"¿William?"
Al abrir los ojos me di cuenta de que estaba acostada sobre el pecho de Christian. Intenté moverme pero me apretó contra él con fuerza.
– Quiero tomar agua. –le susurré. Tardó unos segundos en soltarme. Me bajé de la cama y bebí de aquello que tanto necesitaba. Miré las mantas que Christian había puesto en el suelo, estaban intactas, pero mientras estuvieran ahí Betty creería que sí durmió separado de mí. No supe en qué momento habían bajado las maletas del auto pero la mía y la de Chris estaban frente a un gran clóset. Me iba a poner el pantalón negro que habíamos comprado el día anterior pero el castaño me lo arrebató.
– Ponte la falda que te elegí. –dijo.
– No. –lo reté, lo cual no fue buena idea debido a que me jaló por el cabello acercándome a su rostro.
– No era una pregunta. –me dio un beso antes de tirarme al suelo. Me aventó la falda y una de las blusas que también había comprado. Lo bueno es que estas eran negras ya pues, aún sin brassier, no se trasparentaba nada.
– No tengo ningún short para usar abajo de la falda. –dije poniéndome de pie.
– Lástima. –respondió con sarcasmo sentándose en la cama.
– Si no me pongo uno voy a rosarme las piernas. –era demasiado tarde para arrepentirme de lo que acababa de decir.
– Bueno, te podría terminar de rosar todo esta noche. –tenía que decirme algo así... Después de estar tantos años con Thomas se le había contagiado algo de sus cochinadas.
***
La mujer adoraba desayunar waffles con moras azules y hacía para todos. Los primeros días no me molestó para nada, pero ya después de dos semanas me harté. Le había comentado que de ahora en adelante yo me haría el desayuno (ya que ni Christian ni Thomas querían preparármelo como acostumbraban a hacerlo con Lorena), aunque no tenían un gran conocimiento en la cocina prefería comer huevos quemados o sándwiches que otros waffles con moras azules.
Un día, después del desayuno, me puse a limpiar la casa, como agradecimiento a aquella mujer, mientras que Thomas iba a dejarla con unas amigas para que pasaran el resto de la tarde juntas, después de eso el pelinegro iba a regresar a la casa.
– ¿Ya te dije que no intentes huir? –preguntó mientras sacaba ropa del closet.
– Sí, sí. –dije abriendo un libro que Betty me había prestado hacía varios días, era en inglés y de historia por lo que ni siquiera había llegado a la página 20. Christian puso una toalla sobre su hombro y salió de la habitación. En cuanto escuché que la puerta del baño se cerraba me puse de pie y salí a la sala.
Miré la carretera que estaba a (al menos) 1 km de distancia de nosotros. Caminando o corriendo no llegaría a ningún lado. Decidí que con mis pocos conocimientos en conducción podría huir de ahí. Busqué las llaves del auto en el que habíamos viajado todo ese tiempo pero no las encontré, y yo sabía que no eran tan tontos como para dejarlas en el mismo coche (como en las películas). Me paré frente a uno de los ventanales de nuevo y llevé mi mano a la frente dándome por vencida.
De repente vi a una persona vestida de negro que se dirigía hacia la casa. No alcanzaba a verlo bien pero estaba segura de que no había bajado de ningún automóvil. Al instante pensé que era Thomas que ya estaba de regreso, ¿quién más podría ser?
Mi corazón se aceleró. Christian aún no salía de bañarse, eso implicaba que en cierto modo Thomas y yo podríamos estar solos; no me agradaba para nada esa idea.
¿Y si me siento en el sofá y enciendo la televisión pretendiendo que estoy de lo más tranquila? No, no quiero ser lo primero que Thomas vea, además que se daría cuenta de que Chris se está duchando.
Corrí a la habitación. Descarté la idea de hacerme la dormida, eso solo lo emocionaría más. Lo que sí hice fue ir a la habitación, acostarme en la cama y volver a abrir el libro que Betty me había prestado. Mi corazón aún latía a mil por hora pero me hice la calmada. Escuché un fuerte ruido en la parte de abajo pero le resté importancia. La casa estaba en completo silencio, Christian acababa de cerrar la llave del agua y solo se escuchaban unos pasos que caminaban por la casa.
– ¿Pero qué tenemos aquí? –aquella era una voz que nunca había escuchado en mi vida pero que al mismo tiempo me parecía conocida. Mi piel se puso como gallina. Cerré el libro y lo miré. Ese hombre no era Thomas. Tenía el cabello castaño oscuro, su piel era de un hermoso bronceado y sus ojos negros como el carbón, además de tener un poco de barba. Sin perder el tiempo bajé de la cama y corrí hacia él.
– ¡Por favor ayúdeme! ¡Me tienen secuestrada! –al estar lo suficientemente cerca de él como para que dejara de estar borroso me detuve. Mi corazón se aceleró aún más de lo que ya estaba.
– Secuestrada, ¿eh? –sonrió– Tom me dijo que ya no le hacía a esas cosas... Seguro era para tener a sus propias chicas.
– ¿William? –mi corazón subió por mi garganta. Inclinó su cabeza ligeramente.
– ¿Te conozco? –dio un paso hacia mí al mismo tiempo que yo daba uno para alejarme de él– ¿O Thomas ha hablado mucho de mí? –repetimos la misma acción.
– Por favor no. –cuando menos me di cuenta choqué contra la cama pero me negué a sentarme y a quedar a la altura de su abdomen.
– ¿Escuchas eso? Tu corazón late como una palomilla encerrada en un frasco. –sonrió.
– ¡Christian! –grité antes de que se abalanzara sobre mí y ambos cayéramos sobre la cama. Me tapó la boca y empujó mi cabeza hacia atrás dejando a la vista mi cuello. Era demasiado fuerte para luchar contra él, pero una parte de mi cuerpo me decía que no lo hiciera, tenía curiosidad de lo que sentiría cuando me mordiera. De repente sentí un dolor punzante en mi cuello que rápidamente fue sustituido por un delicioso placer por todo el cuerpo. Su mano se apartó de mi boca para pasar a mi nuca y apretarme más contra sus labios, aunque eso no era necesario ya que podía sentir como mi cuerpo se arqueaba para pegarse lo más posible al suyo. Podía sentir su hambre y deseo por mí, por mi sangre. Me escuché gemir, aunque en ese momento sentía que mi cuerpo ya no era mío. Cada vez me sentía más y más débil, estaba segura de que bebería hasta dejarme seca y muerta pero no me importaba, aquella sensación era la mejor que había experimentado en la vida, de cualquier forma no es como que tuviera muchas ganas de seguir viviendo entre los hermanos. De un momento a otro un horrible frío me rodeó y todo lo que había sentido se desvaneció. Me sentía tan cansada que apenas podía abrir los ojos, cuando lo logré vi a Christian siendo lanzado hacia una pared por William, quería moverme pero mi cuerpo no tenía nada de energía. Antes de quedarme dormida por completo vi como Thomas llegaba a la habitación y se abalanzaba sobre la espalda del vampiro.
Dejándome llevar por el sueño me quedé dormida.
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