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11. Calor

En cierto modo, pienso que, a pesar de lo inteligente que es para muchísimas cosas, tiende a ser muy distraída cuando le hago algún acercamiento. Aunque con ella, todo sale tan natural, siento que de la manera que estoy obrando, no es suficiente como para que se dé cuenta de que me atrae. A la misma vez, tengo temor de que nuestra relación de trabajo y amistad se vea afectada. 

Una parte de mi quiere tomarse el tiempo de conocerla mejor, de que ella misma logre soltarse, pero la otra tiene ganas de saltarle encima. Es una mujer que despierta el interés de cualquiera. Especialmente cuando sonríe. 

A la mañana siguiente, estuve gran parte del día en mi oficina, estudiando a profundidad el caso de Davis. Al ser un hombre tan influyente y conocido, ha sabido cómo moverse, pero que ni piense que dejaré que salga con la suya. Su reputación intachable se verá marcada de por vida cuando demuestre en la corte que él fue el culpable detrás del atentado que sufrió la Sra. Ivanna días antes de la inauguración de su Hotel. Existen evidencias que lo incriminan, pero no son tan contundentes como me hubiera gustado. 

Escuché la voz alterada de la Sra. Delgado y me levanté de mi escritorio para ver qué estaba sucediendo. Vi a Genesis de rodillas en el suelo bajo un charco de café y estaba pasando varias servilletas y palpando la zona para limpiarlo todo. 

—¿Qué está sucediendo aquí? ¿Cuál es el alboroto? 

—Su asistente es una incompetente, Sr. Price. Me ha derramado el café encima. 

No creo que haya sido a propósito. Genesis no es capaz de algo así. ¿Qué propósito tendría para hacer tal cosa? Además, la Sra. Delgado es muy problemática. 

—Levántate. Te estás ensuciando la ropa — ayudé a Genesis a levantar.

—¿Y la mía qué? ¿Tiene una idea de cuánto cuesta esta ropa? 

—Ya le he pedido disculpas, Sra. Delgado. No fue mi intención. Vengo enseguida. Buscaré el trapeador.

—No vas a buscar nada, Genesis.

Aunque esto suene fuera de lugar, poco ético de mi parte e incluso vulgar, no hay cosa que odie más en el mundo que no sea las personas injustas, abusadoras y presumidas. Si algo aprendí de mi padre, es que siempre debo irme del lado de la razón; y aunque ella sea una cliente, le ha faltado el respeto a mi asistente. No solo eso, acaba de humillarla frente a mis ojos y eso no se lo pienso permitir a nadie. 

—No se preocupe — saqué mi billetera y le arrojé lo que tenía en efectivo—. Con eso creo que es suficiente para que se compre otra muda de ropa, y mucho mejor que la que trae puesta. Espero no verla nunca más en mi oficina. No tolero personas tan mediocres y vulgares como usted. Qué tenga un buen día. 

La dejé con la palabra en la boca y le agarré la mano a Genesis para llevarla a mi oficina. 

—¿Qué hace? 

—¿Por qué? ¿Por qué no te defendiste? 

—Uno no puede perder la tabla. El cliente siempre tiene la razón, y no tengo derecho de quejarme, pues fue mi error. 

—¿Tu error? ¿Se lo viraste a propósito? 

—Claro que no. 

—Bueno, pues sea la razón que sea, ella no tiene ningún derecho ni de faltarte el respeto, ni de gritarte, ni de menospreciarte, ni tampoco de humillarme.

—Lo siento. No quería causar problemas. 

—Perdón por levantarte la voz, es solo que me hierve la sangre que hayas bajado la cabeza de esa manera con alguien que te estaba atacando injustamente. Mira tus rodillas, están rojas y llenas de café. 

—No quería causar problemas. 

—No fuiste tú quien los ocasionó, fue ella. Ven — le agarré la mano para llevarla al baño y cuando se dio cuenta de dónde estábamos, retrocedió hasta que su espalda chocó con la pared. 

—Espere. Yo puedo hacerme cargo. No tiene que traerme aquí. 

—Tengo suficientemente claro que eres una mujer independiente y orgullosa, pero acepta mi ayuda así sea solo una vez. 

Presionó sus labios y suspiró. 

—Está bien, licenciado. 

—No me llames licenciado cuando estamos solos. A no ser que estemos… 

—¿Estemos…?

—No me hagas caso. 

Cogí un papel toalla y lo humedecí con agua y jabón, luego se lo pasé en ambas rodillas. Esto es un martirio. Siento celos de ese papel que puede acariciar su piel, mientras que yo debo limitarme por más ganas que sienta de tocarla. 

—Esto es muy incómodo — su falda la acomodó entremedio de sus piernas y observé con detenimiento esa V que se formó. 

—¿Por qué es incómodo? 

—¿Ya terminó? — frotó sus piernas y no pude evitar mirar automáticamente su expresión en ese momento. 

—Sí, ya terminé. 

Retomé la postura, tirando el papel en la basura. 

—Oye, Genesis… 

—¿Sí? — su respuesta casi inmediata y sus nervios me sacaron una sonrisa. 

—¿Qué perfume usas? 

—Uno barato. Probablemente no lo conoce. Bueno, ¿cómo va a conocer una marca de perfumes de mujer? — sonrió nerviosa. 

—Me gusta tu perfume— dejé escapar. 

Sus mejillas volvieron a enrojecerse y las palabras se le quedaron atoradas en la garganta. Parecía un disco rayado. 

—Gracias. Puede comprarlo en Amazon. 

Su nerviosismo solo la hace ver muy tierna e inocente y eso es peligroso. Me derrite su fresco y dulce aroma. No sé si pueda controlarme más. 

—¿Por qué está tan callado? 

—Muero por comerte los labios — entrelacé su mano en mi cabello.

—¿Qué? 

Me adueñé de sus labios, aun arriesgándome a que me apartara. La suavidad y dulzura me embriagó por completo. Todos mis sentidos se centraron en el roce de nuestros labios. Sus labios, a pesar de no saber lo que hacían, provocó que mi piel ardiera de deseo, de ganas, de ansias por más. Jamás había probado unos labios tan exquisitos, capaces de enloquecerme y envolverme con tanta facilidad. Algo me decía que era su primer beso, pues no supo cómo responder a la misma velocidad, aunque no sabía si creer semejante cosa. Aparte de eso, noté cómo sus piernas seguían unidas. Estoy seguro que estaba húmeda, que estaba sintiendo el mismo sofoco que yo en mis pantalones. Cuando entré en contacto con su lengua, que probé el dulce néctar de su saliva, soltó un hermoso gemido que nubló mis pensamientos y elevó mi temperatura. 

—Qué lindo y dulce gemido —mordí mis labios con deseo—. Quiero oírte más, hasta que tu voz se quiebre, de la misma manera que deseo quebrarte a ti. 

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