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Capítulo Dieciocho: Mi niñita


Capítulo dieciocho: Mi niñita

Rayan


—¡Rayan! —Se ríe Breana mientras la siento sobre el tocador de mi camerino y le planto besos en el cuello.

Aspiro su olor en tanto mis manos codiciosas se deslizan por sus muslos cubiertos en pantalón blanco y sus costados hasta llegar al top con escote en la espalda. Le ahueco las tetas queriendo sentir sus pezones, pero gimo de frustración cuando me doy cuenta de que tiene cubre pezones, eso explica porque no se veían contra la tela.

—Esto es sacrilegio —Me quejo.

—¿Quieres que todo el mundo me vea los pezones?

—Breana, son tus tetas no las mías, no opinaré, pero lo que sí diré es que las mujeres tienen pezones, no entiendo por qué se sorprenderían de que se marquen, pero como te sientas cómoda, sin embargo, confieso que quería jugar con ellos.

Su sonrisa es tan amplia y genuina que me encuentro brevemente paralizado mientras se desata el nudo detrás del cuello y la tela se acumula en su cintura. En efecto los bonitos pezones están cubiertos, pero ella retira las almohadillas poniéndolas a un lado en el tocador y apoya las manos a cada lado, arqueando la espalda hacia mí.

—Ya puedes jugar, pero rápido porque mamá vendrá hablar contigo.

—No nombres a Teressa mientras juego con tus tetas, Breana.

Su risa resuena hasta que se tapa la boca para acallar el gemido cuando tomo un pezón en mi boca, cerrando los ojos con deleite y mordisqueándolo para que sienta una pizca de dolor antes de que lo lama y chupe otra vez.

Me alterno entre un pecho a otro, mordiendo, chupando, lamiendo, pellizcando y acariciando. Ella se retuerce y muerde la mano. No puedo evitar dejar un par de chupetones en la piel cercana a sus aureolas debido a la manera en la que chupo su piel.

—¿Quieres que te haga venir? —susurro contra su piel, acariciando con mi nariz el pezón hinchado y rojizo.

—Sí, hazlo.

—Pero ensuciaremos tu bonito pantalón blanco para el programa.

Me da un empujón en el pecho y arqueo una ceja cuando se desabrocha los botones del pantalón y contonea hasta bajarlo junto a su tanga de tirantes. El pantalón se acumula alrededor de sus tobillos y tacones verdes mientras abre las piernas ensenándome lo mojada que está.

—Ya puedes hacerme venir —Me dice con entusiasmo y vuelvo a acercarme.

—Chupa —Ordeno con dos de mis dedos frente a sus labios cubiertos de color carmín.

Sus pupilas se dilatan y su respiración se vuelve más agitada mientras tomándome la muñeca guía mis dedos entre sus labios, pasando su lengua con una sensualidad que me tiene apretando la mandíbula. Sosteniéndome la mirada me chupa y lame los dedos antes de mordisquearme las yemas y para cuando saco mis dedos con lentitud, los segundos nudillos se encuentran húmedos de su saliva y marcados con su pintura labial.

—Qué buen trabajo —La felicito llevando esos dedos a su clítoris apenas rozándolo.

—Más —pide.

—¿Más qué?

—Más fuerte, tócame cómo ambos queremos y se rápido.

—Bien, mi rubia. Fuerte y rápido, lo tengo —concedo presionando como lo quiere y haciendo movimientos circulares.

Se estremece con sus manos agarrándome los hombros, atrayéndome para esconder sus gemidos en mi cuello mientras le doy placer y uso dos dedos de mi otra mano para follarla. Mis dedos se deslizan con facilidad contra su humedad lo que me permite que dos se conviertan en tres mientras consigo el ángulo perfecto para tocarla en donde el placer incrementa de forma desmedida y le pellizco el pequeño nudo de nervios. Me muerde el cuello, pero sus sonidos son audibles para mí mientras muevo ambas manos más rápido, enganchando los dedos y aferrándome a acariciar su punto G una y otra vez hasta que se sacude de una manera que asustaría a cualquiera y estoy sorprendido cuando me aprieta los dedos y luego me moja por la manera en la que se corre, salpicándome el pantalón y la camisa azul que estoy usando para el programa o la que iba a usar, porque ahora está llena de su corrida.

Alejo mis manos porque se encuentra demasiado sensible y temblando, pero me agacho para atrapar con la lengua la abundancia que le corre por los muslos, evitando que arruine también su pantalón blanco. Logro recogerlo todo y luego le planto un beso entre las piernas, incorporándome para atarle la camisa alrededor del cuello.

—¿Pongo los cubre pezones?

—Qué importa, todos tenemos pezones —dice pareciendo desorientada mientras se estremece—, igual arriba va un blazer que hace conjunto con el pantalón.

La bajo del tocador y le subo primero la tanga, dedicando demasiados segundos a deslizar la tira entre sus nalgas y besándole el abdomen antes de subirle el pantalón y encargarme de los botones.

Está sonrojada, tiene los labios hinchados, pero su maquillaje está intacto lo que no sé cómo es posible.

—Debes ir a retocar tu labial y yo debo cambiarme —susurro.

Parpadea poco a poco, orientándose y mira el desastre húmedo en mi camisa y pantalón.

—¡Oh, Dios mío! Nunca hice eso.

—Qué buena noticia —Sonrío complacido besándole la comisura de la boca y ella ríe de manera ronca dándome un azote en el culo antes de apretármelo.

—¿Qué hay de ti?

—No hay tiempo, pero luego tendremos mucho más. Ahora ve, que en cualquier momento vendrá tu madre.

Asiente en automático y me deja guiarla hacia la puerta. Cuando abro, Austin se encuentra pasando tarareando una canción, nos mira y asiente antes de continuar. Volteo a Breana en la dirección correcta viendo que toma la equivocada y le doy un suave empujón para que camine.

Me es inevitable no reír por lo bajo viéndola caminar algo inestable y en piloto automático, pero debo volver al camerino y encargarme de mi ropa.

Para mi fortuna, cuando Teressa Stone aparece ya me he cambiado de ropa y luzco como un caballero inofensivo, no es que a Teressa eso le importe mucho cuando se sienta en mi sofá y yo en la silla del tocador. Ella me mira con indiferencia y casi fastidio mientras se cruza de piernas de una manera remilgada moviendo su zapato recubierto en tacón.

La verdad es que Teressa intimidaría a cualquiera, pero mi manera de enfrentarlo es fingir que no lo hace.

—Para mí nadie merece a Breana, pero nunca pasaré por encima de sus elecciones incluso cuando las considero incorrectas —Me hace saber sin tacto—, pero tengo que admitir que no te encuentro deficiente y eres una gran mejora de todos los errores que estuvieron antes de ti.

—Gracias por tu dulzura, Teressa.

—Un poco audaz al tutearme.

—¿Prefieres que te llame señora? —desafío y algo de respeto parece brillar en sus ojos incluso casi creo que quiere sonreír, pero es terca y se contiene.

Me mira durante largos segundos.

—¿Querida suegra? —intento de nuevo arqueando una ceja— ¿Suegrita?

—Nadie nunca se ganará el derecho de llamarme suegra porque nadie merece a mi hija.

—Entonces, Teressa será —concluyo.

—Al parecer no eres tan aburrido.

—Tomaré el cumplido —Sonrío.

Su mirada se pasea por mi camerino obviando mi respuesta antes de volver su atención a mí.

—Bonitos dibujos los de tu tocador. Tu hija es encantadora.

—Summer es increíble —concedo sonriendo.

—De madre soltera a un padre soltero supongo que puedes entender cómo me siento con respecto a que mi hija sea demasiado para todos los inservibles con los que ha salido.

No me gusta pensar en Summer teniendo citas en el futuro, no me torturo de esa manera, lidiaré con la situación cuando sea el momento.

—Me alegra que renunciaras a tu cobardía y finalmente hicieras algo por tus empalagosos sentimientos —comenta jugando con uno de sus anillos—. Eres atractivo, tienes tu propio dinero, eres inteligente y tan famoso como mi hija. Te he leído defenderla de todas esas bestias de internet y lo más importante, la manera en la que tratas a tu hija me hace saber que tienes lo que pocos desarrollan: responsabilidad afectiva.

»Breana tiene uno de los corazones más puros y eso normalmente la ha hecho salir lastimada, pero tengo algo de fe en que tú no lo harás. No vengo a intimidarte porque sé que si lo arruinas, te castigarás lo suficiente porque es evidente que ella te tiene arrastrándote y colgando de sus manos —Sonríe—, pero si quiero recordarte que no encontrarás en nadie más la espectacular persona que es Breana.

»Ella es impresionantemente hermosa, por fortuna se parece más a mí que a su papá, pero no es su exterior lo más valioso. Lo más hermoso de mi Breana es que a diferencia de mí y de muchos, ella sabe cómo amar, tiene un alma preciosa y si el cielo existe, ella tiene un lugar asegurado —suspira—, pero saber amar a otros no es lo mismo que saber amarse a uno mismo y esa es una batalla que ella sola debe enfrentar, pero para lo que está bien tener apoyo.

»Es un camino duro el que tienes, Rayan, y necesito saber que estás preparado para darte cuenta de que ella es humana como cualquiera de nosotros, y que el deseo de la sociedad de volverla perfecta la ha enfermado y distorsionado de su realidad. No se mira de la manera en la que lo hacemos nosotros y tampoco quiere ayuda, pero cuando se caiga, no querrá que la ayudes a levantarse, lo que ella aceptará es que te sientes a su lado, a la espera de que sus heridas le permitan levantarse y no te mentiré, será frustrante y doloroso.

La voz de Teressa se vuelve cruda y una capa de tristeza aparece en su mirada.

—No puedo decirte del pasado ni del presente, son cosas que no me corresponden, pero lo que sí quiero es saber hasta dónde pueden llegar tus sentimientos porque a veces es fácil tirar la toalla cuando se pone difícil o es fácil lastimar a las personas con sus vulnerabilidades. Estoy cansada de ver a mi hija ser herida, en este punto estoy dispuesta a hacer cualquier cosa por su felicidad definitiva incluso sacarte del camino si no eres capaz de quererla en los momentos en los que no hay luz.

Trago, no porque me parezca difícil estar para Breana en los momentos duros, lo hago porque como padre veo el dolor de madre en Teressa.

Breana no habla de tantas cosas y conozco algunas de sus incomodidades por ser observador y por las cosas que se ha permitido admitir, como que le afectan los comentarios en redes sociales o las mentiras que se dicen de ella, pero no ahonda demasiado. No habla de pasados, de malas experiencias o miedos, y lo he respetado porque no es fácil abrirse y tal vez en algún momento se sienta lista y sé que estaré para ella.

Estaré para sentarme a su lado a la espera de que se vuelva a levantar. Seré su roca si es lo que necesita, su apoyo e incluso los latidos de su corazón si en algún momento siente que los suyos son demasiado lentos y dolorosos.

Seré lo que necesite y estaré a su lado en los momentos de oscuridad.

No mentiré, me da miedo de lo que pueda tratarse el trasfondo de las palabras de Teressa porque lo último que quiero saber es que Breana ha sido lastimada de una manera tan absurda y profunda que ha dejado grandes cicatrices que aun sangran. Aterra conocer el alcance del daño, pero no me acobardo ni abandono.

La quiero con sus brillos y su luz, también la quiero con su oscuridad y no me importa abrazarla con sus heridas sangrantes y esperarla mientras cicatrizan. Ella es fuerte, ella es capaz y algún día podrá soltar, no la obligaré ni presionaré, pero siempre estaré. Como su novio, su amigo, como sea que me necesite.

—No quiero asustarte —dice con lentitud—, pero sé que eres astuto y ahora pasas más tiempo con ella por lo que quizá...

—¿Quizá?

—Tal vez al igual que yo te des cuenta de ciertos patrones —Hace una pausa como si intentara recomponerse—. Solo asegúrate de hacer las preguntas con suavidad, de que no se sienta acorralada, a veces no se trata de lo que se dice sino de cómo se dice. Ya está lo suficiente enfadada consigo misma, no necesita que nos enfademos más.

—Me pides que no me asustes, pero dices cosas como esas y...

—¿Correrás?

—Nunca.

—Entonces abraza el miedo y espero por ambos que sean así de fuertes porque hace mucho no la veía tan feliz y aunque no quiero que su felicidad se base en un hombre, me alegro que parte de ello tenga que ver contigo, pero sé que toda su felicidad no recae en tus hombros y que otra parte, debe encontrarla ella.

Se pone de pie alisándose las arrugas inexistentes de su camisa.

—No me decepciones, Rayan Davis, por el momento eres mi favorito.

—Entonces estoy aprobado.

Apenas me sonríe mientras camina hacia la puerta, pero se detiene dándome otra mirada.

—Puedo ver que ella también te hace feliz. Tu mamá hizo un buen trabajo contigo, pero mucho del mérito también es tuyo, decidiste ser un buen hombre. Si en el futuro me haces abuela, estoy segura de que serán buenos niños, aunque estaré bien si consigo a la pequeña Summer como nieta.

Eso me hace reír por lo bajo mientras ella sale cerrando la puerta, sin embargo, poco después me desplomo completamente en donde estoy sentado. Aterrado sobre el trasfondo de sus palabras, pero queriendo a Breana con la misma intensidad.

No necesito ni quiero que sea perfecta, solo estoy enamorado de mi Breana.

***

1 de diciembre, 2016.

Miro a Summer a través del espejo retrovisor, ella está silenciosa cosa que sucede muy poco después de sus sesiones con el terapeuta.

Sé que su silencio se debe a las cosas que habló hoy con Jerry. En general, pese a ser una niña, Summer mantiene cierto grado de privacidad en sus consultas, pero muchas veces los temas abordados y progresos o falta de ellos, son conversados conmigo durante unos minutos después de sus sesiones y hoy fue uno de esos días.

Jerry quiere que Lucy, Janice y yo nos reunamos con él después de la próxima cita de Summer porque nuestra dinámica está ocasionando interrogantes en ella. Él dice que no debo preocuparme, pero eso es precisamente lo que hago porque mi niñita va en silencio desde el asiento de atrás con la mirada melancólica en la ventana y suspirando de tanto en tanto.

—¿Quieres que paremos por una hamburguesa? —pregunto y no hay respuesta—. ¿Summer?

—No, quiero ir a casa.

Entonces está descartado el ir a casa de Janice por lo que conduzco directo a casa, luego me entenderé con ella.

Tardamos casi media hora en llegar a casa debido al tráfico y sonrío cuando al llegar afuera de nuestra casa está nuestra vecina con Benty, su perro de raza desconocida que corre hacia Summer.

Respiro cuando finalmente la escucho reír mientras lo acaricia y dándole minutos para que comparta con el, entablo una conversación casual con nuestra vecina Glory. Es una señora de setenta y tanto, viuda y millonaria que siempre se queja de sus hijos y tiene un perro al que ama y que la ama.

Cuando Glory y Benty comienzan a alejarse, la nube sobre Summer nuevamente aparece en tanto caminamos dentro de casa en donde dejo su mochila en el área asignada y la sigo con la mirada.

Se deja caer en uno de los sofás, acurrucándose y abrazando uno de los cojines.

El corazón se me aprieta inmediatamente con angustia.

—¿Quieres descansar antes de ir a clases de ballet? —pregunto inyectando un fingido entusiasmo en mi voz.

—No quiero ir hoy.

Eso me alarma.

—¿Te sientes mal? ¿Pasa algo en las clases de ballet? ¿Alguien te molesta?

—Hoy estoy cansada, papá.

«Papá» no papi. Mierda.

Respirando hondo acorto la distancia y me siento en el borde del sofá en donde su cuerpo delgado y pequeño deja suficiente espacio.

—Summer, sabes que aprecio la comunicación. Puedes contarme lo que sea y no me enfadaré, estoy aquí para escucharte, sé que puede parecerte raro, pero además de tu papá también puedo y quiero ser tu amigo.

»Si algo te molesta o inquieta puedes decírmelo, o si te he lastimado de alguna forma en la que no me doy cuenta, me gustaría saberlo. Si alguien de afuera te ha hecho daño físico o con palabras o si pasó algo con Jerry que sientas que no puedas decirme, estoy aquí para escuchar sin culparte o juzgar.

Tras lo que se sienten como largos segundos, se incorpora para estar sentada, quitándose rizos rebeldes del rostro mientras su labio inferior tiembla y los ojos se le llenan de lágrimas. Veo el dolor y de inmediato experimento esa emoción junto a ella.

—Mi niñita ¿Qué ocurre?

—¿Crees que mami me abandonó porque no me parezco a ella?

Su pregunta me toma tan desprevenido que las lágrimas caen por su rostro ante mi falta de respuesta.

—Fue eso —concluye dejando ir un sollozo—. No tengo el pelo rojo como ella y la tía Janice, y mis rizos no son tan bonitos como los de ella. Y soy feliz mientras no está por lo que tampoco quiere volver por eso.

Más llanto y más dolor.

—Me gustaba venir contigo más que con ella y la lastimé, se fue para castigarme por no amarla lo suficiente. Me quejé mucho y lloraba mucho de bebé y la enfadó. No me comía mis verduras y odiaba su sopa...

Ella continúa con una lista de razones por las que Melissa se fue mientras estoy horrorizado por la situación.

Summer nunca se ha atribuido la culpa o responsabilidad de la ausencia de Melissa y no tardo en darme cuenta de que muchas de las razones que me da, suenan demasiado adultas y no como la idea repentina de una niña de ocho años, además, algunos se basan en cosas de cuando era una bebé, como el no querer comerse la sopa de su mamá, el llanto de bebé cuando yo estaba fuera de casa y que era más tranquila conmigo cuando Melissa y yo vivimos juntos.

La ira me recorre el cuerpo porque no son sus pensamientos, fueron puestos ahí. Sin embargo, tengo que tragarme esa emoción para poder hablarle y darle la seguridad que necesita.

—Cuando tu mamá y yo supimos que existías, estábamos muy asustados —La interrumpo—, pero te amamos desde el primer momento en el que escuchamos los latidos de tu corazón. Fueron meses que se sintieron eternos y tu mami siempre te hablaba en la panza.

»Cuando naciste fue nuestro día favorito porque finalmente te conocimos y Melissa lloró tanto —Sonrío ante el recuerdo—, tenía miedo de hacerlo mal porque quería ser perfecta para ti, Summer, ser la mamá que sabía que merecías. Llorabas mucho porque pasabas gran parte de tu día con ella y necesitabas otros brazos, pero no siempre, le diste tu primera sonrisa.

—¿Lo hice?

—Sí y estuve muy celoso —aseguro limpiándole las lágrimas con mis pulgares—. Fue una mamá increíble desde el comienzo, aunque como yo y como muchos padres a veces se equivocaba.

Como la manera en la que al Summer ir creciendo a veces olvidaba que sus chismes o conversaciones con sus amigas no debían ser escuchados por una niña que todo lo repetía, pero ¿Qué puedo decir? No era perfecta.

—Tu mami te amó desde que supo de ti, puedes dudar de que el sol sale de día o de que la Tierra es redonda, pero mi niñita, no puedes dudar de que nosotros, tus padres, te amamos. Eres nuestro mejor regalo, nuestra vida y aunque Melissa no está en este momento para decirte cuánto te ama, puedo prometerte que su amor es tan infinito que ni siquiera se puede medir.

Ella me mira cautivada como si le estuviese dando el mejor regalo.

—Tu mami no te abandonó.

—Pero no está, se fue...

—A veces las cosas se complican, Summer, algunas cosas son difíciles de entender o tardan en tener respuestas. No creo que Melissa te haya abandonado, tampoco sé que sucedió, pero sé que ella desea volver y tengo esperanzas de que lo hará con un amor para ti incluso más grande.

—¿Se enfadará por qué quiera tanto a Breana? —Me pregunta angustiada y me resisto a maldecir las ideas que le son puestas en la cabeza.

Mi teléfono vibra y lo ignoro.

—No, no se enfadará porque ella entenderá que tu corazón tiene espacio para amar y que tu amor por Breana no resta tu amor por ella. Tenemos derecho a sentir diferentes tipos de amor y la manera en la que tú amas no hace daño.

—¿Está bien que sea feliz mientras no está?

—Está bien, cariño, ser feliz no es algo por lo que debas castigarte, Melissa estará feliz de que tú lo seas, como padres no deseamos verte sufrir.

Se acerca, arrodillada sobre el sofá y me pasa los brazos por el cuello, abrazándome mientras recarga su mejilla de mi hombro.

—No vas a irte tú también ¿Verdad?

—No me iré —prometo.

—¿Y dejarás de amarme?

—Nunca.

—¿Incluso si tienes otros bebés con Breana?

Summer nunca había temido de otros bebés, de hecho, los pedía. Eso también ha sido metido en su cabeza.

—Incluso entonces, no hay bebés en estos momentos, pero si los hubiera, no te amaría menos ¿Tú me amarías menos?

—Nunca.

—Pero amarías a los nuevos bebés.

—Muchísimo.

—¿Lo ves? Nuestro amor no cambia.

No sé si calmé del todo sus miedos y sé que estos no desaparecerán de la noche a la mañana, pero su llanto se calma mientras le acaricio los rizos y la mantengo abrazada.

—Bueno, ahora sí quiero ir a ballet —confiesa y sonrío.

—Sube a darte un baño y alistarte, prepararé todo.

—Te amo, papi —Me besa la mejilla.

—También te amo, mi niñita.

Baja del sofá y se va corriendo mientras suspiro y me saco el teléfono del bolsillo dándome cuenta de que tengo tres llamadas perdidas que no dudo en devolver.

—¡Hasta que respondes! ¿En dónde está Summer? Estoy esperándola.

—Mi hija no se quedará contigo ahora ni en ningún momento cercano sin supervisión, Janice.

Ella se ríe hasta que se da cuenta de que no bromeo.

—¿Pero de qué estás hablando?

—Mira, trato de empatizar con tu dolor hacia la ausencia de tu hermana, pero no permitiré que tus incertidumbres sean puestas sobre mi hija ¡Tiene ocho años, Janice! ¡Ocho! Y ya sufre por sí misma la ausencia de su mamá.

Me pongo de pie para alejarme en caso de que Summer vuelva.

—Sé que eres parte de su vida y no te impido que la veas o pases tiempo con ella, pero por el momento lo mejor es que la veas durante cierto tiempo y con supervisión.

—¿Qué carajos significa eso?

—Eres lo bastante inteligente para entenderlo.

—Quieres separarla de su familia materna ¡Me parece increíble! Sabía que todo cambiaría...

—No. Lo que debiste saber es lo que hacías al decirle todas esas cosas a mi hija. Dices amarla y que lo es todo, pero no te tembló la voz al crear todas esas incertidumbres en su cabeza. Estaba llorando, culpándose por la ausencia de Melissa, sintiendo culpa por ser feliz y amar a otras personas ¡Habló sobre cuando era una bebé! Cosas que ni siquiera sabía ¿Esa es tu forma de amarla?

—Yo...

—No sé si lo hiciste adrede o si es una manera en la que drenas tu dolor, pero mi hija no es tu bolsa de consuelo ni la caja de tus resentimientos hacia mí. Hago todo por ella, todo y no voy a permitir que su propia familia sea la que la ponga en esta situación.

Se hace un largo silencio y me paso una mano por el cabello.

—Debemos reunirnos con su terapeuta, te haré saber el día y si quieres verla deberemos organizarnos de manera de que mi mamá, la tuya o yo estemos presentes y no se quedará en tu casa.

—Esto me parece una mierda, Rayan.

—Una mierda es lo que tú hiciste, Janice.

—Podemos pelear su custodia.

Me tenso y el miedo se mezcla con la rabia. Ni siquiera consigo hablar, simplemente termino la llamada y aprieto con fuerza el teléfono en mi mano.

—¡Papi! ¿En dónde están mis mallas negras? —grita Summer.

Respiro hondo para calmarme antes de responderle.

—En el cajón de abajo y la izquierda de tu armario.

Recargo una mano de la pared mientras mi cuerpo se sacude con la impotencia y me doy cuenta de que derramó una lágrima por el alcance de mis emociones.

—¡Oye, niñita! —grito con voz medianamente temblorosa.

—¿Si? —grita de vuelta y cuando me muevo la veo asomada por las escaleras sonriéndome.

—Te amo muchísimo.

—Te amo más —asegura lanzándome un beso antes de ir por sus mallas.

No sé si es una amenaza vacía la de Janice, no sé si estoy haciéndolo bien, pero ¡Joder! Lo intento, hago todo y más por mi hija, no puede amenazar con quitármela.

Perder a Summer me mataría.



Hellooooo, espero se encuentren muy bien.

Vamos con nuestra lista':

1. Rayan y Breana siendo traviesos en el camerino.

2. Rayan siendo listillo con Teressa.

3. Las palabras de Teressa sobre Breana.

4. Rayan y Summer con esa conversación.

5. La conversación (discusión) con Janice.

Redes sociales:

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Twitter: Darlis_Steff

Espero les guste.

Un beso.

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