Sin Embargo, Continúan Con Lo Mismo
Desde hacía tiempo, algo había cambiado. Era un cambio silencioso, casi imperceptible al principio, como esas grietas diminutas que se forman en un espejo y que solo notas cuando te miras de cerca. Ninguna de ellas lo mencionaba, pero todas lo sentían. Las conversaciones entre Akane y las niñas, Hiroko, Rena y Kaede, se habían vuelto breves, incómodas, como si cada palabra tuviera que pasar por un filtro antes de ser dicha. Los silencios, en cambio, se habían alargado, y en ellos se escondía todo lo que ninguna se atrevía a poner en voz alta. Incluso los momentos compartidos, que antes solían fluir con una naturalidad casi mágica, ahora parecían forzados, más un acto de compromiso que un disfrute genuino.
Antes, todo era diferente. Las bromas volaban entre ellas como mariposas, ligeras y constantes, alegrando los días. Las ideas surgían y se construían juntas, cada una añadiendo algo único al caos hermoso que compartían. Incluso los desacuerdos, esos pequeños roces inevitables, eran manejables. Eran parte del ritmo que habían construido juntas, como los acordes de una canción que conocían de memoria. Pero ahora, ese ritmo estaba roto. Las palabras llegaban a cuentagotas, los gestos eran medidos, y cada interacción parecía una danza torpe sobre un suelo que podría desmoronarse en cualquier momento.
Akane no necesitaba que nadie se lo dijera. Lo veía en los ojos de Hiroko, que ya no la miraban con la misma confianza de antes, y en las sonrisas de Rena, que se apagaban antes de llegar a sus mejillas. Kaede, la más reservada, apenas hablaba, y cuando lo hacía, sus palabras estaban cargadas de una prudencia que a Akane le dolía más que cualquier reproche directo. No era lo que decían, sino lo que no se atrevían a decir. Había tanto acumulado entre ellas: pequeñas tensiones, palabras no dichas, emociones reprimidas. Parecía una montaña de cosas que ninguna sabía cómo escalar. Y lo más doloroso era que Akane sabía que todo esto era, en gran parte, su culpa.
Había sido un momento. Un instante de duda. Akane aún podía sentir el peso de aquel día, cómo su cuerpo había reaccionado antes de que pudiera pensar, cómo el miedo y el shock la habían paralizado. Pero aquel instante había sido suficiente para que todo se derrumbara. No importaba cuántas veces se repitiera que cualquiera habría reaccionado igual, que era humano temer, que era comprensible sentirse vulnerable. Nada de eso cambiaba el hecho de que había dudado, y esa duda había dejado una marca imborrable.
Desde entonces, lo intentaba. Hacía preguntas, trataba de mantener conversaciones, buscaba conectar con pequeños gestos. Pero las respuestas que obtenía siempre eran frías, casi mecánicas. Comentarios cortos, miradas que evitaban la suya, sonrisas débiles que no lograban alcanzar sus ojos. Y luego volvía el silencio, ese silencio que parecía envolverlo todo como una niebla, llenando los espacios entre ellas con una incomodidad que Akane no sabía cómo disipar.No es que no les importara. Lo sabía. Tal vez, ese era el problema. Les importaba demasiado. Cada una cargaba con el peso de querer arreglar lo que había salido mal, pero cada intento parecía empujarles aún más lejos. Era como si estuvieran atrapadas en un círculo vicioso: cuanto más trataban, más evidente se hacía la distancia entre ellas.
Pero Rena....
La llegada de las Nakano se acercaba, y Akane no podía evitar sentir que era una especie de cuenta regresiva. Como si el tiempo se estuviera acabando para salvar lo que quedaba entre ellas. Pero ¿Cómo salvar algo cuando ni siquiera sabes por dónde empezar? A veces se sorprendía deseando que alguien más interviniera, alguien que pudiera romper ese muro que no dejaba de crecer. Pero sabía que eso no iba a pasar. Era su responsabilidad. Había sido su error.
Akane sentía un dolor constante, punzante, cada vez que veía a Hiroko, Rena y Kaede ser tan cuidadosas con ella. No porque fueran indiferentes, sino porque eran demasiado conscientes, demasiado precavidas, como si ella fuera una bomba que podía estallar en cualquier momento. La forma en que evitaban ciertos temas, cómo escogían sus palabras con tanto cuidado, era un recordatorio constante de lo que había perdido.
Antes, sus nombres se cruzaban en conversaciones llenas de vida. Ahora, esas mismas palabras parecían cargadas de un peso que Akane no sabía si podría levantar. Y lo más cruel era que no era una cuestión de falta de amor. El cariño seguía allí, en cada mirada fugaz, en cada pequeño esfuerzo. Pero estaba enterrado bajo capas de miedo y desconfianza, y ninguna sabía cómo desenterrarlo.
Había noches en que Akane se quedaba despierta, repasando cada detalle, cada interacción, buscando un punto de entrada, un momento en el que pudiera decir o hacer algo que cambiara las cosas. Pero siempre llegaba a la misma conclusión: no había respuestas fáciles. Había dañado algo frágil, y reconstruirlo tomaría tiempo, paciencia y más amor del que ella misma sabía si podía ofrecer.
Y aun así, sabía que no podía rendirse. Porque, a pesar de todo, a pesar de los silencios, las distancias y el miedo, Akane seguía aferrándose a lo que tenían. Ese lazo, aunque frágil, todavía existía. Y mientras existiera, todavía había esperanza.
Incluso al arriesgarse a que el abuelo materno de las niñas pudiera tener un contacto más activo en los recientes días, nada cambiaba. Akane había esperado, aunque fuera por un breve instante, que la llegada de una figura familiar pudiera romper la tensión, que su presencia trajera algo nuevo, una chispa que cambiara la dinámica enrarecida que se había instaurado entre ellas. Pero no fue así. Todo seguía igual, envuelto en esa misma triste y cruel monotonía que parecía haberse adueñado de sus vidas.
Sin embargo, en medio de todo el caos emocional, había un faro que mantenía a Akane en pie: Mai y Yuki. Las dos niñas, tan distintas entre sí pero igual de especiales, nunca habían dudado de ella, ni siquiera en los momentos más oscuros. Su apoyo era incondicional, un recordatorio constante de que no todo estaba perdido. Mientras las demás parecían atrapadas en una niebla de desconfianza, Mai y Yuki se aferraban a Akane con una fuerza que la emocionaba hasta las lágrimas.
En la habitación de Akane, ambas niñas estaban recostadas en el suelo, a su alrededor había bastante papel en el que estaban dibujando. En el escritorio, Akane estaba sentada observando con una sonrisa a ambas niñas.
— ¡Oye, tienes una técnica muy buena con el dibujo! — Mai exclamó, impresionada por la habilidad de Yuki a la hora de dibujar — ¡Parece hecho por alguien de secundaría! —
— Y-Yo s-solo seguí la técnica de Kaede — Yuki dijo avergonzada — A-Además, n-no es para tanto... —
— ¿Tu qué opinas, mamá? —
La atención se giro hacía Akane, quien se mantenía observando las expresiones de ambas niñas hasta hace unos momentos.
— Yuki, cariño, tu dibujo es precioso — Akane se levanto de su asiento y se acerco hacia ella, tomando el dibujo entre sus manos — Mai no miente, esto es muy bonito ¿Haz practicado? —
— U-Un p-poco — Respondió Yuki tímidamente — Q-Quería...Quería dibujarte a ti —
— Pues...No esta nada mal ¿Puedes regalarme este dibujo? —
— ¡Ehhh! ¡Pero yo también hice uno! — Mai exclamó — ¡No es justo, mamá! —
Era sorprendente el cambió que había sufrido Mai, antes siempre mantenía su distancia y era cortante con Akane, pero ahora había cambiado. No dudaba en decirle ''Mamá" y se comportaba como un oso Ted.
— Tu dibujo también es precioso, cielo — Akane tomo el otro dibujo en sus manos con delicadeza — Si... Ambos me encantan —
Akane se tomo unos segundos para contemplar ambos dibujos, realmente no le importaba en lo absoluto que uno fuera mejor que el otro. Ambos eran especiales para ella ya que sus hijas lo habían hecho para ella.
Suavemente se dirigió hacia un espejo grande que había en la habitación, y en los bordes coloco cada dibujo.
— ¿Por qué pones los dibujos ahí? — Yuki pregunto — ¿No es mejor en la nevera? —
— Así podre verlos todos los días sin excepción —
A pesar de los altibajos, ellas dos y Fuutarou siempre la animaban a no rendirse.
En el fondo, Akane seguía siendo la misma madre amorosa y cariñosa, pero, en el fondo era obvio que no estaba del todo bien. Extrañaba muchas cosas, la tranquilidad y armonía del hogar, entre otras cosas mas que parecían ser lejanas de volver.
Akane reflexionaba sobre todo lo que había pasado, sobre los momentos de felicidad y los de dolor, y se dio cuenta de algo que, aunque amargo, parecía profundamente cierto: para tener lazos genuinos, hay que sufrir. No porque el sufrimiento fuera deseable, sino porque las conexiones auténticas no nacen solo de la alegría, sino también de la capacidad de enfrentar juntos las tormentas más fuertes.
El dolor tenía una manera cruel de poner las cosas en perspectiva. Era incómodo, desgarrador, pero también revelador. Era en esos momentos de duda, de conflicto, cuando los lazos se ponían a prueba. Las risas compartidas eran hermosas, pero no eran las que definían una relación; eran los silencios incómodos, las discusiones, los errores y las reconciliaciones los que verdaderamente marcaban la diferencia.
Había aprendido que confiar en alguien no significaba esperar que nunca fallara, sino estar dispuesto a reparar lo que se rompiera. Sufrir juntos no era una señal de debilidad en una relación, sino una muestra de su fortaleza. Porque era en esos momentos cuando las personas revelaban quiénes eran realmente y cuánto estaban dispuestas a luchar por los demás.Con Mai y Yuki, Akane había encontrado la prueba viviente de ello. siempre estaban allí. Ese sufrimiento compartido, las lágrimas y las palabras difíciles, solo habían fortalecido el vínculo que las unía. Era como si cada grieta que aparecía en su relación se llenara con algo más sólido, más real.
Por otro lado, entendía ahora que las tensiones con Hiroko, Rena y Kaede no eran más que un reflejo de ese mismo principio. Estaban en medio de una prueba, de un proceso doloroso que no garantizaba un final feliz, pero que ofrecía una oportunidad: la de construir algo más fuerte, más auténtico, si lograban enfrentarlo juntas. Y aunque eso implicaba más sufrimiento, Akane sabía que valdría la pena si conseguían superarlo.
Quizás ese era el precio de los lazos genuinos. No eran perfectos, no eran fáciles, pero eran reales. Y lo real, lo que importaba de verdad, siempre implicaba riesgo. Siempre implicaba dolor. Pero también, al final, podía traer algo mucho más valioso que la comodidad pasajera de las relaciones superficiales: un vínculo que ni el tiempo ni las adversidades podrían destruir.
(...)
En altas horas de la noche, Fuutarou se encontraba junto a Akane en la habitación, ambos recostados en la cama mientras cada uno leía un libro.
En las manos de Akane, estaba uno de sus libros favoritos: "El Misterioso Caso del Dr Jekyll y Mr Hyde"
Fuutarou parecía mas despegado de su lectura, en sus manos yacía un libro que había tomado al azar en la biblioteca en medio de sus distracciones.
Akane cerro su libro y curiosa observo a su novio.
— ¿Desde cuando lees cosas de psicología poco ética? —
— No lo sé...Lo tome sin darme cuenta de la biblioteca y hasta ahora no he leído una pagina —
— ¿Y qué te tiene tan atontado recientemente? — Akane preguntó — ¿Es por... Lo que pasa en la casa? —
— Solo estoy preocupado por ti, además... El tema de que el día se acerca me tiene algo inquieto —
— Yo también estoy muy preocupada...A pesar de lo que nos dijo mi suegro, no quita que siga de esta manera, además...Permitirles que conocieran a Nakano no me ayudo en nada pero tampoco me perjudico con ellas...—
— Monotonía...—
— Pero... Se que debo seguir trabajando duro, no me rendiré y tampoco les daré el gusto a esas mujeres de verme débil de nuevo — Akane dijo — Mi suegro, tu e incluso Nakano me han apoyado, así que... No puedo dar cabeza, si quiero afirmar que este amor, estos lazos son reales... Debo seguir siendo yo, la mujer que ellas conocieron. Si soy autentica, si les transmito todo con paciencia y cariño se que les llegara —
— Has pasado por mucho, Akane — Fuutarou dijo — Y se que así será, no me fio de nada en las Nakano, pero se que las niñas son muy precavidas y nada tontas... De alguna forma, tu les enseñaste eso —
— Y me siento orgullosa de eso —
— ¿Realmente te sientes bien? —
— Umm... Tengo la mente igual de fría y calculadora que Hyde ahora mismo — Ella sonrió y oculto su rostro atrás del libro — Pero también tengo una pizca del temor de Jekyll...—
Fuutarou suspiro, y observo con más calma a Akane.
— Bueno, si estas de humor para usar esas referencias podré dormir mas calmado —
— Umm ¿Vas a dormir ya? Mañana no trabajas...—
— Akane... —
— Jejeje ❤️.....—
Nota del maravilloso autor.
Uff... Me tomé mi tiempo esta vez para actualizar ¿No?
Realmente he estado muy ocupado, estoy en último trimestre y estoy lleno de entregas por hacer y se me fundió la pc.
Por suerte compre una, pero tengo que adelantar varias cosas. Pero ese no es el tema.
¡Akane por fin empieza a despejar sus dudas!
En medio de la tormenta, se dice que para tener vínculos reales hay que sufrir, pero Akane ya ha sufrido bastante ¡Y las niñas igual!
La llegada de las Nakano es próxima, y si, ya se viene el arco probablemente más chingon del fic.
Y pues, no se que tanto tarde el próximo capítulo, quizás una semana o dos, depende de cómo vaya la cosa con mis estudios pero de estar vivo lo estoy.
Dije que este capítulo saldría el domingo. Pero una cosa llevo a la otra y cree un server de discord multifandom.
Aquí dejo el link para quienes gusten unirse, estamos trabajando en meter de todo un poquito:
https://discord.gg/PZADdWn3
Siempre pueden hablar conmigo ahí o con cualquier otro escritor que se topen, los estaré esperando.
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Que trama Isanari?
¿Como serán las citas entre las Nakano y sus hijas?
¿Como es que toda esta mentira se caerá a pedazos?
¡Leerlos me anima bastante!
Sin más que decir les doy un abrazo psicológico y nos vemos en próximas actualizaciones.
Chaaaao!
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