Capítulo 1
Desorientada y mal encaminada
Me duele hasta el alma. No puedo decir otra cosa para definir cómo me encuentro. Es como si un elefante se me hubiera sentado encima y estado así por horas.
En estos momentos sigo con los ojos cerrados, mi cuerpo no reacciona lo suficiente aún como para permitirme abrirlos y, ahora sí, podéis llamarme loca, estoy volviendo a escuchar voces. Aunque gracias a los astros ahora sí puedo llegar a procesar un poco lo que dicen. Intento moverme y abrir los ojos, como respuesta a eso obtengo un dolor monumental por todo mi cuerpo, además de la cegadora visión de los tubos de luz fluorescente que hay en la habitación donde estoy. ¿Dónde está la nieve?
—Hey... Tranquila, no hagas esfuerzos —oigo, no demasiado lejos de donde me encuentro, lo que provoca que intente abrir los ojos nuevamente y me remueva. Poco a poco la vista se me adapta, logro medio identificar todo lo que hay a mi alrededor. Más o menos, sigo aturdida.
—Yo... —la voz casi no me sale del cuerpo y tengo la garganta tan seca que solo pronunciar eso me provoca un ataque de tos.
— ¿En serio crees que podría hacer algo? —nuevamente esa voz, aunque intuyo que no va dirigida hacia mi persona. Lo observo. Es un hombre de cuarenta largos, piel negra y calvo. Mi intuición también me dice que es el médico.
No es tu intuición, es que lleva bata blanca y un aparato de esos para revisar los latidos del corazón.
Cállate conciencia, déjame con mi drama.
—No sabemos de dónde sale, puede ser peligrosa —otra voz, más alterada aunque igualmente masculina. Giro la cabeza en su dirección y hay otro tipo, un hombre de más o menos la misma edad, de pelo negro, canoso y expresión furibunda. Me está mirando mal. ¿Dónde narices estoy?
Esto no me gusta nada, me empiezo a remover, el dolor de huesos ahora me da igual. Aunque me detiene cierta presión en la muñeca y un sonido metálico. Cuando miro hacia mi mano derecha veo unas esposas. Me tienen esposada a la cama. Creo que como podéis imaginar eso no hace más que aumentar mi temor, por lo que me remuevo más intentando soltarme, inútilmente, sólo logro lastimarme más, haciendo se me clave la aguja del suero que me han puesto.
—Te he dicho que te quedes quieta, necesitas descansar —el doctor me sujeta ambas muñecas mientras me mira fijamente a los ojos. No sé qué tiene esta gente que siempre logra calmar a los pacientes, al menos es lo que he visto en las series de televisión, hoy lo he comprobado.
— ¿Dónde...? — Empiezo, pero de nuevo me sale la voz ronca.
—Estás en el hospital... —Me comienza a decir y desvía la vista de mí un momento, hace un gesto con la cabeza y vuelve a mi —... Estabas perdida en el bosque y presentabas síntomas de hipotermia —me explica.
Eso explica por qué tienes el cuerpo hecho mierda.
—Ten... — Al lado contrario una voz me reclama algo de atención, volteo y me encuentro con un chico, más o menos de mi edad, quizás un poco menor. Tiene el cabello rubio y rizado y unos ojos color miel. Me ofrece un vaso con agua —...bebe un poco — Lo miro unos segundos antes de intentar tomar el vaso. Me detiene y me lo acerca para que pueda beber, esto es humillante.
—Apenas puede con su cuerpo, no creo que suponga una amenaza — Termino de dar un par de tragos antes de mirar nuevamente al doctor, realmente me vienen bien, miro al chico escasos segundos, le sonrío de forma leve como agradecimiento, me devuelve el gesto.
El otro tipo, el canoso, me mira detenidamente y refunfuñando algo entre dientes se me acerca y con unas pequeñas llaves me libera de las esposas —Pienso tenerte vigilada, así que ni una tontería — Advierte. Permanezco callada sin dejar de verlo.
— ¿Cómo te encuentras? —Ahora es la voz del chico. Estoy convaleciente, me van a marear haciendo que mire de un lado a otro cada segundo.
—Si te digo que bien te estaría mintiendo... — Logro decir, me sigue doliendo la garganta y la voz me suena como la de un camionero que fuma tres cajetillas diarias de tabaco.
—La verdad es que has tenido suerte de que te encontraran, mi padre y mi hermano pensaban que habías muerto — sonríe.
¿Qué tiene de gracioso?
—En eso no le falta razón — dice el canoso. Voy a suponer que es el padre y que le caigo mal.
—Dejando eso a un lado por ahora, tienes que rellenar un par de cosas, o al menos facilitarnos unos datos para identificarte —el médico es el único que podría preocuparse en un momento así por el papeleo. Asiento con la cabeza mientras suelto un ligero suspiro —de acuerdo... — Toma un portapapeles con algunas hojas que estaba en una mesita al lado de mi cama y después de tomar un bolígrafo que llevaba en el bolsillo de su bata prosigue —Son cosas muy generales, así que no te preocupes... —levanta un momento la vista para verme y nuevamente asiento. Solo quiero dormir, así que espero que la tortura acabe pronto — ¿Nombre completo? —pregunta, abro la boca para responder, pero las palabras no salen de mí. Esto es absurdo, es mi jodido nombre, ¿por qué no me sale la voz?
A mí no me mires, solo soy un producto de tu cerebro.
Maldita conciencia, jodiendo siempre.
—Yo... — Empiezo y juro que estoy intentando darle una respuesta, pero tengo la mente completamente en blanco. Es como si nada pasara por allí por mucho que me esforzara en recordar lo más mínimo —... yo... yo... — Me estoy empezando a agobiar, ¿Qué me pasa?, ¿Qué me han hecho?
—Hey, tranquila... —vuelve a guardar el bolígrafo y suspira —... quería pensar que no sería tan grave... — ¿El muy asqueroso sabía que me pasaría algo así?
—Explícate — Si sonó como una orden me dio igual, estoy al borde del colapso.
—Una vez que te trajeron aquí, al margen de la hipotermia y el estado de inconsciencia, presentabas una serie de golpes por el cuerpo, incluido uno en la parte posterior de la cabeza... —iba a palpar la zona pero el dolor de los músculos solo me produjo un quejido en mitad de la maniobra —... por el estado en el que llegaste solo puedo intuir que pudiste ser víctima de una especie de secuestro, robo o suceso similar que te produjo todo eso y quizás en tu huida te golpeaste o te golpearon dejándote después a tu suerte en el bosque —silencio. Eso era lo único que había en la sala mientras los ojos me empezaban a escocer. No quería llorar pero no podía más, era demasiado y la presión de no saber ni quién era me está matando lentamente.
—Bonita, tranquila... —El chico me toma la mano con cuidado, con una actitud un poco recelosa, quizás no sabía cómo iba a reaccionar después de lo dicho por el doctor. Hago lo más patético e inútil que puedo hacer, echarme a llorar y cubrirme el rostro con las manos mientras deseo que me trague la tierra. El pobre chico se me acerca acariciando mi brazo de forma alentadora, no servirá de mucho pero de cierta forma no me hace sentir sola y perdida, que es como estoy.
Pues prepara el cuerpo, se avecinan cosas peores.
¡¿Pero tú de qué lado estás?!
Yo solo digo.
Maldita.
—Deberías descansar y no agobiarte ahora por todo esto... presentas un claro cuadro de amnesia, aunque este es un tema complejo, quizás es por el traumatismo, como medio de bloqueo por un trauma que has vivido... — Genial, encima no me puede ni decir con exactitud por qué mi cerebro parece que hizo borrón y cuenta nueva —... será una cosa temporal, en cuestión de un tiempo irás recordando cosas — ¿Esa no es la típica frase de médico para infundir esperanza donde no la hay?
—O a lo mejor te quedas así para siempre —se me corta el llanto y vuelve el silencio tras eso.
—Gerard.... —le advierte el doctor con una mirada severa.
—Solo es un decir, la cría está al cincuenta por ciento, puede recuperar la memoria o quedarse tal y como está, mejor que sepa cómo van las cosas —se alza de hombros y tanto mi mirada como la del joven a mi lado van hacia el hombre de piel oscura.
—Descansa, después hablaremos de esto con más calma —sentencia y con otra mirada del estilo hace que el canoso salga de la habitación, pero antes de cruzar el umbral de la puerta se detiene mirando en nuestra dirección.
—Scott, vamos —dos segundos y el chico suspira para mirarme dudando un poco, pero acaba cediendo.
—Descansa, bonita —tras sus dulces palabras, acompañadas de una pequeña sonrisa, se encamina a la salida y los tres hombres me dejan a solas.
Sigues conmigo.
Oh, cállate ya y déjame con mi drama.
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