Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Prologo; La Fuerza en la Tormenta

El joven Jesús, cuyo corazón vibraba al ritmo de las melodías. Vivía en un pequeño pueblo anidado entre montañas, donde el clima frío se entrelazaba con la bruma matinal. Su madre, una mujer fuerte y amorosa, cuidaba de él y de su pequeña hermanita Carina. Pero la vida de Jesús estaba a punto de cambiar. La adolescencia lo encontró atrapado en sus pensamientos. Las hormonas revolucionaron su mente, y los sentimientos se agolparon como olas en una tormenta. El amor, la tristeza, la esperanza: todo se mezclaba en su interior como notas discordantes en una partitura.

En la escuela secundaria, se convirtió en un solitario. No por elección, sino porque su mundo interior era demasiado vasto para compartirlo con otros. Los pasillos bulliciosos se volvieron un laberinto de voces y risas. Jesús prefería la tranquilidad de la biblioteca, donde los libros eran sus confidentes.

Una tarde de primavera, encontró un viejo piano en el rincón más oscuro de la biblioteca. Las teclas estaban desgastadas, pero aún resonaban con magia. Jesús se sentó frente al instrumento y dejó que sus dedos buscaran las notas. La música fluyó como un río, liberando sus emociones atrapadas.

Pero, meses después, el divorcio de sus padres marcó un quiebre en su mundo. La casa que conocía, llena de risas y canciones, se desvaneció como una partitura al viento. La mudanza a la ciudad fue inevitable. Jesús dejó atrás las montañas y los arroyos, llevando consigo su sueño: ser músico.

La capital lo recibió con sus calles bulliciosas y sus edificios altos. Jesús anhelaba ingresar a la prestigiosa academia de música, pero el dinero era un muro imposible. Sin embargo, la vida es a veces como una sinfonía impredecible. 

Más tarde, en la ciudad, cuando Jesús conoció al director de la academia, tuvieron una conversación que cambiaría su vida. El director de la academia, un hombre de mirada sabia le ofreció una oportunidad: trabajar en la remodelación del edificio a cambio de su inscripción. Jesús aceptó sin dudarlo.:

—Señor, me encantaría estudiar aquí, pero no tengo los medios para pagar la inscripción —dijo Jesús con sinceridad.

El director lo miró con ojos sabios y respondió:

—Veo pasión en tus ojos, joven. Te propongo un trato: trabaja en la remodelación del edificio y a cambio, te inscribiré en la academia.

Jesús no pudo contener su emoción.

—¡Acepto! Haré lo que sea necesario para cumplir mi sueño.

Así comenzaron sus días incansables. Pintaba paredes, recogía escombros en el jardín y afinaba cada detalle. El edificio renacía con colores vivos y notas invisibles. Jesús se sumergía en su labor, como si cada pincelada fuera una nota musical. Jesús, con sus manos manchadas de pintura y su corazón lleno de esperanza, se sumergió en la tarea de renovar la academia de música. Cada pincelada, cada nota afinada, era un paso hacia su sueño. El director, observándolo desde la distancia, parecía entender que la pasión de Jesús trascendía las partituras y los ladrillos.

Una tarde, mientras ajustaba las cuerdas de un viejo piano de cola, Jesús sintió una presencia detrás de él. Se giró y se encontró con una mujer de cabello plateado y ojos brillantes. Vestía un abrigo largo y sostenía un violín en su estuche.

"¿Eres el joven que trabaja aquí?", preguntó la mujer. Jesús asintió, sorprendido por su elegancia y su aura misteriosa. "Soy  la señora Maria", dijo ella. "También soy alumna de esta academia. He escuchado tus melodías mientras trabajas. Tienes talento".

Jesús sonrió, halagado y nervioso al mismo tiempo. Elena le ofreció el violín. "Tócalo", le instó. "Permíteme escuchar tu alma a través de la música". Jesús aceptó el desafío y tomó el instrumento. Las cuerdas vibraron bajo sus dedos, y una melodía surgió, como si el violín hubiera estado esperando por él.

Elena cerró los ojos y se dejó llevar por la música. Las notas llenaron la sala, creando un puente entre el pasado y el presente. Jesús sintió que su corazón se expandía, que las montañas y los arroyos se fundían con las luces de la ciudad. Elena abrió los ojos y sonrió.

"Tu música tiene el poder de sanar", le dijo. "No solo los edificios, sino también las almas. Sigue tocando, Jesús. No dejes que el dinero o los obstáculos te detengan". Y se retiró caminando por el largo pasillo que daba hasta el gran salón.

Finalmente, llegó el día de la reapertura. El salón de clases, antes gris y olvidado se transformó en un rincón de belleza. Las paredes lucían colores cálidos, y pinturas de paisajes adornaban los rincones. Desde las ventanas, un jardín florecido se asomaba, y el aroma a jazmín llenaba el aire. Jesús se sentía parte de esa sinfonía de colores y fragancias.

Pero la música no siempre fluye sin obstáculos. Jesús, con su cabello revuelto, ojos marrones como los de su abuelo Carlos y mirada soñadora, luchaba por concentrarse en las partituras y las letras de las canciones. Sus pensamientos lo perseguían como lobos fugaces: recuerdos de su infancia, las risas de su hermanita Carina, y la tristeza en los ojos de su padre Eduardo, el desconsuelo de su abuela Rosa y muchos otros pensamientos e imaginación.

A pesar de tener una hermosa voz, Jesús se sentía atrapado en su propia sinfonía interna, como si las notas se enredaran en su mente. Jesús, atrapado entre las partituras y sus propios pensamientos, enfrentaba obstáculos que resonaban como notas discordantes en su mente.

Una tarde, mientras Jesús practicaba en el piano, su amigo Miguel se acercó.

Jesús, ¿por qué siempre estás tan pensativo? —preguntó Miguel.

Es difícil concentrarme, Miguel. Mis pensamientos son como una tormenta —respondió Jesús, suspirando. —Tal vez deberías hablar con alguien. A veces, compartir lo que sientes ayuda a aclarar la mente.

Jesús asintió, pero no estaba seguro de cómo expresar todo lo que llevaba dentro.

Días después, Una chica, Valeria Campos, junto a sus amigas, se burló de Jesús por su forma de vestir peculiar. La broma de Valeria afectó profundamente a Jesús. Sus palabras resonaron como notas desafinadas en su corazón. Aunque Jesús era un alma sensible y apasionada, la crueldad de Valeria lo hizo cuestionar su autenticidad y su lugar en el mundo. La rabia ardió en su pecho, y con voz temblorosa, les dijo: "La humildad no es lo mismo que la pobreza. Detrás de sus ropas caras y maquillaje, esconden almas solitarias". El silencio inundó el salón, y Jesús huyó. La burla de Valeria y la lucha interna entre la belleza exterior y la riqueza interior lo impulsaban a seguir adelante. Logra entender que, la vida no siempre sigue la partitura que deseamos.... Sin embargo, también encendió una chispa de determinación en él. Jesús decidió que no permitiría que la superficialidad de otros lo detuviera en su búsqueda de la verdadera belleza, tanto dentro como fuera de sí mismo. Los compañeros de clases quedaron sorprendidos o reflexionando sobre sus propias actitudes, al observar a Jesús.

Ya tarde en la noche en su habitación, las lágrimas caían como notas tristes. ¿Por qué la belleza exterior eclipsaba la riqueza interior? Jesús entendió que la música no solo se encuentra en las partituras, sino en los corazones sinceros. Pero, eso no lo detendrá el está dispuesto a cumplir su gran sueño, no solo como músico, sino como un ser humano auténtico. Con ese pensamiento se fue a la cama a dormir esa noche.

La playa yacía desierta, su arena húmeda y fría bajo mis pies. El cielo, un lienzo de nubes grises, anunciaba una tormenta inminente. Los vientos soplaron con furia, agitando mi cabello negro. La playa se extendía solitaria, su arena húmeda y fría bajo mis pies descalzos. El olor salado del mar se mezclaba con el aroma a tierra mojada. Las nubes grises se arremolinaban en el cielo, presagiando una tormenta desafiante. El viento rugía, arrancando hojas de las palmeras cercanas.

Los relámpagos rasgaron el oscuro firmamento, iluminando la noche con destellos eléctricos. Cada trueno resonaba en mi pecho, como si la propia naturaleza estuviera enojada. Las primeras gotas de lluvia cayeron, pesadas y frías, como lágrimas del cielo. La arena bajo mis dedos se volvió barro, pegajosa y resbaladiza.

En ese momento, sentí un golpe brutal en la espalda. Caí al suelo, mi rostro cubierto de arena. Me giré rápidamente, limpiando mis ojos para ver a mi atacante. Un hombre alto emergió de la oscuridad, El atacante salió de la penumbra, su rostro oculto bajo una capucha. Sostenía un látigo en su mano, y cada golpe atravesaba mi piel como un cuchillo ardiente. Mi mente se llenó de pensamientos confusos: ¿por qué yo? ¿Qué había hecho para merecer esto? Intenté escapar, correr hacia la playa, pero él me perseguía implacablemente. Cada golpe me atravesaba, el dolor fulminante marcando mi piel exhausta.

Entonces, una voz resonó en la tormenta: "¡Jesús hijo, pelea!". Busqué al dueño de esas palabras, pero no vi a nadie. Otro latigazo me golpea fuerte la espalda. "¡Tienes que pelear!", gritó la voz nuevamente. Y allí, en medio de la lucha desesperada, lo vi: mi abuelo Jesús, observándome desde lo alto con ojos llenos de preocupación e intriga, lo noté desesperado. Un nuevo latigazo me envió al suelo, y mi mente se llenó de recuerdos: mi bisabuelo Jesús, su rostro arrugado y sabio, enseñándome a defenderme. ¿Dónde estaba él ahora? La tormenta rugía, y yo estaba solo en la playa. El viento seguía aullando, retorciendo mi cabello negro. Las nubes grises se cerraban sobre mí, como garras amenazantes. Los relámpagos destellaban, iluminando la figura que emergía de las sombras.

El hombre alto, su rostro oculto, Cada golpe era un latigazo de miedo, un recordatorio de mi vulnerabilidad. Intenté huir, pero él me perseguía implacablemente. La lluvia caía, mezclándose con mis lágrimas. ¿Quién era él? ¿Por qué me atacaba?

Las lágrimas se mezclaron con la lluvia mientras le confesaba mi debilidad. "No puedo más, no tengo fuerzas". Pero él me respondió: "Siempre has podido, hijo. Pelea, defiéndete". Busqué algo para defenderme: una madera, una piedra, pero la oscuridad lo ocultaba todo. Mi cuerpo temblaba, pero algo dentro de mí se encendió. Tomé fuerzas de la tierra, de las olas que rugían a mi espalda.

Entonces, mi Bisabuelo descendió como una montaña o un fragmento del cielo. Me arrojó un machete afilado. Lo tomé con todas mis fuerzas, sintiendo su frio filo, apretando su mango con mi muñeca. En ese momento, comencé una lucha ardua, la sombra desconocida me golpeaba, pero yo también contraatacaba, Cada golpe era una mezcla de miedo y rabia. Mis fuerzas flaqueaban, pero él insistía. "Siempre has podido, hijo. Defiéndete". Gritaba La voz que escuchaba. La lucha fue feroz, la sombra desconocida golpeándome, pero yo también lo golpeaba con todas mis fuerzas. Sangre y lluvia se mezclaban en mi piel. Finalmente, la derroté. El látigo cayó al suelo, y la figura desapareció corriendo hacia las olas.

Exhausto, volví la mirada hacia mi abuelo. Quería llorar, pero él ya no estaba. La lluvia se desvaneció, revelando la claridad de una luna llena. Mi abuelo había estado allí, guiándome en la lucha contra lo desconocido, Mi piel estaba marcada, pero también sentía una extraña fortaleza. Y en esa playa solitaria, aprendí que la fuerza reside en nosotros, incluso en las noches más oscuras.

Desperté con fiebre, mi cuerpo dolorido. El rostro de mi abuelo aún me atormentaba. ¿Fue real o un sueño? La lucha en la playa, la voz en la tormenta. Solo sabía que mi abuelo Jesús, el padre de mi abuela Rosa me había dado la fuerza para enfrentar lo desconocido, incluso en las noches más oscuras. el rostro de mi difunto abuelo paseaba en mi mente, su mensaje permaneció: siempre podemos encontrar la fuerza, incluso en las tormentas más feroces. Y en esa experiencia, mi perspectiva cambió. Ya no temía la oscuridad; sabía que llevaba la luz dentro de mí.

Llamé a la abuela Rosa, pero no podía explicarlo, la última vez que vi a mi bisabuelo Jesús, tenía como 9 años, hace más de 11 años que murió, pero su recuerdo aún sigue titilando en nuestro pensamiento. Escuche la voz de mi abuela del otro lado del teléfono, algo temblorosa y débil y de inmediato, un escalofrió recorre todo mi cuerpo.

- ¿Abuela que tienes que te pasa...?

Y en eso escuche el sonido del otro lado del celular – tic tic tic tic, - Indicando que se había caído la llamada...

Me levanté, organice un bolso con poca ropa y salí a mi pueblo, debía ver a mi abuela saber como estaba. Tenía un año sin verla, además, las pesadillas y maquinaciones no paran, son como mensajes o sucesos que aún no pasan pero, pero como si van a pasar, advertencias llenas de incertidumbre, miedo y soledad.

Busque en la gaveta de la pequeña mesa y tome el libro ya impreso que mi tía me regalo hace dos años. Cada vez que pierdo las fuerzas y ganas de seguir, abro cualquier de sus páginas y eso me llena de seguridad para continuar este camino por la vida.

Me senté un momento y susurre en silencio de la habitación: - tía Nube...¡ Como le hiciste para salir de esto... o es que acaso aún te atacan los pensamientos?, ¿Abuela que tanto sabes de lo que me pasa?

Y es así como recordó su última pesadilla sobre ese capullo y los pétalos abiertos de una rosa. Se levantó esa mañana. Recogió su bolso con algunas cosas, tomó el libro de la tia y se fue hacia el pueblo de maparari en busca de respuestas.

----❤❤❤-------------------------------------------------------------------------------

La historia de Jesús nos recuerda que todos llevamos una melodía dentro, y a veces, solo necesitamos afinarla con amor y comprensión. En la vida diaria, como en una sinfonía, cada encuentro puede cambiar el compás y llenarnos de esperanza. 🎵🌟

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro