Capítulo 4 Título: "El Legado de los Morles: De Europa a Venezuela"
El Legado de los Morles. "De Europa a Venezuela"
Capítulo basado en hechos reales
En una ciudad colonial de los Países Bajos, donde las sombras danzaban entre las luces tenues, destacaba la figura de Jacinto Morles. Alto, con cabello castaño y ojos color café, llevaba consigo un ramo de gardenias y jazmines que contrastaba con la melancolía que lo envolvía. Se dirigía hacia el antiguo cementerio, donde dos tumbas le esperaban en silencio: Bartolo Morles y Julia Cortes.
En una cuidad que para la época, no todo eran grandezas y riquezas. En las estrechas calles empedradas de la ciudad, la vida cotidiana se desenvolvía entre sombras y luces tenues. Las casas de adobe se alineaban en un plano en damero, con calles que se ramificaban desde la plaza principal. Faroles de aceite proporcionaban una iluminación insuficiente, creando un ambiente pintoresco pero oscuro. La moda variaba según la clase social: los hombres, con corsés y acolchados, buscaban una cintura estrecha y un pecho amplio. Sus abrigos largos y anchos, con cuellos en forma de gorro, eran comunes.
Las mujeres de alta sociedad lucían vestidos vaporosos, con faldas amplias realzadas por miriñaques. Los corsés apretaban sus cinturas, y los encajes y bordados adornaban sus telas costosas. La influencia de París se reflejaba en los grabados de moda de la época.
Jacinto, heredero de una prestigiosa familia heráldica de origen incierto pero poderoso linaje, se encontraba intrigado por el misterio que rodeaba a sus ancestros. Sus investigaciones le habían llevado a descubrir que los Morles tenían raíces en épocas del Imperio español, vinculándolos con un pasado de oscuras hazañas y glorias olvidadas.
En su camino hacia las tumbas familiares, Jacinto recordaba las historias que su padre le había contado sobre la valentía de sus antepasados en los campos de batalla. Sin embargo, algo no cuadraba en aquellas narraciones: solo se habían encontrado tumbas con el escudo heráldico de los Morles, como si quisieran ocultar un secreto ancestral.
Jacinto, pensativo: - ¿Por qué solo hay tumbas con el escudo de los Morles? ¿Qué están tratando de ocultar?
Decidido a desentrañar el enigma que envolvía a su familia, Jacinto se adentró en un viaje lleno de peligros y revelaciones. Siguiendo las pistas dejadas por sus antepasados, descubrió un antiguo pergamino que revelaba la verdadera historia de los Morles: guerreros legendarios que lucharon por la libertad de su pueblo contra la opresión de un tirano.
Jacinto, leyendo el pergamino: - ¡Esto es increíble! Los Morles no solo eran valientes, sino que también lucharon por la libertad de nuestro país.
Con cada paso que daba, Jacinto se acercaba más a la verdad oculta tras el escudo heráldico de su familia. En medio de conspiraciones y traiciones, deberá enfrentarse a su propio destino y descubrir el legado que lleva en su sangre.
Jacinto, decidido: - No puedo dejar que este secreto se pierda. Debo descubrir la verdad, cueste lo que cueste.
Finalmente, en lo más profundo del cementerio, Jacinto desenterró un viejo cofre que guardaba el tesoro perdido de los Morles: un mapa antiguo que señalaba el camino hacia la fortuna y el honor perdidos de su estirpe. Con valentía y determinación, tomó la decisión de seguir el legado de sus ancestros y emprender una nueva aventura que llevaría el nombre de los Morles de nuevo a la gloria.
Jacinto, sosteniendo el mapa: - Este es el comienzo de una nueva era para los Morles. ¡Venezuela, aquí vamos!
En las calles empedradas de la ciudad, la figura misteriosa de Elías se desvaneció en la oscuridad, dejando a Jacinto Morles con una decisión que cambiaría su vida para siempre.
Elías, en un susurro: - Jacinto, las riquezas y oportunidades te esperan al otro lado del Atlántico. Debes decidir tu camino.
Jacinto, un joven audaz y decidido, se encontraba ante un cruce de caminos: seguir el camino seguro y conservar su herencia intacta, o aventurarse en lo desconocido y embarcarse en la exploración de nuevas tierras en Venezuela. La visión de Elías sobre las riquezas y oportunidades que aguardaban al otro lado del Atlántico resonaban en la mente de Jacinto, despertando una chispa de curiosidad y valentía en su corazón.
Jacinto, mirando al horizonte: - ¿Debería arriesgarlo todo y seguir el camino de mis antepasados? ¿O debo quedarme y proteger lo que ya tengo?
Finalmente, tras días de reflexión y diálogo con su propia historia familiar, Jacinto decidió tomar el riesgo y emprender el viaje hacia Venezuela. Las secuelas dejadas por la guerra en Europa, las leyendas del Dorado y el anhelo de descubrir un destino insólito lo impulsaron a embarcarse en esa travesía hacia lo desconocido. Para el año 1850 a la edad de 18 años, Jacinto Morles viajó a las costas venezolanas en uno de esos grandes barcos que transportaban cientos de emigrantes españoles hacia las corrientes del mar Caribe y Antillas venezolanas.
La decisión de Jacinto Morles de emigrar a Venezuela marcó un punto crucial en su vida. El viaje a las costas de Falcón, lleno de incertidumbre y esperanza, lo sumergió en un mundo completamente nuevo. A medida que el barco se adentraba en las aguas del Caribe, Jacinto contemplaba el horizonte, preguntándose qué aventuras y desafíos le esperaban en esta tierra lejana.
Al llegar a las costas venezolanas, Jacinto fue recibido por un paisaje exuberante y acogedor, lleno de promesas y desafíos. La diversidad cultural, los recursos naturales abundantes y la hospitalidad de los locales le dieron la bienvenida a un nuevo capítulo en su vida.
Pronto, Jacinto se sumergió en la vida cotidiana en Venezuela, trabajando en las plantaciones y haciendas, comerciando con productos locales y aprendiendo de las tradiciones y conocimientos de los indios y negros que compartían su tierra.
A medida que los días pasaban y las estaciones cambiaban, Jacinto se convirtió en un protagonista en la historia de la conquista y exploración de nuevas tierras, enfrentando desafíos, celebrando triunfos y forjando amistades que perdurarían para siempre.
Su viaje no solo lo llevó a descubrir las riquezas naturales de Venezuela, sino también en el crecimiento personal, en la superación de obstáculos y en la conexión con un país lleno de oportunidades y promesas. ¿Qué aventuras y desafíos aguardan a Jacinto en esta tierra lejana? ¿Cómo cambiará su vida al cruzar el Atlántico? Solo el tiempo y la pasión de su corazón revelarán su destino en esta historia de coraje y esperanza.
En el año 1850, Jacinto Morles se aventuró desde España a las costas venezolanas en busca del legendario una mejor vida. Con ansias de nuevas oportunidades y la promesa de riqueza, Jacinto desembarcó en Punto Fijo, Estado Falcón, un territorio exótico y rebosante de recursos. Traía una gran cantidad de productos para comercializar en estas nuevas tierras y hacer trueques o cambios, ya que se había corrido la voz de que se trataba de tierras con suelos repletos de oro, Denominado el Dorado, lugar ubicado según los alemanes entre Colombia y Venezuela.
Eso atrajo la atención de cientos de ciudadanos españoles quiénes llegaron en busca de nuevas tierras, negocios y formar familia. Además, eran tiempos dónde se le concedían tierras para que edificaran sus casas y formarán su familia en medio de la clase media y alta.
De esta forma llegó el joven Jacinto Morles a Venezuela, específicamente a tierras de Punto Fijo/ Pedregal Estado Falcón. Al llegar a Punto Fijo, Jacinto se encontró con un paisaje exuberante y desconocido. Las palmeras se mecían al viento, y el aroma del mar y la vegetación tropical llenaba el aire. Los indios y negros locales, con sus tradiciones y culturas arraigadas, recibieron a los recién llegados con curiosidad y cautela.
Jacinto pronto se dio cuenta de que el las riquezas venezolanas no era solo una leyenda. Las tierras venezolanas eran ricas en recursos naturales: oro, cacao, café y caña de azúcar. Los españoles, como él, se establecieron en las haciendas y plantaciones, cultivando la tierra y comerciando con las colonias europeas.
Pero la vida en Venezuela también presentaba desafíos. El clima tropical era implacable, y las enfermedades acechaban. Jacinto se adaptó a la rutina de trabajo en las plantaciones, aprendiendo de los indios y negros que conocían los secretos de la tierra. Su corazón se llenó de pasión por esta tierra nueva y vibrante.
Jacinto se sumergió en la vida de Venezuela, trabajando en las plantaciones y comerciando con los tesoros naturales de la tierra. Fue allí donde conoció a Sabina Gómez, una joven mestiza cuya belleza y espíritu libre lo enamoraron profundamente.
Un día, mientras Jacinto trabajaba en las plantaciones, vio a Sabina por primera vez.
Jacinto, susurrando para sí mismo: - ¿Quién es esa mujer? Su risa es como el canto de los pájaros.
Sabina, notando la mirada de Jacinto, se acercó con una sonrisa.
Sabina: - Hola, soy Sabina. ¿Eres nuevo por aquí?
Jacinto, nervioso pero encantado: - Sí, soy Jacinto. Acabo de llegar de Europa. Es un placer conocerte.
Juntos, vivieron aventuras y desafíos, explorando las playas, las montañas y los ríos, forjando una conexión profunda que trascendía las diferencias culturales.
Sabina, riendo mientras caminaban por la playa: - Nunca había conocido a alguien como tú, Jacinto. Eres diferente.
Jacinto, sonriendo: - Y tú eres la persona más increíble que he conocido. Me haces sentir como en casa.
Sabina y Jacinto Morles continuaron su historia de amor en las tierras venezolanas. Juntos, enfrentaron los desafíos de la vida en un país en transformación, construyendo una familia y compartiendo sus sueños.
Jacinto, reflexionando: - Sabina, hemos construido algo hermoso aquí. Nuestro amor y nuestra familia son lo más importante.
Sabina, abrazándolo: - Sí, Jacinto. Juntos podemos enfrentar cualquier cosa.
Jacinto Morles se convirtió en un hombre de dos mundos: el pasado que dejó atrás en Europa y el futuro que construía en Venezuela. Su coraje y esperanza lo llevaron a enfrentar los desafíos con determinación. Y mientras el Atlántico separaba continentes, el amor y la pasión unían corazones en esta tierra insólita.
Sabina Gómez se convirtió en su compañera de aventuras, su confidente y su apoyo inquebrantable. Construyeron su hogar en un pueblo llamado Pedregal. A medida que los años pasaban, su amor se fortaleció, y tuvieron 9 hijos: Isaías, Sebastián, Patricio, Lolo, Juan Ramón, Presenta, Bartola, Silvina y Cayetana, la hija menor. Se dedicaban al comercio y vivían económicamente estables.
Jacinto, mirando a sus hijos jugar: - Sabina, hemos creado una vida maravillosa aquí. Estoy agradecido por cada momento.
Sabina, sonriendo: - Y yo también, Jacinto. Nuestra familia es nuestro mayor tesoro.
El país estaba sumergido en las secuelas de la independencia, con guerras internas y la dictadura del General Juan Vicente Gómez, quien era pariente de Sabina y oriundo del Estado Táchira, Venezuela. Esta dictadura generaba grupos armados parecidos a la guerrilla, entre ellos los Godos.
Los Godos eran un grupo armado que surgió durante la dictadura de Juan Vicente Gómez en Venezuela, que duró desde 1908 hasta 1935. Este período estuvo marcado por la represión, la corrupción y el control autoritario. Los Godos aprovechaban este contexto para operar con relativa impunidad, ya que el régimen estaba más enfocado en mantener su control político y económico que en garantizar la seguridad de la población.
La sombra de la guerra y la violencia acechaba el país, trayendo tragedias a la familia Morles. Ya para el año 1909, tiempos de dictadura del general Juan Vicente Gómez Chacón, un día, un grupo perteneciente a los Godos, miembros de un nuevo partido llamado Partido Rojo, que se dedicaban a robar a los comerciantes, se encuentran en medio de un camino con Isaías Morles, el hijo mayor de Jacinto. Para robarlo, le quitaron la vida de la manera más cruel, colgándolo de un árbol.
Por la tarde, la mula llegó a la casa sola. Más atrás, llegó a la casa un amigo de la familia que pasaba por esos caminos y logró ver el cuerpo de Isaías sin vida.
Pedro: - ¡Don Jacinto, por favor, abra la puerta! - grita mientras golpea la puerta con desesperación.
Jacinto, abriendo la puerta con preocupación: - ¿Qué sucede, don Pedro? ¿Por qué tanta prisa?
Don Pedro, con voz temblorosa y ojos llenos de lágrimas: - Don Jacinto, no sé cómo decirle esto... su hijo, Isaías... ha sido asesinado.
Jacinto, incrédulo y con la voz quebrada: - ¿Qué? ¿Cómo? ¿Quién podría hacer algo así?
Don Pedro, sollozando: - Fue un grupo armado, los llaman los Godos. Son ladrones de comerciantes. Isaías intentó defenderse, pero...
Jacinto, rompiendo en llanto: - ¡No, no puede ser! ¡Mi hijo, mi querido hijo!
En ese momento, Sabina aparece en la puerta, alarmada: - ¿Qué está pasando? ¿Por qué estás llorando?
Jacinto, abrazando a su esposa con fuerza: - Sabina, nuestro hijo... Isaías... ha sido asesinado por esos malditos ladrones.
Sabina, gritando de dolor: - ¡No! ¡Dios mío, no! ¡Mi hijo, mi niño!
Don Pedro, tratando de consolarlos: - Lo siento tanto, de verdad. Isaías era un muchacho trabajador... sé que hizo todo lo posible por protegerse.
Jacinto, con la voz quebrantada y la tristeza en su alma: - Gracias, Pedro. No sé cómo superaremos esto.
Sabina, llorando desesperadamente: - Isaías, mi hijo... ¿Por qué, Dios mío? ¿Por qué?
Después de la trágica muerte de Isaías, el resto de sus hermanos deciden huir hacia un lugar llamado Saoa, abandonando todas las propiedades heredadas de sus padres. La guerra y la violencia los obligan a dejar todo atrás, pero no antes de que Patricio Morlés, consumido por la venganza, asesine a uno de los jefes de los Godos.
Patricio, con el rostro endurecido por el dolor y la ira, se adentra en la noche oscura, decidido a vengar la muerte de su hermano. Patricio, hablando para sí mismo: - No puedo dejar que la muerte de Isaías quede impune. Esos malditos Godos pagarán por lo que han hecho. Después de días de búsqueda, Patricio finalmente encuentra al jefe de los Godos en un campamento improvisado en el bosque.
Patricio, con voz firme y llena de odio: - ¡Tú! ¡Eres el responsable de la muerte de mi hermano!
Jefe de los Godos, sorprendido y tratando de sacar su arma: - ¿Quién eres tú? ¡No sabes con quién te estás metiendo!
Patricio, rápido y decidido, desarma al jefe y lo enfrenta cara a cara.
Patricio, con los ojos llenos de lágrimas y furia: - Soy Patricio Morlés, hermano de Isaías. Y hoy, pagarás por lo que hiciste.
En un acto de venganza, Patricio asesina al jefe de los Godos, dejando su cuerpo en el campamento. Con el corazón pesado pero determinado, regresa a su familia. Al asesinar a uno de los jefe del grupo de Guerrilleros Los Godos. Llegó a casa desesperado y pidió a toda la familia recoger sólo lo necesario y salir del lugar lo.mas pronto posible.
Es así como, Don Jacinto y Doña Sabina y sus hijos, abandonan el pueblo de Pedregal a la media noche, dirigiendoce hacia una zona montañosa llamada Saoa, donde no pudieran ser encontrados.
La historia de Jacinto Morles, Un relato de valentía, exploración y descubrimiento personal. A través de su viaje a Venezuela, Jacinto encontró mucho más que riquezas materiales; descubrió su verdadera pasión, su fuerza interior y su capacidad para enfrentar lo desconocido con determinación y coraje.
Su legado perdura en las páginas de la historia, como un ejemplo de cómo el destino puede ser moldeado por nuestras elecciones y nuestra voluntad de seguir adelante, sin importar los desafíos que se presenten en el camino.
El amor, la tragedia y la lucha por la supervivencia se entrelazaron en la saga de los Morles, una familia marcada por la pasión y el sacrificio en un país dividido por la guerra y la injusticia. A través de generaciones, su legado perduró, recordándonos que incluso en los momentos más oscuros, el espíritu humano puede brillar con luz propia.
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