1. Fascinación
En la balanza entre el bien y el mal, estoy en un punto medio. Ante los ojos de quien vaya en mi contra soy el malo; ante mis defendidos soy el héroe que todo lo puede.
He oído decir que en este sistema tan corrupto, la razón o la verdad nunca prevalece, mucho menos triunfa, pero mi propósito es demostrar lo contrario.
Cuando me adentré a este mundo, vine dispuesto a marcar la diferencia y no descansaré hasta conseguirlo.
La astucia y el amor por mi vocación lo he llevado desde siempre en la sangre. Mi padre era el mejor abogado que este estado pudo tener y, aunque se haya retirado de su oficio para dedicarse a mi mamá y a mis hermanos, sigue siendo una leyenda. Mantuvo una reputación intachable. Él ha sido mi ejemplo para seguir. Lo admiro tanto como padre, como persona y como en su carrera pasada de abogado.
Tomé la responsabilidad de abrir mi propia oficina, comenzando desde cero, pero con la cabeza en alto y con toda la positividad posible. He atendido clientes con diversos problemas legales, pero todo lo que me complicó el asunto es haber perdido a Mari Carmen. Teníamos buena comunicación, el único inconveniente es que decidió renunciar a última hora para regresar a su país natal. Tenía grandes expectativas con ella, pero todo se fue por la borda.
El manejo de una oficina no es para nada fácil. Especialmente cuando debes dividirte en todas las bases, por lo que decidí citar a algunas candidatas que habían dejado su currículo. Había hecho caso omiso a muchas de ellas, porque no cumplían con los requisitos o simplemente porque Mari Carmen era quien recibía directamente los documentos.
En la tarde se presentaron cada una de ellas a mi oficina y me tomé el tiempo de entrevistarlas debidamente. Dos candidatas cumplían con los requisitos que busco, pero es una decisión que debo sentarme a meditar con calma. No me quiero equivocar de nuevo.
La última señorita por entrevistar entró a mi oficina y quedé perplejo al verla. Sus atributos eran deslumbrantes en todos los aspectos. No solamente por poseer un voluptuoso cuerpo, como me lo recetó el doctor, sino por la seguridad que transmitía con su cabeza en alto y su sonrisa. Esos ojos cafés me hechizaron al instante. Su cabello castaño oscuro caía más abajo de sus codos. Tenía poco maquillaje, comparándola a las otras candidatas, pero eso no le restaba absolutamente nada a su beldad. Su vestimenta era sencilla, pero lucía elegante y muy profesional.
—Buenas tardes, Lic. Price. Mi nombre es Genesis Acosta. Es un gusto conocerlo y estar aquí.
Me levanté de la silla inmediatamente y le extendí mi mano.
—Buenas tardes. El gusto es todo mío, Srta. Acosta.
Nos estrechamos las manos, pero por más que traté de hacer contacto visual con ella, no pude hacerlo.
—Tome asiento, por favor.
—Muchas gracias — caminó despacio hacia el centro de la oficina y extendió su mano para tocar la silla.
Surgieron muchas dudas, hasta llegué a pensar que podía tener alguna discapacidad visual, pero no creo que ese sea el caso, pues me dio la mano hace unos segundos.
Regresé a mi silla, tomando en mis manos los documentos que me trajo. Genesis Acosta Moreno, tiene veinticinco años, soltera. No cuenta con experiencia laboral, aunque completó sus estudios en asistencia legal. Según su transcripción de crédito, terminó con un promedio bastante alto.
—Tengo aquí que se graduó en Puerto Rico.
—Sí, Lic. Price.
—Entonces, ¿no cuenta con ninguna experiencia laboral?
—Desafortunadamente no. No he tenido la dicha de trabajar en lo que tanto me apasiona.
—¿Hace cuánto vive aquí?
—Hace ocho meses.
—¿Había tenido alguna entrevista de trabajo antes?
—Sí. Aproximadamente siete.
—¿Domina bien el inglés?
—Sí. También domino el francés, italiano, alemán y turco.
Quise ponerla a prueba para saber si realmente lo entendía.
—Incredibile. Dove l'hai imparato?
—Me l'ha insegnato mia madre— sonrió.
Así que su madre le enseñó, ¿eh? Es increíble la fluidez y rapidez en que responde. Su acento es muy lindo.
—¿Posee auto propio?
—No, Lic. Price.
—¿Por qué debería contratarla?
—Me considero organizada, puntual, responsable, independiente, aunque también sé trabajar en equipo. Me gusta mucho aprender cosas nuevas. También me gusta ayudar a los demás. Es cierto que hay muchas cosas que desconozco, pero no tengo miedo a adentrarme de lleno en ellas y salir a flote. Tal vez le parezca imposible que alguien como yo sea capaz de asumir la responsabilidad que trae este puesto, pero le aseguro que si me da una oportunidad, le demostraré lo que puedo llegar a hacer sin estos ojos.
—¿No puede ver?
Entonces no me equivoqué. Pero, ¿cómo es eso posible?
—No. Sufrí una lesión grave cuando pequeña. ¿Usted también piensa que no ver es un impedimento? Todo en la vida lo tomo como un reto. Eso es lo que me ha llevado a alcanzar todas mis metas — sonrió ladeado—. Las limitaciones están en la mente.
—Concuerdo. Me gusta la forma en que ve las cosas… bueno, quise decir, su forma de pensar y expresarse.
Sonrió ante mi comentario.
—A veces nos limitamos a hacer lo que queremos por miedo al fracaso, pero ¿cómo sabremos si seremos capaces si no lo intentamos? Así que, Srta. Acosta — me levanté de la silla—, estaría orgulloso de poder contar con usted como parte de mi equipo de trabajo.
—¿De verdad? — se puso de pie, y sus mejillas adquirieron un tono rojizo.
Ella es del tipo de personas con las que deseo rodearme. Alguien optimista, audaz, con deseos de salir adelante. Nunca había tomado una decisión como esa a la ligera, pero esta vez hice la excepción, no solo por su discapacidad, que no creo que lo sea, sino porque vi en ella muchas cualidades que me dejaron intrigado.
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