16. Me gustas
Tal vez mis padres tengan razón. Solamente debo ser más lanzado. Ella no parece tener mucha experiencia en ese aspecto, quizá por eso no capte mis indirectas.
Durante la semana encargué en línea una regleta, un punzón y un cartón. Estuve tomando varios cursos cortos en línea sobre cómo escribir en Braille. Podría decírselo de frente, pero prefiero tomar mi tiempo y conquistarla a mi forma.
Sé que no puede ver, pero los detalles que se dan con el corazón no tienen que verse, sino sentirse. Antes de ir a la oficina, compré un arreglo de margaritas violetas y le añadí la tarjeta personalizada escrita en Braille:
Para mí hermosa asistente:
Tu sonrisa es capaz de enamorar a quien tenga el privilegio de contemplarla; por eso te pido que nunca dejes de sonreír.
Junto a ello, le compré el chocolate que la he visto comer algunas veces en su merienda. Estoy seguro de que es su favorito y, si no lo es, al menos sé que se lo comerá. Llegué una hora antes para no arriesgarme a que ella ya estuviera. Su sentido del olfato es muy sensible y sé que no habría forma de ocultarle el regalo. Lo puse en su escritorio con la tarjeta accesible, de manera que no pase desapercibido.
Regresé a mi oficina y de vez en cuando me asomaba esperando que todo estuviera en orden para cuando ella llegara. Me sentía muy ansioso e inquieto. Cuando la vi llegar, me quedé en mi oficina con la puerta abierta para ver su reacción, pero ni siquiera tomó en sus manos la tarjeta, solo vino directamente a mi oficina.
—Buenos días. ¿Cómo te encuentras?
—Buenos días. Me encuentro muy bien, ¿y tú?
—Bien. ¿Qué haces aquí tan temprano? ¿Adelantando trabajo?
—Algo así…
—Han dejado unas flores para ti en mi escritorio. ¿Te las traigo?
Definitivamente no me equivoqué. Me temo que esto será más difícil de lo que pensé.
—¿Estás segura que son para mí?
—Sí. ¿Para quién más podría ser?
—Veamos — la tomé de la mano, sintiendo que estaba a punto de convulsionar y la llevé a su escritorio, sentándola en su silla—. ¿A quién habrás enamorado?
—¿Qué dices?
—Son para ti.
—¿Para mí?
—Es un arreglo muy bonito. Son unas hermosas margaritas de color violeta; tu color favorito. ¿Quién será ese pretendiente anónimo? No lo culpo. Tiene buenos gustos.
—Debe haber un error— tomó la tarjeta y al ver que la puso sobre el escritorio para leerla, se me revolvió el estómago.
Ahora no puedo irme. ¿Cuál será su reacción? ¿Será que le gusta? Surgieron muchas dudas e inseguridades, pero desaparecieron cuando la vi reír.
—¿Es por eso que has estado nervioso y agitado? Es la primera vez que me regalan flores. Muchas gracias — se levantó de la silla, regalándome un abrazo, el cual consideré que valió la pena el susto y los nervios.
—Me alegra que te haya gustado.
Me deleité con su dulce perfume. Es tan agradable y exquisito que me tienta.
—Hay algo que quiero decirle— se apartó un poco y puso su mano en mi pecho.
—Soy todo oídos.
—No sé cómo lo tome, pero me arriesgaré.
Estaba inquieto con saber cuál era la razón por la cual se veía tan seria. Después que no sea renunciar todo estará bien.
—Estas semanas no he podido descansar bien pensando en esto. Eres la primera persona ajena a mi familia, con la que me he sentido en confianza como para contarle sobre mi situación, mis miedos e inseguridades. He sido transparente contigo porque más que mi jefe, has sido un amigo.
¿Me acaban de mandar a la friendzone directamente? Eso dolió bastante.
—No sé si esto sea muy pronto, si está mal de mi parte sentir estas cosas dentro de mí, pero es que no puedo soportarlo más. Me gustas mucho, licenciado. No como mi jefe solamente, no como mi amigo, sino como un hombre.
Mi corazón quería salir expulsado por mi boca.
—Debo estar soñando. Eso tiene que ser— murmuré para mí.
—No. No estás soñando — su mano ubicó mis labios y los acarició con su pulgar —. Desde ese beso que nos dimos, no he podido parar de pensar en ti y desear que se vuelva a repetir — sus labios rozaron sutilmente los míos, plasmando ese dulce sabor a cereza en ellos.
Qué cosas, ¿no? Planeaba sorprenderla, pero fue ella quien me sorprendió.
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