo pretende aplacarla, pero ella se desprende de su agarre.

—¿Qué? Solo comparto un hecho, toda madre tiene derecho a saber qué clase de hija crió.

—Ah, eres la mujer que se atrevió a agredir a mi hija, recibir de vuelta a un marido infiel y hacerse la tonta al echarle la culpa a la chica —Mamá la mira de arriba a abajo—. Te doy las gracias porque fuiste el motor para confirmar que tu marido es un auténtico inútil y despreciable ser humano.

—Su hija sedujo a mi esposo como una vulgar zorra, pero qué se puede esperar...

Me giro y la enfrento.

—Ojalá a tu hija nunca la engatuse un hombre, y mucho menos uno mayor, en un momento vulnerable ni la manipule mental y emocionalmente y para el caso, ojalá tu hija nunca se enredé con un hombre como tu marido —Le hago saber con calma.

»Si yo soy una zorra por creer en sus mentiras ¿Qué es él por seducirme durante dos meses y engañar a su esposa? —Le sonrío—. Lo gracioso es que él quería seguir cuando supe que no se habían separado y cuando tú supiste que te engañaba, me trató de infantil por no ser capaz de lidiar con el papel de una amante. Fui la que dijo que no. Es gracioso que a quien llamas zorra, oportunista y la seductora fue la única que tuvo respeto por ti mientras tu marido me rogaba que me quedara e intentaba subirme el vestido para ver si con la mano en mis bragas me ablandaba lo suficiente para dejarlo estar dentro de mí.

Alza la mano y por un segundo me aterra que suceda lo mismo que la última vez cuando me abofeteó, arañó y zarandeó, pero la detengo a tiempo cuando se la sostengo.

—No permitiré que nadie me agreda y mucho menos por una basura. Si tienes tanta rabia, creo que ya recibí mi cuota, dásela a quien te faltó el respeto y en este momento te deja hacer tal escena. Aquella vez estabas embarazada y dejé que me atribuyeras toda la culpa, pero esta vez no te permitiré faltarme el respeto.

Las puertas del ascensor se abren y le suelto la mano bajando en mi piso, estoy dudosa sobre darle la espalda, pero afortunadamente no me tironea del cabello. Antes de que las puertas puedan cerrarse, mamá mete su pie cubierto de tacón.

—Te daré un consejo que no me estás pidiendo: si hacen trampa una vez, lo vuelven a hacer. Tienes derecho a enfadarte con a la que seguramente llamas "otra", pero no olvides que quien te faltó el respeto y humilló es a quien llamas "tesoro" y dejas entrar a tu cama nuevamente —mamá hace una pausa— y es muy desagradable que uses nombres animales o adjetivos despectivos hacia otras mujeres.

Saca el pie y las puertas se cierran.

El corazón me late de prisa y vagamente soy consciente de las palmaditas de mamá en mi espalda.

—Muy bien, estás aprendiendo a rugir —Me felicita y eso me hace liberar una risa nerviosa.

»Qué mal gusto tenías en los hombres, Breana, al menos ahora lo estás haciendo mejor —Retoma la caminata y voltea cuando ve que no la sigo—. Vamos, date prisa. Tendré unas palabras con Rayan Davis antes de que inicie el programa.

—¿Qué? ¿Por qué? —La alcanzo.

No me responde, simplemente sonríe y avanza conmigo a su lado.

Espero que Rayan esté preparado para Teressa Stone.

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