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Capítulo 2. El Caballero de Los Verales: Un Relato de Misterio y Herencia

El Caballero de Los Verales: Un Relato de Misterio y Herencia

Año 1951

En medio de la oscuridad de la noche, azotada por una grotesca tormenta en una zona escondida de la civilización, en medio de grandes bloques montañosos, que caracteriza las cordilleras andinas venezolanas, un lugar llamado Los Verales, por el color verde que predomina en esas altas montañas, un caballero cabalga a través de los montes y quebradas. Estos picos, cubiertos de un color verde exuberante, parecen esconder secretos ancestrales. Contaban los viejos ancestros, habitantes de esos lugares que, Dios por las tardes se sentaba en algún rincón de estas serranías, entonaba melodías con su flauta, imitando el canto de los pájaros.

Un caballero, joven y de piel negra, avanza con urgencia al galope de su bestia. Su silla de cuero tejido y enlazado con bordes de bejuco, es una obra de arte. El caballera, parece escapar de algo o alguien, como si los árboles mismos lo persiguieran. Su caballo, de raza Pura Sangre, también lleva el corazón agitado, por los largos caminos recorridos bajo la implacable lluvia.... cabalga por un largo camino lleno de barro y lodo pegajoso, que deja una profunda huella en el espantoso pantano, cubierto de lado a lado de montañas.

Este señor joven aparenta unos 30 años, los rasgos de su cara te recuerdan los antiguos negros esclavos, en la época colonial cuando el país era parte de la colonia española. Ver su rostro, inmortaliza a los antiguos esclavos de la época colonial, cuando estas tierras aún pertenecían al viejo Imperio. Lleva puesto un traje de pantalón y camisa blanca con un fino sombrero para la época, esta empapado de pie a cabeza al igual que su bestia. La lluvia y el frío implacables y persistentes, no tienen piedad.

El sonido de las gotas sobre su sombrero beis, llamado popularmente "el pelo de guama", se mezcla con el estruendo de los truenos. En esos instantes fugaces, el caballero vislumbra serpientes deslizándose entre las rocas y el sendero, sus escamas brillando con colores misteriosos. La lluvia es implacable, los truenos caen en cualquier parte de la montaña, como ráfagas de fuego y que dejan ver por solo segundos, el camino a seguir. Va apresurado, creo que se dirige a algún lugar donde lo esperan.

Sus ojos color negro y pequeños se llenan de agua de lluvia que recorre su cara, mientras toma de uno de los bolsillos de su blanca camisa, un pañuelo color gris con detalles verdes floreados, pañuelo que guarda secretos, que solo él conoce. Limpia su cara para poder ver mejor el sendero que debe recorrer. ¿A dónde se dirige este enigmático jinete? ¿Quién lo espera en medio de la tormenta? La noche, los truenos y las serpientes son testigos mudos de su misteriosa travesía por Los Verales.

Así, entre la naturaleza salvaje y la urgencia de su misión, el caballero avanza, dejando huellas profundas en el destino que lo aún desconoce. Su historia, como la de tantos otros, se entrelaza con los elementos y las leyendas de estas montañas verdes. Y mientras la lluvia sigue cayendo, él sigue su camino, guiado por un sendero que solo él comprende. ¿Qué secreto ocultaba aquel hombre en su carrera nocturna? Solo el viento y la lluvia lo sabían, mientras él seguía adelante, desafiando la oscuridad y la incertidumbre.

La tormenta seguía bramando como un dragón furioso, y las montañas parecían sus guardianas, susurrando historias olvidadas. Ya al final se observa una casa en medio de tanta oscuridad, parece ser el lugar hacia donde se dirige, el caballero llega a su destino: una modesta casa de barro y carrizo en medio de los montes de Los Verales. El sonido de violines y la raspa canilla, un baile tradicional, se filtran desde el interior. Se escucha desde lejos la música y melodía de violines, que tocan fantásticas canciones, al son de la alpargata.

El caballero por fin llegó, justo fuera de la casa, elaborada de barro y Carrizo con un largo pasillo donde, yacían amarrados diferentes caballos, mulas, burros y yeguas. Bajó de la bestia, un caballo color negro terciopelo, con un pelaje impecable, un gran brillo otorgado por el agua que choreaba por todo su cuerpo. Se quita su sobrero, para dejar caer las gotas de agua al piso de barro, sacude un poco la parte baja de sus pantalones, para despegar un poco el lodo que chipoteo en él, y se apresura a abrir la puerta revelando una fiesta en pleno apogeo.

Dentro esta la fiesta prendida, los violines tocan melodías que incitan a bailar y la casa huele a hallacas sancochadas y carne asada en vara, en su interior una gran sala con mesas de madera de Roble, adornadas con sus botellas de licor llamado Caña Brava o licor de Penca, elaborado de forma tradicional en el país. Los invitados bailan al son de los violines, mientras el aroma de la navidad tradicional llena el ambiente de toda la humilde casa. Botellas de licor adornan la mesa, y la alegría de la Navidad se siente en cada rincón.

-¡Jesús amor llegaste!... ¡ya me tenías preocupada! -Le grita una joven quien está a cargo de atender a los invitados. La celebración de la navidad y la fiesta comenzó un día antes. Él le explica que la tormenta retrasó su llegada... -¡Me agarró la tormenta en el camino y me tocó cabalgar poco a poco, no sea que el caballo se esbozara en medio de tanto lodo!.. ya sabes que el Regio, (así llamaba Jesús a su caballo)..., ¡le tiene miedo a los relámpagos... eso lo pone nervioso!, - Exclama y menciona el miedo del caballo a los relámpagos. Elena, con contracciones desde temprano, le confiesa su malestar. Está embarazada de su primer hijo.

Elena le contesta -Ya son las 12 de la media noche... gracias a los espíritus de las montañas que llegaste. - Le expresó en un tono de voz preocupante, motivo para preguntar de inmediato.

-¡¿Porqué Elena?!, ¡¿Qué pasa?!

Ella le confiesa, - ¡Tengo malestar!.. ya desde temprano he tenido contracciones... - Le dice, mientras soba su barriga. Jesús la abraza con ternura. - "¡Elena, ¿mi hijo va a nacer esta noche"?!... expresó. Feliz y continúa mirmurando: mi hijo Será mi compañero de camino, y finalmente descansaré de tanto trabajo. Él me acompañará a sembrar, a cazar y a parrandear". - sonríe y los invitados, en su mayoría familia de Elena, escuchan atentos., - Es la mejor noticia que mi has podido dar esta noche.

Al saludar a sus compadres y algunos conocidos, mandó a parar la música, tenía motivos para decir unas palabras. Tomó un vaso, lo llenó de licor y pidió: - ¡Un Brindis por la navidad que está a punto de llegar y por qué ya mi hijo Jesús como yo, está por nacer!, - En ese momento todos comienzan a gritar y silbar, ya embriagados algunos y otros en pleno juicio, compartían la alegría con la familia chirinos., en realidad Jesús era un hombre a quien en ese caserío no se le conocía familia.

Pero Jesús guarda un secreto, es descendiente de familias migrantes relacionadas con José Leonardo Chirinos, un luchador por la abolición de la esclavitud. ÉL y Elena se escondieron en las profundidades de las montañas, para no ser encontrados. José Leonardo Chirinos, un héroe nacional, que vivía en el estado Falcón, una provincia de Venezuela. Su hijo, nacido en medio de la tormenta, será testigo y continuación de su legado y su lucha por la vida.

Además, en la celebración se encontraba su hermana Juana Chirinos, quien también estaba cumpliendo la misma fecha de embarazo que Elena. Juana se había casado con el hermano mayor de Elena, así que la familia estaba unida por los dos lados, dos hermanos Campos con dos hermanos Chirinos. Esto era aún más motivo para celebrar. La familia, unida por lazos de sangre y matrimonio, comparte la emoción.

Al cabo de tres horas de parranda, música y baile al son de los violines, tocados por su compadre Jacinto Toro y su grupo musical.
De repente, Elena se dirige al cuarto y se recuesta, dice sentir un dolor fuerte en sus caderas, y lo más increíble de todo es que, Juana también presenta dolores de parto. Dos mujeres, dos camas improvisadas de roble y paja, y la partera, alertada desde temprano, llegó con la urgencia de quien sabe, que la vida se abre paso en medio de la tormenta. Así que, entre las mujeres invitadas acomodan dos camas hechas de palo de roble y cubiertas de paja seca, restos de algodón y cobijas tejidas a mano y colocan a las dos mujeres en posición de parto.

Las ramas de los árboles golpeaban el techo como brazos desesperados, y las láminas metálicas del techo de la casa, tronaban como tambores ancestrales. Elena y Juana, en posición de parto, se aferraban a la vida, mientras la partera luchaba contra la furia de la naturaleza. El reloj marcaba las 3 de la madrugada, y en ese instante, entre relámpagos y gemidos, dos almas llegaron al mundo.

Jesús y Nacho el hermano de Elena estaban fuera de la habitación esperando respuestas y noticias sobre el parto, lucían ansiosos y felices. A la media hora escuchan el grito de un bebé llorar con todas sus fuerzas, Jesús en ese momento lloraba de la alegría, era la hora de conocer a su hijo tan esperado, mientras que Nacho hace lo mismo, solo mastica el chimo para apaciguar sus ansiedad y preocupación. La partera, con manos expertas y ojos atentos, guía a Elena y Juana a través de las contracciones. El caballero, aún empapado por la lluvia, permanece en la habitación, observando con asombro cómo la vida se abre paso en medio de la tormenta.

Elena, con su piel brillante por el sudor y los cabellos oscuros pegados a su frente, aprieta los puños mientras lucha contra el dolor. Juana, su cuñada, le sostiene la mano con ternura, compartiendo su propia experiencia de parto. Las dos mujeres se miran con complicidad, unidas por la sangre y la expectación.

La partera murmura palabras de aliento y realiza movimientos precisos. El caballero nota que hay algo diferente en la atmósfera de la habitación. No solo es la emoción del nacimiento, sino también una energía antigua, como si los espíritus de las montañas estuvieran presentes.

Las contracciones se intensifican, y Elena y Juana respiran al unísono. El caballero, sin saberlo, está a punto de presenciar un evento extraordinario. La partera, con una sonrisa enigmática, dice: "Estas dos almas llegan al mundo con un propósito especial. Son portadoras de una herencia ancestral, una conexión con los luchadores por la libertad y la justicia".

En solo momento se abre la puerta y una de las mujeres trae un bebé en sus brazos y llama con una voz alzada y llena de orgullo. Nacho ven compadre, es un varón, un hermoso varón... nacho se acerca poco a poco a observarlo, sus manos tiemblan a la hora de cargarlo y lo abraza y da un beso. La mujer pregunta como lo llamaras y el responde. - Juan lo llamare Juan campos como mi difunto padre. - Elena y Nacho eran hermano por parte de su madre, cada uno tenía un padre diferente.

La mujer toma él bebé y entra nuevamente a la habitación y cierran la puerta, La habitación se sumía en un silencio sagrado, solo roto por el llanto del recién nacido. Jesús, con los ojos fijos en el viejo reloj que marcaba el tiempo como un latido constante, sentía que su propio corazón se sincronizaba con las agujas. La emoción lo embargaba, y sin esperar, abrió la puerta y entró.

Y ahí estaba al lado de Elena su pequeño bebé, se quedó admirado de ver que algo cubre completamente a su hijo, algo era diferente. Una bolsa transparente cubría completamente su pequeño cuerpo. Las mujeres presentes, parteras y comadres, permanecían en silencio, como si temieran romper un hechizo ancestral. La bebé, aún dormida, no había roto la bolsa amniótica al nacer. ¿Qué significaba esto?

Con delicadeza, una de las mujeres retiró la manta que envolvía a la niña. Su cabecita emergió, pequeña y frágil. El silencio se prolongó, hasta que finalmente, la estimularon y sus pulmones se llenaron de aire. El llanto resonó en la habitación, como un eco de vida, al sacarla en su totalidad, no se explican que es lo que pasa. La beba no rompió la bolsa amniótica. Algo extraordinario ocurre. Elena da a luz a una niña envuelta en una bolsa amniótica transparente. La habitación queda en silencio mientras las parteras la liberan delicadamente; su llegada es un misterio y un milagro. Jesús se acerca más y en eso Elena quien tiene él bebe en sus brazos le dice en voz baja. - Jesús acércate, ven a verla.

Jesús se acercó más, y Elena, con voz débil pero llena de amor, le menciona. - "Es una niña, Jesús. Una hermosa niña". -Sus pensamientos se agitaron. Había imaginado un hijo varón, un compañero para las parrandas y las peleas de gallos. Pero ahora, ante él, estaba su hija. La vida, caprichosa y misteriosa, le había dado un regalo inesperado. Y mientras las mujeres limpiaban a la recién nacida, Jesús no pudo evitar que las lágrimas brotaran.

Su pensamiento se centra en imaginarse su niña grande, acompañándolo y cuidándolo, y en ese instante, todo lo que había soñado se transformaba en una nueva realidad llena de amor y asombro. Jesús en medio de pensamientos encontrados Se preguntaba... mientras las comadres o parteras ayuda limpiar la delicada beba, aun con rastros de sangre en su piel desnuda, con finos paños de tela lanudos y arropan con sábanas de colores claros.

Una de las mujeres llamada Carmen pregunto. - Jesús compadre ¿como la llamaras? y el contesto, '"dile tu Elena" -Ya habían aprobado un nombre, pero para un niño y esta vez no sabían que nombre poner. Elena, aún débil tras el parto, susurra el nombre: -Rosa... Como la rosa que florece en el patio, misteriosa y llena de prosperidad. 'Jesús sostiene a su hija en brazos, maravillado...Rosa, la pequeña que llegó en medio de la tormenta, será su compañera en este mundo de lleno de acertijos y sorpresas. Jesús asienta con su cabeza y responde: - Si la Rosa dentro del capullo en el patio... - Jesús tom6o a la beba en sus brazos y se da la vuelta, sale de la habitación con la beba profundamente dormida en sus brazos.

La lluvia golpea el techo de palma con furia, como si quisiera arrancar las raíces de la casa de adobe, la noche oscura y la lluvia sigilaste que ya está pasando, pero aun chorea el agua por las canales, que conducen a los llenaderos, con el corazón en un puño, lleva a su recién nacida hija al corredor. La pequeña Rosa, envuelta en una manta, duerme ajena al mundo que la rodea. El capullo de una rosa en el patio parece esperar también, cerrado y misterioso. Jesús se detiene al final del corredor, mirando la noche oscura. Las lágrimas se mezclan con la brisa fría en su rostro. -"Hola, mi Rosa", - susurra, - "Eres pequeña, pero quiero hacerte una promesa. Nunca estarás sola. Conocerás a mamá, fuerte y buena esposa. Y sé que será una gran madre" ... te prometo que, si algún día ya no estoy a tu lado, regresare como el cabalgar veloz de mi caballo Regio, con la misma fuerza del viento ahí estaré cuidándote hasta el último suspiro hija, nos volveremos a encontrar en los recuerdos que jamás olvidaras y al amor inquebrantable que te acompañará, a lo largo de tú larga vida. Te amo hija...

En eso, presagia que alguien lo mira y voltea a mirar hacia el patio justo frente a él, donde posan arboles de mandarina y naranjos, además de un gran cují frondoso, que esparce sus ramas como si abrazará todo ese lugar. En ese instante, una sombra se recorta en el patio. La figura, vestida con una manta empapada, parece etérea. Sus pies descalzos dejan huellas en el barro. Jesús siente que alguien lo observa. ¿Quién es? ¿Un espíritu, un recuerdo?, la ropa titila gotas de agua, que caen sutilmente al suelo y el lodo se abrasa con las hojas secar que bajan de los árboles, su rostro, místico y profundo, se iluminaba por un rayo de luz, que brotaba de su pecho. ¿Quién era esa presencia en medio de la tormenta?

y en ese momento escucha una de las parteras que va corriendo hacía el gritando, -"No saques a la niña", advierte. - "Su mollera aún está abierta". -Compadre no saque la niña, ella no puede llevar sereno, está recién nacida Jesús, aún tiene abierta la mollera. (La mollera es una parte entre la frente cabeza que se mantiene blandita a la hora de nacer y debe ser cuidadosamente tapada con gorros hasta que endurezca). Así lo creían los ancestros de Jesús y las parteras. Jesús entrega a Rosa y voltea, pero la figura ha desaparecido. Solo queda la oscuridad y el viento que susurra secretos.

Nuevamente en la habitación cálida, Jesús sostiene a Rosa en brazos, maravillado por la vida que ha llegado a su mundo. Elena, aún débil pero llena de amor, sonríe al ver a su hija. La pequeña Rosa, con sus ojos oscuros y su piel suave, parece llevar consigo una historia ancestral y un destino único.

La fiesta sigue afuera, pero dentro de la habitación, el tiempo parece detenerse. Las velas parpadean, y el aroma de las hallacas y la carne asada se mezcla con el olor fresco de la vida recién nacida. Jesús se pregunta sobre el futuro: ¿Qué aventuras aguardan a su hija? ¿Qué secretos oculta la conexión entre los Chirinos y los Campos?

La partera, con una sonrisa enigmática, se acerca a Jesús y le dice: "Esta niña es especial. Su llegada no es casualidad. Hay fuerzas más allá de nuestra comprensión en juego". Jesús asiente, sintiendo que está en medio de algo trascendental.

La tormenta sigue rugiendo afuera, pero en ese pequeño cuarto, la vida florece. Los invitados, aún en la sala de fiesta, empiezan a preguntarse ¿por qué la música se detuvo y qué está ocurriendo? Pero Jesús, Elena y Rosa están inmersos en su propio mundo, un mundo donde los lazos familiares y los misterios ancestrales se entrelazan.

Y así, en medio de la noche, en Los Verales, la pequeña Rosa comienza su viaje. Un viaje que la llevará a descubrir su legado, su propósito y su conexión con las montañas, la lluvia y las leyendas. Así llegó al mundo la pequeña Rosa, en una noche de misterio y promesas. Elena, criada por la estricta Doña Bárbara, conocida como la "correhombres", ya que ningún hombre vivía a su lado más de 2 años, por su fuerte carácter, sabía que su hija enfrentaría un destino único. Y mientras la lluvia seguía cayendo, el corazón de Jesús y Elena se llenaba de alegría y asombro ante la vida que habían traído al mundo.

Esta mujer, la futura abuela de Rosa guardaba un gran dolor en su alma, y solo podía descargar con alejaré de todo aquel que se le acercará. La abuela de Rosa, Doña Bárbara, llega en la madrugada. Su vestido verde claro parece fundirse con las mariposas que revolotean. En la habitación, Rosa y Juana sostienen a los bebés..., había viajó durante unas 4 horas en bestia al pie de una mula. Entró a la habitación donde ya solo esta las dos mujeres con los bebes recién nacidos en sus brazos, mientras en la cocina huela a caldo de gallina. Caldo que acostumbraba a darle a las recién paridas para recuperar fuerzas.

Al entrar Elena se alegra mucho, - mama bendición como es que llegaste sin avisar. - La madre respondió con voz serena: - "Tenía días haciendo la maleta para viajar, pero como siempre te he dicho, ¡"vuelvo cuando me veas llegar"!. - estaba feliz, orgullosa de conocer sus dos primeros nietos, momento que la llenó de una extraña nostalgia, pero a la vez una completa felicidad que le ocupaba todo su corazón, que la vida y sus penurias le había endurecido. Saludó a Juana y su nieto, y se dirige a conocer a la pequeña Rosa, tomó a la niña en sus brazos, con ternura, se alejó hasta una hamaca cerca de la gran ventana de madera. La brisa fresca entraba por la ventana, acariciando sus rostros.

- "Te dije que era una hembra, y no me creíste, hija", - susurró mientras cantaba una melodía al oído de la bebé. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y se sumergió en un profundo recuerdo. Las lágrimas cayeron sobre la carita de Rosa. En su memoria, una pregunta resonaba: - ¡"Hijo, ¿Dónde estás? Regresa, mamá te espera como siempre en casa"!. - Solo el viento y el hermoso paisaje a través de la ventana eran testigos de su tristeza y añoranza... solo el viento y aquel hermoso paisaje dibujando el amanecer de aquella mágica navidad, que observa a través de su ventana, son los testigos de aquel triste recuerdo.

Así, en esa noche mágica, dos vidas nacen en Los Verales, en esa noche mágica, nacen Juan y Rosa, unidos por la sangre y la esperanza, serán el legado de lucha y amor en medio de la tempestad, tejido entre las ramas de los árboles y el barro de las montañas. Y mientras la tormenta se desvanece, el llanto de los recién nacidos anuncia un futuro lleno de esperanza y resistencia e incertidumbre, en un país marcado por la lucha y la resistencia de sus antepasados...

Nota se autora:

Abuelo mi caballero de los Verales, aún tu espíritu libre cabalga esas remotas e impenetrable montañas, Con la fuerza del viento y el suspiro de cada ave que vigila desde los cielos los lugares que recorriste. Un hombre que conocí dos años antes de partir a tus 83 años. Mostrando una gran humildad y amor hacia mi. No se como te agradeceré todo que me contabas, tus historias llenas de aventura en tu mocedad. Esa noche que te visité y te levantaste de tú cama con esa sonrisa, estabas feliz de verme y sólo días después la noticia de tu partida. Jamás imaginé que sería la última vez que te vería en vida. Siempre te encuentro en mis sueños con tu sonrisa indicando que aquí estas, mientras mi corazón no te olvide. Sigue cabalgando mi caballero al son del trotar de tu jinete libre abuelo libre como el viento
Sabes que te amo....

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