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Capítulo 8

La primera cena

La ducha me ha sentado bastante bien. Se me han terminado de destensar los músculos y me siento mil veces más relajada. La única pega que pongo es que me he visto desnuda.

¿Sigues o me meto ya contigo por decir esa estupidez?

Sigo. Siendo una de las cosas más normales del mundo, para mí ha resultado bastante traumático. No en el sentido de ponerme a gritar como una loca, pero al verme reflejada en el espejo que hay sobre el lavabo he podido ver todos los moretones que tengo por el cuerpo. Resaltan bastante sobre mi pálida piel y tienen bastante mal aspecto. Además, al lavarme el pelo he podido notar la herida que el golpe de la cabeza me ha dejado y bueno... Solo voy a decir que me ha escocido al echarme el champú. Bromas aparte, lo único que puedo decir es que tengo un aspecto bastante demacrado, llena de moratones, con dolores por el cuerpo que al menos el calor del agua ha rebajado y mal aspecto en general.

Buena explicación. Te ahorraste un insulto.

¿Gracias?

Salgo una vez que considero que estoy lista y tras ponerme unos pantalones grandes grises de algodón con una sudadera negra ancha me dirijo de nuevo hacia la zona habitada de la casa. Donde se oyen voces. Corrijo, insultos.

— ¡¿Cómo puedes ser tan inútil?! —el sujeto ataca de nuevo.

— ¡Pero que no ha sido culpa mía! —pobre Scottie, parece al borde del colapso.

Acelero un poco mis pasos e intuyo que el hecho de ir descalza hace que no me oigan llegar porque ni siquiera me miran, ¿Se están tirando harina?

— ¿Pero qué hacéis? —pregunto manteniendo cierta distancia para no pringarme y ambos me dirigen una mirada que una parte refleja vergüenza y la otra rabia, supongo que por cortar su pelea a muerte —se os oye por toda la casa —añado viendo que se quedan callados mirándome antes de fulminarse el uno al otro.

—Este inútil no sabe hacer nada.

— ¡No es mi culpa! Te dije que no me pidieras ayuda y es lo primero que has hecho —respira, no te rías de ellos.

Parpadeo un par de veces seguidas y me devuelven la mirada, como estén esperando a que haga de juez o algo van mal. Me estoy aplastando la lengua con la muela para no reírme ni poner caras que me delaten.

—A ver... lo que haya pasado no puede ser demasiado gra... —me cortan.

— ¡¿Cómo qué no?! ¡Ha quemado toda la salsa! —con eso sí que no me aguanto y se me escapa la risa, pero trato de recomponerme al ver la cara de pocos amigos que tiene Asher.

Así que al chef le molesta que se carguen su comida...

No trames nada.

Idiota, lo que trame yo lo tramas tú.

Pero eres tú quien me incita al mal.

—Perdón... —respondo dando un par de pasos hacia la isla para ver por encima de este la magnitud del desastre — ¿No se puede hacer nada con todo lo demás?

—Pues claro, pero es un exagerado, comida hay, solo que no hay salsa para mojar pan —rueda los ojos el rubio y se gana que su hermano le eche un puñado de harina a la cara, lo cual le hace toser — ¡Hey!

— ¡Bueno, vale ya! —al final me toca meterme —No pasa nada, nos apañamos sin salsa y listo —dirijo mis ojos a Asher con cautela para analizar su reacción, hace una mueca y suspira.

—No te vuelvas a meter en mi cocina —señala de forma acusadora a Scott.

— ¡Pero si me has llamado tú! —se defiende mientras intenta sacar algo de harina que le ha entrado en el ojo con el dedo —No te aguanto —protesta y sale de ahí dirigiéndose por el pasillo dejando un rastro de pasos blancos a su paso.

Me ha dejado sola. Sola con el bicho. Contra el peligro.

Dramáááááááááááááticaaaaaaa.

No le caigo bien, estoy segura de que si fuera por él estaría comiendo cagarrutas de cabra mientras me congelo en la nieve.

¿Cagarrutas?

Sí... Cagarrutas.

— ¿Puedes ir poniendo los cubiertos? —Dice, supongo que a mí, porque estamos solos, aunque me sorprende que se dirija hacia mi persona. Me saca de mi pasmo al quitar algunas cosas de la isla de la encimera antes de limpiarla con un trapo — ¿Me oyes o tanta nieve te dejó sorda? —Ahí está el Asher que conozco.

—Sí, sí... perdona —Camino por el campo de batalla en el que se ha convertido la cocina y rebusco en los armarios para encontrar las cosas, me tiene que dar un par de indicaciones, pero al final me dispongo a poner los cubiertos y vasos para poder comer —vuestro padre... —comienzo, se me hace raro no haberlo visto en todo el día y teniendo en cuenta que voy a vivir con él y sus hijos, es evidente que debería venir, ¿no?

— ¿Qué pasa con él? —se gira levemente, puesto que estaba dándome la espalda mientras servía algo en un plato para verme como un lobo a su presa.

— ¿Va a venir? —me incomoda un poco que me mire así. Tan fijamente. Me podía estar viendo hasta lo más profundo del alma con tan solo fijar sus ojos grisáceos en los míos.

Sí, ahora confirmo ese color gris de su iris.

Color bastante peculiar, todo hay que decirlo.

¿A qué sí? El típico de protagonista macizo de libro.

—Lo dudo bastante —es la única respuesta que me da antes de girarse de nuevo para seguir con lo suyo. Usa un tono bastante tajante, el típico que deja entrever un "Como sigas preguntando vas por mal camino", pero quién soy yo para saber si quería decir eso realmente.

— ¿Por qué? Se supone que es su casa, lo más normal es que aparezca —replico algo más seria e imitando su postura fría y firme. ¿Se cree que me va a intimidar? Este no me conoce.

No termino ni de decirlo cuando se gira nuevamente en mi dirección y con tan solo un paso se coloca frente a mí, dejándome casi acorralada contra la encimera. Vale, sabe intimidar y debo decir que el hecho de que me saque dos cabezas influye bastante, cosa que me obliga a levantar la cabeza para poder verle bien a la cara —Esta no es su casa, es la mía y no suele poner los pies aquí a menos que quiera algo así que no, no va a venir —sentencia sin despegar sus ojos de los míos, no soy capaz de aguantar demasiado el duelo de miradas cuando finalmente bajo un poco la cabeza y con mis manos en su pecho lo empujo levemente hacia atrás para que me dejara espacio para moverme.

—De acuerdo, entonces solo pongo para nosotros tres —le sonrió cínicamente y me devuelve el gesto de la misma forma antes de poner su característica cara de culo.

Como le odio.

A mí me cae como una patada en el estómago.

Somos dos. No sé qué tiene conmigo, no le he hecho nada de nada y me trata peor que a la escobilla del váter.

Precioso ejemplo gráfico.

Como sea, ni él me traga ni yo a él y lo peor es que estoy bajo su techo. ¿En qué situación me deja esa a mí?

En la de que tu casero buenorro no te puede ni ver pero aun así te prepara la cena y te deja quedarte.

Tú con tal de no darme la razón haces lo que sea, ¿verdad?

Sí, lo vas pillando.

Finalmente, los platos estuvieron servidos y puestos en la mesa, aunque no lo fuera como tal, al igual que nosotros tres estábamos comiendo. El silencio que hay solo se rompe por el sonido de los cubiertos al entrar en contacto con la superficie del plato y el crepitar del fuego de la chimenea. Adorable ambiente.

—Bueno... —se pronuncia Scott a mi lado despegando la vista de su pedazo de carne para verme — ¿Te lo has pensado ya?

He de admitir que la pregunta me pilla desprevenida, tengo otras cosas en mente en estos momentos, así que no entiendo de qué me habla — ¿Pensarme el qué? —lo miro con cara de confusión y rueda los ojos de forma exagerada.

—Lo del nombre, antes me dijiste que no tenías ninguno pensado, igual la ducha te ha dado alguna idea —me explica y parece que eso capta la atención del moreno.

— ¿De qué habláis? —Nos escruta con la mirada antes de llevarse su vaso a los labios para beber un poco.

—Scottie... —empiezo pero al oír un gruñido a mi lado suspiro —... Scott... —miro al aludido y este me asiente dejando que siguiera. Qué infantil —... me comentó si quería que me llamarais de alguna forma en especial mientras recordaba mi nombre o se descubre quién soy —le explico yo a este y tras dejar su vaso de cristal sobre la isla, sus labios se curvan en una sonrisa que me da mala espina.

—O sea, que te ha propuesto que elijas tu propio nombre de forma temporal, ¿no?

—Exacto.

— ¿Tienes algo pensado? —la sonrisa no la borra y no sé hasta qué punto es eso bueno o no.

Yo sigo con Lulú o Ada.

¡Oh, cállate!

—De momento no, eso de elegir un nombre al azar... No sé, no es lo mío.

—No es tan difícil —comenta Scott mientras pasea la vista sobre la habitación — ¿Flor, Nieve, Sol... —comienza y mi cara va pasando de "ni de coña" a "deja de decir nombres que me deprimo" —...jarrón, perchero, chimenea? —ruedo los ojos y se ríe —perdón, tengo poca inspiración con este ambiente.

—Hay que buscarte uno con el que se pueda rimar, así nos reímos un rato —con razón estaba sonriendo el muy desgraciado, a saber que tiene en mente.

Me da que no te quedas con las ganas de saberlo.

—Propón algo —le incito alzando una ceja y haciendo un gesto con la mano para que comenzara. Parece que lo piensa durante dos segundos antes de soltar su bomba.

—Estefanía — ¿eh? Miedo me da preguntar.

— ¿Y eso con qué... —me interrumpe.

—A la que le doy noche y día —Scott se atraganta al estar bebiendo refresco de su vaso y se empieza a reír mientras aún se recupera de lo anterior. Por lo que es una mezcla entre risa descontrolada y tos.

— ¡Ni de coña! —grito y noto cierto calor en las mejillas. Genial, encima me sonrojo por la vergüenza.

—O ya que estás roja, te podemos decir tomatito...

— ¡A la que le das hasta contra el armarito! —le doy un codazo al rubio y solo provoca que ambos se rían, aún más, a mi costa. Ja, ja.

Me declaro fan de armarito.

Calla la boca.

A—Sois idiotas —mascullo entre dientes pinchando un trozo de carne de mi plato para metérmelo en la boca de mala gana.

— ¿Tienes algo mejor?

— ¡Sí, sí! ¡Mejor aún! ¡Ramona la buscona!

— ¡Sandra la salamandra!

— ¡Gema la que me enferma!

— ¡Sofía la sintonías!

— ¡Cayetana la marrana!

— ¡Minerva la que me lo observa!

— ¡YA VALE! —grito de mala gana tirándoles un trozo de pan a cada uno —ni Estefanía, ni Gema, ni Sandra, ni Minerva... me quedo sin nombre —me cruzo de brazos. ¿Cómo pueden ser tan idiotas? Estos se callan con gesto divertido y cruzan una mirada antes de gritar al unísono.

— ¡DOMINGA, CUANTO MÁS ME QUIERES MÁS TE BRINCAN!

Me muerdo el labio pero con eso me empiezo a reír yo también y me sumo a las carcajadas de estos. Hermanos tenían que ser, qué conexión.

—No tenéis vergüenza —digo medio calmando la risa, aunque estos se seguían riendo sin parar. Asher casi se cae al suelo del taburete donde está sentado, con eso lo digo todo.

—Te han gustado, no lo niegues, ¿tenemos ganador? —me pregunta Scott, aún acelerado por la risa de hace un momento.

—Ajá, Dominga... —murmuro rodando los ojos —... lo dicho, prefiero quedarme sin nombre, por cierto, pena me da el día que tengáis hijos... —digo y la risa nos vuelve, aunque de forma más suave.

—Bueno, ya que eres tan quisquillosa con esto, tendremos que seguir buscando que nombre ponerte, señorita incógnita.

—Equis —los dos nos giramos hacia Asher, que parece incluso más serio ahora —en las mates la incógnita se despeja con la equis, ¿no? Pues eso, al fin de cuentas es lo que eres y el apodo te quedaría bien —mi cara de incredulidad debe aser un cuadro ahora mismo.

—A mí me gusta, tiene clase y todo.

— ¿De verdad habéis pasado de Sandra la salamandra a Equis? —los chincho, aunque me miran algo más relajados y hasta serios con este tema. ¿De verdad están barajando esa opción? —No creo que... —de nuevo no me dejan acabar.

—Me da igual lo que digas, a mí me gusta y te voy a llamar así —sentencia Asher antes de levantarse para recoger sus cosas y tras dejarlas en el fregadero se encamina hacia el pasillo para encerrarse en su cuarto.

—Ahg... —me paso las manos por la cara y escucho una suave risa.

—No está mal, es un apodo y creo que estamos de acuerdo en que es mejor que Gema, Estefanía y Dominga —le apunto con el dedo cuando veo que se va a empezar a reír y alza las manos en señal de rendición.

—No sé... es raro.

—Que sea raro no quiere decir que sea feo, es original y único... te aseguro que no habrá muchas que se llamen así

Suspiro y de igual forma me levanto para dejar mis cosas en el fregadero antes de girarme y verlo, estaba copiando mis acciones aunque se detiene al verme —preferiría otro...

— ¿Ramona? —sonríe con burla y chasqueo la lengua mientras ruedo los ojos —si quieres te sigo diciendo bonita, a mí no me importa y lo importante es que estés cómoda —añade al poco dándome una sonrisa amplia

—Gracias —sonrío un poco y me hace un ligero asentimiento con la cabeza en respuesta.

—Deberías descansar, yo me ocupo de limpiar un poco esto —la frase no puede ser más de madre.

—Sí, papá —respondo con burla, pasando por su lado y dejando un beso en su mejilla —hasta mañana.

—Buenas noches, bonita.

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