Este espacio se volvió más pequeño y caluroso para los dos. Mi mano se soltó, jugueteando por su espalda baja y descendiendo hacia ese trasero que me trae loco desde la primera vez que lo vi.

Mi rostro se hundió en su cuello, deleitándome más de cerca con su olor. Tomé sus gemidos como aprobación para continuar mi recorrido. Estaba perdiendo el control sintiendo su cuerpo tan tembloroso debido a mis caricias y besos.

Volteé su cuerpo hacia la pared, posicionándome detrás de ella, llevando su cabello hacia la espalda y retomando los besos en el cuello. Tomé en mis manos sus senos y pude percibir a través de su sostén lo endurecidos que se encontraban sus pezones, algo que me obligó a hacerle sentir mi erección en su trasero.

—No. Esto no está bien.

—¿Por qué? — lamí su oreja, y ladeó la cabeza por las cosquillas que eso le provocó.

—Esto no puede pasar — negó con la cabeza.

—¿Cómo puedes decir eso luego de haber estado gimiendo de esa manera y hasta moviéndote por tu cuenta? — mi mano descendió por el valle de sus senos, bajando más allá de su vientre con un destino fijo, pero en el instante que la toqué, ella se me escabulló de las manos.

Sentí algo extraño, aunque no estaba seguro de qué se trataba, pues no tuve tiempo de palpar lo que hubiera querido.

—¡No más! — su voz se quebró.

Aunque se oía bien afligida, no la vi derramar ni una sola lágrima. Mi atención estaba en su falda y en eso extraño que sentí. 

—Usted no merece a alguien como yo.

Escucharla de esa manera, me hizo sentir la peor persona del mundo. Había querido controlarme, sabía que iba a cagarla con ella si me atrevía a dejarme llevar por mis impulsos.

—Perdóname, ¿sí? Debí detenerme. Bueno, en primer lugar, no debí ser tan atrevido. Genesis, yo… yo no quería asustarte, tampoco obligarte a hacer algo que no quieras. Me dejé llevar por la calentura del momento. Por lo que más quieras, discúlpame. Y por favor, no vayas a irte de aquí. Que esto no afecte las cosas entre nosotros, ¿sí? Tal vez la confianza la has perdido, pero te prometo que no volveré a propasarme contigo.

—Yo no tengo que disculparte nada. La verdad es que yo también me dejé llevar, pero esto no está bien. No se trata de ti, sino de mí. Tú no has hecho nada malo o que me desagrade. Al contrario, me gusta lo que me haces sentir, pero por esa misma razón. No está bien que desees algo como esto conmigo.

—¿Por qué? Acabas de admitir que tú también quieres lo mismo, entonces, ¿por qué yo no puedo desear algo como esto contigo?

—Porque… — hizo silencio y eso solo me puso más inquieto.

—Dime lo que sucede y así podré entenderte. Ábrete a mí, aunque eso se escuche tan fuera de lugar en este momento.

—Es complicado.

—Cuéntame, ¿qué te sucede?

—Yo… no soy normal.

—Lo sé. Eres especial. Me consta.

—No puedo — trató de salir del baño, pero la atrapé por la cintura.

—Por favor, confía en mí. Esto me está quemando por dentro. Es difícil no saber la razón por la cual estás actuando de esta manera.

Se mantuvo unos segundos en silencio, aunque para mí parecieron horas, cuando su mano se posó sobre la mía y la bajó más abajo de su vientre. Mi mano tocó un bulto y automáticamente la removí.

—¿E-eres hombre?

—No— negó con la cabeza en repetidas ocasiones y se soltó de mi agarre —. Doy asco, lo sé — salió a toda prisa del baño.

No salía del impacto, mi cuerpo se quedó allí inmóvil y mi cerebro estaba dando vueltas y vueltas, y más vueltas. ¿Qué es lo que acaba de suceder?