7. Peligro
Se mantuvo en silencio unos instantes y como no puedo ver su expresión, automáticamente asumí que lo había tomado de mala manera. Tal vez se moleste conmigo por lo que le pedí. Pensándolo bien, eso ha sido muy descarado de mi parte.
—Lo siento mucho, Licenciado. No quiero que piense mal de mí. He sido muy atrevida. Lo siento mucho.
Me sobresalte cuando sentí el calor de su mano sobre la mía. Atrajo mi mano hacia lo que parecía ser su mejilla y sentí inmediatamente su barba. Parece ser que le gusta mantener baja y alineada su barba.
—¿Así está bien? — su aliento caliente chocó en la palma de mi mano, provocando que toda mi piel se erizara.
Tragué saliva, incapaz de mover ni un solo músculo. Lo percibo más cerca de lo que ha estado en otras ocasiones. Su propia mano fue guiando la mía por su rostro y fui palpando lentamente el área, creando una especie de boceto en mi mente. La última vez que tuve la dicha de ver el mundo y contemplar la luz del día, fue cuando tenía siete años. Aunque no puedo ver nada ahora, es agradable sentir la suavidad, el calor que emana la piel de una persona.
Sus facciones son casi perfectas. Cejas naturales, cara en forma de diamante, nariz perfilada, labios pequeños, su cabello no es tan largo, pero es muy sedoso. Sus orejas también son pequeñas.
La curiosidad, la emoción de palpar algo tan agradable, fue el causante de que mis manos se desviaran. Cuando me di cuenta de que lo que parecía estar tocando eran sus fuertes brazos, aparté las manos inmediatamente. Se sentían muy duros y grandes.
—Rayos, se ha despertado — murmuró, en un tono ronco.
—¿Qué?
—Recordé que debo ir a ver a mis hermanitos. A esta hora deben estar despiertos — escuché sus pasos alejarse y pude percibir en su tono de voz incomodidad.
—Lamento haberlo tocado más de la cuenta. No sabía lo que hacía. No quise aprovecharme de usted, lo juro. No lo volveré a hacer.
—Tranquila. No estoy molesto en lo absoluto. Me alegra haber podido saciar su curiosidad.
—¿Saciar? Por supuesto. Más de lo que cree.
Me sentía muy apenada, porque no puedo ver su expresión en este momento, solamente oírlo carraspear y suspirar.
—Muchísimas gracias por la cena. Estuvo todo muy rico. Nos veremos el lunes. Bueno, la veo el lunes — lo arregló, y sonreí.
Daría lo que fuera por verlo así sea una sola vez. Pero lo sé, es mucho pedir.
Jereth
Dios mío, ¿qué demonios fue lo que me pasó? ¿Acaso he perdido la cabeza? Casi le salto encima. Me siento muy mal por pensar esto, pero me alegra que no haya podido verme en ese momento o su forma de verme, bueno, su forma de pensar cambiaría por completo. Primera vez que alguien me manosea y termino con el monte Everest en el pantalón.
Era inevitable; sus manos comenzaron despacio, recorriendo tímidamente mi rostro, pero de un momento a otro, cuando caí en cuenta, ya sus manos apretaban fuertemente mis brazos. En sus labios se veía reflejada una sonrisa muy encantadora y dulce. Estoy seguro que estaba alegre, pero mi tercera pierna también lo estaba.
Sus labios tan cerca, entreabiertos y húmedos, dejaron mucho a la imaginación. Si no la hubiera detenido, ya habría cometido un error muy grande acribillándola contra la mesa.
No puedo permitir que vuelva a tocarme o puedo terminar haciendo algo indebido y asustándola. No sé qué me está sucediendo.
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